Biografia de Catalina de Medicis:Familia Medicis en Florencia, Italia

Biografía de Catalina de Medicis: Familia Medicis en Florencia Italia

Catalina de Médicis: Entre la política y el ocultismo: Seguramente, Catalina de Médicis no sólo es recordada en los libros dedicados a repasar la historia de Europa por haber sido la reina de Francia, la flamante esposa de del Rey Enrique II, y la madre de Francisco II, Carlos IX y Enrique III, que también llegaron a reinar el territorio francés.

Catalina de Medicis

Con una vida apasionante y plagada de misterios, como suele pasar con la mayoría de las figuras pertenecientes al mundo de la realeza, Catalina fue una mujer que además supo cultivar y difundir su gran pasión por las ciencias ocultas, principalmente por la astrología y el esoterismo.

Tengamos en cuenta que su vida trascurrió durante la época del Renacimiento europeo, el cual ha sido un período

 en verdad de oro para diversas disciplinas, sobre todo en lo referente al arte y la cultura, pero que también siempre ha estado íntimamente ligado al universo esotérico.

Esta pasión que despertaron las ciencias ocultas en dicha época, fueron también parte de la vida de Catalina de Médicis, ya que la reina siempre se expresó como una gran amante de todo lo relacionado a la astrología y el esoterismo.

Biografia de Catalina de Medicis:Familia Medicis en Florencia, Italia

Su sangre azul jamás impidió que dedicara largas horas de sus jornadas habituales para compartir con amigos íntimos extrañas reuniones alrededor de mesas dispuestas en medio de salones oscuros con el fin de invocar a algún espíritu que pudiera acercarle información de relevancia para su vida terrenal.

Su fuerte creencia en las ciencias ocultas y su devoción por las prácticas relacionadas a este ámbito, hicieron que Catalina de Médicis se convirtiera en una de las mujeres de la nobleza que más protegió a los practicantes de estas disciplinas, y que a la vez siempre se sirvió de ellos para tomar decisiones a futuro.

Si bien la reina se definía como una mujer católica, su devoción religiosa nunca supuso un impedimento para su otra pasión, el ocultismo, que practicaba a puertas cerradas casi todas las noches, en reuniones privadas que mantenía con sacerdotisas y astrólogos, con quienes solía celebrar toda clase de ritos paganos basados en magia.

Según cuentan las diversas anécdotas que han quedado de su paso por la vida, Catalina se comunicaba con sus dioses por intermedio de una especie de espejo mágico, además de utilizar sesiones de espiritismo para realizar consultas que sirvieran de respuesta a las inquietudes que la reina tenía en cuanto a su mandato y la realización concreta de sus ambiciones.

Su pasión por las artes ocultas la llevó a rodearse de un conjunto de prestigiosos astrólogos de la época, entre los que se encontraban Gabriel Simeoni, Cosme Ruggieri, Luca Gaurico y Michel de Nostradamus, que asistían frecuentemente al palacio para recluirse en un cuarto secreto con la reina, para invocar los poderes del más allá, y de esta manera intentar conocer cómo sería su futuro.

Entre sus preferidos se encontraba un joven científico que dedicó su vida a profetizar sobre los acontecimientos futuros: Michel de Notredame, más conocido como Nostradamus, de quien la reina Catalina de Médicis siempre se expresó como protectora y admiradora de su talento.

La atracción desmedida que Catalina sentía por las ciencias oscuras pueden rastrearse desde su infancia, ya que se alimentó de todo el acervo cultural relacionado a las doctrinas esotéricas, cabalísticas, neoplatónicas, astrológicas, e incluso la práctica del tarot, desde su nacimiento.

Catalina de Médicis nació en Florencia, un 13 de abril de 1519, en medio de una poderosa familia italiana, ya que era la hija del duque Lorenzo II de Médicis y de la condesa Magdalena de la Tour Auvergne.

En aquella época, el territorio italiano gozaba de una libertad absoluta para la practica y difusión de la cultura y las ciencias, y en este contexto también las artes ocultas habían logrado acaparar un lugar de privilegio entre las familias nobles, que practicaban estas disciplinas como algo cotidiano.

