Biografía de Coco Chanel: Historia de su Vida,su Trabajo y Amores

Biografía de Coco Chanel: Historia de su Vida,su Trabajo y Amores

Una joven y desconocida francessta llamada Gabrielle Chanel ha hecho irrupción en la gran moda francesa.

Su diseño de un nuevo tipo de blusa, que imita la de los marineros, ha sido aceptado con entusiasmo por las elegantes aristócratas de la Costa Vasca Francesa.

Se dice que la joven diseñadora se propone acabar con las ropas que acentúan las formas femeninas y en cambio ofrecerá vestidos sueltos que, según ella, resultarán finalmente más sensuales y alegres que los trajes acinturados y los polizones.

¿Tendrá éxito en su loca aventura?.

En todo caso, a la nueva diseñadora sus amigos la llaman "Coco", aludiendo precisamente a la locura, la picardía y cierto descaro que parece estar fascinando al gran mundo europeo.

Gabrielle "Coco" Chanel vivió una larga y muy fructífera vida, pero nadie jamás adivinó en  ella, desde que comenzó, muy jovencita, a ser Coco Chanel, su triste infancia de orfelinato, la pobreza de su origen, la desgracia que la acompañó durante tantos años.

Biografía de Coco Chanel: Historia de su Vida,su Trabajo y Amores

Los primeros años, los años más sensibles, aquellos que dejan huellas imborrables.

Los mitos nacen en torno del Olimpo, no en el monte mismo.

El apuesto y esquivo Albert Chanel se enreda, allá en la provincia, con Jeanne Devolle.

Albert apareció por la campiña como los fantasmas. Las pisadas de su caballo anunciaban su llegada; jamás se las oía cuando partía.

Jeanne se estremeció con sólo verlo.

También él vio a la joven auvernés de grandes ojos negros.

Surgió el idilio, sigilosamente, como eran las llegadas de Albert.

Luego nació Julia.

Cuando Gabrielle comenzó a anunciarse en el vientre de la madre, los amantes formalizaron el matrimonio.

La pequeña Gabrielle fue llamada "Coco" desde el primer día y así se la llamó hasta la hora de su muerte.

De los amoríos de Albert y Jeanne nacieron otros hijos: Alphone, el primer barón.

En seguida, y sin perder el tiempo, Antoinette, Lucien y Agustín, para el nacimiento de Coco el padre no" estuvo presente, esto hizo de sus relaciones posteriores una cuestión pose siva.

Coco adivinaba la llegada del padre aún antes que su madre, y se lo acaparaba tanto como podía.

Era una relación estacionaria, ya que su padre aparecía por el lugar sólo en invierno, cuando no había vinos ni caballos que vender.

La infancia de Coco fue típicamente provinciana.

Suelta como una cabra, la vida era un juego rutinario en el que cada uno tenía deberes que cumplir, inclusive los menores.

Y esta infancia estuvo marcada por el sino de la sangre: su madre tosía. Todos sabían lo que eso significaba.

Luego Coco veía las manchas de sangre en los pañuelos de su madre, que se fue poniendo más delgada y transparente, como se ponen las tísicas.

Coco tenía nueve años cuando su madre murió en un espasmo.

A partir de ese año su padre no regresó regularmente por la campiña.

Coco jamás se lo perdonó, y a la niña le resultaba difícil discernir a cuál de los dos echaba más de menos, a su madre o a su padre.

Y aunque todo el mundo en la provincia sabía que ella tenía padre, comenzaron a llamarla huérfana.

Un día, inesperadamente, su padre apareció.

Las flores del funeral estaban marchitas hacía ya tiempo.

No dijo nada.

No se le vio llorar, pero Coco lo conocía bien y le vio sufrir. Y ese sufrimiento los unió más, porque era un sufrimiento silencioso, verdadero.

Albert Chanel tomó a tres de sus hijas, las mayores, Coco, Julia y Antoinette y las llevo a casa de sus padres. El abuelo puso el grito en el cielo. ¿Qué iba a hacer con tres niños más? Sus magros ahorros se le iban a ir de entre los dedos.

Y concibió una idea:

Su hermana, casada con un Notario, era íntima amiga de la Superiora de la Congregación del Sagrado Corazón de María, que dirigía un orfelinato en el antiguo monasterio de Obazine.

Pese a las lágrimas de la abuela, las niñas ingresaron en el Hospicio y luego, el propio Albert las traslado al orfelinato.

Coco sintió que al cerrarse las puertas del orfelinato, en el viejo monasterio romano, la luz había quedado afuera.

Nunca más volvió a ver a la persona que más amaba en el mundo, su padre.

Ella siempre iba a recordar su vestido blanco de la primera comunión.

