Biografía de Giovanni Battista Tiepolo:Pintor Italiano, Su Obra Artistica

Biografía de Tiépolo Giovanni Battista Pintor Italiano - Su Obra Artística

Giovanni Battista Tiepolo (1696-1770), pintor italiano considerado como el principal maestro de la escuela veneciana y el mejor muralista del estilo rococó.Admirable intérprete de la Venecia del siglo XVIII, Tiépolo buscó, más que la expresión individual, el movimiento en la composición, y trabajó siempre con esa maravillosa facilidad que lo distinguió entre los pintores de frescos.

A comienzos del siglo XVIII, Italia se encuentra desgarrada. Los españoles ocupan el Norte y el Sur, Génova está sometida a la dominación extranjera, en Florencia reinan príncipes temerosos, la grandeza de Roma va camino de extinguirse, el Piamonte se ha armado para defender a los Alpes, cuya barrera no sirve ya para contener la amenaza exterior, y Venecia ha perdido las recientes conquistas de Morosini.

El arte mismo se halla en decadencia.

El impulso creador de los siglos precedentes se ha debilitado, y ya no hay grandes maestros ni grandes obras.

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La pintura se pierde en los colores sin brillo de los "tenebrosos", artistas que manifestaron un gusto particular por los tonos oscuros y buscaron los efectos de sombra.

¿Qué será de la pompa decorativa que embelleciera tantos palacios? ¿La gracia que distinguía a las obras del siglo anterior no había dejado ninguna huella?.

La fuerza del arte renace de pronto en Venecia: Benedicto Marcello (1686-1739) se consagrará por sus obras como el Príncipe de la Música, Carlos Goldoni (1707-1793) convertiráse en el Moliere italiano, y Battista Tiépolo hará florecer en su paleta los frescos y vividos colores de los grandes maestros.

Este pintor nació en Venecia, un día de marzo del año 1696, en una casa hoy desaparecida.

Su apellido era el mismo do una muy antigua familia patricia veneciana, y más adelante, para distinguir al joven, hijo de un simple capitán de navio mercante, se lo llamó, entre irónica y afectuosamente, Tiepoletto.

De su madre se conoce casi únicamente el nombre de pila, Ürsula, pero se sabe también que fue ella quien lo educó, ya que el padre del niño murió cuando éste contaba un año de edad.

La madre advirtió la afición que Battista manifestó tempranamente por la pintura, y lo hizo entrar como aprendiz en el taller de Gregorio Lazzarini, que gozaba en Venecia de una gran reputación.

Tiépolo fue un artista de vigoroso talento, apasionado por la pintura de líneas firmes y precisas.

En la Venecia del siglo xvm, irreflexiva, espiritual, refinada en su gusto por los placeres, Tiépolo se vio influido por ese ambiente y adaptóse a la época, pero el estilo impetuoso de algunos de sus cuadros no debe hacernos olvidar su verdadera naturaleza, serena, fuerte y llena de sensatez.

El artista se dejaba llevar por su fantasía, pero el hombre prefería la dulzura apacible del hogar. Tiépolo se casó a los 23 años, el 17 de noviembre de 1719, con Cecilia Guardi, hermana del pintor Francisco Guardi, que exaltó frecuentemente en sus lienzos la frivola alegría de Venecia.

De los años de su infancia, hasta la época de su casamiento, muy poco se conoce sobre la existencia de Tiépolo.

deslumbrantes de su talento, en especial los frescos del cielo raso de los Scalzi (destruidos por una granada austríaca ), y en el Palacio Labia, en el de los Dux y en la casa Rezzonico.

En el Palacio Labia representó la historia de Antonio y Cleopatra (1757) en una serie de frescos que igualan casi las fastuosas pinturas del Veronés.

En el palacio de los Dux compuso una obra imaginativa, en la que aparece Neptuno depositando a los pies de Venecia los tesoros de las profundidades.

