El Duque de Alba en los Paises Bajos, El Tribunal de Sangre
El Duque de Alba en los Países Bajos
Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba (1507-1582), general y político español, conocido como el Gran Duque de Alba, que sirvió al emperador Carlos V y a Felipe II. Nació en la localidad abulense de Piedrahíta (29 de octubre de 1507) y, desde muy joven, se dedicó a las armas participando a las órdenes del Condestable de Castilla en el sitio de Fuenterrabía (1524) y en la defensa de Cataluña contra los franceses.
Actuación del duque de Alba. — Felipe II, que se consideraba el brazo de Dios sobre la Tierra y estimaba indiscutible su autoridad real, no podía transigir con la división religiosa en los Países Bajos, y aunque hubiese sido de carácter más dúctil le hubiera sido muy difícil proceder con templanza ante el sesgo que habían tomado los acontecimientos en aquellos Estados. Envió, como ya hemos indicado anteriormente, al duque de Alba con numerosas tropas y las convenientes instrucciones para acabar con toda resistencia por la fuerza de las armas.
Don Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba. Guerrero y político. Este viejo luchador de los tiempos de Fernando V y Carlos I tuvo que enfrentarse con la grave cuestión de los Países Bajos, donde la dureza de su trato y de sus medidas represivas son proverbiales. También dirigió a los ejércitos que, encabezados por el propio emperador Carlos V (Carlos I de España), derrotaron a las tropas luteranas, en Mülhberg (a orillas del río Elba, en Alemania), el 24 de abril de 1547.
El duque obedecía ciegamente los dictados del rey y era como un instrumento de la autoridad regia. Llegó a Flandes en 1567, asumiendo el gobierno del país, pues la infanta Margarita renunció a la regencia en diciembre del propio año. Inmediatamente empezó a funcionar con todo rigor la Inquisición, se pusieron en vigor los decretos del Concilio de Trento y se implantó un tribunal que fue llamado el Tribunal de la Sangre por las muchas condenas capitales que fulminó tal tribunal, que era una especie de Consejo permanente.
Sus fallos eran inapelables, los procedimientos, expeditivos, y sus condenas consistían en el destierro, la confiscación de bienes, la horca, la decapitación, el descuartizamiento y la hoguera. Al principio de su actuación hubo día en que se efectuaron quinientas ejecuciones. Un verdadero régimen de terror.
El duque de Alba, por medio de engaños, apresó entre otros, a los condes de Egmont y de Hoorn, que fueron, al poco tiempo, ejecutados por sentencia de dicho tribunal. Es tanto más de resaltar esta felonía, hecha por mandato real, por cuanto Egmont, que era de religión católica, había prestado excelentes y leales servicios a Carlos V y a Felipe II, contribuyó a ganar la batalla de Gravelinas y había sido tratado con afecto por el rey.
Lucha por la emancipación. Derrota de los protestantes. — En 1568, Guillermo de Nassau, príncipe de Orange (pequeño Estado que fundó Carlomagno en Francia), llamado Guillermo «el Taciturno», por su prudencia y cautela en los asuntos de Estado, nacido en 1533 y educado en la religión católica, pero que al llegar a su mayoría de edad abrazó el protestantismo, entró en campaña al frente de un ejército reclutado en Alemania y equipado con la ayuda de los hugonotes franceses, de Isabel de Inglaterra y de los príncipes protestantes de Alemania; al principio obtuvieron algunos éxitos, pero el ejército español, mandado por el duque de Alba, hizo fracasar los intentos, y el ejército de Guillermo se disolvió por falta de recursos para mantener las tropas. Guillermo de Orange se retiró a Francia en espera de mejor ocasión. Muchos ciudadanos huyeron y Alba agudizó sus medidas opresoras estableciendo impuestos onerosos.
Reanudación de la contienda. — El 15 de julio de 1572 se reunieron en Dordrecht los diputados de varias ciudades holandesas y constituyeron una Liga para la defensa de sus libertades bajo la jefatura de Guillermo de Orange a quien también proclamaron gobernador de las provincias de Holanda, Zelanda y Utrecht. Este movimiento pretendía aprovechar en su favor la situación determinada por la toma de Brielle, en la desembocadura del Mosa, seguida de la de Flesinga y de otras ciudades de Zelanda por los meergeusen, gentes que actuaban con propósitos piráticos.
Guillermo de Orange entró por el Brabante a la cabeza de un ejército constituido por franceses, alemanes e ingleses, Lovaina, Malinas, Oudenarde, Marden, Haarlem y otras ciudades fueron conquistadas. Los españoles sitiaron a Haarlem y lograron reconquistarla después de siete meses de asedio y cuantiosas pérdidas. Los holandeses equiparon una armada en Flesinga y la flota española fue derrotada en el Zuiderzee. En otras plazas reconquistadas se ejercieron duras represalias por el duque de Alba.
Éste fue relevado de su mando a fines de 1573 y sustituido por don Luis de Requesens, hombre de carácter conciliador, a pesar de lo cual, el encono que dominaba todos los ánimos obligó a seguir la guerra con igual tesón por ambas partes. Las armas españolas fueron afortunadas en Mook, en cuya batalla sucumbieron Luis y Enrique de Nassau, hermanos de Guillermo de Orange.
Pero esta victoria fue contrarrestada con la liberación por los rebeldes de la plaza de Leyden, cuyo asedio hubieron de abandonar los españoles ante la invasión de las aguas por la rotura de los diques, y también por la toma de Middelburgo por los holandeses. A fines de 1574, los españoles habían sido arrojados de Zelanda y del sur de Holanda. La guerra continuó con alternativas, y a principios de 1576 murió el gobernador Requesens.
En noviembre de aquel año, las tropas españolas amotinadas, por falta de pagas, asaltaron y saquearon la ciudad de Amberes.
Fuente Consultada:
Historia Universal de la Civilización Editorial Ramón Sopena Tomo II del Renacimiento a la Era Atómica