Cruce de los Andes:Organizacion del Plan Continental de San Martin
Cruce de los Andes de San Martin:Organizacion del Plan Continental
ANTECEDENTES, PORQUE CRUZAR LOS ANDES:
La creación del Ejército de los Andes, y todas sus consecuencias, constituyó un hecho único e inédito en la historia militar argentina.
José de San Martín, que había regresado a su patria en 1812, fue encargado por el gobierno argentino (Primer Triunvirato) de la formación del Regimiento de Granaderos a Caballo.
Con esta fuerza dio una acabada prueba de idoneidad y competencia con la victoria obtenida en la batalla de San Lorenzo el 3 de febrero de 1813.
Con ella se detuvo las incursiones españolas en los ríos interiores y posteriormente el Directorio se convenció de la necesidad de crear una escuadra argentina que mantuviera el dominio de aquéllos.
Al fracasar la segunda expedición al Alto Perú, al mando del general Manuel Belgrano, con la derrota de Ayohuma (véase) del 14 de noviembre de 1813, el gobierno de Buenos Aires decidió enviar a San Martín en refuerzo de aquélla, y poco tiempo después el Director Supremo Posadas lo nombró jefe titular del Ejército Auxiliar del Perú.
Al hacerse cargo de esta misión y mientras reorganizaba a las deshechas fuerzas del norte en Tucumán, San Martín comprendió, con claridad meridiana, la verdadera situación existente con respecto a la causa de la independencia.
El principio revolucionario de Mayo había tratado solamente de rescatar los territorios que hasta entonces habían pertenecido al Virreinato del Río de la Plata y que habían sido ocupados por los españoles (Chile, Alto Perú, Montevideo).
Pero el baluarte principal de la dominación realista se hallaba en Lima y allí se debía llegar, cuanto antes, para garantizar la independencia de las Provincias Unidas.
Pero, ¿cómo llegar al corazón del Virreinato de Perú?.
Sólo habían dos caminos para eso: el del Alto Perú, que había sido utilizado desde 1810 hasta la fecha en forma estéril; el otro, el de Chile, a través de cruce de la Cordillera de los Andes, liberando primero a este para seguir luego por el Pacífico hacia Lima y tomarla.
DIRECTORIO DE PUEYRREDÓN
El período de gobierno de este distinguido patriota, fue uno de los más agitados de la historia patria.
Los caudillos del litoral a quienes se unió el chileno Carrera, se habían rebelado.
Los portugueses invadieron la Banda Oriental. Güemes mantenía una autonomía recelosa en el norte.
Los federalistas porteños combatían tenazmente al gobierno.
Pueyrredón descendió apresuradamente desde Tucumán, y entró en Buenos Aires el 29 de julio.
A su paso por Córdoba acordó con el gran capitán la preparación de la campaña de los Andes.
En la Capital la oposición le hacía una guerra encarnizada que no se paraba ni en calumnias ni en conspiraciones. Pueyrredón alcanzó a mandar a su jefe, el general Soler, al ejército de San Martín.
Como el coronel Dorrego continuara en la lucha, lo detuvo y lo embarcó hacia las Antillas. Ante la amenaza de un complot, el director expulsó del país, enviándolos a los Estados Unidos, a los demás exaltados revolucionarios.
Estas terminantes medidas y las derrotas sufridas por Artigas, al mismo tiempo que San Martín vencía en Chile, desbarataron a los opositores y consolidaron la posición del gobierno.
EL EJERCITO LIBERTADOR - EL PLAN DE SAN MARTÍN
La experiencia había demostrado con toda su crudeza, la imposibilidad de decidir la guerra de independencia por el Alto Perú.
Cuando los españoles avanzaban y se apartaban de sus bases de aprovisionamiento eran derrotados (Suipacha, Tucumán, Salta) y cuando los patriotas se alejaban de las suyas, sufrían los mismos desastres (Huaqui, Vilcapugio, Ayohuma, Sipe-Sipe..).
