Composicion del humus e Importancia para el cultivo Suelos
COMPOSICIÓN DEL HUMUS
TIERRAS LABORABLES PARA EL CULTIVO
Las tierras cultivables o de cultivo son dépósitos formados por acciones físicas, químicas y biológicas sobre las rocas subyacentes, o sobre los materiales de arrastre (esto es, guijarros arcillosos o aluvión de los ríos).
Los cambios de temperatura tienden a resquebrajar las rocas, y el agua de la lluvia, con sus gases disueltos, ayuda a romperlas, desprendiendo los cristales minerales que las forman.
Los líquenes y las bacterias son los primeros organismos que colonizan tales lugares.
Desmenuzan los fragmentos de rocas en trozos más pequeños, y sus restos en putrefacción añaden materia orgánica para el desarrollo del terreno. Los musgos y otras plantas superiores aparecen a continuación, añadiendo más materia orgánica al suelo.
Esta materia orgánica, llamada humus, es el factor más importante de las tiernas de cultivo.
El humus es el componente más importante del compost y se produce a través de la descomposición de la materia orgánica a medida que pasa a través de los estómagos de ciertos microbios benéficos.
COMPOSICIÓN DE LA TIERRA LABORABLE
Como los suelos se han desarrollado a partir de las rocas subyacentes, es evidente que contendrán una buena cantidad de materia mineral.
El tamaño de las partículas y su naturaleza química dependen de las rocas de procedencia, pero, en los suelos antiguos, el mineral más corriente es el cuarzo.
Es el más estable de todos los minerales, y su concentración va aumentando, a medida que los otros minerales van siendo disueltos en el agua.
El tamaño de las partículas minerales determina la naturaleza del suelo. Existe una escala internacional, relativa a la clasificación del tamaño de las partículas.
Cuando las partículas son de más de 2 milímetros de diámetro, se trata de gravas, o cantos rodados. Cuando las partículas tienen diámetros comprendidos entre 0,2 y 2 mm., se trata de arena gruesa.
Cuando las partículas tienen diámetros comprendidos entre 0,02 y 0,2 mm., se trata de arena fina.
Cuando las partículas son de 0,002 y 0,02 mm. de diámetro, se trata de limo: Cuando las partículas son menores de 0,002 mm. de diámetro, se trata de arcillas.
Las partículas minerales forman el "esqueleto del suelo", y sostienen a los otros componentes alrededor de ellas.
El agua del suelo puede ser de tres tipos.
El agua de drenaje, procedente de la lluvia, y de las nevadas, que se filtra hacia abajo por entre las partículas del suelo.
No existe en toda momento, por supuesto, y no es esencial para la nutrición de las plantas.
El agua capilar, que persiste sobre la superficie de las partículas de tierra y las raíces, no depende inmediatamente de la lluvia.
A medida que el agua de la superficie se evapora, la de abajo sube, para ocupar los espacios que aquella deja libres.
En los suelos muy arenosos, de partículas gruesas y grandes espacios entre ellas, el agua no puede ascender por capilaridad, y la capa superficial se reseca fácilmente en tiempo caluroso.
El agua capilar es la principal reserva con que cuentan las plantas.
El agua absorbida (esto es, el agua tomada por las partículas del suelo) no es aprovechada por las plantas.
Los terrenos arenosos absorben poca agua; en cambio, los arcillosos, debido a la pequeñez de sus partículas y por tanto, a la mayor superficie de las mismas, absorben una gran cantidad.
El humus también absorbe mucha agua.
Aunque las plantas no superan las fuerzas de atracción existentes entre el suelo y el agua absorbida por éste, es posible (si se necesita para un análisis) extraerla por calentamiento.
El agua total de una muestra de tierra puede medirse calentándola al baño de María hasta que deje de perder peso.
Se usa el baño de María, precisamente, para evitar que el humus se descomponga, perdiendo parte de su peso, en forma gaseosa.
El humus es materia orgánica descompuesta en trance de descomposición. Es de color marrón oscuro, o negro, y de aspecto gelatinoso.