Hasta en la lejana Rusia era conocido su nombre Catalina la Grande le encargó cuatro pequeños frescos destinados a la decoración de una bóveda, y la sociedad culta de Francia admiró profundamente su arte.

Habiendo ofrecido algunos cuadros a Luis XV, éste le retribuyó con regalos de gran valor.

Durante el verano de 1750, reclamado de todas partes, se decidió a salir de Italia, con gran disgusto de sus compatriotas, que se veían arrebatar al gran artista por las fortunas extranjeras.

Fue llamado de Alemania, para ir al principado de Wurzburgo, por Carlos Felipe, príncipe obispo de Franconia oriental, con un ofrecimiento de 3.000 florines para el viaje, 21.000 por sus servicios y otros 3.000 como gratificación. Wurzburgo es una hermosa ciudad construida sobre el Meno.

El nuevo obispo, que deseaba establecerse allí en forma suntuosa, había requerido los servicios de Neumann, gran arquitecto de la época, para la edificación de su residencia, y  fue sin duda por consejo de éste que invitó a Tiépolo.

Los cuadros de Juan Bautista Tiépolo suscitaron la admiración de la corte de Francia al igual que la de España. Como expresión de agradecimiento por algunos cuadros que el artista veneciano le enviara, el rey Luis XV le hizo llegar numerosos regalos de gran valor.

Los artistas italianos eran bien acogidos en Wurzburgo.

El tema que se indicó a Tiépolo fue el de las nupcias de Federico Barbarroja con Beatriz de Borgoña, acontecimiento celebrado en el año 1156 y del que la ciudad no había cesado de enorgullecerse.

Tiépolo terminó los frescos en dos años, pero tampoco pudo entonces volver a Venecia, pues se le pidió que decorara la fastuosa escalera, donde prodigó la luminosidad de sus colores.

En el centro figura Apolo, y alrededor del Dios del Sol, en un firmamento mitológico, aparecen Neptuno emergiendo de las algas que parecen moverse; Venus, rodeada de palomas y amorcillos; Flora, en un desborde de flores, y Vulcano con sus oscuros cabellos y su torso bronceado.

También aquí, como en los frescos del ciclo de Cleopatra, la historia de la antigüedad es interpretada libremente por el pintor, transformándose en un pretexto para el vuelo de la línea y los juegos de luces.

Regresó luego a Venecia, donde permaneció siete años, y en diciembre de 1761 anunció al patricio Tomás José Farzetti su intención de ir a España, desde donde lo llamaba el rey Carlos III. Tiépolo tenía entonces 66 años.

Llamado a Milán por el cardenal Odescalchi, Tiépolo pintó los frescos de la basílica de San Víctor, siendo ayudado por su hijo Domingo, continuador de su obra, a realizar el Cielo de oro.

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Su fama había atravesado las fronteras de su patria. En 1750,  Tiépolo fue requerido desde Wurzburgo, Alemania,  para decorar el suntuoso palacio recién construido y destinado al nuevo obispo del principado, en el que trabajó durante tres años y luego volvió a Venecia.

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Los cuadros de Juan Bautista Tiépolo suscitaron la admiración de la corte de Francia al igual que la de España. Como expresión de agradecimiento por algunos cuadros que el artista veneciano le enviara, el rey Luis XV le hizo llegar numerosos regalos de gran valor.

El 31 de marzo de 1762 confió a su hijo José María, que era religioso, el cuidado de sus asuntos privados, y con sus otros hijos Domingo y Lorenzo y su amigo José Casina, de Padua, se dirigió a España por vía terrestre.

No tenía la intención de permanecer mucho tiempo lejos tarde, de haber tratado así al extraordinario artista, y para testimoniarle su reconocimiento póstumo ordenó que sus cuadros fueran colgados en el lugar de honor de la iglesia de Aranjuez.