El genio concreto de San Martín lo vio y lo afirmó categóricamente, y señaló el único medio de llegar a una definición en la interminable guerra. A Godoy Cruz le decía:
"La patria no hará camino por este lado del norte... ya le he dicho a usted mi secreto: un pequeño ejército y bien disciplinado en Mendoza para pasar a Chile y acabar allí con los godos... Aliando las fuerzas pasaremos por el mar para llegar a Lima. Ese es el camino y no este". San Martín en Cuyo. - Después de retirarse del ejército del Norte, San Martín fue nombrado (10 de agosto de 1814) gobernador intendente de Cuyo.
Es admirable la compenetración de ideales entre el gran capitán y el generoso pueblo cuyano. Sobre la base del cuerpo auxiliar de Chile y de los batallones cívicos de la provincia, San Martín comenzó a levantar su aguerrido ejército.
Pidió por bando la incorporación de voluntarios de Buenos Aires.
El director Pueyrredón le fue remitiendo nuevos cuerpos reclutados, se reorganizaron los batallones de chilenos emigrados, se libertaron esclavos para servicios auxiliares.
El ingeniero Álvarez Condarco intensificó la extracción de los materiales necesarios para la fabricación de municiones.
Fray Luis Beltrán organizó la maestranza y el parque del ejército. Pueyrredón y la provincia de Cuyo proveyeron los equipos, transportes y vituallas.
El 19 de agosto de 1815 el ejército de los Andes con sus 5.400 soldados disciplinados y aguerridos, fue oficialmente constituido por el director del Estado, nombrándose general en jefe al general San Martín.
Como preparación de la campaña San Martín organizó una hábil red de espionaje, de informaciones desorientadoras y de falsas alarmas, que llamó guerra de zapa.
El Ejército Realista.
Gobernaba la capitanía general de Chile, el mariscal don Francisco Casimiro Marcó del Pont.
Su ejército había sido debilitado por el envío de 1.400 hombres al Alto Perú.
Además la campaña de corso realizada por Brown en el Pacífico, había cortado sus comunicaciones con el Perú y alarmado y desorientado sus costas.
Ante la proximidad de una invasión por la cordillera, que ya veía venir, se apresuró a organizar un ejército reclutando nativos de su capitanía.
Llegó así a reunir unos 5.020 hombres con 33 piezas de artillería.
EL PASO DE LOS ANDES
Antes de partir San Martín declaró a la Virgen del Carmen patrona del ejército y dirigió una despedida agradecida y afectuosa al pueblo de Cuyo, patriota y generoso.
A fines de enero de 1817, San Martín se dispuso ya para atravesar la cordillera andina.
Seis fueron los pasos por los que decidió franquearla.
El grueso del ejército se dirigió por la ruta de Los Patos bajo su mando y el de O'Higgins y Soler; y por la ruta de Uspallata a las órdenes del coronel Las Heras.
"Sin que fallara una sola de las previsiones de San Martin, tanto en lo que respecta a la simultaneidad de la invasión en un frente de 800 kilómetros, como en la precisión de todos los movimientos y en la reunión final de las fuerzas principales, fue franqueada en 20 días la gigantesca mole de los Andes".
Batalla de Chacabuco.
Esta victoria fue el fruto de la genial preparación estratégica y de la realización del paso de los Andes.
Cuando San Martín estaba a las puertas de Santiago, Marcó del Pont empezaba a concentrar sus tropas sin atinar aún con el sitio por el que seria atacado.
Pretendió defender la entrada del valle de Aconcagua, pero el día 12 de febrero fue desalojado por un ataque de sorpresa.
Se retiró entonces al norte de la hacienda de Chacabuco para defender el camino a la Capital.
El mando del ejército fue entregado al brigadier Rafael Maroto.
La hacienda de Chacabuco, está situada en una hondonada a la que se llega por dos sendas viniendo del Aconcagua: la de la cuesta vieja y la de la nueva.
La senda de la cuesta vieja va a dar directamente en el frente de la hacienda, y la de la nueva se desprende de la anterior y bordeando por el oeste los cerros termina detrás de esa misma estancia.
