Epoca de Oro del Tango Argentino Grandes Representantes

La Época de Oro del Tango Argentino y Sus Grandes Figuras

Si bien los años que van desde 1940 a 1950 son considerados como la época de Oro del Tango, lo cierto es que para llegar a la evolución de la corriente musical que reflejó la idiosincrasia de nuestra ciudad, hizo falta que se produjeran con anterioridad algunos hechos y que surgieran nuevos poetas y compositores que permitieron que el cambio fuera posible. 

Uno de los primeros puntos de inflexión para lograr aquella llamada época de máximo esplendor del Tango encuentra sus orígenes en el personaje de Carlos Gardel, ya que tengamos en cuenta que tanto su obra discográfica como su participación en la cinematografía mundial tuvo lugar durante los años 1930 y 1935, siendo estas películas claras representaciones de una manifestación artística que comenzaba a ganar adeptos en todo el mundo.

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Carlos Gardel

Durante ese mismo período surgen en el escenario tanguero importantes figuras, destacándose los cantores populares solistas, entre los que no podemos dejar de mencionar a Agustín Magaldi, Ignacio Corsini, Charlo, Hugo del Carril, Angel Vargas, Carlos Dante, Francisco Fiorentino, y tantos otros que elevaron la figura del cantor de tangos a su máximo podio.

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Agustín Magaldi

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Hugo del Carril

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Francisco Fiorentino

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Angel Vargas

Lo mismo sucedía con las mujeres que comenzaban a transformarse en figuras relevantes del ambiente tanguero, como fue el caso de las cancionistas Rosita Quiroga, Mercedes Simone, Azucena Maizani, Nelly Omar, Ada Falcón y por supuesto Tita Merello.

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Tita Merello

El séptimo arte reflejaba esta transformación, con películas como "Tango", que es considerado el primer largometraje sonoro de la Argentina, en la que hace su aparición una joven promesa del género: Tita de Buenos Aires

Asimismo, el cine y el teatro comenzaba a mostrar no sólo la tendencia de la música, sino también el baile que acompañaba el acompasado ritmo del Tango, con figuras memorables como el gran bailarín y actor Tito Lusiardo.

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Aníbal Troilo

Ya a mediados de la década del 30, se iniciaban importantes orquestas que llegarían a ser la representación más gloriosa de la época de oro del Tango, como es el caso de la agrupación dirigida por Juan D'Arienzo a fines de 1934, Aníbal Troilo en el '37, el sexteto encabezado por el maestro Carlos Di Sarli en el '31, y los que continuaban con su labor iniciada en los años 20, como Francisco Canaro, Julio De Caro, Osvaldo Fresedo, Roberto Firpo, Ricardo Tanturi, Francisco Lomuto, Edgardo Donato, y una larga lista de Orquestas Típicas. 

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Carlos Di Sarl

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Juan D'Arienzo

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Francisco Canaro

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Julio De Caro

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Osvaldo Fresedo

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Roberto Firpo

En las radios surgían los ciclos dedicados al Tango, mientras que en los barrios se recibía durante los sábados la visita de alguna de las orquestas de moda que brindarían su actuación en el club principal de la zona. 

Por otra parte, la mayoría de los expertos y los amantes del Tango coinciden en asegurar que las mejores grabaciones registradas de este género, tuvieron lugar durante los años 1935 a 1939.

La década del 30 suscitó los cambios, de la mano de poetas tales como Enrique Santos Discépolo, considerado en varias oportunidades como el “gran cronista social del tango”, debido a que sus composiciones demostraban ser un fiel reflejo de la crisis de la época, y convivir en una lírica directa que supo expresar magistralmente las bajezas, desventuras y pesares del hombre.

Podríamos asegurar aquí que uno de los momentos que marcaron el final de una época y el nacimiento del período de oro del Tango fue no sólo su evolución compositiva e interpretativa, sino también la desafortunada y repentina noticia de la muerte de Carlos Gardel en el año 1935.

Sin dudas, aquella fue una noticia que sacudió por completo al mundo tanguero, traspasando las esferas de dicho universo, y llegando a afectar a todos los ciudadanos argentinos, como así también a los millones de seguidores que el Zorzal supo ganarse con su talento y carisma a lo largo y ancho del mundo. 

A partir de allí, y debido también a la crisis social y económica que se vivía en el mundo entero para esos años, el Tango parecía perder terreno, cuando en realidad se preparaba para arremeter con todas sus fuerzas en el escenario cultural, logrando alcanzar un esplendor sin límites que le darían la gloria absoluta. 