Este último carácter da al humus tu capacidad de absorción de agua. Químicamente, es muy complejo, aunque se comporta como una sustancia simple.
Otra importante propiedad que lo caracteriza es su rapacidad para unirse con partículas arcillosas y formar pequeños grupos.
Por ello, humus representa una valiosa ayuda, para lograr suelos laborables.
También confiere a los suelos arenosos la capacidad de contener el agua.
Las condiciones atmosféricas al nivel del terreno son esenciales para el crecimiento le las plantas y otros organismos que viven en ella, incluyendo las útiles bacterias.
En un terreno anegado, el agua ocupa el lugar libre, y la descomposición no es completa.
El suelo se vuelve, como consecuencia, pasivo y sólo permite el crecimiento de cierta clases de plantas.
Las sales minerales, esenciales para el desarrollo vegetal, se encuentran disueltas en agua del suelo. Los otros alimentos de las plantas son proporcionados por la materia orgánica.
Todos deben estar disueltos, para que las plantas puedan hacer uso de ellos.
Flora y fauna del suelo es el nombre genérico que reciben todos los organismos vivos que habitan en el suelo.
Quizá los más importantes de todos sean las bacterias.
Estos diminutos organismos actúan sobre la materia orgánica del humus, liberando sales solubles que se usarán como alimente vegetal.
Otras bacterias fijan el nitrógeno libre, convirtiéndolo en nitrato, que puede ser usado por las plantas.
Estas bacterias son utilísimos miembros de la comunidad del suelo, pero, como los otros, necesitan un buen suministro de oxígeno.
En los terrenos anegados son más importantes otras bacterias, aunque éstas no completan los procesos de descomposición.
Además de las bacterias, algunos hongos y animales protozoarios son, también, importantes organismos del suelo.
Las lombrices, aunque no tan abundantes, ejercen una notable influencia sobre el terreno. Los túneles que perforan tienen una gran importancia para su ventilación.
Sus excrementos también lo afectan, porque contienen una alta proporción de carbonato cálcico, procedente de las glándulas gredosas.
Los topos, los ratones y los insectos también modifican el suelo en que habitan, y, junto con todos los anteriores seres vivos, forman el mundo del suelo.
TEXTURA DEL SUELO
Sólo tenemos que hablar con algún agricultor para comprobar cómo pueden diferir unos terrenos de otros. En algunos lugares, es casi arcilla dura, mientras que, en otros, son poro menos que arena.
Éstas son dos texturas extremas la pesada y la ligera—,y entre ellas, se encuentra una gama continua de suelos llamados margas.
Un suelo arcilloso contiene una gran proporción de partículas diminutas de minerales arcillosos.
La distancia entre estas partículas es pequeña, y la tensión superficial de la película de agua las mantiene estrechamente unidas.
Los suelos arcillosos son, por, lo tanto, pesados y duros para cavar.
Los huecos entre las partículas son pequeños, y no permiten un buen drenaje, de modo que tienden a permanecer anegados. Las sales minerales no son arrastradas por la lluvia.
Durante la sequía, retienen una buena cantidad de agua, lo que proporciona una valiosa ayuda para las raíces de las plantas. Los suelos arenosos son ligeros.
Sus grandes partículas minerales (principalmente, granos de cuarzo) encierran amplios espacios de aire, lo que proporciona una buena ventilación, así como un buen drenaje. Se cavan fácilmente, pero los alimentos minerales se pierden con rapidez, arrastrados por el agua hasta el subsuelo.
Una buena tierra contiene partículas de todos los tamaños, para que el drenaje no sea ni demasiado rápido ni demasiado lento.
También contiene abundante humus, para retener el agua y proporcionar alimento a las plantas. Los suelos con partículas de distintos tamaños se conocen con el nombre de margas.
Las partículas no están casualmente dispuestas, sino que tienden a agregarse en pequeños agrupamientos.
Esta estructura de conglomerados es esencial para un buen suelo, pues, al mismo tiempo, proporciona espacios de aire, e impide que las partículas más finas sean arrastradas hacia abajo y se acumulen en las zonas inferiores. Por otra parte, el suelo puede ser trabajado más fácilmente.