Maroto se situó al norte de la estancia de Chacabuco, protegiendo el camino principal de la cuesta vieja, pero sin reparar (inexplicablemente), que el enemigo podía rodearlo y atacarlo por su retaguardia.
Este es el error que aprovechó San Martín y que le dio la victoria.
Mandó a O'Higgins (imagen) cargar sobre el enemigo por el frente pero sin emplearse, solamente para entretenerlo y aferrarlo.
Entre tanto Soler, marchando por la cuesta nueva, llegaría sobre la retaguardia realista y Maroto sería tomado entre dos fuegos.
O'Higgins dejándose llevar por su enardecimiento, atacó a fondo sin esperar a Soler y estuvo a punto de comprometer la victoria.
Rechazado en un primer impetuoso intento, volvió a cargar cuando Soler aparecía por el sudoeste (urgido por San Martin). Los realistas resistieron en ese flanco izquierdo durante una hora, encarnizadamente.
Pero fueron completamente batidos y se desbandaron perdiendo más de 1.200 hombres y dejando su artillería, parque y almacenes en el campo de batalla.
Maroto que intentaba huir fue tomado prisionero, y San Martín dos días después de la victoria (14 de febrero) entró en la Capital, modestamente y sin ninguna pompa.
Al día siguiente fue convocado un Cabildo abierto. Nombrado San Martín director supremo del Estado de Chile, rechazó ese alto honor y en un nuevo Cabildo fue entonces designado don Bernardo O'Higgins.
El libertador mantuvo el mando en jefe del ejército argentino-chileno.
Campaña al Sur de Chile
El cansancio de las tropas impidió a San Martín perseguir a los realistas hasta su aniquilamiento.
Pudieron estos rehacerse en el sur, donde contaban con numerosos partidarios, recibieron refuerzos desde el Perú y afirmándose en sus montañosas regiones, prolongaron su resistencia por un año más.
Pareció en un principio esta resistencia, consecuencia lamentable de un descuido o de una falta de previsión de San Martín, pero el tiempo le dio la razón.
A los pocos días de ocupar a Santiago, el general San Martín dio orden para que una división marchará hacia el sur a completar la victoria con la persecución del enemigo.
La dificultad de aprovisionarla la retardó hasta el de 3 de marzo.
En esas serranías la marcha fue lenta y difícil.
El coronel Las Heras (imagen) que la mandaba partió con sus 1.300 hombres casi sin caballos.
Irritado O'Higgins por la lentitud de esa marcha, llegó a acusar al jefe argentino de negligencia y abandono y hasta pretendió juzgarlo militarmente.
Finalmente se decidió a ir él mismo a dirigir la campaña. Sin embargo Las Heras se había comportado valientemente.
A principios de abril había acampado en la hacienda de Curapaligue, a 20 kilómetros de Concepción.
El jefe de la plaza de Talcahuano, Ordoñez, le atacó en la noche del 5, sabiendo que O'Higgins acudía con nuevas tropas.
Las Heras le rechazó con graves pérdidas y luego siguió avanzando. Ocupó a Concepción y puso sitio a Talcahuano, fortificándose en el cerro Gavilán.
El 5 de mayo el tenaz Ordóñez volvió a atacar a los patriotas . Cuando la victoria estaba ya decidida apareció la vanguardia de O'Higgins que la completó.
El director chileno asumió el mando de todas las fuerzas sitiadoras.
Había tardado en llegar más tiempo aún que Las Heras. Sitio de Talcahuano.
O'Higgins fue conquistando poco a poco los fuertes que defendían la zona de Talcahuano.
En el mes de julio intentó un asalto a la plaza pero se retiró sin empeñarse.
El tiempo pasaba frente a la plaza fuerte. O'Higgins impaciente se determinó a tomarla por asalto el 6 de diciembre.
Siguieron el plan del oficial francés Brayer, que se había agregado al estado mayor. Este impuso un ataque frontal en el punto más fuerte de la defensa.
Ordoñez tenía unos 1.700 hombres y 130 cañones, y algunas naves en la bahía.
El asalto comenzó cerca de las 3 de la mañana.
