Cuentos Cortos de Javier Mendez Historias Verdaderas en mi Infancia
RELICARIO
Bajé los desparejos escalones, como si conociera palmo a palmo ese antiquísimo territorio, no obstante no
haberlo andado nunca en mi vida.
Llegué hasta el cofre, en realidad un tosco y antiguo baúl armado a martillazos apurados hacía cientos de años que me hizo reflexionar sobre lo absurdo de la prisa. La prisa es humana, pensé. Es torpe y esencialmente humana. Apenas un intento de ganar una batalla perdida contra lo inmóvil de la historia. Abrí el cofre y allí estaba. Un relicario –cofre dentro del cofre-, envuelto en sedas de colores indefinidos por el paso del tiempo. En su interior, el grabado de la pareja bailando: ella extrañamente de espaldas, abrazada a un hombre, cuyo rostro no denotaba placer, sino más bien una mueca de angustia y resignación. Lo guardé en el bolsillo de mi camisa –no el del corazón, sino el de la derecha, avergonzándome de ser permeable a las leyendas irracionales-. Miré hacia todos los rincones de la habitación y concluí, sin necesidad de investigar demasiado, que nada había allí que pudiera atraer mi atención, salvo ese pesado olor a humedad.
Desandé las escalinatas agitado y conseguí, a duras penas, reaparecer en el salón.
Los bailarines estaban aún allí, ajenos a mi desaparición y reingreso a la fiesta.
Ella seguía reinando al otro lado del salón, rodeada de su cohorte de obsecuentes y al mismo tiempo absoluta e inexplicablemente sola.
Envalentonado con mi triunfo de rapaz, decidí apropiarme también de su corazón.
Atravesé la inmensa sala y, sin palabras, la invité a bailar.
Nos deslizamos como amantes perfectos toda la maravillosa noche.- Nos fundimos en uno, haciéndonos parte de la eternidad, como si así el destino lo hubiera marcado.- Pasamos una y mil veces frente al retratista que, con mirada cómplice hacia mi negra dama, daba los últimos retoques a su obra.
En el vaho húmedo y casi irrespirable, espero paciente al audaz que me libere de este espantoso relicario.
Cuentos Pendientes - Javier Méndez