Perlas Naturales y Cultivadas:Formacion y Cultivo,Su Inventor
Perlas Naturales y Cultivadas
Su Formación e Inventor del Cultivo
CÓMO SE FORMA UNA PERLA?:
El nacimiento de una perla es un suceso maravilloso.
A diferencia de las piedras o metales preciosos que deben extraerse de la tierra, las perlas son creadas por ostras vivas en las profundidades del mar.
Las piedras preciosas deben pulirse antes de que muestren su belleza; las perlas no necesitan tales tratamientos para revelar su encanto.
Nacen de las ostras madres con lustre iridiscente y suave brillo interno que no se iguala a ninguna otra gema en el mundo.
Entre los moluscos conquiformes el que produce más perlas es la “ostra perlera”, llamada comúnmente madreperla.
Vive entre dos valvas grisáceas, adherida a las rocas de los mares tropicales, a una profundidad media de treinta a cuarenta metros.
El animal se fija a la roca por medio de un filamento denominado byssus.
Una glándula especial segrega la materia nacarada que se extiende desbordando de la caparazón.
Según la clase de moluscos, varía la manera como se desarrollan las prolongaciones del manto y la calidad de la materia que produce.
En la madreperla, la cara externa de la concha es rugosa y se llama perióstraco; la interna, lisa y traslúcida, es el nácar y está en contacto directo con el epitelio del órgano filamentoso adherido a la roca.
Si un cuerpo extraño penetra en la ostra, se producirá una abundante secreción de sustancia nacarada, dentro de la cual quedará encerrado el huésped inoportuno.
Si éste tiene forma esférica, se formará una perla perfectamente redonda.
En caso contrario será piriforme.
A veces el parásito queda en la superficie del byssus; entonces, el nácar no podrá encerrarlo enteramente y se producirá en la cara externa de la valva una protuberancia llamada barrueco.
En general, las perlas son de una blancura particular y reflejan en matices plateados los tonos más tenues.
Sin embargo, también existen perlas rosadas, amarillas, negras, azules y verdes.
Estas son las más raras.
El color depende del cuerpo extraño que ocasionó el proceso que acabamos de describir.
Si al secarse el parásito se torna blanco, la perla será de igual color; si se trata de un grano de arena o de un filamento de alga, el color de los mismos aparecerá a través de las capas concéntricas del nácar y coloreará la superficie.
Como se ve, las perlas no son piedras preciosas.
Difieren de éstas tanto por su estructura física, como por su origen.
Los zafiros, diamantes y rubíes son minerales que se formaron hace centenares de miles de años en las capas superiores de la litosfera; en cambio, la perla deriva de un organismo viviente.
Con el correr de los años pierde su luminosidad y se vuelve opaca.
La madreperla no es el único molusco generador de perlas.
También las producen los lamelibranquios, los cefalópodos y los gasterópodos.
Las ostras comestibles se asemejan a la madreperla, pero su nácar no tiene una irisación tan atrayente.
La pesca de perlas se practica aún en la actualidad tal como la hemos descrito.
Pero son contados los hombres que poseen la fuerza, la capacidad pulmonar y el valor necesario para vencer los peligros que tal oficio presenta.
Desde hace siglos los indígenas recurren a un procedimiento que alivia sus fatigas.
Se sumergen de pie sobre una piedra atada a un cable que se va soltando desde el barco.
Este cable, que a veces atan a su cintura después de haberse desprendido de la piedra, les permite volver más fácilmente a la superficie si sufren algún malestar o si los amenaza algún peligro.
A pesar de todo, el oficio de pescador de perlas sigue siendo muy ingrato.
Añadiremos que la pesca se realiza solamente durante cuatro meses del año (de junio a septiembre), y que en ese lap3o los pescadores bucean 30 ó 40 veces por día.
Las conchas, una vez vaciadas son arrojadas para su limpieza en grandes cubas llenas de agua hirviente.
Luego se enviarán a las fábricas donde se las emplea para construir objetos de adorno y botones.
En ciertos países la pesca de perlas constituye una verdadera industria, como en otros la búsqueda de diamantes.
Cuando varias embarcaciones realizan simultáneamente la pesca en un mismo sector, personal especializado abre las ostras en la playa, bajo la mirada de guardianes armados. Para no agotar una fuente tan valiosa de riquezas, se suelen dividir los bancos de perlas en diversos sectores que se exploran por turno.
