Amantes Famosos de la Historia: Ruskin John

Amantes Famosos: Ruskin John Vidas Curiosas de la Historia

El insatisfecho John Ruskin

John Ruskin (1819-1900), el principal crítico de arte y ensayista de la Inglaterra victoriana habría sido un desafío permanente para cualquier psiquiatra.

Era un ninfoléptico masturbador (una persona que sufre «un frenesí de emociones, como en pos de algo inalcanzable») con inclinaciones homosexuales latentes.

Amantes Famosos: Ruskin John Vidas Curiosas de la Historia

A pesar de accesos maníaco-depresivos, que empeoraron después de sus cincuenta años y de eventuales desengaños y desintegración de su personalidad, Ruskin era también un dialéctico brillante y encantador, sensible a todas las formas de la belleza.

Escribió 37 volúmenes, que reflejan su pasión por la naturaleza, la pintura prerrafaelita y el significado "moral" de la arquitectura gótica.

Fue un hombre celebrado en su época.

Sin embargo, su ninfolepsia contenía los ingredientes de la represión victoriana, aunque al final dejó de creer en Dios.

Su naturaleza minada y sensible se vio estimulada por la adulación de sus padres y por lo que él consideró como «una educación de convento».

La actitud posesiva de una madre bien organizada y su capacidad para reforzar los lazos emotivos entre los dos, sugiere una clásica relación freudiana de tipo edípico.

Cuando Ruskin se matriculó en Oxford su madre se trasladó a una casa cerca de sus habitaciones para que pudieran cenar juntos cada noche.

Y las cartas que ella le escribía estando él estaba de viaje por el continente trabajando en algún proyecto de arte, apenas disfrazan las intensas pasiones que sentía por su hijo único.

Como consecuencia, fracasó en su matrimonio y parece ser que fue virgen toda su vida.

Effie Gray, una chica inglesa bonita de clase media, de diecinueve años, se convirtió en 1848 en su esposa.

Él tenía 29 años.

Pero la chica quedó estupefacta cuando se enteró que él no tenía intención alguna de consumar el matrimonio en la noche de bodas; le ofreció en cambio un pacto anormal, que ella aceptó con reservas y que él no cumplió: a saber, aplazar el coito seis años.

En 1854, y todavía virgen, consiguió ella anular el matrimonio.

Ruskin no comprendió los efectos perniciosos de la relación con sus padres hasta alcanzar la media edad.

Entonces les acusó de haber arruinado su vida y les envió emocionalmente de paseo. «Me criasteis afeminadamente», dijo, «¡y apagasteis en mí el fuego auténtico y la pasión de la vida!»

Tras la muerte de su padre, Ruskin dijo que le había obligado a sacrificar su vida en vano.

Ruskin se masturbaba y se acusaba de «un vicio» y de «un suicidio cometido diariamente».

Los biógrafos parece que opinan que el motivo principal del desagrado que inspiraba a Ruskin la mujer sexual era haber visto, al casarse con Effie, que las mujeres tienen pelo público.

Dicen que hasta aquel instante sólo había visto estatuas de mujeres con los pubis lisos y afeitados.

En la adolescencia, Ruskin manifestó los primeros síntomas de ninfolepsia al enamorarse de la hija del socio de su padre en el negocio de vinos, de quince años.

Era una firme católica a quien desagradaba «su engreimiento patriótico y protestante», y cuando le enseñó una historia escrita por él, sufrió «el éxtasis avasallador de sus burlas».

Pero la imposibilidad de poseerla «la enriqueció como un halo».

En cierta ocasión, estando en Turín escribió a su padre sobre una chica de diez años «de pelo negro sobre los ojos, medio desnuda, con las piernas al aire hasta por encima de las rodillas, de miembros bellos, estirada como una serpiente sobre la arena...».

Y añadió: «como es lógico, no creo que sea correcto que las chicas estén con las piernas desnudas sobre montones de arena, pero la vista era pintoresca, si no agradable...».

A medida que Ruskin envejecía se volvía un ninfoléptico irrecuperable, disfrutando con imágenes fantásticas de ninfas inalcanzables.

Y cuando tuvo ocasión de enseñar arte, en una distinguida escuela femenina, se aplicó a ello con evidente placer.

Sus extrañas relaciones con chicas bellas y pubescentes alcanzaron un punto culminante y realista en la forma tantalizante de Rosie La Touche, cuya madre pidió a Ruskin que diera clases de arte a la niña, que tenía entonces ocho años.

Los hados estaban tejiendo «otra red de amor» y cuando la precoz alumna cumplió los trece años él estaba ya perdidamente enamorado de ella.

Y hay pruebas de que la madre estaba enamorada de él.

Sin embargo, la madre utilizó su paso al ateísmo para oponerse a que se casara con Rosie cuando ésta cumplió los 21 años.

Rosie le había asegurado que, a los 17 años, se enfrentaría con sus padres y sería su esposa, porque al parecer también le quería.

Pero una carta vengativa escrita por la ex esposa, Effie, le hizo cambiar de opinión.

Le decía que su ex marido no podría hacer feliz nunca a una mujer «a causa de su especial naturaleza». «Es totalmente antinatural y este hecho incluye todo lo demás», dijo.

Ruskin intentó superar el efecto de la carta, pero la tragedia se vio complicada al desarrollar Rosie una psicosis religiosa intensa.

Empezó a desintegrarse y murió a los 26 años, negándose a recibir una última visita de Ruskin, porque él no quería jurar que su amor por ella cedía ante su amor por Dios.

Ruskin se volvió loco un tiempo y visitaba espiritistas que le prometían ponerle en contacto con Rosie.

Tenía violentas visiones de ella, y sueños, confundiéndola con santa Úrsula. Parece que compensó la tendencia volviéndose decididamente afeminado y llamando a todo el mundo «querido», lo cual producía sorpresa en la época.

Desarrolló la técnica de llamar la atención haciendo al mismo tiempo como si la evitara.

Ruskin daba clases en Oxford.

Dio su última clase en 1883, escandalizando a sus oyentes con expresiones y gestos obscenos hasta que los ayudantes le sacaron de la tarima.

Y en 1889, once años antes de morir y tremidos años después de haber conocido a su amorosa ninfa, Rosie, escribió para ella en Praeterita, su diario personal: «ni alta ni baja para su edad; algo tiesa cuando estaba de pie.

Los ojos, en aquella época de un color azul profundo que más tarde se volvieron llenos y suaves.

Unos labios de perfil totalmente adorable; un poco anchos y con los bordes duros vistos de frente; el resto de sus rasgos los normales de una chica irlandesa bonita y bien criada; el pelo quizá más gracioso en forma de rizos cortos alrededor de la frente, y más suave que el aspecto que suelen tener las apretadas trenzas sobre el cuello...».

Era evidente que Ruskin continuó siendo un ninfoléptico hasta la vejez. Y quizá sus prolongados estados de ánimo inarticulados se recibían en parte a su continuo deseo por su amada ninfa.

Llevabaen el bolsillo interior de la chaqueta, entre dos finas láminas de oro, una carta que le había escrito Rosie en cierta ocasión.

Y cuando falleció, como un hombre no consumado, toda una nación agradecida le ofreció un lugar para su sepultura en el «Rincón del poeta» en la Abadía de Westminster, cerca de la tumba de Tennyson; pero de acuerdo con sus deseos se le enterró cerca de Conisten Water, donde había pasado los últimos años de su vida.

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