Se lo había mandado su padre quién sabe desde donde; ella decía que él se había marchado a América.

Albert hablaba inglés, en la provincia eso era diabólico.

Claude Delay, autora de Coco Chanel: Solitaria, nos entrega una versión destilada de ese recuerdo, del vestido blanco de las comulgantes:

"Coco no se cansó nunca de resucitar su organdí, sus tules, sus encajes, su velo que llegaba hasta el suelo, el rosario de perlas en el bolso, las medias de seda y, suprema elegía, la corona de rosas: todo lo que la separaba de las pequeñas campesinas, sus compañeras, tocadas con un gorrito.

Ya empezaba a verse distinta, sola en su especia, irresistible. En el atardecer de su vida me hablaba todavía de aquel vestido demasiado llamativo, 'elegido evidentemente por una puta'.

La puta que le robaba a su padre, la mujer que le había arrebatado la mitad vida de su ser".

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Coco decía: "¡Mi más tierna infancia!... Esta frase hecha me hace estremecer. Ninguna infancia fue menos tierna".

Aparte del interior del convento, Coco no conocerá otras vacaciones que la estancia en Varennes, en casa de su tía Louise Costier, hermana de su padre.

Louise se llevaba a su hija Marthe e invitaba a las huérfanas.

En la casa de veraneo Coco encontró un desván con libros, y se lanza a la aventura de leerlos todos.

Más tarde recordará: "No sabes los estragos que pueden causar en la imaginación los desvanes de provincias..."

Más tarde hará su primera escapada y viaja a Vichy.

Esa fue una escapada "hacia el exterior", donde conoció extranjeros. Y donde les vio cómo se vestían, en el centro mismo de la extravagancia.

Además, por todas partes se oía hablar "extranjero" y las lenguas extranjeras la fascinaban; le parecía que eran el santo y seña de una gran sociedad secreta.

Coco regresa de Vichy con sus dieciocho años más rebeldes que nunca.

Allí la han fotografiado ya tenía el perfil que la haría famosa y puede verse con los de los demás.

Julia, que la acompaña en la foto, se ve torpe a su lado.

Allí va a conocer a Étienne Balsan, es su destino.

Balsan es caballero de caballos. Es heredero de una gran fortuna y se extasía ante el hecho de que Coco sabe montar en pelo y bajarse deslizándose por la grupa, por atrás, agarrada de la cola.

Y Étienne Balsan será el primer hombre que le dé a Coco el bien que más va a apreciar en el resto de su vida: la libertad.

Étiene tiene un hermano, Jacques, que en lugar de caballos adora los aparatos voladores: globos aerostáticos, aviones.

Cualquier aparato que lo transporte por el aire, se convertirá en su pasión.

Pero este hombre, igual que su hermano Étienne, no tiene preocupaciones de dinero, salvo que sea encontrar una nueva forma de gastarlo.

Durante una temporada en Londres, donde los Balsan también tienen negocios, conoció al gran amor de su vida, la norteamericana Consuelo Vanderbilt, ex duquesa de Marloborough.

Su ex cuñado, Winston Churchill, será íntimo de la joven pareja y por ese lado, Coco traba amistad con el gran político inglés, una amistad que se prolongará por el resto de sus vidas.

La entretela del destino se teje de muchas maneras.

Coco no sólo es huérfana ella teje una novela en torno a la desaparición de su padre, sino muy pobre. Padece de esa enfermedad vergonzante que puede hacerle a algunas personas la vida muy difícil.

Y si se ha cruzado el umbral social, si se ha dado un paso en los grandes salones alfombrados, la pobreza puede ser destructiva.

Étienne Balsan reconoce en Coco a una igual: ambos aman por igual la libertad. El dirá más tarde que "ayudó a Gabrielle a poner un pie en el estribo", y dirá toda la verdad.

En su casa de Royallieu, ella no presume de nada; viste con pantalones.

No va a caer en la torpeza de dárselas de gran dama, pero tampoco es una fregona.

No es una chica sacada del arroyo que algunas veces se viste para estar a tono con sus invitados, y ambos, casi simultáneamente, descubren la razón de ser de cada prenda.

Le tiene un temor animal a los gendarmes, entonces decide escribirle a su joven tía Adrienne para pedirle dinero para un boleto de tren.

Cuál no sería su asombro cuando su tía le responde: "Debes esconderte muy bien, si no te encerrarán en una correccional".

Todavía es menor de edad y de hecho se ha fugado del orfelinato.

Entonces Coco tiene un mejor pretexto para quedarse en Royallieu.

Allí vive y viste a su manera, y visita a un modesto sastre de la localidad para hacerse copiar unos pantalones de montar prestados por un palafrenero inglés.

