Pensamiento Educativo de Belgrano y La Educacion de la Mujer
Pensamiento Educativo de Belgrano y La Educacion de la Mujer
Campaña Educacional de Manuel Belgrano:
El despertar social de Europa, como consecuencia de las teorías proclamadas por los filósofos de la ilustración del siglo XVIII, (ilustración francesa) tuvo eco en nuestro territorio sólo a través de influencias aisladas.
Las doctrinas en boga en el viejo continente fueron conocidas aquí en forma fragmentaria, pero las pocas ideas de libertad y autonomía que consiguieron burlar la censura española pronto prendieron en el espíritu libre de prejuicios de los hombres de la nueva generación, preparando el clima social y político para el estallido revolucionario.
Belgrano realiza su prédica educacional a través de las memorias del Consulado y de los artículos del Correo de Comercio.
En la primera Memoria, de 1796, destaca la necesidad de crear escuelas primarias "donde puedan los infelices mandar sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción.
Así se les podrán dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues en un pueblo donde reine la ociosidad, decae el comercio y toma su lugar la miseria".
Belgrano veía la solución de nuestros problemas económicos en la libertad de comercio y en la educación agrícola de las familias rurales, pues la explotación del suelo habría de constituir la base de la riqueza de nuestro territorio.
Destaca la necesidad urgente de establecer escuelas gratuitas de ambos sexos en "todas las ciudades, villas y lugares sujetos a nuestra jurisdicción".
Pero, de acuerdo con el criterio de la época, no admite que a ellas puedan concurrir negros y mulatos, y se muestra también contrario a la coeducación de sexos.
En cambio, incluye en el plan de estudios para las escuelas de niñas la enseñanza de las primeras letras.
Desde las páginas del Correo de Comercio, periódico que publicó su primer número el 3 de marzo de 1810 y el último el 5 de abril de,1811, realiza "una conspiración sorda y anodina", al decir de Mitre, insistiendo en la necesidad de educar al pueblo.
Para lograr este propósito, traza un programa de acción "muy sencillo y poco costoso" consistente en interesar a los Cabildos, los jueces y los curas de todas las parroquias para que insten a los padres a mandar a sus hijos a las escuelas.
"Pónganse escuelas de primeras letras -agrega- costeadas de los propios y arbitrios de las Ciudades y Villas, en todas las parroquias de sus respectivas jurisdicciones, y muy particularmente en la Campaña .. ,
obliguen los Jueces a los Padres a que manden sus hijos a la escuela, por todos los medios que la prudencia es capaz de dictar, y si hubiese algunos que desconociendo tan sagrada obligación se resistieren a su cumplimiento, como verdaderos Padres que son de la Patria, tomen a su cargo los hijos de ella, pónganlos al cuidado de personas que los atiendan y executen 10 que debían practicar aquellos Padres desnaturalizados".
En este plan se ocupa también del sueldo de los preceptores, libros de texto, condiciones que deben reunir los maestros, etcétera.
Más adelante, en los números 9 y 10, y con motivo de un proyecto para establecer un hospital, Belgrano afirma que la mejor manera de ayudar a los pobres es preocupándose de la educación de sus hijos.
Ya que todas las parroquias realizan obras de caridad, podrían aplicar parte del producto de las limosnas para establecer "escuelas para las niñas pobres, donde aprendiesen a leer, escribir, coser, etc.
Y asimismos otras para enseñarles alguna especie de industria".
Se trata, como se ve, de un antecedente de la Sociedad de Beneficencia que más adelante establecería Rivadavia.
Belgrano no fue sólo un teorizador.
Trató de llevar a la práctica numerosos proyectos sobre la creación de escuelas de enseñanzas especiales.
Propició el establecimiento de una escuela de comercio donde se 'enseñaría aritmética, y otra de agricultura donde se aprendiese a cultivar las tierras de acuerdo con las características de cada región, renovando asimismo los antiguos métodos de labranza.
Estas iniciativas no llegaron a cristalizar. Mejor suerte tuvieron, en cambio, la Academia de Náutica y la Escuela de Dibujo, creadas en 1799.
Donación Para La Educación
El gobierno de Buenos Aires, a raíz del triunfo de Salta, dispuso que al jefe de los ejércitos patriotas, general Manuel Belgrano, se lo premiaría con un sable con virola de oro, en el que podría leerse
“La Asamblea Constituyente, al benemérito general Belgrano”.
Además se le otorgarían cuarenta mil pesos como recompensa. Siendo vocal del primer gobierno patrio ya el generoso don Manuel había renunciado en 1810 a su sueldo de tres mil pesos, y cuando se lo nombró jefe del Regimiento de Patricios también cedió la mitad de su recompensa pecuniaria.
