Las Enfermedades de San Martin - Anecdotas y Vida del General

Las Enfermedades de San Martín: Anécdotas y Vida del General San Martín

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“Inspirar amor por la Patria y por la Libertad”  (Máxima enviada a su hija) 

 Sólo dos personas están a su lado en la hora final de su vida.

Faltan pocos minutos para las tres de la tarde del 17 de agosto de 1850.

Siente frío, y se recuesta sobre la cama de su hija Mercedes, quien lo abraza llorosa. Su boca apenas puede arrastrar unas palabras finales: “Mariano, a mi cuarto”, dirigiéndose a Mariano Balcarce, su yerno.

José Francisco de San Martín (prácticamente ciego por “sufrir de cataratas”) enfrenta su batalla final y personal. Su cuerpo exhausto no resiste el embate de su interior.

Ésta guerra larga (36 años) y ofensiva fue ocasionada por una perversa úlcera, que le provocó una última y terrible hemorragia.

Según los partes militares y las correspondencias, el General sufría los ataques durante la madrugada.

Entonces ingería algún brebaje que le servía como paliativo, y ante la imposibilidad de seguir durmiendo, comenzaba su actividad.

El “viejo guerrero” se refería a la dolencia como “un pasajero dolor de estómago o un ataque nervioso”.

Pero, mucho más grave que eso: fue la causa directa de su muerte.

Su maltrecho aparato digestivo también sobrellevó gastritis, hemorroides y estreñimiento.

Pero sus luchas personales comenzaron mucho tiempo antes.

En 1808, cuando era Jefe del Ejército del Norte, estando en Tucumán, enfrentó un grave “ataque asmático” que incluyó vómito de sangre, y lo obligó, en más de una oportunidad a dormir sentado para poder respirar.

Historiadores que analizaron las cartas dirigidas a su colaborador Toribio de Luzuriaga, descubrieron que en 1833 en Europa contrajo cólera y en otra oportunidad padeció de lo que vulgarmente denominaban la “fiebre tifoidea”.

Como si esto fuera poco, San Martín padecía de insomnio, excitaciones nerviosas y temblores de su mano derecha, que cíclicamente le impedían escribir y no tenían justificación clínica alguna.

Estas manifestaciones tenían que ver con las preocupaciones, las responsabilidades y las interminables jornadas laborales.

Motivos más que razonables para alegar que padecía de estrés.

Los dolores óseos también lo complicaron.

Se estima que padeció al menos una decena de ataques de reumatismo.

Uno de ellos fue el día de la batalla de Chacabuco: apenas podía mantenerse firme en su caballo.

Por suerte para las generaciones venideras, el Gran Capitán nunca pidió “licencia médica”, porque su mayor dolencia era su patria.

Por sus ideales fue herido en diversas ocasiones.

En España, en la localidad de Cubo fue asaltado y, lesionado en una mano y en el pecho.

En la batalla de Albuera (la última en la que combatió en Europa) se enfrentó cuerpo a cuerpo con un oficial francés, quien lo hirió en el brazo izquierdo.

Y por su amada patria, de la Batalla de San Lorenzo le quedó una cicatriz en la cara.

John P. Robertson en la Batalla de San Lorenzo con San Martín ...

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