Organismos Geneticamente Transformados:Riesgos de los Alimentos
Alimentos Genéticamente Transformados:Riesgos y Desventajas
Temas Tratados:
1-Ingenieria Genética e Incertidumbres
2-Riegos de Salud
3-Impacto Sobre El Cultivo y Medio Ambiente
4-No Solucionan El Hambre
5-Cuestan Mas y Rinden Menos
6-Un Ataque a la Soberanía
7-Privatizan la Vida
8-Semillas Suicidas y Cultivos Tóxicos
9-Imposibilidad de Coexistencia
10-Ataque a la Cultura
¿Qué es la Ingeniería Genética?
Todo organismo viviente posee un patrón genético.
Los genes contienen toda la información hereditaria que se necesita para que cada planta, cada animal o cada humano desarrolle sus características especiales.
Hasta años recientes, los genes se pasaban en cada especie a través de la reproducción sexual.
Hoy, sin embargo, los científicos saben como extraer material genético de un organismo vivo e introducirlo en otro.
De ese modo, damos a esa segunda especie nuevas características y nos desviamos de la evolución natural.
Esta «modificación genética» no sólo se puede hacer, por ejemplo, de fruta a fruta, sino también entre distintas especies (recientemente se ha introducido en los tomates un gen del pescado que los ayuda a conservar la forma cuando se congelan).
Asimismo, la modificación genética ha producido una vaca con leche «humana», que en el futuro se podrá utilizar para conseguir una leche más sana.
Hasta el momento, la ingeniería genética se ha aplicado principalmente a nivel comercial en grandes cultivos, como los de soja, maíz, colza, algodón, patatas y tomates. No obstante, hay laboratorios de pruebas en todo el mundo para una amplia variedad de otros alimentos modificados genéticamente o transgénicos.
Alimentar a la población mundial es uno de los desafíos de este siglo. Aunque en el mundo se produce una cantidad de alimento que sería suficiente para satisfacer las necesidades de toda la población, se estima que existen alrededor de dos mil millones de personas que sufren carencias nutritivas.
A esto se suma el aumento previsto en el número de personas para el siglo XXI.
La ingeniería genética propone una transformación de la situación agrícola mundial a través de la producción de alimentos provenientes de organismos modificados genéticamente, denominados transgénicos.
Un organismo transgénico es aquel al que le transfirieron genes de otro individuo diferente.
Como resultado, el receptor expresa características nuevas "importadas" de aquel que le cedió sus genes.
Por ejemplo, plantas de maíz a las que se les transfiere un gen que les da resistencia a un virus, soja que se hace tolerante a un herbicida o, en el caso de la ganadería, vacas capaces de producir en su leche una hormona humana de aplicación terapéutica.
Otra aplicación de la ingeniería genética, más sofisticada y menos explotada aún en el mundo, se orienta a crear nichos alimentarios particulares, como productos con mayor contenido de alguna vitamina o un aceite de calidad particular.
Sin embargo, la producción, aprobación y consumo de alimentos transgénicos suscita polémicas entre sus partidarios y sus detractores.
Esta polémica tuvo su epicentro en Europa, impulsada por grupos ecologistas que exacerbaron sus reclamos a partir del surgimiento del síndrome de la "vaca loca" y, en los últimos años, la polémica se extendió a los Estados Unidos.
Entre la Unión Europea y los Estados Unidos suman 2000 las empresas biotecnológicas.
En 1998, en los Estados Unidos solamente se sembraron 20 millones de hectáreas de maíz, soja y algodón transgénicos.
También la Argentina, Brasil, China y Australia adoptaron esta tecnología.
Varios grupos de investigación en la Argentina trabajan en caracteres de mejoramiento agronómico que les proporcionan a las plantas resistencia a virus, a bacterias, a hongos y a insectos.
Casi el 85 % de la soja que se produce en la Argentina en los últimos años es transgénica resistente a herbicidas, y también tiene permiso de comercialización el maíz resistente a insectos, aunque todavía representa una parte pequeña de la cosecha.(Fuente: Biología II Ecología y Evolución - Pilomodal)
Los promotores de los transgénicos (organismos genéticamente transformados OGT), prometen que éstos serán más nutritivos, aumentarán las cosechas y disminuirán el uso de químicos y, por ello, son la solución para el hambre en el mundo.
Deberíamos, nos dicen, aceptar los riesgos que conllevan, ya que todas las tecnologías tienen riesgos y siempre hay quienes no comprenden la ciencia y se resisten a los cambios.
La realidad de los transgénicos nos muestra que no cumplen con ninguna de estas promesas.
Por el contrario, producen menos, usan más químicos, generan nuevos problemas ambientales y de salud, crean más desempleo y marginación, concentran la propiedad de la tierra, contaminan cultivos esenciales de las economías y las culturas, como el maíz, aumentan la dependencia económica y son un atentado a la soberanía.
