Olimpiadas de Montreal Grandes Errores de la Historia
Errores en las Olimpíadas de Montreal
El fiasco de las olimpiadas de Montreal
Los juegos se llevaron mil millones de dólares Montreal actuó como orgullosa anfitriona en los juegos olímpicos de 1976. Pero luego debió pagar por ellos mil millones de dólares. Esa fue la increíble deuda que contrajo la ciudad al celebrarse los juegos: más de ocho veces lo que se había calculado.
El desastre financiero de las olimpiadas de los mil millones de dólares fue tan grande que, cuando éstas terminaron, los empresarios de Montreal se encontraron con unos Impuestos Olímpicos Especiales (recaudados en un esfuerzo por saldar la deuda) que deberían pagar durante los próximos veinte años.
La provincia de Quebec cargó con el resto del déficit, que comenzó a pagar con impuestos. extras al consumo de tabaco y la organización de una lotería. Cuando los juegos finalizaron, el principal estadio olímpico y dos hoteles para los asistentes aún no habían sido terminados.
Se culpó a los problemas sindicales, al mal tiempo, a la mala planificación y al mal manejo del dinero. Se pensaba que las espectaculares instalaciones solventarían su propio mantenimiento después que todos los atletas internacionales se hubiesen reintegrado a sus lugares de origen.
Pero el velódromo, de 10 mil localidades (construido a un coste de 50 millones de dólares: un millón de dólares por cada ciclista federado en Canadá) sólo atrajo a 300 personas durante los primeros campeonatos nacionales.
Otros ejemplos de extravagancia fueron el millón y medio de dólares invertidos en aparatos transmisor-receptores para las fuerzas de seguridad, el millón de dólares para el alquiler de 300 grúas (más caro el alquiler que comprarlas todas( el millón y medio de dólares pagado al Coro y Orquesta Sinfónica de Montreal por la mímica de grabaciones que eran pasadas por altoparlantes.
Apenas terminaron los juegos, más de 3.700 toneladas de materiales de segunda mano —que iban desde cordones para las botas de los boxeadores hasta 10.000 aparatos de televisión— fueron lanzados al mercado, a precios de remate.
Los escombros llenaban depósitos del tamaño de tres estadios de fútbol, y sólo el ejército canadiense tenía camiones suficientes para trasladarlos. El ministro de deportes de Quebec, Claude Charrori, calculó que el coste post-olímpico necesario para mantener el complejo polideportivo ascendía a cinco millones y medio de dólares por año, con ingresos de sólo dos millones de dólares. «Es una herencia monstruosa, nacida de un gasto desaforado, que no tiene justificación social ni realidad económica», dijo.