Renovación Cultural en la Edad Moderna y Sus Filosofos
Renovación Cultural en la Edad Moderna
Los humanistas fueron hombres religiosos, la mayoría de ellos cristianos, que buscaron descubrir en los antiguos la manera de preguntarse sobre el mundo y las cosas.
Su búsqueda intelectual se caracterizó por el desarrollo del pensamiento crítico en oposición al pensamiento dogmático.
Con esta nueva mirada sobre el pasado, lograron establecer una síntesis entre la cultura clásica y el cristianismo.
Así como resurgió con gran fuerza el estudio de la cultura greco-latina y de las lenguas griega y latina, los humanistas italianos comenzaron también a escribir en su propia lengua.
Ya en el siglo XIV, los italianos Dante, Petrarca y Boccaccio —precursores del Humanismo— habían escrito en italiano. Paralelamente, entre los siglos XV y XVI, los estudiosos españoles, como Antonio de Nebrija y Luis Vives se ocuparon del estudio de su propio idioma y crearon la primera gramática castellana.
En Florencia, el Humanismo estuvo estrechamente asociado con los intereses y las preocupaciones de quienes gobernaban la ciudad.
Allí inició Nicolás Maquiavelo (1469-1527) sus reflexiones sobre la política.
En su obra El Príncipe (escrita en 1513) analizó las distintas formas de gobierno, los modos de llegar al poder y los métodos para conservarlo, recurriendo a ejemplos tomados de la historia antigua.
Maquiavelo quería contribuir con sus escritos a lograr la unidad de Italia. Para ello, describió las formas de acción política que consideraba adecuadas a la realidad que lo rodeaba, brindando consejos al “príncipe” para que pudiera sostenerse en el poder.
Otro humanista que ejerció una gran influencia en su época fue el holandés Desiderio Erasmo (1467-1536), quien en su sátira Elogio de la Locura (1511) criticó aspectos de la sociedad, particularmente los abusos de la Iglesia. Algunos autores consideran que contribuyó con esas críticas al desarrollo de la Reforma protestante a la que, sin embargo, nunca adhirió.
Erasmo (1466-1536), cristiano devoto y humanista, consideraba que los rituales y las prácticas de la Iglesia se oponían a las enseñanzas de Cristo. Sus textos defendían reformar la Iglesia desde dentro, pero lo cierto es que acabaron influyendo en quienes deseaban reformarla por cualquier medio.
El destacado humanista británico Tomás Moro (1478-1535) era otro católico devoto que acabaría siendo ejecutado por Enrique VIII por negarse a renunciar a Roma.
Moro, como Erasmo, consideraba necesaria una reforma y también escribió ensayos en los que criticó los abusos del papado y la Iglesia. Los textos de estos y otros humanistas prominentes fueron muy influyentes.
Entre sus lectores más avezados se contó un monje agustino alemán cuyos actos precipitarían la Reforma, Martín Lutero. Otros humanistas describieron sociedades ideales.
El inglés Tomás Moro (1478-1535), por ejemplo, realizó en su obra Utopía (1516) una dura crítica a la sociedad de su tiempo. Utopía—una isla producto de su imaginación— muestra un mundo que se rebela contra la pobreza y las desigualdades que genera la propiedad.
En ella, un gobierno elegido por todos los habitantes distribuye los bienes que producen en conjunto.
El Elogio de la locura es una de las más famosas obras de la literatura del siglo xvi. Erasmo, que la escribió en el breve lapso de una visita al hogar de Tomás Moro, la consideraba una pequeña distracción de su "trabajo serio".
No obstante, tanto sus contemporáneos como las generaciones posteriores han valorado esta "hilarante parodia de toda forma y rango de la vida humana".
En este fragmento, Erasmo empequeñece uno de sus objetos favoritos de burla: los monjes.
• ERASMO: Elogio de la locura
A aquellos que son los más cercanos de éstos [los teólogos] en felicidad se les llama generalmente los "religiosos" o "monjes", nombres ambos engañosos, pues en su mayor parte se mantienen tan apartados de la religión como es posible y frecuentan toda clase de lugares.
No puedo, sin embargo, ver cómo vida alguna podría ser más sombría que la de estos monjes si yo [la Locura] no les ayudara en muchas formas.
Aunque la mayoría de la gente detesta tanto a estos hombres que se toma por cosa de mala suerte toparse con uno de ellos, los propios monjes creen que son magníficas criaturas.
Una de sus principales creencias es la de que ser iletrado es ser de alta santidad, por lo que se aseguran de no aprender a leer; otra es la de que cuando están sacando de sus seseras sus evangelios en la iglesia se están haciendo gratos y satisfacientes a Dios, cuando en realidad están recitando estos salmos como una cuestión de repetición, más que de sus corazones...
Más aún, es divertido ver que insisten en que todo se haga con fastidioso detalle, como si empleando el orden de las matemáticas, un pequeño error en él fuera un gran crimen.
Cuantos nudos exactamente han de hacerse en cada sandalia y si las han de ser de un color específico, y cuánto encaje se permite en cada hábito; y que si el cinto tiene que ser del debido ancho y material; la capucha de cierta forma y capacidad; el pelo cuantos dedos de largo; y, por fin, que sólo pueden dormir un número específico de horas por día.
¿No pueden entender que, para variedad de cuerpos y temperamentos toda esta igualdad de restricciones es de hecho desigual?.
No obstante, por todo este este que observan piensan que son superiores a toda otra persona. Y, lo que es más, en medio de toda su pretensión de caridad apostólica, los miembros de una orden denunciarán a voz en cuello a los de otra orden por la forma en que el hábito se ha ceñido o por el color ligeramente más oscuro del mismo...
Muchos de ellos trabajan tan arduamente en el protocolo y la fastidiosidad tradicional, que piensan que un cielo apenas ha de ser recompensa suficiente por sus afanes; con todo, sin recordar jamás que el día vendrá en que Cristo pedirá cuentas de lo que él ha prescrito, es decir, la caridad, y que juzgará de poca cuenta sus hechos.
Un monje exhibirá entonces su vientre lleno de toda clase de pescados; otro se ufanará del conocimiento de más de cien himnos; otro más revelará ayunos sin cuento y de su gran barriga dará cuenta explicando que los ayunos siempre han terminado con una sola gran comida; y otro mostrará la lista de ceremonias de iglesia en las que habrá oficiado, una lista como para llenar siete navíos.