Antecedentes del Ataque a Iran por EE.UU.: Guerra Por Los Recursos

Antecedentes del Ataque a Irán por EE.UU. Guerra Por Los Recursos

Antecedentes del Ataque a Iran por EE.UU.: Guerra Por Los Recursos

"La guerra es la manera que tiene Dios de enseñarles geografía a los norteamericanos.”.

Es una frase que, más que nunca, ayuda a comprender la política exterior de Estados Unidos.

Aunque aún no han terminado de aprender dónde queda Irak, los  halcones neoconservadores redoblan la presión sobre Irán, que encabeza el top ten entre los candidatos a la próxima intervención militar.

El ataque a Irán está en la mente de la administración Bush desde su llegada al poder hace más de cinco años, es decir, mucho antes de las invasiones a Afganistán e Irak, pero la caída a pique de su popularidad a partir del empantanamiento en Irak y de la catástrofe de Nueva Orleans podría precipitar la próxima guerra que estará signada por la apropiación de recursos energéticos por parte de Estados Unidos, más que por las ambiciones nucleares de los ayatolas.

Los halcones explicitaron sus intenciones respecto de Irán durante el año 2000, en el documento titulado “Proyecto para un Nuevo Siglo Norteamericano: los peligros actuales”.

Una obra colectiva dirigida por el ex responsable de operaciones encubiertas de la CIA en ese país, Reuel Marc Gerecht (alias Edward Shirley).

En ese documento se enumera el apoyo iraní al terrorismo, se mencionan explícitamente los atentados contra la embajada de Israel y la AMIA en Buenos Aires, el financiamiento parcial de organizaciones islámicas violentas en todo el mundo y finalmente se menciona que Irán está tratando de obtener la bomba atómica.

LAS GANAS DE GEORGE.

A George W Bush no le faltan ganas, sino mano de obra calificada para una invasión o un ataque “quirúrgico” a corto plazo, que le permita remontar su caída de popularidad. Las  desmentidas no hacen sino confirmar esos rumores. De hecho, EE.UU. ya ha invadido dos países con los que Irán tiene rozes.

En marzo pasado, el jefe del Coma Central de los Estados Unidos, John Abio dijo que “Irán no puede utilizar para su beneficio aquellas dificultades que las tropas o americanas han afrontado en Irak.

Todos ti que tenerlo claro —refirió con franqueza rodeos—: en el planeta no existe una potencia militar como Estados Unidos.

Es por ello el hecho de que las tropas norteamericanas estén ocupadas en Irak, no significa que no puedan asestar un golpe sobre otro país, por ejemplo, Irán”.

También el ex secretario de Estado Henry Kissinger, en una entrevista con el Corriere della Sera, advirtió que no se opone a pensar en una acción militar, “pero creo que es algo que debe considerarse con sumo cuidado.

Claro, no lo recomiendo, pero por otro lado es muy grave tolerar un mundo con múltiples centros de armamento nuclear ilimitado.

No recomiendo la acción militar, pero tampoco recomiendo su exclusión”.

Si Kissinger tiene una virtud, es la de no hablar en vano.

El planteo de los previsores halcones fue actualizado a principios de 2004, con el infome

“El Fin del Mal”. Allí escriben que “los mulahs albergan a parte de los dirigentes sobrevivientes de Al Qaeda”, afirman que la política nuclear iraní representa una amenaza que Washington incluye con toda razón en el “Eje del Mal” y concluyen que la administración Clinton fue débil al creer que el país podría evolucionar de forma pacífica.

Sin eufemismos ni medias tintas, ambos halcones concluyen:

“El supremo líder religioso Ah Jamenei (...) no tiene más derecho a controlar Irán que el que puedan tener otros criminales a controlar personas y bienes.

No siempre tenemos la posibilidad de hacer algo contra tales criminales, como tampoco es siempre nuestro interés, pero cuando tenemos la posibilidad y es nuestro interés debemos apartar a los dictadores sin más miramientos que los de un francotirador de la policía cuando acaba con un delincuente que retiene un grupo de rehenes.

