ASOKA: Rey Unficador de la India - Pilares de Asoka
ASOKA: Rey Unficador de la India - Pilares de Asoka
Amo del primer gran imperio de la India, Asoka quiso forjar su unidad espiritual adoptando los principios budistas. Aunque inauguró la expansión del budismo en Asia, no pudo impedir el desmembramiento de su reino tras su muerte.
LA CONVERSIÓN DE UN PRÍNCIPE CRUEL:
ciento cincuenta mil personas fueron deportadas y unas cien mil asesinadas; además esta cifra de muertos se repito varias veces».
Con estas palabras, el rey Asoka describió la conquista de Kalinga (actual Orissa), en la costa oriental de la India, ocurrida durante el octavo año de su reinado. No las pronunció con orgullo, sino con un profundo sentimiento de aflicción.
En efecto, las atrocidades cometidas durante la campaña fueron el punto de partida de la conversión de un príncipe que hasta ese momento había sido despiadado.
Tercer monarca de la dinastía Maurya, que dominaba la India septentrional, Asoka no dudó en eliminar a sus hermanos para suceder en el trono a su padre Bindusara (268 a.C.), siendo coronado sólo después de cuatro años de guerra civil.
Aplicó los mismos métodos durante la conquista de Kalinga, pero hastiado por la experiencia, decidió abrazar el budismo.
Si bien e brahmanismo, panteísta y politeísta, era la religión dominante en la India, su estanca miento había generado varios movimientos reformistas.
El budismo, que surgió durante el siglo VI a.C., proponía un mensaje de paz y amor, que dio una respuesta a la crisis de conciencia de Asoka.
Desde ese momento, el príncipe transfigurado mandó emplazar numerosos pilares monolíticos con inscripciones que relataban su conversión y proclamaban los principios del budismo.
A menudo ubicadas en los límites del imperio, estas inscripciones convirtieron la frontera política en frontera espiritual.
ASCENSIÓN DEL REINO MAURYA:
Este vuelco espiritual consolidó el reino Maumya en la India.
A fines del siglo IV a.C., dos generaciones antes de Asoka, el valle del Ganges estaba dividido en una serie de reinos, siendo el más poderoso Magadha.
Por otro lado, los principados de las regiones occidentales, valle del Indo y Panjab, gravitaban en torno a la órbita del Imperio persa.
Los rajá (reyes), continuamente en combate, utilizaban el arma predilecta de las batallas indias: el elefante acorazado.
La expedición de Alejandro Magno desestabilizó por completo el equilibrio de la región (326 a.C.).
Cuando terminó de conquistar el Imperio persa, Alejandro llegó hasta el Panjab, donde tras una ardua batalla venció a los elefantes del rey Poros.
Sin embargo, la revuelta de sus soldados detuvo al conquistador en las puertas del valle del Ganges y lo obligó a emprender la retirada.
Este repliegue fue aprovechado por un aventurero, Chandragupta, un guerrero venido a menos y respaldado por un audaz brahmán (sacerdote), reclutó a los pastores de las montañas para formar un ejército.
En quince años (320-305 a.C) se apropió del trono de Magadha, unificó la India gangética y se apoderó del Panjab. Convirtió Pataliputra, antigua capital de Magadha, en su residencia.
De esta manera, la dinastía Maurya extendió su dominio sobre toda la India septentrional, de costa a costa.
Cuando los griegos, conducidos por Seleuco I Nicátor, heredero de Alejandro en Persia, intentaron atacar nuevamente, Chandragupta terminó con la amenaza mediante un acuerdo. Seleuco reconoció su reino a cambio de quinientos elefantes de guerra, «arma» muy codiciada por los griegos (305 a.C.).
Sin embargo, los Maurya aspiraban dominar toda la India. Chandragupta y su hijo Bindusara (hacia 293-268 a.C.) se asentaron en el Decán, meseta central de la India.
Esta lógica imperialista fue la que impulsó a Asoka a invadir Kalinga, episodio que cambió su vida y su imperio.
EL "CONSTANTINO" DEL BUDISMO?:
Al regresar de la guerra en Kalinga, Asoka convocó a un gran «concilio» budista en su capital, Pátaliputra (258 a.C.), en el que declaró públicamente su conversión.
Mandó publicar cuatro «edictos de la ley sagrada», difundidos por medio de inscripciones talladas en piedra.
