Flagelos de la Sociedad del Siglo XXI:Trata de Blanca,Drogas,...
Los Flagelos Sociales del Siglo XXI
Trata de Blanca - Tráfico de Órganos y Personas
LA TRATA DE PERSONAS, que incluye el trabajo esclavo, el tráfico de órganos y la prostitución, es hoy el tercer crimen más lucrativo del mundo, y genera ingresos anuales por aproximadamente 32 mil millones de dólares.
Más del 85 por ciento de esa cifra proviene exclusivamente del comercio sexual.
Aunque la prostitución suele ser calificada como la “profesión más antigua del mundo"; el intercambio de favores sexuales a cambio de bienes materiales requiere en realidad de un cierto tipo de acumulación económica o asimetría en los recursos que no se daba entre los primeros grupos humanos.
Por eso, las redes de prostitución dedicadas a la trata de personas han crecido en el último siglo debido los rápidos cambios en la estructura económica mundial que impulsaron la apertura de mercados y una amplia fluidez de capitales, lo que generó profundas diferencias económicas y sociales entre los distintos países y también dentro de cada nación.
“En este contexto, el crimen organizado internacional va encontrando nichos cada vez más fructíferos donde operar’; destaca un informe de 2006 de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM).
Esa entidad estima que América Latina no ha sido ajena al fenómeno, entre otros motivos por la desregulación de las relaciones económicas y sociales en la década del 90.
“Esto ocasionó un aumento del desempleo en la región, con un marcado empobrecimiento de la clase media y del segmento poblacional sumido en la extrema pobreza”.
Así, la prostitución organizada que antes se llamaba “trata de blancas” (para diferenciarla del tráfico de esclavos negros), somete anualmente a miles de personas, en su mayoría mujeres y niñas, a una nueva forma de esclavitud de la cual les resulta muy difícil escapar.
PROSTITUCIÓN INFANTIL:
Existen en el mundo alrededor de 40 millones de menores que trabajan en fábricas, en la agricultura, en la minería, en pequeñas industrias, en talleres de artesanía, en hostelería y tiendas o como vendedores ambulantes.
En los países en vías de desarrollo, las causas esenciales de este fenómeno son el atraso económico, vinculado en algunos casos al dominio colonial que casi todos ellos sufrieron, la supervivencia de estructuras socioeconómicas arcaicas, el brusco descenso del índice de escolaridad de los niños a partir de los 11 o 12 años de edad, y el aumento de la población.
A menudo los niños realizan en las fábricas trabajos relativamente ligeros pero entre éstos se destacan algunos que presentan riesgos evidentes para su salud y seguridad.
A veces los destinan a ocupaciones peligrosas: fabricación de cohetes, soplado de vidrio, transporte de vidrio incandescente, utilización de materiales tóxicos en las tintorerías, trabajos que implican la exposición al polvo y al plumón en las fábricas textiles, al calor y al frío extremos en la manufactura de ciertos productos, trabajos en fundiciones y, en general, en la proximidad de hornos y de máquinas sin protección.
Sigue en aumento la cifra de niños explotados laboralmente, quienes ganan hasta diez veces menos que un adulto.
En el sur de Asia trabajan más de 100 millones de niños, de los que un 20% hacen jornadas de 13 horas diarias por un sueldo de entre 15 y 20 euros al mes.
En Latinoamérica, donde trabajan 17 millones de niños de entre 5 y 17 años, las ganancias de estos menores suponen del 10 al 20% de los ingresos de sus familias.
La explotación laboral infantil sigue en aumento.
En los países más pobres hay 300 millones de niños explotados laboralmente, una situación que exige garantizar que los productos procedentes del Tercer Mundo sean elaborados en unas condiciones dignas de trabajo, salario y edad.
Según la Organización Internacional del Trabajo(OIT) ,"el trabajo forzoso, la esclavitud y el tráfico criminal de seres humanos en especial mujeres y niños están creciendo en el mundo y adoptando nuevas e insidiosas formas".
El reclutamiento obligatorio de niños para conflictos bélicos, considerado como una de las peores formas de trabajo infantil, está también en auge.
El sur de Asia presenta los peores índices de explotación laboral infantil, con más de 100 millones de menores en esta situación.
En esta región, el 20% de los niños obligados a trabajar hacen jornadas de 12, 13 y más horas al día, y ganan sólo entre 15 y 20 euros al mes diez veces menos de lo que ganaría un adulto.
