Los Montoneros en Argentina y El Terrorismo de Estado en Argentina
Los Montoneros en Argentina: El Terrorismo de Estado en Argentina
LOS MONTONEROS EN ARGENTINA:
La generalización de la violencia y la creciente desconfianza en el régimen institucional redujeron el espacio de la política en favor de la lucha armada terrorismo.
A fines de la década del '60 se produjo una generalización de la violencia política; así fueron apareciendo diversos grupos que consideraron que la lucha armada era la vía legítima para alcanzar o defender el poder. (ver: Secuestro de Aramburu)
La debilidad del sistema de partidos, la proscripción del peronismo y el exilio de Domingo Perón, y el cierre por parte de los militares de todos los canales instituciones de participación y protesta favorecieron estas prácticas.
Por otra parte, también influyeron factores internacionales, en especial la difusión de las ideas y prácticas de Revolución Cubana (1959) y de las campañas de Ernesto Che Guevara, muerto en Bolivia en 1967. Las agrupaciones "guerrilleras"
El aumento de la violencia generó organizaciones del tipo "guerrilleras".
Sus acciones consistían en atacar a miembros de las fuerzas de seguridad y empresarios, con secuestros, atentados o asesinatos.
También pedían rescates a los dueños de las fábricas para repartir alimentos en las "villas miseria".
Excepto pocas excepciones, sus fundadores y dirigentes eran personas jóvenes de la clase media o alta, en genera universitarios, a los que se unían algunos obreros.
A veces mantenían conexiones con otros grupos extranjeros o recibían entrenamiento militar en el exterior.
Los primeros grupos guerrilleros en la Argentina
surgieron estimulados por los éxitos de la guerrilla en Cuba, y se propusieron la creación de focos revolucionarios en zonas rurales de nuestro país.
Los primeros grupos que surgieron en los años sesenta fueron los Uturuncos (de tendencia peronista, que operó en Tucumán y Santiago del Bastero), el Ejército Guerrillero del Pueblo (ERP, de tendencia castro-guevarista, a principios de 1970) y el Destacamento 17 de Octubre (peronista, que actuó en Taco Ralo, Tucumán, entre 1967 y 1968).
ALGUNOS ANTECEDENTES DE LA GUERRILLA EN ARGENTINA:
Años de Proscripción del Peronismo y exilio del líder.
Gobiernos civiles de baja legitimidad, con partidos débiles
Implantación de gobiernos militares, sin canales de participación política
Revolución Cubana, actuación y muerte del Che en Bolivia
Ruptura de Chica, con la URSS. Fidel Castro en Cuba.
El Grupo Montoneros, fundado en 1967 por activistas provenientes del nacionalismo católico, que más tarde adoptaron postulados del socialismo y finalmente se incorporaron al peronismo.
Mantenían vínculos con la Juventud Peronista (la "JP"). Recién aparecidos lograron gran repercusión con el secuestro y asesinato del expresidente de la Revolución Libertadora, Pedro E. Aramburu.
Sus líderes, Mario Firmenich y Roberto Quieto, buscaron una política de unidad con otras agrupaciones.
En el interior del movimiento peronista comenzaron a diferenciarse grupos que formaron el ala izquierda del movimiento.
Desde este sector se comenzó a pensar al peronismo como movimiento revolucionario, una variante nacional del socialismo.
La radicalización de un importante sector del peronismo había aportado un componente nuevo.
Al discurso tradicional de Perón se sumaba la reinterpretación antiimperialista y social de su doctrina. Se pensaba la acción de Perón dentro de las tendencias que luchaban para alcanzar el socialismo.
Esta relectura del peronismo permitió que se acercaran al movimiento nuevos sectores de la juventud, entre ellos el Movimiento Nacionalista Revolucionario Montoneros.
Montoneros fue la organización más importante de la izquierda peronista.
Esta fue creada en 1967 por un grupo de miembros de la Acción Católica, algunos de los cuales eran alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires.
Algunos de ellos habían sido integrantes de Tacuara, una agrupación estudiantil de tendencia nacionalista-católica.