Ella entiende que no está hecho para lucir sino para servir.

Entretanto, Etienne la deja sola.

Acude a todos los concursos, a los saltos de obstáculo; a ganar la última partida al cronómetro es su deporte favorito y a él se entrega con cuerpo y alma.

En este ambiente Gabrielle Chanel encontrará su primer e inolvidable refugio, y hará el aprendizaje de la libertad.

Las necesidades materiales han desaparecido como por encanto.

La nobleza de Royaillieu la rodea.

Y la generosidad de Etienne, que es su propio dueño, la sitúa de pronto en la categoría de invitada permanente.

El viene de los brazos de una mujer que le hacía temblar las cuentas bancadas; la espontaneidad de Coco, su modestia bien mesurada, le entusiasma.

Pero Coco tiene mucho que aprender de la ex amante de Etienne, Emilienne d'Alencon.

Ella llega en calesa, haciendo crujir la grava de Royallieu, y los potros sacaban la cabeza de los boxes para saludarla.

Pero, por sobre todo, Coco se da cuenta que Emilienne huele maravillosamente.

El olfato de Coco se impregna para siempre de la gran lección de la mujer galante. Su olfato cambia por completo su código de la seducción. Un jabón con olor a aguas de rosas regalado por un primo hacía años, la había embriagado.

Coco descubre que Etienne tiene una casa en París, en el bulevar Malesherbes.

Vence la resitencia de Etienne cuando éste se entera que ella piensa instalarse allí para convertirse entre sus bellas amigas se le ha subido a la cabeza.

Ella sólo cuenta con su coquetería, y si se piensa que es todo lo que tiene, resulta trágico.

Ella, en cambio, confía en que con su coquetería hará fortuna, porque descubrirá bastante más que una manera de vestir: descubrirá un estilo.

En París descubre verdaderamente al mundo.

En Royallieu no era más que una muestra que lo llegaba hasta allí, y disminuida en su ímpetu porque "se iba a la campiña".

En los paseos de los caballos en París, descubre ese horror que haría exclamar a Sem el célebre caricaturista: "¡Ah, las locas! ¡Ah, qué sombreros!

Todo se admite, transformado apenas: cubretiestos, pantallas, cacerolas, tapaderas a grabel.

Lo han intentado todo y se han atrevido a todo".

El verdadero atrevimiento es la sencillez y Coco la adopta.

Pero con la partida de Coco a París, Etienne descubre que la ama y trata de disuadirla.

Ella tiene los argumentos del demonio; podrán continuar viéndose, ¿Acaso no podría venir de visita?.

Etienne sospecha que otro hombre se ha cruzado por su camino, un amigo, pero eso vendrá más tarde.

Coco defiende, antes que nada, su libertad.

Finalmente se instala en el bulevar Malesherbes con sus exiguos medios. Pide la ayuda de su hermana más pequeña, Antoinette, que tiene la belleza y la prestancia Chanel.

Julia, la mayor de las pensionistas de Obazine, está casada y tiene un niño.

Coco aún no conoce los trucos del oficio, pero no se deja abatir.

Conquista, sobornándola, , a una modista muy bien dotada, Lucienne Rabaté.

Ella viene de la casa Lewis, lo que también es importante.

Por curiosidad o por instinto, las bellas amigas de los caballeros desfilan por el taller.

El éxito está a la vuelta de la esquina.

Modas Chanel inaugura la célebre calle de la que Coco hará su feudo.

Es el número 21 de la rué Cambon. No lo abandonará hasta la noche de su muerte.

Para armar el taller no tiene reparos ni vergüenza en recurrir a dos amigos, dos amantes, uno que se retira de la escena y otro que recién entra a escena: Étienne Balsan y Boy Capel, que será el gran amor de su vida.

Coco Chanel se hace dibujar un monograma en que las dos C se encuentran entrelazadas.

Será su marca de fábrica. Ningún otro símbolo competirá jamás con ella en este siglo XX. Cuando apareció Christian Dior, hubo gente que se alarmó.

Amigos de Coco estaban más asustados que ella.

Coco permaneció impasible: "Cuando veamos la colección, sabré qué hay que hacer".

Cuando apareció la colección de Dior, Gabrielle Chanel ni se inmutó y apenas hizo un comentario: "Recorta la falda, alarga la falda.

¡Esas son tonterías!.

El cuerpo humano no tiene un punto más feo que el reverso de la rodilla.

Ninguna mujer inteligente querrá mostrarlo.

Además, la gente se viste para trabajar, no para estar parada en una vitrina".

Dior no fue el único que le salió al camino.