Ya a fines del siglo pasado se encontró en el norte de Ceilán un banco que tenía unos 30 kilómetros de largo, y se lo dividió en siete partes que se explotaban sucesivamente para dar a las ostras el tiempo necesario para reproducirse y crecer.
En la actualidad la pesca se realiza cada vez más con escafandra, lo que da mejor resultado con menor fatiga para los pescadores.
De esta manera el buzo puede permanecer más tiempo bajo el agua, elegir su pesca y volver con una carga mayor.
En las costas africanas y en las de la Polinesia la pesca es controlada por los gobiernos interesados y el valioso producto se envía a los grandes mercados europeos o americanos.
París es el centro de ese lujoso mercado internacional y los precios que allí se fijan rigen en el mundo entero.
PERLAS DE CULTIVO
Cuando en la última década del siglo pasado aparecieron las primeras perlas cultivadas, idénticas a las naturales, los precios de estas últimas bajaron verticalmente.
Pero, poco a poco, las cotizaciones se normalizaron gracias a procedimientos inteligentes y, más tarde, a los rayos X, que permitieron diferenciar unas de otras.
Fue un japonés. un hombrecillo silencioso y sutil.
Kochiki Mikimoto, quien tuvo la idea de cultivar perlas. Como muchos otros inventos, éste también pudo parecer sencillo y fácil.
Kokichi Mikimoto registró la primera patente relativa a objetos biológicos,
alcanzando rápidamente fama mundial.
Por experiencia propia, Mikimoto conocía las espantosas condiciones de vida de los pescadores.
Sabía que la formación de la perla se producía por la introducción de un cuerpo extraño en el manto del molusco.
Pensó, por lo tanto, que podría obtener perlas si imitaba el procedimiento de la naturaleza.
Al principio obtuvo perlas incompletas, defectuosas.
Cambió entonces de procedimiento e introdujo la partícula extraña en el cuerpo mismo del molusco.
Para Mikimoto fue un gran día aquél en que al abrir las conchas de una de sus ostras halló una perla perfectamente redonda, traslúcida, comparable en todo sentido a los más hermosos ejemplares naturales.
Mikimoto había consagrado largos años de paciente y tenaz labor a perfeccionar su técnica.
Los expertos se declararon incapaces de distinguir una perla natural de una cultivada.
Su triunfo fue completo.
Durante muchos años, la industria japonesa de las perlas cultivadas (dirigida siempre por el infatigable Mikimoto) guardó celosamente su secreto.
Pero muerto Mikimoto en 1954, el método dejó de ser un secreto.
Consiste en extraer un fragmento de nácar de una ostra viva e injertarlo en otra de la misma especie.
Para injertar se prefiere siempre el músculo aductor que encontramos al separar las valvas.
Este procedimiento es una verdadera intervención quirúrgica y debe ser ejecutado con la mayor delicadeza para no perjudicar el fragmento extraído, ni el tejido de la ostra en la cual se injertará.
Ambas ostras tienen que ser sanas y hay que obrar con el cuidado suficiente para no provocar infecciones.
Las ostras así tratadas son puestas en una jaula metálica que se sumerge en el mar, a la profundidad conveniente para la formación de una perla de calidad.
Durante el lapso necesario para la formación de la perla (de 6 a 7 años), las llamadas “hijas del mar unas mujeres con escafandra, vigilan las jaulas metálicas y las limpian de algas y parásitos.
Cada tres meses las suben para una limpieza general. Al cabo de 5 ó 7 años, según las dimensiones de la perla que se quiere obtener, se subirán las jaulas para extraer de ellas los moluscos.
Con este procedimiento se logran perlas de 20 Mm. de diámetro, que es la dimensión máxima de las perlas naturales.
En brillo y oriente (reflejo especial propio de las perlas) las cultivadas no tienen nada que envidiar a las naturales.
Sin embargo no todas las ostras injertadas dan perlas; algunas mueren víctimas de los parásitos, de la voracidad de los pulpos o por las corrientes frías.
El gran criadero fundado por Mikimoto, el mejor organizado en todo Japón, dispone de una escuadrilla de aviones encargados de volar sobre el océano y descubrir las corrientes frías.
Tal vez algún día lucirán en los adornos de las mujeres solamente las perlas cultivadas. No serán tan preciosas como las naturales, pero no habrán costado a los hombres tantas penas y peligros.
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