Éstos recomendaban a los súbditos adoptar los principios inspirados en el budismo y prohibían prácticas contrarias a esta doctrina, como el consumo de carne (257 a.C.).
Dichos textos propugnaban el derecho, la no violencia y el amor.
Asoka se presentaba como el padre de sus súbditos y consideraba que toda muerte violenta era una desgracia para el imperio.
Su compromiso fue reforzado por una peregrinación a los lugares santos del budismo en la India septentrional (256 a.C.).
Algunos han comparado su accionar con el de Constantino, cuando abandonó el paganismo para abrazar el cristianismo.
En realidad, el paganismo y el cristianismo son opuestos, mientras que el brahmanismo y el budismo están relacionados, ya que el segundo nació del primero.
Una vez convertido, Asoka mantuvo excelentes relaciones con los brahmanes y los asoció a su obra de pacificación.
Además, la nueva doctrina del imperio, aunque inspirada en Buda, no se presentó en forma explícita como budista.
Si bien el soberano era budista, oficialmente el Imperio Maurya no lo era.
Asimismo, el emperador mostraba un autoritarismo poco compatible con las enseñanzas de Buda.
EL PILAR DE ASOKA EMBLEMA DE LA INDIA MODERNA:
Asoka mandó erigir pilares monolíticos, que medían alrededor de doce metros, como soporte para sus inscripciones.
Estaban coronados por un capitel en forma de loto invertido rematado con figuras de león.
El estilo estaba inspirado en la decoración de los palacios persas de la dinastía aquemenída.
El texto, que proclamaba los principios budista , estaba grabado en el fuste cónico.
Sé han encontrado seis pilares en las fronteras del imperio.
Tras la independencia del país, este pilar fue escogido como emblema de la Unión India.
Irritado por la desobediencia de su pueblo ante los edictos, nombró altos oficiales, los dhamma-mahamatras, encargados de quebrantar la resistencia, enseñar los principios del derecho y mantener informado al soberano (253 a.C.).
Su llamado a la fraternidad entre los hombres tampoco lo llevó a suprimir el sistema de castas.
Por lo tanto, la población permaneció dividida en siete grupos funcionales, desde los brahmanes hasta los artesanos.
¿EL UNIFICADOR DE LA INDIA?:
A pesar de que lamentaba las atrocidades cometidas durante la conquista, Asoka no renunció a Kalinga.
Nunca un Estado indio alcanzó tal poderío como el Imperio Maurya bajo su reinado.
En la memoria colectiva, este soberano prevalece como el primer unificador de la India.
Sin embargo, estaba lejos de gobernar todo el subcontinente.
El sur del país no estaba bajo su dominio.
En cuanto a los territorios oficialmente bajo su poder, había extensas zonas no sometidas, en particular los bosques del oriente del país.
Fue más bien su obra administrativa la que convirtió a Asoka en el primer unificador de la India.
El imperio estaba dividido en cinco grandes regiones.
Contiguo al núcleo del Imperio, correspondiente a Magadha y directamente administrada por el soberano, existían otros cuatro distritos gobernados por virreyes desde sus respectivas capitales: Takshasila (noroeste), Ujjain (oeste), Tasali (este) y Suvamagiri (sur).
Sin embargo, no era un Estado fuertemente centralizado. Los virreyes gozaban de gran autonomía, y esta organización sólo se aplicaba al corazón del imperio.
Para asegurar la unidad, Asoka contaba ante todo con los principios espirituales difundidos por sus edictos.
Su conversión al budismo tanto política como religiosa: la legitimidad moral y no la fuerza bruta fue la que aseguró la continuidad de la dominación de la dinastía Maurya y la acción religiosa debió reforzar la influencia política.
Los dhamma-mahamatras figuraban al mismo tiempo como «misioneros» y como espías al servicio del soberano: podían solicitar audiencia con Asoka en su palacio de Pátaliputra a cualquier hora del día la noche.
EL INICIADOR DE LA EXPANSIÓN BUDIST:
Asoka no se limitó a difundir la doctrina budista en sus estados. Como un hecho sin precedentes en la historia antigua patrocinó una actividad misionera a escala mundial de su época.
Las inscripción emplazadas en las fronteras del imperio revelaron primero las enseñanzas budistas a los reinos vecinos, como el dé Chola y Pandya en la India meridional, y a loa griegos apostados en el noroeste del su continente.