Los fundadores de la organización Montoneros fueron Fernando Abal Medina (izq.), Carlos Gustavo Ramus y Mario Eduardo Firmenich (der.), todos ellos militantes de la Acción Católica Argentina, y relacionados con el grupo de sacerdotes del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo (leer abajo en verde).
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En 1962, el Papa Juan XXIII convocó al Concilio Vaticano II y a través de sus encíclicas propuso acercar a la Iglesia los problemas sociales y económicos que vivía la población mundial. La Iglesia Latinoamericana lile una de las que impulsaron con mayor fuerza esta transformación.
En 1968, la Conferencia Episcopal Latinoamericana se reunió en Medellín, Colombia, con la presencia del Papa Pablo VI.
En los Documentos de Medellín denunciaron que los signos de los tiempos eran la pobreza y el desamparo en que vivía la mayoría de la población, y que Dios hablaba a través de los hermanos más pobres. En este contexto proclamaron su opción por los pobres.
Estas transformaciones también se produjeron en Argentina. En 1968 un numeroso grupo de sacerdotes organizó el Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, realizaron un trabajo social en barrios carenciados y villas miseria. Entre ellos, los más destacados fueron el sacerdore Juan Carlos Mugica y el obispo de La Rioja, Enrique Angelelli.
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Inicialmente Montoneros incorporó a jóvenes provenientes del nacionalismo católico, pero también a algunos que habían militado en grupos de izquierda, como Norma Arrostito (abajo).
Dentro de Montoneros existían diferentes tendencias.
Por un lado, algunos consideraban que el objetivo era la construcción de una variante nacional del socialismo; otros veían en el peronismo una forma socialista de la revolución nacional.
Pero los aglutinaba la convicción de que la contradicción fundamental de la Argentina era imperialismo versus nacionalismo.
Montoneros impulsó la formación de un frente de liberación nacional y se comprometió a luchar en dos ámbitos a la vez: contra los militares y contra la burocracia sindical conciliadora.
Su primera aparición pública fue con el secuestro y posterior asesinato de Pedro Eugenio Aramburu, en mayo de 1970.
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El hecho más resonante, sin duda, es el secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu, a quien un grupo de Montoneros saca de su hogar el 29 de mayo.
Los guerrilleros usan uniformes militares y llevan a Aramburu hasta una casa de la localidad bonaerense de Timote, donde es asesinado. Su cadáver fue encontrado un mes más tarde.
El episodio desgasta totalmente a Onganía, que el 8 de julio es destituido por las propias Fuerzas Armadas y reemplazado por una figura militar casi desconocida: el general Roberto M. Levingston.
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Dentro del peronismo, también surgieron otras agrupaciones específicas para el trabajo político en diferentes frentes.
Algunas fueron la Juventud Peronista (JP), que operó en el trabajo barrial; la Juventud Universitaria Peronista (JUP), para leí trabajo con los estudiantes universitarios; la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), en los colegios; la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), en el frente sindical; y el Movimiento Villero Peronista.
Otra agrupación guerrillera la constituyeron las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), identificadas con las ideas de John W. Cooke.
Cooke había sido delegado personal de Perón en el país luego del golpe de 1955, tenía una visión del peronismo como equivalente al socialismo nacional y realizó una fuerte propaganda a favor de la lucha armada.
Otra organización era la de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), grupo foquista liderado por Roberto Quieto. Tanto las FAP como las FAR se fusionaron con Montoneros entre 1973 y 1974.
Fuera del peronismo, existían las Fuerzas Armadas de Liberación (FAL), rama armada del Partido Comunista Leninista, y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), creado por Enrique Gorriarán Merlo y Mario Santucho, de orientación trotskista, que desarrolló su acción en zonas rurales.
A partir de los gobiernos militares se inició una guerra abierta, donde las organizaciones guerrilleras promovieron una gran cantidad de acciones armadas en aras de demostrar la debilidad del estado.
