China y la Guerra de los Boxers:Causa de la Rebelion Revolucion
China y la Guerra de los Boxers - Xenofobia
El siglo XX no pudo haber tenido el peor comienzo en China: en el año 1900, el descontento de la población por la intromisión de los extranjeros en su territorio derivó en un salvaje ataque a las embajadas de los países europeos.
La ofensiva fue encabezada por una agrupación denominada "Puños para la Justicia y la Concordia" -o simplemente conocida como los "bóxers" (los boxeadores)- procedente de la sociedad secreta del Loto Blanco.
A pesar de los esfuerzos de los gobernantes manchúes del siglo XIX por aniquilarla, sobrevivió en el norte de China, sobre todo en la provincia de Shantung (Shandong).
Los bóxers surgieron después de la derrota china frente a los japoneses en 1895.
Vestían con el pelo recogido con un paño rojo, llevaban cintas del mismo color en los tobillos y muñecas, y una faja también roja que ajustaba su amplia túnica blanca.
Y realizaban demostraciones de un ejercicio gimnástico que les ayudaba a armonizar sus músculos y su mente.
Este ejercicio se asemejaba al boxeo y de allí el nombre de "bóxers".
En el año 1900 empezaron a matar a todos los misioneros religiosos que se encontraban en China.
Y después siguieron con un ataque feroz contra todos los extranjeros y los diplomáticos.
Los funcionarios residentes en Pekín resistieron durante 55 días hasta que soldados de todas las nacionalidades desembarcaron e hicieron frente a la ofensiva, que contaba con el apoyo de la emperatriz china Ci Xi.
La derrota de los bóxers adelantó el derrumbe de la dinastía China, que se produciría pocos años después, en 1912, con la fundación de la república y el nombramiento de su primer presidente: Sun Yat-sen.
HISTORIA: La Rebelión de los boxers (1898-1900) fue el primer estallido del nacionalismo chino y preludio de la revolución posterior.
Los boxers constituían una sociedad secreta, cuyo fin era liberar a China del "demonio extranjero".
Se exhibían carteles de propaganda en donde las tropas europeas huyen aterradas ante el empuje de los invencibles chinos.
Los boxers contaban con el tácito apoyo de la tácito de la emperatriz Dowager Tz'u Hsi En 1911, a los tres años de su muerte, sobrevino la revolución.
China se sentía a merced del apetito imperialista de las potencias extranjeras y sumida en la desesperanza.
Ello provocó la rebelión bóxer de 1898 a 1900.
Los boxers, constituidos en temible sociedad secreta, desataron una feroz campaña contra los «diablos extranjeros».
Mataron a unos 200 misioneros cristianos y a unos 20.000 chinos conversos, asesinaron al embajador japonés en Pekín y cercaron el distrito diplomático de la ciudad.
Todo un ejército de tropas inglesas, estadounidenses, alemanas, francesas, rusas y japonesas rompieron el sitio, sometieron a los boxers y les impusieron duras condiciones de paz.
Paulatinamente, los estamentos más emprendedores de la población china comprendieron que su país debía imitar la conducta de Japón y modernizarse al modo occidental para evitar ser de nuevo colonizado económicamente.
Los más conspicuos promotores de este resurgir nacional habían estudiado en Inglaterra, Francia, Estados Unidos y, especialmente, en Japón.
Entre sus profetas y portavoces se hallaba el doctor Sun Yat-sen, médico nacido en el sur de China en 1866.
Sun tenía 28 años cuando en 1894 creó en Honolulú la Asociación para la Regeneración de China, de signo revolucionario, y al año siguiente promovió en Cantón un levantamiento contra los manchúes que fue abortado.
Los alzamientos sorprendieron a los propios líderes del movimiento revolucionario chino.
Hacía mucho tiempo que proclamaban sus objetivos, pero no poseían aún un auténtico programa para el resurgimiento del país.
Tampoco tenían un dirigente.
Sun Yat-sen, líder idóneo, se hallaba entonces en Estados Unidos.
Antes de que Sun desembarcara en China y organizara a los suyos, un ambicioso e intransigente militar, el general Yuan Shih-kai, que mandaba las tropas mejor equipadas del imperio, logró adueñarse de la situación.
Los boxers enfrentan al enemigo
En 1900, la sublevación contra los extranjeros de una secta china llamada Yi He Tuan —«Puños de Justicia y Concordia», o «boxers», como les denominaron los ingleses— culminó en un absoluto desastre para China, lo que perjudicó su precaria soberanía y representó el principio del fin para la dinastía Qing.
China estaba sumergida en una xenofobia profundamente arraigada, resultado de una larga historia de intervenciones extranjeras y, más recientemente, de condiciones sociales y económicas en decadencia.
La sociedad secreta de los boxers reforzaba sus campañas jurando que mataría a todos los extranjeros («hombres peludos primarios») y a sus simpatizantes chinos («hombres peludos secundarios»).
La cruzada fue instigada por Ci Xi, la emperatriz viuda, que ostentaba el poder desde 1898.
Siguiendo la iniciativa de la emperatriz, varios gobernadores provinciales apoyaron la violenta resistencia de los boxers en sus jurisdicciones.
Fortalecidos de esta manera, los boxers saquearon el campo, destruyeron las estaciones de ferrocarril y las líneas de telégrafos y, finalmente, mataron a 231 extranjeros y á millares de chinos cristianos.
El 21 de junio de 1900, la emperatriz, impulsada por su patriotismo, declaró la guerra a todas las potencias extranjeras que interferían en la vida política china por intereses egoístas.
Los boxers iniciaron un asedio de dos meses a las embajadas en Pekín.
Las naciones que sufrieron el ataque, incluyendo Japón, Rusia, Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos, Austria-Hungría e Italia, rápidamente se agruparon en una fuerza internacional con la que llegaron a Pekín el 14 de agosto y vencieron fácilmente a los boxers.
Los términos del protocolo bóxer, el tratado de paz que finalizó con la rebelión, fueron extremadamente duros: China fue condenada a pagar una indemnización de 333 millones de dólares; las tropas extranjeras dejaron guarniciones desde Pekín hasta el mar; los exámenes del servicio civil fueron suspendidos durante cinco años; tres oficiales simpatizantes de los boxers fueron ejecutados, y un cuarto fue empujado al suicidio.
El kaiser Guillermo II, uno de cuyos ministros había sido asesinado por los boxers, proclamó triunfante: «Nunca más, ningún chino se atreverá a mirar con desdén a un alemán».
Internacionalmente el prestigio de China llegó a su punto más bajo. La indemnización consumía la mitad del producto nacional y debilitaba a la dinastía Qing.
Además, la ocupación de Manchuria por Rusia había trasladado a miles de soldados a la región durante la rebelión.
Tras la firma del protocolo bóxer en 1901, las tropas permanecieron allí.
En tres años, su presencia provocó la guerra ruso japonesa.
Fuente Consultada: El Gran Libro del Siglo 20 (Clarín)