La Expansion Portuguesa de Enrique de Portugal -El Navegante- Siglo XVI

La Expansión Marítima Portuguesa De Enrique de Portugal -El Navegante-

El siglo XV estaba destinado a ser el siglo ibérico por excelencia.

Los distintos reinos en que se dividía la península eran ya importantes dentro del concierto europeo, pues sobre una superficie de unos 600.000 Km². existían, prácticamente, sólo cuatro Estados: Castilla, Portugal, Aragón y Navarra.

Castilla el más extenso, desde el siglo anterior, incluía a León y comprendía a Galicia, Asturias y parte de la costa levantina, y estaba arrebatando nuevos territorios a los musulmanes.

Aragón se uniría en ese mismo siglo con el reino de Castilla.

De los cuatro Estados, Portugal, si bien no el más extenso, era, por cierto, el menos afectado por la lucha contra los musulmanes y, además, era el más vitalmente vinculado al mar.

Así lo determinaba su condición de país relativamente estrecho y dotado de un extenso litoral.

Estaba destinado a adelantarse a todos en la navegación atlántica.

En la segunda década, el infante don Enrique el Navegante echó en Sagres las bases para una amplia formación marinera.

De esa escuela salieron los navegantes que abrieron el mundo a los europeos, solucionando, de paso, el problema creado por el monopolio de todo el comercio con Oriente, hasta entonces en manos tanto de comerciantes como de soberanos musulmanes del Asia.

Enrique el Navegante

El príncipe de Portugal, conocido como Enrique El Navegante,  supo patrocinar la marcha y la conquista de los portugueses sobre los mares del mundo.

Allí, en la que se llamó Villa do Infante, Enrique tuvo el cuartel general de las expediciones matítimas por el litoral africano en busca del camino a la India.

Rodeado de un estado mayor de pilotos, cosmógrafos y astrónomos, procedentes de todos los países de Europa, e incluso de África y Asia, Enrique dirigió la gran aventura de su nación, aventura que había de inmortalizar su nombre y legar a Portugal — a sus navegantes y a sus conquistadores — laureles inmarcesibles de gloria y poderío.

Heredero del valor de su padre, Juan I de Avís, el fundador de esta dinastía en Portugal, y de las brillantes condiciones de la casa ducal de los Lancásters ingleses por parte de su madre, Felipa, hija de Juan de Gante, Enrique, nacido en Oporto el 4 de marzo de 1394, fue un príncipe dotado de brillantes condiciones morales, intelectuales y físicas.

Cuando aun no había cumplido veinte años demostró su bravura sin par en la conquista de Ceuta (1415), en cuya acción distinguióse tanto que fué armado caballero.

Poco después recibía el ducado de Viseo y el señorío de Covilham, y en 1419 el gobierno del reino del Algarve, provincia abierta a los mares y a la acción misionera de la Cruzada.

Este nombramiento le permitió la realización de los proyectos que alimentaba desde la época de la expedición marroquí.

Enrique se proponía trasponer las misteriosas aguas del Atlántico tropical para llegar a la tierra de oro y marfil de los negros de la Guinea, al país fabuloso del Preste Juan y, si era posible, a la India, centro del comercio de las especias, la preciosa mercancía que era objeto de general demanda en los mercados europeos.

LA SITUACIÓN EUROPEA DE LA ÉPOCA:

• EUROPA AMENAZADA

La situación del comercio europeo era muy extraña: había asumido una importancia considerable el tráfico con Oriente, muchos de cuyos productos tenían un extenso mercado en Europa; pero los precios eran fijados, no ya por los productores, lo cual hubiera sido admisible, sino por unos intermediarios cuya única intervención en el trafico se limitaba a no impedir el paso de las mercaderías; los funcionarios y reyezuelos de los Estados del Cercano Oriente.

Ello había originado, por una parte, una elevación desmesurada del precio de los productos asiáticos (fundamentalmente, las famosas especias y sedas) sin que los comerciantes productores asiáticos percibieran beneficio alguno; por otra parte, algunos productos manufacturados europeos, objeto también del comercio, debían venderse a precios bajísimos, pues los intermediarios los fijaban arbitrariamente.

Esta situación insólita había llevado a una disminución del poder adquisitivo de todas las monedas europeas.

Con todo, hasta ese momento los comerciantes genoveses y venecianos, por ejemplo, habían participado en los beneficios de los bajaes y reyes del Cercano Oriente, y se limitaban a embolsar la diferencia que les dejaban, y participaban, de vez en cuando, en los conflictos entre los gobernantes, con vistas a lograr alguna ventaja.

Sin embargo, últimamente las conquistas de los otomanos amenazaban con una dominación política más estable y severa. Este estado de cosas se agravó a mediados del siglo, cuando los turcos tomaron a Constantinopla.

Estas cuestiones preocupaban a todos los europeos, pero ningún Estado se hallaba en condiciones de emprender una acción contra los islamitas.

Un importante Estado europeo, Castilla, hacía ya siglos que estaba combatiendo, y con éxito constante, contra los musulmanes de España.

Europa, mientras tanto, retrocedía en bloque, frente al avance de los turcos musulmanes del Cercano Oriente.

Uno de los pueblos ibéricos, Portugal, asumió la tarea de procurar una solución para el problema que afectaba a todos los europeos: arrebatar a los musulmanes el dominio de la economía continental. En su famosa escuela de Sagres se constituyó una verdadera academia naval.