Estas acciones no recibieron el respaldo esperado de la población y, en muchos casos, provocaron el alejamiento de antiguos colaboradores.
El gobierno optó por la represión ilegaly las agrupaciones guerrilleras fueron rápidamente vencidas.
A comienzos de 1977, los propios militares reconocieron que la actividad guerrillera ya no representaba una amenaza.
Pero este informe no fue difundido al público.
El gobierno quería alimentar la creencia de que la guerrilla seguía operando, lo que le permitía continuar e incluso extender la represión sobre grupos más amplios de la población.
Lo cierto era que a doce meses del golpe, el ERP prácticamente había desaparecido y la actividad ofensiva de los Montoneros era casi nula.
A lo largo de 1977, algunas células cometieron atentados con bombas y causaron alrededor de cuarenta bajas a las Fuerzas Armadas y de seguridad.
Pero los secuestros y las muertes en enfrentamientos fraguados se contaban por miles.
En 1977, informes de Montoneros reconocían haber sufrido 2.000 bajas desde el golpe, mientras que para agosto de 1978 ya se hablaba de 4.500, incluyendo en ese número personas escasamente o no vinculadas con la organización.
El derrumbe guerrillero evidencia, no solo la eficacia de la estrategia antisubversiva, sino la debilidad política de sus organizaciones.
Desde principios de 1976, sus vínculos con el movimiento de masas eran endebles y sus cuadros estaban diezmados, desorientados y aislados de su conducción.
La persistencia e intensificación de la represión ilegal aun después de derrotada la guerrilla demuestra que el Estado Terrorista tenía otro objetivo: controlar al conjunto de la población por medio del temor. T
ras sucesivas derrotas militares, los Montoneros cambiaron de estrategia.
Para lograr la adhesión de los trabajadores, articularon las demandas obreras con ataques armados a militares y miembros clave del gobierno.
Con el propósito de contribuir a este proceso, fundaron en 1977 el Movimiento Peronista Montonero, realizaron actos de sabotaje en huelgas obreras, atentaron contra varias figuras del gobierno y lanzaron un llamado a la pacificación y al diálogo.
Pero el resultado fue una gran cantidad de dirigentes y militantes asesinados por las Fuerzas Armadas.
Los obreros no se identificaron con las acciones guerrilleras, pues consideraban muy riesgoso unirse con los montoneros y disentían en cuanto a la metodología de acción.
Los principales dirigentes montoneros seguían sosteniendo que la estrategia había sido oportuna y acertada.
Esta distorsionada imagen de la realidad provocó el alejamiento de la organización de muchos miembros, como por ejemplo R. Galimberti y M. Bonasso.
La actividad guerrillera perdió adeptos y quedó definitivamente aislada del resto de la población.
"La entonces incipiente organización Montoneros descubrió el sincretismo entre cristianismo y revolución a través de dos personas de gran influencia en sus comienzos: el padre Carlos Mugica, miembro de los Jesuitas y del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y el intelectual y periodista Juan García Elorrio, más tarde director de una revista que llevó ese nombre: Cristianismo y Revolución.
Señala Gillespie que "en 1964 Mugica entró en contacto con los ex tacuaristas Fernando Abal Medina, Mario Eduardo Firmenich y Carlos Gustavo Ramus, en ese entonces todos alumnos del Nacional Buenos Aires y militantes de la Juventud Estudiantil Católica (JEC).
Según dijo Firmenich años después a la revista El Peronista, "Mugica nos enseñó que el cristianismo era imposible sin el amor a los pobres y a los perseguidos por su defensa de la justicia y su lucha contra la injusticia".
Pero algunos de los pensamientos del sacerdote cayeron en saco roto: el mismo Mugica dijo, también, "estoy dispuesto a que me maten, pero no a matar".
Argentinos Jorga Lanata Tomo II
CARTA DE LOS MONTONEROS A PERÓN
PERÓN VUELVE
Argentina, 9 de febrero de 1971 Al Gral. J. D. Perón
Como hemos hecho en oportunidades anteriores, aprovechamos la comunicación que con Usted tienen los compañeros del Movimiento para hacerle llegar nuestras inquietudes con respecto al proceso revolucionario del pueblo argentino.
