Vida de los Estudiantes en la Universidad Medieval

Vida de los Estudiantes en la Universidad Medieval

Al llegar a Bolonia, Oxford o París, el estudiante,   adolescente   u  hombre   hecho, se albergaba en un hospicia o pensión reservada a los jóvenes, donde podía conseguir un lecho y compartir una habitación. De este tipo fue el Colegio fundado por el Cardenal Albornoz en Bolonia, idea renovada en Salamanca y en otras universidades españolas.

Otras veces, vivía con una familia pobre. En París, hacia 1300, había 7.000 estudiantes; en Bolonia, 6.000; en Oxford, 3.000. Esta masa era atrevida y entusiasta, y consideraba al mundo de las ideas, en el que iba a penetrar, tan fascinante como la guerra o los torneos.

Estudiantes en la Edad Media

El estudiante gozaba en París del fuero de los clérigos, estaba libre del servicio militar, exento de los impuestos estatales, y sólo podía ser juzgado por un tribunal eclesiástico. Generalmente, era tonsurado; si se casaba podía proseguir sus estudios, pero perdía los privilegios de clérigo y no podía recibir cargos.

Entre ellos reinaba una gran licencia; el monje Santiago de Vitry calificaba a los estudiantes parisienses de «más disolutos que el pueblo». Es evidente que el término «clérigo» no era sinónimo de «santo»; se cuenta que las muchachas de vida ligera se establecían en las  casas  en que enseñaban los  maestros.

Cada grupo nacional acostumbraba criticar a los otros; las riñas entre estudiantes y maestros, entre estudiantes y burgueses eran frecuentes. En Oxford, la campana de Santa María convocaba a los estudiantes, y la de San Martín a los burgueses, para que dirimieran sus querellas con sangre. Un preboste parisiense lanzó, en 1269, uria proclama contra los clérigos que «de día y de noche hieren y matan atrozmente a mucha gente, raptan mujeres, seducen a las doncellas, penetran con fractura en las casas».

Cada etapa del año escolar debía ser celebrada dignamente con bebidas; una viril y ruidosa francachela alegraba el corazón de todos. Las autoridades exigían a cada estudiante el juramento solemne de ajustarse a la disciplina universitaria., Los jóvenes juraban precipitadamente y  pecaban cuando querían.

El infierno no asustaba a los futuros teólogos. Sin embargó, encontraban tiempo para trabajar. Las clases comenzaban al alba, es decir, hacia las siete de la mañana. El año escolar duraba once meses; el origen de las vacaciones de verano no fue otro que el deseo de dejar libres a los jóvenes para la siega.

Con sus inevitables imperfecciones, las universidades medievales pueden reivindicar el honor de haber desarrollado la sutileza espiritual de los hombres de Occidente, de haber creado un lenguaje filosófico y de haber entroncado con la tradición antigua.

EL DESCUBRIMIENTO DE ARISTÓTELES: Ya hemos visto cómo, en el siglo xu, los filósofos judíos y árabes habían influido en el pensamiento cristiano, y cómo la filosofía, vieja y nueva a la vez, fue asimilada de manera notable. La «Física» y la «Metafísica» de Aristóteles, con los «Comentarios» de Averroes, llegaron a París a comienzos del siglo XIII, amenazando la ortodoxia de muchos estudiantes; el equilibrio entre la Fe y la Razón sería en adelante el gran problema de los pensadores de aquel tiempo. Alberto Magno y Tomás de Aquino querían conciliar Aristóteles y las Escrituras, mientras que los partidarios de Averroes querían seguir independientemente a Aristóteles y a las Escrituras.

Siger de Brabante, erudito y sacerdote, se hizo campeón de esta última teoría, y durante una generación, avorroísmo y catolicismo se enfrentaron en París. «Dios—decía Siger—es el fin, no la causa de la creación». Contra él iba a levantarse, en primer lugar, Alberto Magno. Hijo de un aristócrata suabo, había estudiado en Padua y enseñado en diversas escuelas dominicas.

La enorme masa de sus obras está muy mal organizada y es muy incoherente, pues defiende a veces en una lo que ataca en otras. Alberto era un hombre demasiado bueno, un alma demasiado piadosa para ser un pensador objetivo. Sin embargo, ayudó a difundir la obra de Aristóteles, mediante la enseñanza, y acumuló un gran número de pensamientos y de razonamientos, de los que su célebre discípulo Tomás de Aquino hizo una síntesis lúcida.

Ver: La Universidad Medieval

Fuente Consultada:
Enciclopedia de Historia Universal HISTORAMA Tomo IV La Gran Aventura del Hombre


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