Al anoticiarse de la decisión de la Asamblea don Manuel envió desde Jujuy una correspondencia a Buenos Aires en la que expresaba su decisión de:
“Destinar los cuarenta mil pesos para la dotación de cuatro escuelas públicas de primeras letras, en las que se enseñe a leer, escribir, la aritmética, la doctrina cristiana y los primeros rudimentos de los derechos y obligaciones del hombre en sociedad hacia ésta y el gobierno que la rija, en cuatro ciudades, a saber, Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero, que carecen de un establecimiento tan esencial e interesante a la Religión y al Estado y aun ni arbitrios para realizarlos.”
Pero no se limitó don Manuel a desprenderse de una suma entonces importante para que los niños pobres de esas comarcas recibieran educación gratuita, generosidad que su patria mal retribuiría al cabo de los años condenándolo a morir en la más absoluta pobreza y sin atender a sus reclamos por sueldos impagos, sino que también redactó un “Reglamento” para el funcionamiento de dichos establecimientos educativos.
Los artículos de dicho reglamento son poderosamente reveladores de la lúcida concepción que Belgrano tenía de lo educativo y de su importancia en la sociedad.
Es así que en el Artículo 1º privilegia la buena retribución al maestro estableciendo que se destinen quinientos pesos anuales para cada escuela, de los que cuatrocientos serán para su pago y los cien restantes para “papel, pluma, tinta, libros y catecismo para los niños de padres pobres que no tengan como costearlo”.
Para evitar el “dedazo” o “acomodo” imponía el sistema del concurso u oposición:
“Se admitirán los memoriales de los opositores con los documentos que califiquen su idoneidad y costumbres, oirá acerca de ellos el síndico procurador, y cumplido el término de la convocación, que nunca será menor de veinticinco días, nombrará dos sujetos de los más capaces e instruidos del pueblo, para que ante ellos, el vicario eclesiástico y el procurador de la ciudad, se verifique la oposición públicamente en el día señalado”.
Dicho concurso, como lo indica el artículo 40, debía abrirse cada tres años, para garantizar que el maestro fuera el más capacitado para ejercer tan delicada tarea.
No era ajeno a la voluntad de don Manuel el estímulo a los jóvenes que así lo merecieran:
“Se les dará asiento de preferencia, algún premio, distinción de honor, procediéndose en esto con justicia” (artículo 60).
Tres artículos, el 7º el 8º y el 9º, están dedicados a la formación espiritual de los niños y jóvenes.
Belgrano era católico confeso y practicante: años más tarde, al ser relevado del mando del Ejército del Norte por su amigo el general San Martín, le escribirá, en camino hacia Buenos Aires para ser juzgado por sus derrotas enVilcapugio y Ayohúma:
“Acuérdese V. de que es un general cristiano, apostólico romano, cele V. de que en nada, ni aun en las conversaciones más triviales, se falte respeto de cuanto diga a nuestra Santa Religión.”
Prudente en penitencias y castigos, en épocas propensas a los mismos, siempre obsesionado por la justicia, Belgrano propone qu:
“si hubiese algún joven de tan mala índole o de costumbres tan corrompidas que se manifieste incorregible, podrá ser despedido secretamente de la escuela con la intervención del alcalde de primer voto, el regidor más antiguo y el vicario de la ciudad, quienes se reunirán a deliberar en vista de lo que previa y privadamente les informe el preceptor”.
Insiste en que a los alumnos “por ningún motivo se les expondrá a la vergüenza pública” (artículo 15º).
Tendrá también maravillosas expresiones hacia el maestro, de sorprendente actualidad:
“Procurará con su conducta en todas sus expresiones y modos inspirar a sus alumnos amor al orden, respeto a la religión, moderación y dulzura en el trato, sentimientos de honor, amor a la verdad y a las ciencias, horror al vicio, inclinación al trabajo, despego del interés, desprecio de todo lo que tienda a la profusión y al lujo en el comer, vestir y demás necesidades de la vida, y un espíritu nacional que les haga preferir el bien público al privado y estimar en más la calidad de americano que la de extranjero”
Artículo 18.
En seguida, en el artículo 19, nos seguirá asombrando:
“Tendrá gran cuidado en que todos se presenten con aseo en su persona y vestido, pero no permitirá que nadie use lujo aunque sus padres puedan y quieran costearlo”. Quizás lo más remarcable del “Reglamento” de don Manuel Belgrano es la jerarquía que confiere a la tarea del educador.
Tanto es así que en el artículo 8 no duda en indicar ejemplarmente: “En las celebraciones del Patrono de la ciudad, del aniversario de nuestra regeneración política y otras de celebridad, se le dará asiento al maestro en cuerpo del Cabildo, reputándosele por un Padre de la Patria.