El trabajo infantil es muy común en las curtidurías existen miles en esta zona, donde no se respetan las más mínimas medidas de seguridad e higiene, y los niños están expuestos a contraer enfermedades como la tuberculosis, anemia, úlceras pépticas, problemas respiratorios y abscesos.
Asimismo, el sector textil, que representa más de la mitad de las exportaciones de estos países, emplea a millones de niños por sueldos equivalentes a un tercio del salario base de un adulto.
En Latinoamérica, la industria de la minería y los lavaderos de oro se enriquece con el esfuerzo de miles de niños de 5 a 17 años, a quienes pagan tres euros al día.
Asimismo, la extracción artesanal de oro, los secadores de piedra pómez y la fabricación de ladrillos -todos ellos tipificados como trabajos altamente peligrosos- son el destino de gran parte de los 17 millones de menores que trabajan la región.
Esta no tiene una solución fácil, ya que el salario de estos niños representa un importante porcentaje de la balanza de pagos de muchos países pobres.
A este respecto, se calcula que las ganancias de los menores de 17 años en Latinoamérica suponen entre un 10 y un 20% de los ingresos de sus familias.
Las largas jornadas y las penosas condiciones en que estos niños realizan su trabajo impiden su acceso a la educación, los agota física e intelectualmente y, al mismo tiempo, provocan en esos países graves efectos socioeconómicos, como el aumento del desempleo en la población activa, pues estos menores ocupan el puesto de trabajo de la población adulta.
TRAFICO DE ÓRGANOS:
El tráfico de órganos se ha convertido en un floreciente y lucrativo negocio a través del cual la pobreza en el tercer mundo se salda con “materia prima” humana.
El último cuarto del siglo XX contribuyó, en la historia de los horrores de la humanidad, con una nueva forma de explotación del hombre por el hombre: el tráfico de órganos.
Investigaciones realizadas por distintos medios, periodistas y organizaciones independientes han permitido echar luz, al despuntar el siglo actual, sobre esta aberrante realidad, una luz a la que de todas formas se empeña en cubrir de sombras una cadena de intereses metidos de lleno en este “negocio”.
Por ejemplo, en Rusia el problema estalló cuando en 1993 se informó que una “em presa” de Moscú había extraído 700 órganos importantes, entre corazones, pulmones y riñones, 1.400 hígados, 18.000 timos y 2.000 ojos, todos destinados a pacientes que pagaban elevados precios e internados en hospitales muy importantes de todo el mundo.
Los “donantes” eran miles de cuerpos no reclamados que van a parar a los depósitos de cadáveres.
La compra y venta de una parte del cuerpo.
En otras palabras, la obtención de un riñón por parte de un paciente rico y desesperado de seguir viviendo a partir de un donante vivo, pobre y también desesperado de conseguir algo de dinero para satisfacer sus necesidades básicas.
El comercio de órganos ocurre sobre todo en países en los que coexisten minorías bien acomodadas con mayorías pobres, con marcadas diferencias entre ambas, con un alto grado de injusticia social, sin leyes que regulen la práctica de los trasplantes y en países en los que no existe la injerencia del estado en el control de la actividad trasplantadora.
TRATA DE PERSONAS
La Trata de Personas o trata de blancas es un delito contra los derechos humanos considerado como la esclavitud del siglo XXI.
Este delito consiste en el traslado forzoso o por engaño de una o varias personas de su lugar de origen (ya sea a nivel interno del país o transnacional), la privación total o parcial de su libertad y la explotación laboral, sexual o similar.
Comercio sexual, tráfico de personas, venta de órganos, servidumbre, prostitución, turismo sexual adulto e infantil.
Se trata de las nuevas prácticas de explotación y servidumbre.
La trata de blancas cambió de nombre, porque ahora es el tráfico de personas: mujeres, hombres, niños, que son buscados, elegidos y captados o secuestrados.
Los trasladan hacia los centros de prostitución, con el objetivo bien claro de comerciar con ellos, en contra de su voluntad.
Desaparecen, nadie los encuentra, no tiene documentos porque se los sacan, están encerrados, aislados, torturados, incomunicados y/o asesinados.
Las redes de prostitución pagan entre $ 100 y $ 5.000 por una mujer, dependiendo de la edad y de las características físicas de la víctima.
Este es uno de los datos más importantes que obtuvieron distintos organismos del Estado que están investigando las redes de prostitución en la Argentina.
En Tucumán, casi 200 chicas están desaparecidas de sus hogares (la mayoría de ellas “fugadas”), y siendo prostituidas.