La tecnología que producía el prétaporter en cadena, no podía competir con la alta costura, como no pudieron competir los jeans.

El mundo que Coco Chanel crea para la mujer elegante es sencillo, en cierta forma.

Debe ser una mujer elegante e inteligente, que el vestido no es más que una pieza de ropa que cubre el cuerpo, pero que debe "verse" en él el cuerpo de quien la lleva.

La prenda que lleva su nombre hasta hoy es un simple traje de dos piezas, con una blusa como complemento.

La falda es sencilla, la chaqueta no tiene vueltas en el cuello y es lo que en el lenguaje de la moda se llama "una chaqueta de tope".

No tienen botones ni ojales y no los debe tener.

La mujer que use esa chaqueta se sentirá libre en sus movimientos; como la prenda está bien ajustada a su cuerpo, podrá exhibir lo que su cuerpo tenga para exhibir.

Después de tantos años de desaparecida Coco Chanel, cualquier buen modisto o modista puede "hacer un Chanel", que se lleva hasta nuestros días con mucha elegancia.

Coco Chanel pensó en la mujer elegante, de mundo, no en una princesita china, sentada en su trono.

Esa mujer no trabaja para ganarse la vida aunque también puede hacerlo, pero está en continuo movimiento, se desplaza de una fiesta a otra, concurre a las exposiciones, al hipódromo, a los conciertos, y no puede desplazarse con gracia si lleva en los pies unos tacones enormes de alto, terminados en punta, casi como una aguja.

Y contra todo lo que decían los zapateros, Coco Chanel logró imponer un zapato de taco medio, elegante, pero que no exige esfuerzos para equilibrarse en ellos, ni cansa.

Con el transcurso de muy pocos años, y gracias a las amistades personales que iba haciendo en el gran mundo, ya le bastaba llevar un pañuelo anudado a la garganta, para que ello fuese "chic", de buen gusto, y ella sé lo había puesto porque le dolía la garganta.

Muchas de las famosas prendas Chanel surgieron de la espontaneidad, de la necesidad de agregar un "toque de distinción", jamás de la extravagancia.

Como modista Chanel fue más bien conservadora.

Quería que la mujer de mundo se distinguiera perfectamente de la amante envuelta en ropas caras.

Se la llamó "la solitaria" pese a que se le conocieron amores, la mayoría de los cuales le duraban años.

Pero no tuvo hijos.

Tal vez el único hombre con quiense hubiera casado, Boy Capel, no pensó nunca en el matrimonio.

Después vinieron importantes personalidades, el Príncipe Dimitri, de la Rusia zarista; el duque de Westminster; el magnate del cine Cecil B. de Mille, el vasco Paul Iribe, que era pelotari.

En fin, no tiene sentido enumerar los hombres que pasaron por su vida, tan rica en vivencias y emociones.

Ella es un mito en vida, un mito en el cual el amor tiene un lugar secundario.

El primer lugar lo representa la propia Coco, que nunca se dio cuenta que era un fenómeno pocas veces visto, aunque si tenía consciencia de que era observada por sus semejantes, así no fuera más que para imitarla.

¡Que va! Imitarla era imposible; hay un problema de personalidad entre medio, además de mucha, muchísima sensibilidad.

Porque Coco Chanel no sabía coser. Trabajaba con modelos, con maniquíes vivas y con una tijera, iba cortando aquí y allí, dándole forma a sus creaciones.

Su tijera fue un instrumento infaltable; siempre la tenía a su lado, en todas partes.

No sólo en el taller, también en su casa.

Y la utilizó hasta para su muerte.

Gabrielle Coco Chanel tuvo un reinado sin competencia y tan largo como lo hubiese deseado cualquiera.

Esta niña provinciana, pobrísima, llegó a amasar una enorme fortuna. Sólo los derechos para la fabricación del perfume Chanel N° 5 en los Estados Unidos le producía dos millones de dólares al año.

El éxito del perfume estuvo garantizado desde que apareció bajo la marca Chanel.

Marilyn Monroe lo puso en órbita universal cuando declaró que para dormir sólo "usaba Chanel N° 5", lo que constituyó una ayuda, no cabe duda.

Coco Chanel murió sola, rodeada de misterio.

Ella lo quiso así; pero su muerte no ha dado lugar a especulaciones políticas ni de ninguna otra especie.

Se marchó de este mundo dejando una herencia de gran personalidad y un mensaje a sus amigas mujeres:

"El cuerpo hay que vestirlo, jamás envolverlo. Y cuando una prenda te limite en tus movimientos, cambiarla por otra. Los movimientos de la mujer son una de las cosas bellas de la vida".

Fuente Consultada: HECHO N°37 Sucesos que Estremecen Al Siglo

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