1. La Ingeniería Genética se basa en más incertidumbres que conocimientos
Los transgénicos son organismos a los que se les ha insertado material genético, generalmente de otras especies, por métodos que jamás podrían ocurrir en la naturaleza.
Estudios recientes, aparecidos en publicaciones científicas, postulan que los dogmas centrales de la genética, desde la década de 1950, podrían estar fundamentalmente equivocados.
Lo grave es que sobre este dogma central ¿equivocado? se están produciendo a gran escala organismos transgénicos que van a parar a nuestros alimentos, medicinas y a la biodiversidad circundante.
La tecnología de la ingeniería genética tiene tantas incertidumbres y efectos colaterales impredecibles, que no podría llamarse ingeniería ni tecnología.
Es como construir un puente tirando bloques de una orilla a la otra, esperando que caigan en el lugar correcto.
Durante el proceso aparecen todo tipo de efectos inesperados y los dueños de esta obra aseguran que no hay evidencias de que tengan impactos negativos sobre la salud o el medio ambiente, y que los que los cuestionan no son científicos.
La realidad es peor, porque los transgénicos no son inertes, sino organismos vivos que se reproducen en el ambiente, fuera de control de los que los han creado.
2. Conllevan riesgos para la salud
Si usted fuera a una tienda y viera un anuncio de galletas que dice “no hay pruebas de que sean malas para la salud”, ¿las compraría? Yo no.
Y creo que nadie más.
Por supuesto, la industria biotecnológica no está buscando estas pruebas.
Científicos independientes, como el Dr. Terje Traavik de Noruega, han encontrado en 2004 resultados alarmantes: alergias en campesinos debido a que inhalaron polen de maíz transgénico.
Pero la verdadera Caja de Pandora, son los efectos impredecibles: ni los que construyen transgénicos saben qué efectos pueden tener en la salud humana y animal, al recombinarse, por ejemplo, con nuestras propias bacterias o ante la posibilidad de que nuestros órganos incorporen parte de estos transgénicos, como ya ha sucedido en pulmones, hígado y riñones de ratas y conejos.
3. Tienen impactos sobre el medio ambiente y los cultivos
No hay casi estudios sobre los impactos en los cultivos y en el medio ambiente.
Sin embargo, es claro y tristemente demostrado con la contaminación transgénica del maíz en México, que una vez que los transgénicos sean liberados, contaminarán los demás cultivos, por polen, viento e insectos.
Los cultivos insecticidas pueden afectar a otras especies que no son plaga de los cultivos, tal como se comprobó que el polen de maíz Bt afecta a las mariposas Monarca —y en países de gran biodiversidad, los riesgos se multiplican.
En varias de las plantas de maíz contaminadas que se han descubierto en México, se notaron deformaciones.
4. No solucionan el hambre en el mundo: la aumentan
Según los promotores de los transgénicos, deberíamos aceptar todos estos riesgos, porque necesitamos más alimentos para la creciente población mundial. Pero la producción de alimentos no es la causa del hambre en el mundo.
Actualmente se producen el equivalente a 3,500 calorías diarias por habitante del planeta: cerca de 2 kilos diarios de alimentos por persona, lo suficiente para hacernos a todos obesos.
El hambre en el mundo no es un problema tecnológico.
Es un problema de injusticia social y desequilibrio en la distribución de los alimentos y la tierra para sembrarlos.
Los transgénicos aumentan estos problemas.
5. Cuestan más, rinden menos, usan más químicos
Desde que Estados Unidos comenzó con los transgénicos en 1996, el uso de agroquímicos aumentó en 23 millones de kilos.
Los cultivos transgénicos también producen menos.
El cultivo más extendido, que es la soya tolerante a herbicidas (61% del volumen de transgénicos en el mundo) produce entre de 5 a 10% menos que la soya no transgénica.
Las semillas transgénicas son más caras que las convencionales.
Esto hace que en algunos casos, aun cuando provisoriamente haya un pequeño aumento de producción, éste no compensa el gasto extra en semilla.
La industria biotecnológica arguye que esto no puede ser verdad (aunque lo sea!), porque entonces los agricultores estadounidenses no usarían estas semillas.
Lo cierto es que la mayoría no pueden elegir, va no tienen sus propias semillas, hay falta de opciones en el mercado y tienen fuertes ataduras con las multinacionales semilleras.
6. Son un ataque a la soberanía
Prácticamente todos los cultivos transgénicos en el mundo están en manos de cinco empresas transnacionales.
Son Monsanto, Syngenta (Novartis - AstraZeneca), Dupont, Bayer (Aventis) y Dow. Monsanto sola controla más de 90% de las ventas de agrotransgénicos.
Las mismas empresas controlan la venta de semillas y son las mayores productoras de agrotóxicos.
Lo cual explica por qué más de las tres cuartas partes de los transgénicos que se producen en realidad —no en la propaganda— son tolerantes a herbicidas y aumentan el uso neto de agrotóxicos.
Aceptar la producción de transgénicos significa entregar a los agricultores, de manos atadas, a las pocas transnacionales que dominan el negocio y enajenar la soberanía alimentaria de los países.