Las Heras alcanzó a apoderarse del Morro de la izquierda. Pero los patriotas que se habían embarcado para apoderarse de unas naves en la bahía de San Vicente y envolver al enemigo, debieron volver diezmados. No le cupo mejor suerte a las fuerzas que atacaron en el flanco derecho.
O'Higgins viendo la inutilidad del sacrificio de Las Heras que continuaba en su posición, dio la orden de retirada.
La acción les había costado a los patriotas cerca de 500 hombres, entre muertos y heridos. Cancha Rayada.
San Martín había ido a Buenos Aires para tratar con el director Pueyrredón la continuación de la campaña hasta Lima.
Volvió en el mes de mayo y con todo su empeño se dio a la preparación del ejército libertador, estableciendo en las Tablas un campamento semejante al del Plumerillo.
A fines de 1817 contaba con 9.000 hombres perfectamente disciplinados y armados.
El virrey Pezuela decidido a no perder la capitanía de Chile y a anular así la expedición de San Martín, que ya preveía, mandó a este territorio un fuerte ejército de 3.300 hombres al mando del general Osorio.
Estas fuerzas desembarcaron en Talcahuano a mediados de enero de 1818 y unidas a las de Ordóñez formaron un ejército de 5.000 hombres. San Martín dio orden a O'Higgins de replegarse y al ejército del norte de descender.
Osorio emprendió muy tarde la persecución de O'Higgins y en vez de hacerlo con rapidez por mar, utilizando la escuadra, eligió el largo y penoso camino terrestre.
Los dos cuerpos del ejército patriota se encontraron el 12 de marzo en Chimborango.
Desde ese momento la superioridad volvía a estar de su parte.
San Martín fue en busca del enemigo, pero este retrocedió evitando el encuentro. Perseguido de cerca, Osorio se vio obligado a aceptar el combate. Formado en batalla acampó en las proximidades de Talca.
Su situación era desesperada pues tenía a sus espaldas el río Maule.
El coronel Ordoñez impuso su decisión de atacar a los patriotas esa misma noche por sorpresa (19 de marzo).
El ejército de San Martín había acampado al pie de los cerros de Baeza.
A las 21 las tropas de Ordóñez avanzaron sigilosamente en tres columnas.
San Martín había sido avisado por un espía del próximo ataque y estaba efectuando un cambio de frente.
El ejército patriota fue sorprendido en plena maniobra y dispersado sangrientamente.
Sin embargo Las Heras tomó el mando del ala derecha patriota que como ya había efectuado el cambio previsto quedó intacta, y pasando por entre los mismos realistas, que en la confusión no lo advirtieron, se dirigió hacia el norte.
Al llegar al río Lircay, pudo comunicar a San Martín que se retiraba con 3.500 hombres. Osorio no persiguió a los patriotas y les permitió alejarse y rehacerse. Este error le costó la derrota de Maipú.
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Reglamento Militar en la Guerra de la Independencia
INSTRUCCIONES DEL LIBERTADOR DON JOSÉ DE SAN MARTÍN A SUS SOLDADOS
San Martín instruyó a su ejército antes de librarse la batalla de Maipú:
1- Cada soldado, para batirse, llevará cien tiros y seis piedras; la mitad consigo y la otra mitad detrás de su respectivo cuerpo.
2- Antes de entrar en batalla, se les dará una ración de vino o aguardiente, prefiriendo lo primero. Los jefes perorarán con denuedo a la tropa antes de entrar en batalla, imponiendo pena de la vida al que se separase de su fila, sea al avanzar, sea al retirarse.
3- Se dirá a los soldados, de un modo claro y terminante por sus jefes, que si un cuerpo se retira es porque el general en jefe lo ha mandado así por astucia.
4- Si algún cuerpo de infantería o caballería fuere cargado con arma blanca, no será esperado a pie firme, sino que le saldrá cincuenta pasos al encuentro con bayoneta calada o con sable.
5- Los heridos que no puedan andar con sus pies no serán salvados mientras dure la batalla, porque necesitando cuatro para cada uno, se debilitaría la línea en un momento.