Aunque circunstancias lo obligaron al fragor de las batallas para hacernos libres, nuestro prócer coincidía con lo que Epicteto había afirmado siglos antes: “Sólo las personas que han recibido educación son verdaderamente libres”
SOBRE LA EDUCACIÓN A LAS MUJERES:
Hemos dicho que uno de los objetos de la política es formar las buenas costumbres en el Estado; y en efecto, son esencialísimas para la felicidad moral y física de una nación.
(...) Pero ¿cómo formar las buenas costumbres y generalizarlas con uniformidad?. ¡Qué pronto hallaríamos la contestación si la enseñanza de ambos sexos estuviera en el pie debido!.
Mas, por desgracia, el seco que principalmente debe estar dedicado a sembrar las primeras semillas lo tenemos condenado al imperio de las bagatelas y de la ignorancia.
(...) Todos estamos convencidos de estas verdades.
Ellas nos son sumamente dolorosas a pesar de lo mucho que suple a esta terrible falta el talento privilegiado que distingue a nuestro bello sexo y que tanto más es acreedora a la admiración cuando rnás privado se halla de medios de ilustrarse.
La naturaleza nos anuncia una mujer; muy pronto va a ser madre y a presentarnos conciudadanos en quienes debe inspirar las primeras ideas, ¿y qué ha de enseñarles, si a ella nada le han enseñado? .
¿Cómo ha de desenrollar las virtudes morales y sociales, las cuales son las costumbres que están situadas en el fondo de los corazones de sus hijos?
¿Quién le ha dicho que esas virtudes son la justicia, la verdad, la buena fe, la decencia, la beneficencia, el espíritu, y que estas calidades son tan necesarias al hombre como la razón de que proceden?
Ruboricémonos, pero digámoslo: nadie; y es tiempo ya de que se arbitren los medios de desviar un tan grave daño si se quiere que las buenas costumbres sean generales y uniformes.
Nuestros lectores tal vez se fastidiarán con que les hablemos tanto de escuelas; pero que se convenzan de que existen en un país nuevo que necesita echar los fundamentos de su prosperidad perpetua, y que aquéllos, para ser sólidos y permanentes, es preciso que se compongan de las virtudes morales y sociales que sólo pueden imprimirse bien presentando a la juventud buenos ejemplos, iluminados con la antorcha sagrada de nuestra religión.
(...) Ciudadanos, por nacimiento o elección, de toda la España Americana, fijad vuestra vista y considerad la terrible falta en que estamos de buenas costumbres; muy pronto os arrebatará vuestro espíritu generoso a remediarlas.
Discurrid, proponed arbitrios a nuestro gobierno que, como sean asequibles, los adoptará inmediatamente, pues que estas ideas son suyas y no se separan un instante solo de su atención, como del interés universal.
Manuel Belgrano
JOSÉ CARLOS CHIARAMONTE,
CIUDADES, PROVINCIAS, ESTADOS
ORÍGENES DE LA NACIÓN ARGENTINA.
Belgrano es el creador de la bandera “Azul y blanca” y no la “celeste y blanca” que impusieron Sarmiento y Mitre.
La bandera, creada en Rosario el 27 de febrero de 1812 por Belgrano inspirada en la escarapela azul-celeste del Triunvirato, debido al color de la heráldica, que no es azul-turquí ni celeste sino el que conocemos como azul.
Nada tuvo que ver el color del cielo con que nos quisieron convencer. (Image: Bandera Argentina en 1818)
Algunos utilizan el argumento para defender el celeste, por el hecho de que por la “sincera religiosidad de Belgrano”, este debió tomar el celeste de la virgen y no el azul.
Sin embargo la “sincera religiosidad de Belgrano” no contradice el hecho de que usara al azul ya que algunos suponen que el azul-celeste de los patricios fue tomado de la Orden de Carlos III, otros, de la inmaculada Concepción, y otros que ambos colores (el blanco y el azul) fueron sacados del escudo de la ciudad de Buenos Aires, cuyos colores eran precisamente blanco y azul.”
Lo cierto es que el Congreso sancionó la ley de banderas el 25 de enero de 1818 estableciendo que la insignia nacional estaría formada por “los dos colores blanco y azul en el modo y la forma hasta ahora acostumbrados”.
Tampoco fueron “celestes y blancas” las cintas que distinguieron a los patriotas del 22 de mayo, sino que eran solamente blancas o “argentino” que en la heráldica simboliza “la plata”.
Fueron solamente blancas. La cinta azul se agregó como distintivo del Regimiento de Patricios.
Pero tampoco era celeste, sino tomados del azul y blanco del escudo de Buenos Aires. (Fuente Amiga Consultada: La Gazeta Federal)
Fuente Consultada: Héroes Malditos de Pacho O´Donnell
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