No podemos crear la democracia por nuestra simple voluntad.

Pero no estamos obligados a honrar las pretensiones de gobiernos no democráticos, nunca.

GUERRA POR LOS RECURSOS.

Hace más de dos años, cuando todo el mundo debatía si habría o no guerra en Irak, el ex jefe de la Primera Dirección Principal de la KGB soviética, Leonid Shebarshin, vaticinó: “La guerra es inexorable, pero con Irak no acaba la cosa. Irán le seguirá los pasos”.

Este teniente general conoce el Medio Oriente y residió en Irán al comienzo de la revolución islámica.

Shebarshin sostiene que la amenaza nuclear es una excusa de EE.UU. para apropiarse de los recursos energéticos iraníes:

“La Agencia Internacional de Energía Atómica constató que no existe amenaza en los programas iraníes de energía nuclear.

Otro asunto muy diferente es que todos los líderes iraníes, desde el sha hasta los actuales, sueñen con lograr un arma nuclear; aunque sea para sentirse seguros”.

Para Shebarshin, la batalla por los recursos energéticos ya comenzó. Las reservas planetarias se están agotando.

El descubrimiento de nuevos yacimientos difiere al menos diez veces de los que actualmente están en explotación y desde 1990 no se compensa lo que se extrae.

El proceso de agotamiento es acelerado.

Algunos expertos pronostican que la crisis con los hidrocarburos llegará en el 2033.

El pico histórico de extracción de petróleo ya ha sido alcanzado.

Más allá, sólo es posible su disminución.

Algo parecido, aunque un poco más tarde, sucederá con el gas.

Las corporaciones petroleras norteamericanas tienen una gran capacidad de análisis estratégico y ya han pasado a la ofensiva.

En lugar de agitar el fantasma islámico, el subsecretario de Defensa de EE.UU., el halcón Paul Wolfowitz, lo admitió sin tapujos: “El factor petróleo ocupa cada vez más espacio en la política internacional norteamericana.

Irán ha estado en la mira de Washington desde que en 1979 la revolución islámica encabezada por el ayatola Jomeini derrocó al gobierno pronorteamericano del sha de Irán y remplazó la autocracia por una teocracia. Pocos meses más tarde, el 4 de noviembre de 1979, un grupo de estudiantes iraníes —entre los que se encontraba el recién estrenado presidente, Mahmud Ahmadineyad— tomaba 63 rehenes en la embajada de EE.UU. en Teherán, creando una grave crisis diplomática y desencadenando sanciones contra el régimen de los ayatolas.

Tras un cuarto de siglo de gobierno teocrático, la fugaz ilusión de exportar la revolución islámica se ha evaporado, porque los propios iraníes se dieron cuenta de algo evidente: esta no les trajo nada bueno a ellos ni a ningún otro país musulmán.

Sin embargo, Irán vive su mayor enfrentamiento con EE.UU. desde entonces.

En efecto, ningún tema, desde la revolución islámica de 1979, ha alineado a todas las facciones políticas, clases sociales y medios de comunicación iraníes como el derecho de Teherán a desarrollar la energía nuclear y el desafío a Occidente respecto de sus ambiciones atómicas: jóvenes o viejos, conservadores o reformistas, seguidores o detractores del régimen, todos se han unido en la creencia de que Irán no debe resignar sus aspiraciones nucleares ni hacer concesiones a Occidente.

El nuevo gobierno de Ahmadineyad se ha mostrado rápido y eficaz a la hora de explotar el nacionalismo de la población iraní.

La cuestión nuclear se ha convertido en un de orgullo nacional.

El problema es misma técnica que quiere emplear para que enriquecer el combustible de las centrales para fabricar el material de las bomba atómicas.

Nada asegura que no pueda parte del uranio destinado a la generación de  electricidad para fines bélicos.