Esto produjo que Catalina entrara en contacto con el ocultismo desde muy pequeña, volviéndose una declarada devota de la doctrina esotérica, y practicando a lo largo de su vida cualquiera de las disciplinas que estuvieran relacionadas a este ámbito.

Cuando en 1533 la joven Médicis contrajo matrimonio con el rey Enrique II de Francia, llevó consigo a esta nación todo el acervo esotérico y astrológico de su educación. Incluso, cuando Catalina se convirtió en madre primeriza, dando a luz a su hijo Francisco, no tuvo el menor reparo en asegurar públicamente de que había logrado tal cometido gracias a la ayuda del ocultismo, por lo que su fe en esta disciplina creció desmedidamente.

Durante su vida, Catalina fue madre de diez hijos, de los cuales sólo sobrevivieron siete, y siempre adjudicó la posibilidad de procrear a la intervención de aquellas fuerzas divinas y paganas a las cuales recompensó con una trayectoria plagada de misticismo.

Mediante su matrimonio con el rey Enrique II, la joven Médicis logró ostentar diversos y prestigiosos títulos de nobleza, tales como duquesa de Orleáns en 1533, delfina de Francia en 1535, duquesa titular de Bretaña en 1536, hasta conseguir su máxima ambición, convertirse en reina de Francia en 1547, tras la muerte de su esposo.

Su ambición por el poder era tal, que incluso intervino sin limitaciones durante el reinado que les tocó llevar adelante a sus hijos, siendo la influencia más directa de éstos hasta el día de su muerte.

Quizás el motivo de ello lo podamos hallar en el hecho de que mientras Catalina se encontraba junto a su marido le era velada la posibilidad de ejercer actividades políticas, además de tener que soportar la situación de vivir prácticamente a la sombra de Diana de Poitiers, la amante del rey Enrique II.

diana poitiers

Durante 26 años tuvo que soportar la pasión de Enrique II por la hermosa Diana de Poitiers. Si hubiese protestado habría perdido seguramente su posición en la corte.

Durante su actividad política, Catalina intentó en vano llevar adelante una serie de empresas que no lograron convertir sus ambiciones en realidad, como por ejemplo el intento de conciliar a los católicos con los protestantes en materia de religión, que culminó con la llamada masacre de San Bartolomé, en la que murieron más de 3000 personas, entre los que se encontraba Gaspar Coligny, líder del ejército protestante, y supuestamente Juana de Albret, reina de Navarra, que se especula fue envenenada por Carlos IX, hijo de Catalina.

Finalmente, el 5 de enero de 1589 la muerte llegó a silenciar para siempre la vida de la reina, luego de desarrollar una pleuresía por un resfriado mal curado. Esa muerte que el anecdotario señala como anunciada, ya que según se cuenta, en el año 1572 Catalina recibió una predicción del vidente Cosme Ruggieri, que le aseguraba que moriría luego de escuchar el nombre de Julien de Saint-Germain, que fue precisamente el sacerdote que veló por su vida hasta los últimos momentos.

ALGO MAS SOBRE CATALINA DE MEDICIS:

7.000 cartas que documentan la personalidad de Catalina

En su correspondencia se nos revela Catalina como una persona que ama la paz y que busca amistad.

Fue capaz de ser amable y cariñosa con Diana, aunque siempre nutrió un inevitable resentimiento hacia ella.

Diana le pagó cuidándola solícitamente cuando en 1552 estuvo a punto de morir de escarlatina.

Cuando fue reina madre, sólo torturaba a los prisioneros en caso extremo y nunca olvidaba un gesto amable o bondadoso que alguien hubiese tenido con ella.

De su voluminosa correspondencia se conservan 7.000 cartas, que contienen innumerables recomendaciones para sus servidores y los de sus amigos.

Era amable y generosa y se subordinaba siempre a su marido, pero sin perder jamás su independencia personal. Su cualidad que más destaca hoy, a la distancia de tantos años, como una constante es la autosuficiencia.

Sus hijos, Francisco II (1544-1560), Carlos IX (1550-1574) y Enrique III (1551-1589), la respetaban y temían.

