Maharajas de la India: Vida e Historia de los Principes Indues
Los Maharajás de la India:Vida e Historia
Maharajá, es un título que significa gran rey y se aplica a casi todos los príncipes de la India.
Ya en la época de la colonización francesa e inglesa, la India estaba dividida en una multitud de pequeños reinos feudales, dirigidos por maharajaes tan poderosos como ricos.
Cuando la India alcanzó la independencia, se modificó la posición política de estos príncipes, pero su lujo subsistió.
Los maharajaes todavía llevan hoy una existencia de cuento de hadas.
Cuando en el siglo XVIII los franceses penetraron en el interior de la India no encontraron la menor resistencia.
En efecto, la India estaba dividida en una multitud de pequeños reinos de carácter feudal.
El poder estaba en manos de los maharajaes, que también eran dueños de las tierras.
Los franceses no tardaron en ser expulsados por los ingleses, pero el régimen feudal subsistió.
Por otra parte, los ingleses tuvieron en cuenta este elemento: los maharajaes ejercían gran influencia sobre sus súbditos y, además, disponían de colosales fortunas.
Gran Bretaña consideró que era mejor tenerlos como amigos que como enemigos.
De modo que la administración inglesa les permitió ejercer amplios poderes, y así los maharajaes conservaron el control de todos los asuntos interiores (enseñanza, justicia, etc.).
Por otra parte, pudieron seguir acumulando riquezas, pues también eran los que recaudaban las tasas y los impuestos.
Los ingleses se reservaron únicamente los asuntos que podían ser de interés general para la India, como, por ejemplo, la defensa nacional, las comunicaciones y el comercio exterior.
Sólo intervenían en los asuntos interiores cuando la situación amenazaba volverse anárquica.
Además, administraban los territorios que no pertenecían propiamente a un maharajá determinado.
Los colonizadores ingleses cuidaron de asegurar la educación de los hijos de esos príncipes.
Estos niños fueron enviados a importantes escuelas inglesas, a fin de que cuando sucedieran a sus padres en las funciones que les correspondían por derecho, estuvieran totalmente impregnados del espíritu y sistema de vida ingleses.
Los maharajaes podían ser miembros de los clubes integrados por los oficiales superiores y altos funcionarios de servicio en las Indias.
Algunos incluso fueron invitados a la corte británica.
La influencia de estos poderosos príncipes causó muchas dificultades a los dirigentes nacionalistas indios que, después de la segunda guerra mundial, proclamaron la independencia del país.
En efecto, no se podía prescindir de ciertos maharajaes que figuraban al frente de importantes comunidades: el de Haiderabad (unos dieciséis millones de subditos), el de Maisur (unos siete millones), el de Travancor (seis millones) y el de Yaipur (tres millones).
Sin embargo, tanto por la persuasión como por la fuerza se logró arrebatarles sus prerrogativas.
Tuvieron que aceptar la presencia de un consejo y conceder a la población una participación en la administración de los asuntos corrientes.
Desde la proclamación de la independencia en la India, la posición política de los maharajaes ha experimentado cambios radicales.
Sin embargo, su situación material no ha cambiado en absoluto: muchos conservan sus palacios, sus riquezas e incluso ciertas funciones.
A veces, el Estado les concede una indemnización para compensar la pérdida de sus ingresos.
Los palacios y la corte que mantienen todavía reflejan con frecuencia el fantástico ambiente en el que antaño vivían.
Su vida, por tanto, no ha cambiado prácticamente, salvo que el esplendor de Oriente se ha matizado con las comodidades occidentales.
Las cacerías de tigres, que los maharajaes organizan para sus invitados, siguen siendo un espectáculo típico que requiere la participación de numeroso personal, elefantes, caballos, etc.
Cuando los maharajaes comparecen en público, lo hacen rodeados de un lujo inusitado: caballos o elefantes desaparecen bajo los adornos más costosos.
Sus palacios son pequeñas ciudades: comprenden varios edificios separados por jardines y parques.
El palacio del maharajá de Yaipur comprende un edificio que antaño albergaba a centenares de elefantes.
Actualmente, este número es mucho más reducido.
Numerosos maharajaes poseen una verdadera casa de fieras: el de Rewa, a orillas del Ganges, tiene una manada de tigres, y ha hecho disecar y rellenar de paja otros muchos, que adornan el salón del trono.
Los demás viven en su residencia de Givindgarh.
Muchos de estos animales tienen el pelo blanco con rayas negras.
Pertenecen a una variedad especial, pues hacia 1950 el maharajá capturó un tigre que presentaba estos caracteres albinos.
Con frecuencia los maharajaes demuestran interés por las artes y las ciencias.
El palacio de Yaipur posee un observatorio que data del siglo XVIII.
El maharajá de Patiala (imagen), en el Penyab, es el afortunado propietario de una biblioteca excepcionalmente importante.
Los maharajás poseen las fortunas más impresionantes del mundo.
Durante la segunda guerra mundial, el soberano de Haiderabad pagó de su bolsillo varios aviones, como contribución personal a la defensa de Inglaterra.
Estos príncipes han debido de ser considerados como divinidades por las poblaciones que llevaban una existencia precaria a la sombra de los palacios.
Los desheredados podían medir la gran diferencia que había entre su miserable vida y la fastuosa existencia de sus amos.
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