El hecho es que durante 18 meses Teherán ocultara AIEA que estaba enriqueciendo uranio no un buen precedente para confiar.

Los iraníes ven a su país como una nación avanzada y sienten inquietud al comprender que sus vecinos India y Pakistán, considerados menos desarrollados, sean potencias nucleares.

Es un error típicamente norteamericano creer que el programa nuclear de Irán está dirigido por el actual gobierno.

La realidad muestra que está dirigido por los nacionalistas y que comenzó durante la era del sha en los años ‘70.

La actual administración utiliza el tema nuclear como una forma de mantener y extender la revolución iraní.

La televisión estatal se ha convertido en el vocero de la causa nuclear y la cobertura de la crisis ha estado salpicada con numerosas entrevistas, desde ciudadanos comunes hasta las damas más glamorosas, incluyendo a los mulahs más barbados. Y todos defendiendo el mismo hecho: la energía nuclear es un derecho inalienable de Irán.

Recientemente, el régimen de Teherán obtuvo una contundente victoria sobre Washington cuando consiguió que Alemania, Francia y el Reino Unido garantizaran el carácter civil de las instalaciones nucleares iraníes.

Simultáneamente, Irán confió la explotación de su gas a un nuevo actor en la región:

China. Los chinos podrán extraer 10 millones de toneladas anuales de gas natural durante un período de 25 años.

El valor de dicho contrato está valuado en unos 700 mil millones de dólares.

De manera repentina, China se convierte en el primer cliente de Irán, país con el que apenas tenía vínculos comerciales hasta el año anterior.

Teherán muestra sus cartas y termina con el misterio que existía acerca de sus intenciones de no renovar sus acuerdos con Japón, su principal cliente hasta entonces, para inclinarse aún más hacia China y Rusia, que construye las centrales nucleares.

Ahora, Teherán ya no teme a las amenazas de sanciones económicas y puede jugar un papel decisivo en Irak.

UN ATAQUE QUIRÚRGICO.

Al no tener más argumentos a su disposición para la reunión de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) prevista para el 25 de noviembre, es probable que EE.UU. redoble su ofensiva diplomática y militar contra Teherán.

Si se produce un ataque, sería bajo la forma de un ataque aéreo quirúrgico, dirigido a destruir las instalaciones nucleares iraníes, pero como alternativa se baraja un sabotaje dirigido por comandos, muy complicado desde el punto de vista logístico.

A principios de este año, el vicepresidente Richard Cheney señaló que el papel de Israel continúa siendo impredecible en este tema. Israel podría atacar unilateralmente, tanto con el apoyo estadounidense como sin él.

A pesar de que Israel destruyó con éxito la central nuclear iraquí de Osirak en 1981, los retos logísticos de Israel en la situación actual son verdaderamente formidables, y van desde sistemas de defensa aéreos iraníes hasta la capacidad de los aviones israelíes para alcanzar estas enormes distancias.

Y tampoco se puede descartar un posible contraataque con misiles de Irán a Israel.

Una acción militar israelí contra Irán podría desestabilizar toda la región porque Irán intensificaría su apoyo a los movimientos terroristas.

Su respaldo a las operaciones de Hezbollah, en el sur del Líbano, complicaría todo el proceso de recuperación y normalización del Líbano, y el apoyo iraní a los grupos militares palestinos en los territorios ocupados.

En el mismo Israel se pondría aún más en peligro el frágil proceso de paz entre Israel y Palestina, que para muchos ya se halla en una situación límite.

Por otra parte, un ataque contra Irán no detendría sus deseos nucleares, sino que solamente los atrasaría significativamente.  Aunque la elite de la administración Bush propugne la eliminación de los teócratas de Teherán por la fuerza, los iraníes reaccionarían ante cualquier intervención para defender su tierra ante los extranjeros, y no sólo por aprecio al régimen de los ayatolase.

Fuente Consultada: VeintEnlace Externo:itrés Internacional

Enlace Externo: Breve Resumen del Conflicto EE.UU.  - Iran


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