Cartógrafos, marinos, geógrafos, se formaban allí, con vistas a solucionar importantes problemas.

Por ejemplo, ¿África podría ser circunnavegada?.

¿Las tierras del trópico serían efectivamente desiertas?.

¿Se podría llegar a la fabulosa India?.

Los navegantes portugueses surgidos de tal escuela intentaron responder a todas estas cuestiones, fundamentales para la vida y el porvenir europeo.

La acción del príncipe Enrique y la expansión portuguesa:

En tanto Castilla y Aragón enfrentaban Enrique el Naveganteel problema de la reconquista, Portugal y Andalucía iniciaron la expansión.

En el siglo XV la isla Madeira y parte de las Canarias estaban ocupadas por colonos portugueses y españoles, respectivamente.

A fines de siglo, Madeira producía caña de azúcar y vid en cantidad suficiente para exportar.

Nació en Oporto el 4 de marzo de 1394, tercer hijo del rey João I de Portugal (1385-1433) y de Felipa de Lancaster, hermana de Enrique IV de Inglaterra. Fue educado en la literatura, la política y la guerra. Con algo más de 20 años (1415) toma parte en la conquista de Ceuta, empresa en la que participaron más de cincuenta mil portugueses y unas 200 naves. A partir de entonces parece que surgió en el Infante la idea de acometer la exploración de de las costas africanas.

Portugal, con extensas costas sobre el océano, buenos puertos, una considerable población pesquera y una clase comercial que se había emancipado bastante del feudalismo, estaba en condiciones de comerciar productos costosos.

Los italianos defendían sus derechos y, en consecuencia, Portugal y el oeste de España buscaron nuevas fuentes comerciales.

Conocían muy bien el oceano Atlántico, desde Islandia a África del Norte.

El príncipe Enrique de Portugal (1394-1460) fue el que inició un plan sistemático de exploración.

La penetración en África se inició en 1415 con la toma de Ceuta (Marruecos), que era punto clave del estrecho y camino hacia la región del oro.

Portugal estaba atravesando una grave crisis económica.

Conquistada Ceuta, no se lograron las ventajas económicas esperadas y el fracaso engendró nuevas expediciones.

Zurara, cronista contemporáneo, enumera las razones que impulsaron al príncipe Enrique a organizar estos viajes.

Sostiene que primero fue el deseo de saber qué había más allá del cabo Bojador, rodeado por Gil de Eannes en 1434.

Diego Gómez, quien descubrió en 1456 la desembocadura de los ríos Geba y Casamance, en sus relatos de viajes, decía que el príncipe deseaba encontrar los países de donde provenía el oro que llegaba a Marruecos por las rutas del desierto para comerciar con ellos.

Zurara coincide en ese punto, pero agrega que los exploradores esperaban encontrar pueblos cristianos mas allá del país de los moros.

Además, se deseaba averiguar hasta dónde llegaba el poderío árabe y buscar alianzas con cuanto príncipe cristiano pudiera hallarse.

En 1460 los portugueses llegaron a la altura de Sierra Leona buscando oro, esclavos, marfil, caballos y la conexión con la India Gangética qúe pensaban encontrar hacia el sur, siguiendo la concepción geográfica de Fray Mauro, o cruzando Africa, si se seguía la teoría de Ptolomeo.

Muerto el príncipe Enrique, su sucesor, Alfonso V, tuvo más interés en tomar Tánger. Igualmente, las expediciones hacia el sur continuaron; en 1475 estalló la guerra entre Portugal y Castilla por la determinación de la nobleza castellana de excluir del trono a Juana (la Beltraneja), proponiendo en su lugar a Isabel.

Alfonso V se casó con Juana y reclamó el trono de Castilla.

Como consecuencia, hubo encarnizadas luchas que se extendieron a Guinea.

La zona fue escenario de anormalidades y fricciones que Castilla castigó.

Portugal replicó con el hundimiento de barcos y muerte para la tripulación capturada en la zona que consideraba como propia.

La corona portuguesa reclamaba el monopolio comercial basándose en la prioridad del descubrimiento y en las Bulas papales de 1454 y 1456 que otorgaron exclusivamente al príncipe Enrique y a la Orden de Cristo el derecho y el deber de convertir a los indígenas de esa región.

La lucha terminó con el Tratado de Alcaçovas-Toledo de 1479, por el cual Portugal se reservó el derecho de ruta hacia el sur de Guinea y todos los archipiélagos, salvo Canarias y Santa Cruz de Mar Pequeña.

Castilla podía anexionar ‘otras islas de Canarias’, si las hallaba hacía el oeste.

En forma clara se nota que Portugal se desinteresó por la ruta hacia el poniente. Bartolomé Diaz, experto navegante, descubrió en 1487 el Cabo de Buena Esperanza, aunque el extremo sur del continente corresponde al de las Agujas; más al este Supo sortear el peligro de las corrientes marinas y abrir el camino al Asia.

La expedición de Vasco da Gama, que partió en 1497, sorteó el Cabo de Buena Esperanza, hizo varias escalas en la costa oriental de Africa y llegó a Calicut en 1498. Inmediatamente negoció con el rey local para adquirir especias.

Reunió cierta cantidad de pimienta y canela.

Con ese cargamento regresó a su país.

Arribó a Lisboa en Setiembre de 1498. Así se cumplieron los objetivos que Portugal se había propuesto.

En tanto, Castilla se proyectó hacia el Atlántico con el apoyo de marinos andaluces.

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