Es nuestra intención y deseo poder comunicarnos personalmente con Usted y lo haremos tan pronto como sea posible. Hasta tanto, nos vemos obligados a recurrir a la colaboración de los compañeros a quienes estamos profundamente agradecidos.
Deseamos hacerle conocer algunas consideraciones nuestras sobre hechos claves que determinan los pasos a dar por el Movimiento tanto en el futuro inmediato, es decir tácticamente, como en el futuro a largo plazo, es decir dentro de la concepción estratégica.
1) En primer lugar, creemos necesario explicar las serias y coherentes razones que nos movieron a detener, juzgar y ejecutar a PEA (Pedro Eugenio Aramburu). Es innecesario explayarse sobre los cargos históricos que pesaban sobre él: traición a la Patria y a su Pueblo. Esto sólo basta para ejecutar una sentencia que el pueblo ya ha dictaminado. Pero además había otras razones que hacfan necesaria esta ejecución. La razón fundamental era el rol de válvula de escape que este señor pretendía jugar como carta de recambio del sistema. [...]
Nos preocupan algunas versiones que hemos recogido, según las cuales nosotros con este hecho estropeamos sus planes políticos inmediatos. Demás está decir que no está en nuestros propósitos entorpecer la conducción de conjunto que Usted realiza para la mejor marcha del Movimiento en su totalidad. [...] Creemos que no sólo para nosotros, sino para el movimiento entero, es necesaria su palabra esclarecedora acerca de estas hipotéticas contradicciones entre sus planes y nuestro accionar. [...]
4) Otra aparente opción para la hora del pueblo argentino es la salida electoral. Esta perspectiva se ve alimentada por el triunfo de Salvador Allende en Chile. [...]
Ahora bien, para llevar adelante ese paso táctico, el compañero Paladino plantea como opciones estratégicas equivalentes, el camino electoral y el camino revolucionario por la vía armada. Esto, como hemos visto, es en sí incorrecto. Lo que en realidad parece suceder es que se utiliza la opción revolucionaria armada, es decir, nosotros, como factor de presión para reforzar el golpe táctico, o sea las elecciones. Esto puede ser tácticamente útil, aunque abrigamos algunas dudas. Sobre lo que no abrigamos dudas es sobre la necesidad de mantenernos como opción estratégica, y por lo tanto la absoluta imposibilidad de subordinar nuestro accionar a una opción táctica. En síntesis, no interferiremos al ala política del movimiento en tanto la Hora del Pueblo es una maniobra útil, y por lo tanto tácticamente acertada, pero nos mantendremos en la actividad señalando la vía armada como único método estratégicamente correcto para tomar el poder, y creemos que sería conveniente, en consecuencia, que los distintos frentes del movimiento no interfieran la presentación de la vía armada como una opción estratégica.
5) Bien, hemos visto la eficacia de nuestro método de lucha para golpear al régimen con la ejecución de Aramburu, el descreimiento popular sobre el sindicalismo como herramienta capaz de conducir un proceso revolucionario, la imposibilidad que el ejército pueda generar un proceso de liberación nacional, y la insuficiencia del camino electoral para tomar el poder. En fin hemos querido expresarle en estas consideraciones, dichas aquí un poco a vuelo de pájaro, lo que en realidad constituye nuestra teoría, es decir, un análisis tempo-espacial de la realidad argentina hecho a la luz de la doctrina justicialista.
Tenemos clara una doctrina y clara una teoría de la cual extraemos como conclusión una estrategia también clara: el único camino posible para que el pueblo tome el poder e Instaure el socialismo nacional es la guerra revolucionaria, nacional y prolongada, que tiene como eje fundamental al peronismo.
El método a seguir es la guerra de guerrillas urbana y rural. Lo cierto es que no somos un tiro al aire. No somos tantos ni tan pocos, pero no estamos para hacer mucho ruido y ofrecer pocas nueces. La concepción es clara y la decisión total, como lo prueban nuestros compañeros muertos. [...]