Es todavía un misterio cómo las partículas se agregan para conformarse de tal manera. Cada agrupamiento contiene parte de todos los constituyentes del suelo.
Los suelos arenosos mejoran cuando se les añade humus, lo que proporciona una cubertura a los granos minerales, y sirve para retener el agua.
Los suelos arcillosos (pesados) también se mejoran añadiéndoles humus.
Éste se mezcla con las partículas de arcilla y tiende a unirlas en pequeños grupos, produciendo pequeños conglomerados.
La cal provoca el mismo efecto.
Las rocas calizas son, normalmente, muy puras, y, como el carbonato cálcico es soluble en agua, las tierras calizas no producen por sí mismas suelos consistentes.
Las prolongadas soluciones del carbonato pueden terminar con una ligera capa de impurezas —minerales silícicos y arcillosos—, formada sobre la superficie.
Estas tierras poco profundas se llaman rendzinas. Son, normalmente, muy alcalinas, aunque, en ocasiones, llegan a ser acidas, porque todo el calcio se filtra, disuelto en el agua de la lluvia.
CLIMA Y SUELO
Aunque la textura de la parte superior del terreno depende, en gran parte, de las rocas subyacentes, indefectiblemente el clima ejerce la mayor influencia, superando, incluso, el efecto de las rocas de origen.
El clima de cada región favorece un cierto tipo de formación edafológica, si el hombre no limita su acción.
Debe considerarse, naturalmente, que una gran cantidad de tierras ha sido cultivada: un proceso que se opone a la formación natural del suelo.
Enormes extensiones, además, fueron afectadas en la época de las grandes glaciaciones, y los terrenos son, todavía, demasiado modernos.
Los tipos de terreno climáticos no son muchos, y están agrupados de acuerdo con el aspecto de una sección del terreno, como el que nos muestra una cantera.
Este tipo de corte se llama perfil del suelo.
En las regiones polares y en la tundra, los suelos tienen una constitución muy pobre, y se dice que son esqueléticos.
Consisten, fundamentalmente, en fragmentos de rocas partidas, ya que la actividad química y biológica es en ellos muy pequeña.
Ocasionalmente, se forman turberas donde proliferan musgos y líquenes.
Las regiones de temperaturas bajas favorecen la formación, de un tipo de terreno llamado podsol. Como el agua que cae excede de la que se evapora, su movimiento dominante es hacia abajo.
El humus y los minerales (fundamentalmente, hierro) son arrastrados con ella desde las capas superficiales, dejando una zona aparentemente más clara.
Los materiales arrastrados de la capa A son depositados más abajo, en la capa B, y forman una capa de color más oscuro.
Ésta puede endurecerse, formando una capa dura que evita posteriores filtraciones.
Los terrenos fangosos y las formaciones pantanosas tienen lugar en tierras no perturbadas.
Las regiones de altas temperaturas favorecen un suelo llamado tierra parda forestal. Se evapora el agua en la misma cantidad que cae con la lluvia (excediéndola en verano), y la filtración no es excesiva.
Estas capas superficiales, pardas, mantienen buenas reservas de humus.
En las regiones semiáridas, la evaporación excede la lluvia, y el movimiento dominante del agua es hacia arriba, trayendo calcio y otras sales con ella.
El humus se acumula en las capas superficiales, que se oscurecen.
Este tipo de suelo es característico de las estepas y sabanas, y se le conoce con el nombre de tierra negra.
Las regiones tropicales son normalmente húmedas, aunque la lluvia suele caer durante una sola estación.
En este caso, durante la estación húmeda, los minerales son arrastrados hacia abajo, para que, después, en la estación seca, vuelvan con el agua capilar y precipiten en la superficie.
Los hidróxidos de hierro y de aluminio permanecen en estado insoluble, tendiendo a acumularse en depósitos rojizos, llamados ferruginosos.
Si el aluminio es dominante, el depósito se llama de bauxita, el principal mineral de aluminio.
En este caso, el suelo se hace estéril, porque impide un buen drenaje.
Fuente Consultada: Revista de la Ciencia y la Tecnologia TECNIRAMA N°84
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