6- Recomiendo a los jefes de caballería llevar a retaguardia un pelotón de 25 a 30 hombres para sablear a los soldados que vuelvan cara, así como para perseguir al enemigo mientras se reúne el resto del escuadrón. Siendo el carácter de nuestros soldados mas propio para la ofensa que para la defensa, los jefes no olvidaran que en el caso apurado deberán tomar la primera"
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BATALLA DE MAIPU
San Martín y O'Higgins entraron en Santiago y reanimaron a los patriotas.
Pocos días después habían rehecho un ejercito de 4.900 hombres.
San Martín impuso su determinación de atacar al enemigo, en una junta de guerra.
Osorio siguió avanzando y el 4 de abril acampó a 4 kilómetros de las fuerzas patriotas en la hacienda Lo Espejo. Los dos ejércitos se encontraron en los llanos de Maipú.
La batalla comenzó a mediodía del 5 de abril.
San Martín alcanzó a dividir el ala izquierda de los realistas y flanquearla. Ordóñez había logrado imponerse en su derecha.
Pero las reservas patriotas lo detuvieron y ante la amenaza de ser envuelto empezó a retirarse con orden.
Un nuevo ataque deshizo su formación y sus soldados huyeron hacia la hacienda Lo Espejo. Ordónez intentó todavía resistir allí, pero acorralado y diezmado debió entregarse.
En el campo de batalla quedaron 2.000 realistas y se tomaron 3.000 prisioneros con todo su armamento.
Importancia de Maipú en la emancipación continental. Por esta memorable victoria, Chile aseguró definitivamente su independencia.
El ejército realista del Alto Perú debió retirarse para acudir en defensa del Perú amenazado.
La primera etapa de la gesta sanmartiniana quedaba espléndidamente cumplida.
El libertador pudo preparar el último golpe a la dominación española en América del Sur, dando a su campaña una amplitud y una gloria continental.
Expedición a Perú
La victoria de Maipú al hacer posible la expedición libertadora del gran capitán dio a los aislados movimientos de emancipación la trascendencia de un plan continental, que tuvo su punto de convergencia en Guayaquil.
La empresa era obra de romanos.
Se debía crear una escuadra. Organizar y equipar un ejército poderoso y preparar armamentos para levantar otros en el Perú.
Y se debían, además, reducir los últimos focos realistas subsistentes en Chile que resistían aún con tenacidad española.
El director O'Higgins se encargó de la preparación de la escuadra y de la pacificación de su territorio.
Con la ayuda de Buenos Aires y las presas que el almirante Blanco Encalada abordó en varios cruceros, la escuadra fue una realidad.
El ejército surgía más lentamente. Pero la constancia y la sagacidad de San Martín llevó a los gobiernos hermanos de Chile y la Argentina, a firmar un acuerdo en febrero de 1819 que decidió en firme su preparación.
Entretanto el almirante Cochrane había realizado un crucero por el Pacífico en el que conquistó varias naves y pertrechos, y sobre todo, afirmó su dominio en el mar por el que debía cruzar la expedición.
La guerra civil del otro lado de la cordillera complicó la labor bélica del gran capitán.
El gobierno para sostenerse (como representante de una tendencia), requirió la ayuda de las tropas del ejército libertador.
Lo exigió primeramente Pueyrredón y a su caída, Rondeau.
San Martín mantuvo a sus tropas en el destino de su alto ideal de la independencia americana y no quiso convertirse en montonero.
Por el acta de Rancagua, toda la oficialidad le confirmó el mando, y el Senado y el pueblo chileno le nombraron generalísimo.
El 20 de agosto de 1820 el convoy del ejército libertador del Perú se hizo a la vela, conduciendo 4.300 hombres de desembarco.
En septiembre ancló en la bahía de Paracas.
Después de desembarcar, el general Las Heras ocupó el pueblo de Pisco. Los esclavos negros declarados libres acudieron a formar en las filas independientes.
El virrey Pezuela mandó un comisionado para tratar, pero no se llegó a ningún acuerdo.
