Hazaña del Plus Ultra: Historia del Vuelo España- Buenos Aires
Hazaña del Plus Ultra: Historia del Vuelo España- Buenos Aires
Así se llamaba —y significa Más Allá — el avión que todo el pueblo de Buenos Aires, trepado a las torres y los techos, con catalejos y prismáticos o a simple vista, buscaba afanoso en el cielo, hacia el Oriente, aquella tarde inolvidable —la recuerda el autor— del 10 de febrero de 1926.
En el puerto, donde habría de acuatizar, ¡si triunfaban!, estaba congregada una inmensa multitud.
¡Y llegaron a la hora precisa! ¡Eran cuatro valientes!
Venían de España.
Se llamaban Ramón Franco, Julio Ruiz de Alda, Juan M. Durán y Pablo Rada. Comandante militar el primero, capitán el segundo, teniente de navio el tercero, y simple mecánico el último.
Franco había concebido una empresa que provocó, al ser conocida, comentarios irónicos y sonrisas de conmiseración: rendir un homenaje a la Argentina cruzando el océano Atlántico —hazaña no cumplida hasta entonces— con un avión construido en la madre patria.
Los más audaces aviadores calificaban de locura semejante propósito.
• La Hazaña del Plus Ultra:
BUENOS Aires madrugó más que de costumbre el 10 de febrero.
La ciudad se levantó temprano porque un acontecimiento extraordinario reclamaba su presencia en las calles:
La llegada del Plus Ultra.
Los Tripulantes del Plus Ultra
El 22 de enero había salido de Palos de Moguer, del mismo puerto de donde partieron las carabelas de Colón para descubrir América.
Ocho horas después estaba en Las Palmas, de donde siguió a Cabo Verde en un vuelo de nueve horas.
De ahí el salto prodigioso hasta Brasil.
El fuerte viento desvió el avión hacia la isla de Fernando de Noronha, a donde llegó después de 15 horas 20 minutos, cuando prácticamente no le quedaba nafta.
Después Pernambuco, Río de Janeiro, Montevideo...
El pueblo se reunió desde temprano a lo largo de la avenida Costanera.
Todos querían ser los primeros en divisar al pájaro de acero que traía la gloria de España.
Pero la multitud no cabía en los límites de la amplia avenida.
Se diseminó por todas las calles del centro que presentaban un aspecto inusitado de fiesta. Nadie quería trabajar ese día.
Todos ansiaban estar presentes en la recepción.
Fue un día de inolvidable emoción. Una mezcla de regocijo y de angustia, porque había un escondido temor de que los cuatro héroes que viajaban en el Plus Ultra, Franco, Ruiz de Alda, Duran y Rada, pudieran tener algún tropiezo en la etapa final.
En las primeras horas del día, ya ofrecían todas las calles una alegría incontenible.
Ramón Franco y sus compañeros ya estaban en Montevideo.
Faltaba sólo un pequeño salto para que la proeza quedara totalmente cumplida.
No se sabía exactamente la hora en que el aparato abandonaría el puerto uruguayo, de manera que el público prefirió la larga espera.
Era mejor que llegar tarde.
De pronto, cerca del mediodía, se tuvo la noticia: El Plus Ultra había despegado en la vecina orilla, y viajaba hacia Buenos Aires.
Cuando el aparato fue avistado en el horizonte, el entusiasmo fue indescriptible.
Mientras el júbilo del pueblo se manifestaba ruidosamente, todas las naves del puerto hacían oír sus pitos y sus sirenas en clamoroso saludo a los hombres que habían cumplido la hazaña de vencer al océano desde el aire.
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Decían las crónicas de la época: "Era un punto en el horizonte, a poca altura sobre el agua; casi como una golondrina que anduviera de pesca; pero millares de ojos lo reconocieron.
Momentos más tarde se recortaba nítida la silueta del Plus Ultra; se oía el fragoroso rugir de sus motores, y hasta se divisaban las manos de sus tripulantes, que se agitaban en señal de saludo.
Cuando el glorioso bote volador posó su quilla en las aguas de Puerto Nuevo y los cuatro héroes abandonaron la carlinga, fueron arrebatados por los brazos de la muchedumbre enardecida, entre vítores clamorosos a la madre patria y sus intrépidos embajadores del aire."
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En el sector Sur del Muelle de Pescadores acuatizó el Plus Ultra a las 12.28.
Fue una maniobra perfecta que el público reunido en la avenida Costanera siguió sin perder detalle.
Después la apoteosis.
Avalanchas incontenibles.
Público enloquecido de entusiasmo, vitoreando a España y a sus héroes.
Y por fin, el abrazo del presidente de la República, que expresaba el abrazo de todo el pueblo argentino.
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Franco ordenó la construcción de un aparato de los que en vez de aterrizar acuatizaban o amaraban.
Ahora se les llama hidroaviones. La construcción se realizó bajo la dirección inmediata de Franco y Ruiz de Alda.
Homenaje simbólico a la memoria de Colón, Franco quiso que el vuelo se iniciara en el puerto de Palos de Moguer, desde donde zarparon en 1492 las tres nunca bien alabadas carabelas.
Y lo mismo que en aquel famoso 3 de agosto, toda la población se lanzó al puerto histórico para ver alejarse y remontar el vuelo al estupendo pájaro mecánico.
La nave con alas rompió las olas en segundos, y en pocos más desaparecía en el horizonte como una golondrina. Salió del puerto de Palos a las 7 y 45.
A las 15 de ese mismo día, después de recorrer 1.350 kilómetros, estaba en Las Palmas (Islas Canarias).
El 26 de enero llegó a Porto Praia, y cuatro días más tarde a Fernando de Noronha. Todo esto lo comunicaba el cable a medida que el fabuloso avión cubría tramos de la aventura.
Fuente Consultada: LA RAZÓN 75 AÑOS - 1905-1980 Historia Viva - Año 1926
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