Es para nosotros de fundamental importancia conocer sus opiniones acerca de estas consideraciones. [.,,] General, sus muchachos peronistas [...] no lo defraudaremos. (El resaltado es nuestro).
GRANDES CRÓNICAS
ASESINATO DE ARAMBURU:
EL CONTEXTO EN EL CUAL LOS MONTONEROS PUBLICARON LOS DETALLES DEL ASESINATO DEL GENERAL ARAMBURU
El ala extremista del peronismo ha generado los hechos más espectaculares y a través de ellos se puede ratificar una vieja reflexión; su capacidad de acción política pareciera agotarse en el manejo de la metralleta.
Más allá de ese límite encuentran enormes dificultades para encauzar sus propias definiciones, a las cuales, por lo demás, no encuentran tampoco una forma neta de diferenciarlas.
La Juventud Peronista había aceptado hace poco ser una simple prolongación del grupo Montoneros y, antes, el pequeño y deficientemente organizado grupo Montoneros, encabezado ahora por Firmenich, había declarado su fusión con la organización FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), mejor preparada y dirigida por Quieto.
Firmenich y sus amigos provienen del nacionalismo católico.
Quieto, desde sus tiempos de dirigente universitario, viene de una izquierda inspirada por el castrismo.
Las puntualizaciones anteriores no son desdeñables para preguntarse hasta qué punto la ruptura declarada por los Montoneros es fruto no sólo de su incapacidad para actuar en un marco partidario tan elástico como el que le ofrecía el peronismo, sino para resolver con coherencia sus propias contradicciones internas.
Esto último tiene mucho más peso si es exacto, como se afirma en el propio peronismo, que en la fusión más arriba mencionada Firmenich se quedó con el nombre y Quieto se quedó con al organización.
El día en que circuló el periódico en el cual dos de los coautores del asesinato del teniente general Aramburu efectuaron una minuciosa y siniestra descripción de todas las circunstancias en que se cometió el crimen, el asco hacia la bajeza moral no impidió una generalizada interrogación: cuáles serían los motivos por los cuales se efectuaba esa publicación.
Quizás no pueda decirse, simplemente, que las declaraciones y decisiones posteriores a aquel día dieron una respuesta a tal interrogante.
En rigor, cabe inferir que la difusión por un medio periodístico adicto a las confesiones frías y de los detalles escalofriantes formó parte de una cadena de decisiones.
En primer término, tal vez se quisiera saber hasta dónde podía seguir estirándose la cuerda.
Cuando ésta se cortó, se resolvió el enfrentamiento neto con el Gobierno, no ya como una parte opositora, sino como un enemigo visualizado con óptica militar.
Pero no resultará superfluo que se inserte en todo el juego de sucesos a algo que aconteció antes del indignante episodio al cual sirvió de vehículo el número 9 de
La Causa Peronista.
En efecto, el prólogo político de esa provocación y del posterior ingreso en la clandestinidad de los Montoneros y todas las organizaciones colaterales fue la constitución de la llamada Agrupación del Peronismo Auténtico.
La mayoría de los hombres que se han colocado tras Andrés Framini presenta una filiación homogénea dentro del peronismo.
No extraña pues, que la declaración haya dicho que el Movimiento "carece de una conducción representativa".
La Juventud Peronista, los Montoneros y todo lo que corporiza a la Tendencia, como genéricamente se la denomina, necesitaba una pierna adulta -ligada al peronismo tradicional- para echarse a caminar. Ya la tiene.
Fuente Consultada:
Cuatro Décadas de Historia Argetina - Proyecto Editorial - P. Dobaño y M. Lewkowicz
La Nación 135 Años Testimonios de Tres Siglos
Argentinos Jorga Lanata Tomo II
La Enciclopedia del Estudiante Tomo 20 Historia Argentina
Los Llaman... "Jóvenes Idealistas" Victoria Villarruel
La Nación 135 Años Testimonios de Tres Siglos
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