Se iniciaba la década del 40, época de la que muchos recuerdan que Buenos Aires se convirtió en la ciudad que no dormía, reflejando en el Tango la personalidad de la identidad porteña, y llevando a esta manifestación artística al nivel de fenómeno social y cultural inigualable.

Fue en esos años en que el Tango logró alcanzar su mayor calidad tanto compositiva como interpretativa, de la mano de destacadas figuras, que dieron el impulso necesario para que la difusión de este género logrará convertirse en sinónimo de Buenos Aires. 

Los habitantes de la urbe se agolpaban en las puertas de accesos de los clubes para ver tocar en vivo a sus orquestas favoritas, mientras se deslizaban por la pista de baile girando en contra de las agujas del reloj siguiendo el devenir sentimental de ese acompasado y pasional ritmo. 

Según las investigaciones de diversos expertos, en la década de los 40 llegaron a convivir alrededor de 200 orquestas de Tango, que debían competir con su talento y calidad para cautivar a la mayor parte de seguidores posibles, con el fin de asegurarse un lugar privilegiado en el universo tanguero.

En los clubes se disputaban el éxito orquestas dirigidas por extraordinarios músicos, como Juan D'Arienzo, Carlos Di Sarli, Aníbal Troilo, entre otros, mientras la radio difundía incansablemente esta expresión con la emisión de ciclos dedicados al género y sus representantes.

El mejor ejemplo de ello es sin lugar a dudas el programa radial "El Glostora Tango Club" por Radio El Mundo, que logró convertirse en una de las audiciones más escuchadas, y cuyos oyentes disfrutaban de las actuaciones en vivo de la Orquesta de Alfredo De Angelis, acompañada por sus cantores Carlos Dante y Julio Martel

Fue precisamente en la época dorada del Tango, cuando toda la manifestación artística que reunía este género musical logró instalarse en todos los rincones de la ciudad, llegando incluso a los más prestigiosos y lujosos locales nocturnos, y a los teatros más destacados como el Maipo, el Politeama y el Blanca Podestá, entre otros. 

Esta época dorada también marco un período de esplendor para la industria discográfica nacional, que en aquel momento se encontraba liderada por los sellos Odeon y Víctor, ya que se estima que por lo general se lanzaban más de tres nuevos discos por día, logrando un nivel de grabaciones récord. 

Fue la época en que, como afirman muchos, el Tango podía escucharse en todas las esquinas de la ciudad, y su pasión podía respirarse en cada uno de los rincones de Buenos Aires.

Santos Discépolo, destacado  hombre del tango argentino

PARA profundizar en la filosofía del habitante de Buenos Aires de esas dos décadas que van desde 1930 a 1950 es imprescindible abrevar en la espléndida conjunción poética y dramática que trasunta toda la obra de Enrique Santos Discépolo.

El tiempo —constante y sustento de la poesía discepoliana— no ha mellado el lenguaje de sus 27 tangos; por el contrario, les confiere más fuerza y, también, inusitada, vigencia.

Es que la muerte de Discépolo —ocurrida el 23 de diciembre de 1951— ha quedado superada por toda su emoción creadora.

Cuarto de los 5 hijos del matrimonio formado por los italianos Santos Discépolo y Luisa Deluchi.

Enrique Santos nació el 27 de marzo de 1901 en una vieja casona de la calle Paso, en pleno Once, barrio generoso en almacenes y cafetines que alimentaron su fantasía de chiquilín.

La muerte de sus padres, cuando aún no había cumplido los 9 años, agudizó su espíritu introvertido y sus inquietudes de observador; aprender el único sinsabor a partir de 1928, dio, desde ese entonces, a enfocar la vida de otro modo, a mirar por otras ventanas el panorama de la humanidad, con otra óptica las miserias cotidianas.

Con "¿Qué vachaché?" —su primer tango— experimentó de su carrera como letrista, pues, cuando Azucena Maizani le estrenó "Esta noche me emborracho-" el público no dejó de celebrar cada una de sus creaciones.

Porque en el universo de los temas discepolianos el porteño encontró, la manera de expresar sus sentimientos: se indigna con "Cambalache", "¿Qué sapa, señor?" o "Yira, yira"; o ironiza o marca flaquezas.

Si bien, de tanto en tanto, la televisión nos permite apreciar algún viejo largometraje ideado, actuado o dirigido por Discépolo, nada mejor que recorrer Buenos Aires y bucear en sus tipos y costumbres para entender a ese hombre pequeño, de cuerpo endeble, pero de enorme humanidad, que traspasó los umbrales del tiempo una víspera de Navidad.


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