A cinco años de la desaparición de María de los Angeles “Marita” Verón,(foto) en nuestra provincia combatir a las redes de trata de blancas es casi imposible.
“Son casos muy complejos porque es difícil que las mujeres sometidas denuncien el hecho, ya que muchas veces se encuentran amenazadas por los proxenetas”, explica la fiscal Adriana Reinoso Cuello, que investiga la desaparición de “Marita”.
EXPLOTACIÓN DE NIÑOS:
Los Emiratos Árabes esclavizaban niños traídos de países pobres de África y Asia para convertirlos en jinetes de carreras de camellos. UNICEF logró frenar esta crueldad y comenzó a repatriar a los chicos que quedaron vivos.
Ana Alfageme relató para El País la vida de tres hermanos convertidos en niños jinetes.Los niños siempre se plantan delante al ver una cámara de fotos.
Los ojos muy abiertos, la sonrisa blanca, llena de dientes.
Ocurre en cualquier rincón de Mauritania.
Luego estallan en una carcajada al reconocerse en la pantalla de cristal líquido. Los dos hermanos Doua, no.
Nunca sonríen.
Posan dócilmente, en la oscuridad enmarcada por las paredes mugrientas de su casa, en la que reina un silencio extraño.
O en el ínfimo patio donde vive una cabra flaca que no conoce más horizonte que este mísero suburbio de Nuakchot.
Sujetan el retrato de un crío ataviado con una túnica.
Es su hermano pequeño.
Los tres viajaron a los Emiratos Árabes —Unidos —primero el mayor, luego los dos pequeños— acompañados por el hombre que ofreció una salida a las estrecheces de una familia con diez hijos.
Iban a pastorear camellos. “Algo natural en Mauritania, con una gran tradición de convivencia con estos animales”, explica Mohamed Lemine, el responsable de protección de la delegación mauritana de Unícef, la agencia de las Naciones Unidas que vela por los niños.
“Pero no fue así.
Ocurrió algo muy distinto.” Mohamed, el padre, un ex profesor sin empleo fijo y muchas bocas que alimentar, recibiría el equivalente a 100 euros mensuales.
Viste una túnica sucia y se queja. Mucho. “Somos pobres y nos ofrecieron un dinero mensual.
Nos garantizaron que los chicos tendrían comida y educación."
La realidad es que estos dos niños descalzos, desnudos de cualquier rastro de júbilo, pasaron sus primeros años de vida a lomos de un camello.
Atados con correas o con velcro a las sillas sobre animales que corren a 50 kilómetros por hora.
Las carreras de camellos eran ya, hace una década, un próspero negocio en los prósperos Emiratos Árabes Unidos.
Cuanto más ligero sea el jinete y más suave el castigo, más corre el animal. Es decir, que un crío que grite y le sacuda con una fusta era el jockey ideal. Un cuerpecito de 20 kilos sobre un animal de 400.
Los tres hermanos Doua formaron parte de un pequeño ejército de 3.000 niños jinetes, siempre de familias paupérrimas, que viajaron desde Bangladesh, Sudán, Pakistán y Mauritania, según estimaciones de UNICEF.
Acompañados por supuestos tíos que, en realidad, hurtaban parte del dinero que debía recibir la familia.
Algunas familias, animadas por Motley Rice, una de las firmas de abogados más potentes de Estados Unidos, han demandado ante un tribunal de Florida al emir de Dubai, el jeque Mohamad ben Rached Al Maktum, y a varios familiares, que poseen propiedades en ese Estado y en Kentucky.
Pero el tribunal finalmente se declaró incompetente.Los hermanos Doua no hablan nunca de aquello, dice el padre.
De levantarse antes de salir el sol y, sin comer apenas (no podían sobrepasar los 22 kilos, en ese momento eran jubilados), subirse al enorme rumiante durante horas.
Sin colegio. Por lo tanto, prácticamente todos los niños, según Unicef, olvidaban su lengua materna y aprendían urdu, el dialecto de los cuidadores de camellos.
Quizá compitieron en la misma carrera que Saleem, un paquistaní que se ha quedado rengo para siempre.
O de Yacoub, un mauritano de 11 años con la cabeza llena de cicatrices que ha perdido casi la visión y que sólo conoce el colegio desde hace dos, cuando fue repatriado por UNICEF.
Tampoco se sabe si vieron cómo su hermano pequeño cayó y fue pateado por los otros camellos.
( Fuente Consultada: Revista Veintitrés y Enciclopedia de la Vida Tomo I)