7. Privatizan la vida
Todos los transgénicos están patentados, la mayoría en manos de las mismas empresas que los producen.
Esto significa un atentado ético, en tanto son patentes sobre seres vivos, y además son una violación flagrante a los llamados “Derechos de los Agricultores” reconocidos en Naciones Unidas como el derecho de todos los agricultores a guardar su semilla para la próxima cosecha.
Las patentes impiden esto y obligan a los agricultores a comprar semillas nuevas cada año. Si no lo hacen, se convierten en delincuentes.
Las empresas multinacionales de transgénicos tienen iniciados cientos de juicios a campesinos de Norteamérica, por uso indebido de patente”.
8. Lo que viene: semillas suicidas y cultivos tóxicos
La próxima generación de transgénicos incluye cultivos manipulados para producir sustancias no comestibles como plásticos, espermicidas, abortivos, vacunas.
En Estados Unidos hay más de 300 experimentos secretos (pero legales) de producción transgénica de sustancias no comestibles en cultivos: fundamentalmente en maíz.
Se nombra la producción de vacunas en plantas como si esto fuera algo positivo: ¿pero qué sucedería con estos farmacultivos si se colaran inadvertidamente en la cadena alimentaria?.
La mayoría de nosotros ha sido vacunado contra algunas enfermedades. ¿Pero se vacunaría usted todos los días? ¿Qué efectos tendría esto?.
Ya se han producido escapes accidentales de estos cultivos.
En México, la siembra de maíz transgénico está prohibida y sin embargo desde el 2001 se ha encontrado contaminación del maíz campesino en varios estados de la república, al Norte, Centro y Sur del país.
¿Cómo sabremos que no sucederá con estos maíces?.
¿Quién lo va a controlar, si las propias autoridades de la Secretaria de Agricultura firmaron en noviembre del 2003 un acuerdo con Estados Unidos y Canadá que les autoriza hasta un cinco por ciento de contaminación transgénica en cada cargamento de maíz importado que entra a México?
Las empresas que producen transgénicos están desarrollando diversos tipos de la tecnología “Terminator”, para hacer semillas “suicidas” y obligar a comprarlas para cada siembra.
9. La coexistencia no es posible ni el control tampoco
Tarde o temprano, los cultivos transgénicos contaminarán todos los demás y llegarán al consumo, sea en los campos o en el proceso poscosecha.
Según un informe de febrero de 2004 de la Unión de Científicos Preocupados de Estados Unidos, un mínimo de 50 por ciento de las semillas de maíz y soya de ese país, que no eran transgénicas, están contaminadas. The New York Times (1-3-04) comentó sobre esto:
Contaminar las variedades de cultivos tradicionales es contaminar el reservorio genético de las plantas de las que ha dependido la humanidad en gran parte de su historia. [...].
El ejemplo más grave es la contaminación del maíz en México.
La escala del experimento en el que se ha embarcado a este país —y los efectos potenciales sobre el medio ambiente, la cadena alimenticia y la pureza de las semillas tradicionales— demanda vigilancia en la misma escala.
Para detectar si hay transgénicos, dependemos de que la propia empresa que los produce nos entregue la información, cosa que son renuentes a hacer, y por la que ponen altos costos que cargan a las víctimas de la contaminación.
“Casualmente”, luego de que se han sucedido los escándalos de contaminación, se ha hecho cada vez más difícil detectarlos.
10. Ataque al corazón de las culturas
La contaminación del maíz en México, su centro de origen, concentra todos los problemas que describimos hasta aquí, pero además es un ataque violento al corazón mismo de las culturas mexicanas: a su vasta cultura culinaria y los mil usos que se le dan al maíz, a sus economías campesinas, a las bases de la autonomía indígena.
Con esta guerra biológica al maíz tradicional, las transnacionales podrían apropiarse y privatizar este tesoro milenario y colectivo de los mesoamericanos, obligando a los creadores del maíz a pagar para seguir usándolo en el futuro.
Las empresas multinacionales productoras y distribuidoras de transgénicos, así como los que favorecen las importaciones de maíz OGT, los que quieren levantar la moratoria que impide sembrar maíz OGT, o aprobar una ley de bioseguridad para legalizarlos, asumen una inmensa deuda histórica que los pueblos de México no van a permitir ni olvidar.
Aldo González, zapoteco de Oaxaca, resume:
..somos herederos de una gran riqueza que no se mide en dinero y de la que hoy quieren despojarnos: no es tiempo de pedir limosnas al agresor.
Cada uno de los indígenas y campesinos sabemos de la contaminación por transgénicos de nuestros maíces y decimos con orgullo:
“Siembro y sembraré las semillas que nuestros abuelos nos heredaron y cuidaré que mis hijos, sus hijos y los hijos de sus hijos las sigan cultivando. No permitiré que maten el maíz, nuestro maíz morirá el día en que muera el sol.
Ribeiro Silvia, La Jornada
17 de Abril 2004, México
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