Pero a la muerte del rey, manos desconocidas los sacaron para substituirlos con obras de Mengs, y los cuadros de Tíépolo, dispersados por toda España, fueron olvidados.

Desde sus comienzos en la pintura, Tiépolo prefirió a los cuadros al óleo los grandes frescos desplegados sobre vastos muros, o en bóvedas generosamente iluminadas.

Sus ángeles y sus amorcillos, sus madonas y sus santos, al igual que sus personajes inspirados por la mitología o la vida real, nunca están dispuestos de acuerdo con una disciplina preconcebida, sino que triunfan libremente, en amplios cielos y espacios sin fin.

Los límites del cuadro fueron demasiado rigurosos para este pintor, que hubiera deseado aprisionar al sol en un mural, y en su obra no debe buscarse la complacencia en el estudio de un detalle, una mano, por ejemplo, pues lo principal es el conjunto, que constituye una armónica, infinita suma de acordes, en los cuales se oponen la transparencia y los tonos sombríos, en una permanente renovación de impulsos hacia universos imponderables.

¿Cuáles fueron sus maestros?. Todos aquéllos a quienes supo amar y admirar y de los que, sin embargo, se alejó. No hay en él la terrible fantasía del Tintoretto, ni la límpida serenidad del Veronés, ni el poderoso colorido del Tiziano.

Pero diríase que mojaba sus pinceles en la luz, y en sus espacios se respira el aire libre. Su alma rehuía las escenas de dolor, y aun cuando represente el martirio de un santo, es más grande la solemnidad que el sufrimiento, como si se tratara, en realidad, de una ceremonia.

Neptuno obra de tiepolo

Neptuno depositando los tesoros de las profundidades a los pies de Venecia. Palacio de los Dux.

apotiosis tiepolo obra artistica

La apoteosis del almirante Vittor Pisani es uno de los frescos que Giovanni Battista Tiepolo pintó en la villa Pisani, en Italia, entre 1761 y 1762. Representa a Vittor Pisani ascendiendo al paraíso rodeado de ángeles.

Pero, junto a estas pinturas, cuántas damitas graciosas jugando con el abanico, cuántos personajes disfrazados, cuántos alegres gitanos, encontrados probablemente en las calles de Venecia al ir o regresar de alguna fiesta, y que Tiépolo se complacía en observar, captando su aspecto brillante, multicolor, para extraer obras maestras.

El hombre del tricornio negro se agitaba quizá en el tumulto de la ciudad centelleante, y el gondolero fue para él la encarnación siempre renovada del hombre de pueblo veneciano, cuyas canciones repercuten de un palacio a otro, enlazándose sobre las aguas . . .

En sus vastas composiciones campestres hallamos al pintor sereno y reflexivo, que gustaba del trabajo minucioso cuando no estaba apremiado por quienes aguardaban alguna obra suya.

Los dibujos de su taller, realizados para su placer personal y clasificados por sus hijos, nos hacen descubrir a un nuevo Tiépolo, el verdadero tal vez, ya que el dibujo es la carta confidencial en la que un artista vuelca su alma.

Con una inquietud febril dominada por la observación, escrutaba atentamente todo cuanto la vida podía ocultarle aún. Tanto los motivos animados como los inanimados lo atraían, y eso es lo que da tanto valor a las obras de sus cartones.

Su talento excepcional no fue comprendido en España, pero el espíritu del vigoroso pintor y aguafuertista habría de revivir en otro artista genial: Francisco de Goya.

Cuando sus últimas obras parecían haber sido olvidadas, al igual que su nombre, un hombre se acordó de él. . . y ese hombre valía por todos.

Fuente Consultada:
LO SE TODO Tomo I - Juan Bautista TiÉpolo - Editorial CODEX
Historia Universal de la Civilización  Editorial Ramón Sopena Tomo II del Renacimiento a la Era Atómica
Enciclopedia ENCARTA Microsoft

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