Además, Asoka envió embajadores-misioneros a todas las grandes potencias conocidas por la India.
En 25 a. C., una embajada partió hacia el oeste para visitar a los principales soberanos helenísticos: Antíoco II Teos de Siria, Tolomeo II de Egipto y Antígono I Gonatas de Macedonia.
Hacia el sur, el propio hijo de Asoka, Mahinda, liberó una misión a Ceilán.
El budismo inició una expansión que lo catapultó hasta el Extremo Oriente.
Asoka envió a sus «superintendentes de fronteras» con la esperanza de que los soberanos extranjeros aceptaran su ley, hecho que le valió posteriormente el apelativo de «Constantino del budismo».
Sin embargo, el balance político fue negativo.
Contrariamente a los deseos del príncipe, la reforma religiosa no reforzó la solidez del imperio.
Los últimos años del soberano fueron oscuros y, al parecer, algunas legiones se liberaron de su yugo durante esa época.
Tras su muerte, que sobrevino hacia 233 s C., el imperio se fragmentó y quedó reducido sólo a Magadha.
Posiblemente, la división del Estado entre los hijos de Asoka aceleró este desmembramiento.
El último miembro de la dinastía Mauiya sucumbió en 185 a.C. muriendo a manos de un general, durante un desfile de sus tropas.
No obstante, el reinado de Asoka dejó a los indios el recuerdo de la primera unificación de la península, lograda por medio del derecho y no mediante la fuerza.
PÁTALIPUTRA, CAPITAL DE ASOKA:
Ubicada en la confluencia del Ganges y del Sone, Pataliputra, actual Patna, tenía una extensión de quince kilómetros de largo por tres de ancho; representaba el doble de la superficie de Roma en el apogeo imperial.
Sin duda, fue la ciudad más grande de la Antigüedad.
El griego Megástenes, embajador del rey Seleuco I Nicátor ante Chandragupta, legó una descripción de Pataliputra (hacia 300 a.C.), completada posteriormente gracias a las excavaciones arqueológicas.
La ciudad estaba rodeada por una muralla de adobe, provista de 570 torres y 64 puertas monumentales.
El palacio real estaba compuesto por edificios de dos pisos, con bóvedas de cañón o cúpulas, que se abrían hacia el exterior a través de balaustradas y verandas hipóstilas, que daban a un jardín poblado de aves y peces.
Mientras la estructura de la construcción era típicamente india, la decoración estaba inspirada en el palacio de Darío en Persépolis.
Su esplendor no tenía nada que envidiar al de las residencias de los reyes aqueménidas de Persia.
PASA SABER MAS...
CUANDO ASOKA se convierte al budismo, en el 262 a.C., éste se halla extendido por todo el sureste asiático.
LA CONVERSIÓN DEL REY: Asoka (muerto hacia el 232 a.C.) empieza a visitar los lugares más remotos de su imperio para hablar a sus subditos del budismo.
En la capital, Pataliputra (act. Patna), Asoka organiza una gran asamblea de líderes budistas para promover la unidad dentro del movimiento y organizar misiones budistas.
MISIONEROS BUDISTAS: Asoka pagó para que monjes misioneros budistas viajaran por toda la India e incluso fuera de sus fronteras.
Se dice que envió mensajeros a todo el mundo oriental, incluido Egipto, Libia y Épiro (en Grecia), con la pretensión de que los gobernantes de aquellos países abandonaran la violencia.
Según la tradición, el propio hijo de Asoka, Mahinda, encabezó una misión a Sri Lanka. Mahinda murió alrededor del 204 a.C., pero todavía se conservan algunos monumentos conmemorativos en aquel país.
EXPANSIÓN DEL BUDISMO: Desde Sri Lanka los misioneros budistas se trasladaron a Burma, Tailandia, Japón y el Tíbet, pero en estas zonas su mensaje no tuvo la misma aceptación que en la India.
El budismo llegó a China en el s. I d.C. y de allí se extendió a Corea y Japón. Hacia el s. VIH arraigó en el Tíbet, donde se transformó en una forma de budismo llamada lamaísmo.
En este país el Dalai Lama, la reencarnación de Buda, es al mismo tiempo rey y máximo jefe religioso.
Fuente Consultada: Hicieron Historia Tomo I Larousse - La Nación