San Martín reembarcó su ejército para operar en el norte y envió al general Arenales a incursionar y sublevar las sierras.
Este cuerpo obtuvo brillantes éxitos (principalmente en Paseo), y se mantuvo hasta fines del 1820.
Una orden mal transmitida le hizo abandonar la sierra, cuando sus victorias hubieran cerrado el cerco sobre Lima e impedido el retiro de los españoles a esas alturas.
San Martín desembarcó en Ancón, a 37 kilómetros de Lima, y luego se dirigió nuevamente por mar a Huacho (150 kilómetros). Desde allí ocupó el valle de Jauja. Las defecciones comenzaron a diezmar al ejército realista.
La capitanía de Quito se sublevó.
El sitio de Lima se hizo más estrecho, mientras Cochrane dominaba e incursionaba por el Pacífico.
La venida de un comisionado real estableció una tregua y se entablaron nuevas tratativas. San Martín se entrevistó personalmente con el virrey La Serna, en Punchauca.
No se llegó a ninguna conclusión y a principios de julio de 1821, San Martín reinició las operaciones.
El almirante Cochrane y el general Miller fueron mandados para realizar un crucero y alarmar las guarniciones costeras.
El almirante comenzó a levantar cabeza, y a pretender dirigir la campaña enemistándose con el jefe. Miller consiguió notables éxitos en Pisco y Anca y Taena, y Arenales volvió a la sierra.
Entretanto la situación de los realistas en la Capital se hizo imposible y el nuevo virrey La Serna, decidió evacuaría y retirarse a la sierra, de más saludable clima y de mejores recursos. Arenales bajó a la costa y San Martín ocupó la Capital.
El 14 de julio reunió un Cabildo abierto que declaró la independencia, y el 28, el libertador la proclamó solemnemente desplegando la bandera que él creara para el Perú.
La prosecución de la campaña y el orden y tranquilidad del nuevo Estado, movieron a San Martín a aceptar la petición unánime de que asumiera el gobierno. Tomó así, el título de protector del Perú.
El virrey La Serna, más activo que Pezuela, envió sobre Lima un poderoso ejército al mando del general Canterac.
San Martín no tenía fuerzas con que oponérsele eficazmente, pero con una hábil maniobra logró dirigir a los realistas al Callao.
Los sitiados de la fortaleza se opusieron a las instrucciones que traía Canterac de derruir sus murallas y trasladar su armamento a la sierra.
Los pocos víveres con que contaban se consumieron prontamente.
El general español debió volver otra vez a reunirse con sus tropas y el Callao se rindió en septiembre de 1821.
El virrey contaba en la sierra con un ejército numeroso y aguerrido y con grandes recursos.
El libertador no podía concluir la campaña con sus solas fuerzas. Decidió, por lo tanto combinar sus planes con Bolívar que descendía victorioso desde el norte.
San Martín le había enviado anteriormente algunas tropas, que fueron parte muy principal en la victoria de Pichincha. La entrevista entre los dos grandes próceres tuvo lugar el 26 y el 27 de julio de 1822, en Guayaquil.
En las dos conferencias trataron los dos libertadores el problema de la terminación de la guerra sudamericana.
San Martín advirtió en seguida la ambición de su émulo a la gloria de coronar la independencia del continente sur.
Esta persuasión, el regateo intrigante de los recursos prometidos, la defección del almirante Cochrane que se había declarado en rebeldía, la desacertada política de su ministro Monteagudo y la impopularidad que comenzaba a producirle, y hasta algún complot descubierto en el ejercito, indujeron al gran capitán a retirarse.
Solo hubiera podido mantenerse apartándose del recto ideal de su glorioso destino, para descender a la mezquindad de las intrigas ambiciosas.
El gran capitán, para su gloria y la de su patria, eligió las alturas.
El 20 de septiembre instaló solemnemente el primer Congreso Constitucional del Perú y ante él se despojó indeclinablemente de la banda bicolor de protector.
En el ocaso de su poder, el libertador nació para la inmortalidad de la nacionalidad argentina.
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