Reinaron obedeciéndola, siendo Enrique III el único que se atrevió a contradecirla.

En interés de ellos sacrificó a los hugonotes, rivales de los católicos, tratando de prevenir la tragedia de una guerra civil que podía arrojar a sus hijos del trono del mismo modo que ella lo había sido de Florencia.

Aterrorizó a sus hijas, a las que suponía terriblemente inmorales (y en el caso de Margarita tenía razón).

Le preocupaba que su conducta les impidiese hacer matrimonios ventajosos.

Cuando descubrió que Margarita tenía relaciones amorosas con Enrique de Guisa y que el cardenal de Lorena, cabeza de la familia Guisa, trataba de casarlos, permitió a su hijo Carlos, un desequilibrado mental, que golpeara a la hermana hasta dejarla muerta sobre la alfombra de su cámara.

Cuando sus planes políticos podían destruirse, como fue el caso de Margarita, resultaba implacable en su rabia.

Sin embargo, la extraña moralidad de su hijo Enrique nunca le preocupó.

Siempre consideró los excesos de éste con desinteresada tolerancia.

Fue la única persona por quien acaso manifestó amor, más allá de la gratitud o la amistad, llamando a tan curiosa mezcla de genio real e inmaturo degenerado «las niñas de mis ojos».

No es ésta la ocasión de describir sus treinta años de gobierno de Francia como reina madre viuda, guiando a sus tres hijos neuróticos; o su participación en la Noche de San Bartolomé.

Es mucho más importante considerar sus logros frente a las especiales circunstancias que se daban entonces en Francia y en ella misma, colocada en la difícil posición de quien tiene responsabilidades pero no poder.

Tanto los protestantes como los católicos desconfiaban de las intenciones de Catalina cuando trataba de mantener la paz, porque la suponían tan fanática como ellos.

Cualquier medida que tomaba era interpretada por cada bando como un compromiso con el otro.

Pero el único compromiso que interesaba a la reina era aquel que pudiese mantener la paz frente a la lucha hasta el último hombre en que trataban de empeñarse ambos bandos.

Sólo estaba dispuesta a arriesgar esta paz en caso de que llegara a peligrar la seguridad del trono.

Pero no podía imponer su voluntad, porque siempre careció del poder que le habría permitido someter a las facciones rivales.

Con la Corona en una situación semejante, el peligro mayor lo representaba una posible intervención extranjera, cosa que obsesionaba a la reina y la mantenía en un perpetuo temor.

Tratando de evitarla pasó 30 años de su vida estableciendo negociaciones «maquiavélicas».

Tanto Isabel de Inglaterra como Felipe II de España estaban deseando encontrar la ocasión de «proteger» a Francia.

Casando a su hija Isabel con Felipe II, y con la posibilidad de una alianza con Isabel Tudor, que tuvo al duque de Anjou (más tarde rey con el nombre de Enrique III) detrás de ella durante trece años de paciente diplomacia, mientras soportaba las burlas de los diplomáticos extranjeros que sabían su carencia de poder, conjuró la tragedia de una guerra con el exterior.

Ni España ni Inglaterra pudieron jamás encontrar un pretexto para inmiscuirse en los asuntos de Francia.

Catalina causó una seria derrota a España sin hacer un solo disparo cuando se las ingenió para que el entonces duque de Anjou fuese elegido rey de Polonia.

Como en Francia reinaba Carlos IX, hermano del duque, Catalina tenía en sus manos «los dos extremos de la correa» que podía ceñirse en torno a Austria y evitar que el emperador se pudiese unir a Felipe II para atacar a Francia.

Acerca de esta elección escribió un historiador francés: «Fue la acción magistral de Catalina, capaz de resolver en un día (el de San Bartolomé) dos años de labor e intrigas, inutilizar alianzas elaboradas cuidadosamente y dar la vuelta como a un guante a una Europa que ardía de indignación. ¡Esos son los auténticos triunfos logrados con su diplomacia!»

Fuente Consultada: La Llave del Saber Tomo I Pasado y Presente del Hombre Ediciones Cisplatina


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