La Belleza de las Mujeres en el Virreinato, la Sociedad Colonial

La Belleza de las Mujeres en el Virreinato Sociedad Colonial en el Río de la Plata

John Robertson y la belleza de las porteñas

En muchas oportunidades hemos podido escuchar a más de un europeo elogiar la belleza impactante de las mujeres americanas, sobre todo de aquellas oriundas de las zona central y sur de América, lo que muchos hoy definen como féminas latinas.

Y a pesar de que muchos consideren que esto se debe principalmente a los exuberantes cuerpos y al desenfreno de las mujeres latinas de la actualidad, lo cierto es que las féminas de antaño también supieron conquistar y enamorar a los extranjeros.

Tal es el caso del escocés John Parish Robertson, conocido por su faceta de comerciante buscavidas, y su posterior vocación por la literatura, de la que se aprovechó para relatar sus vastísimas experiencias vividas en cada uno de sus viajes.

Una de sus aventuras comerciales, lo hizo desembarcar en el año 1809 en las Provincias Unidas, donde comercializaba productos importados como sal, mate y tabaco, empresa que posteriormente logró expandir con éxito a Chile, Brasil y Perú.

Una vez que se hubo retirado del negocio, y dedicado a su nueva profesión como literato, Robertson solía relatar sus encuentros amorosos con las criollas de las tierras del sur de América, y sobre todo de Argentina, destacando siempre la belleza imponente de las mismas.

En sus extensas redacciones, pertenecientes al libro "Cartas de Sudamérica", Robertson aseguraba:

“Las porteñas se jactan con razón, entre ellas de ser mujeres muy encantadoras, quizá más pulidas en la apariencia y maneras exteriores que en gusto altamente refinados (...)

Se daban las más espléndidas tertulias en la casa de la madame O’Gorman, y vi congregadas noche a noche en su casa tales muestras de belleza y viveza femenina que hubiera suscitado envidia o impuesto admiración en los salones ingleses".

Cuando el autor de estos fragmentos se refería a las mujeres porteñas, sin dudas no sólo estaba alagando su belleza innata, sino también su gusto por el buen vestir, tema que trataremos en la historia titulada "El vestido que provocaba resfríos".

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"Mariquita Sánchez de Thompson contaba que cuando un español llegaba a Buenos Aires para hacer fortuna se convertía invariablemente en comerciante. Por lo tanto, era un candidato para casar a alguna de las hijas.

El padre arreglaba todo a su conveniencia y voluntad; sólo informaba del acuerdo a su esposa y a la novia unos tres o cuatro días antes del casamiento. La pobre hija no se atrevía a hacer la menor objeción. Debía obedecer.

Una joven hermosa tenía que casarse con un hombre que "ni era lindo, ni elegante, ni fino", y que por la edad podía ser su padre. Pero era un hombre de juicio, apto para los negocios.

En un ámbito al que su padre pertenecía, constituido por cerrados clanes mercantiles, donde las mujeres estaban destinadas a contribuir a su consolidación, a ampliarlos y perpetuarlos, Mariquita se empeñó en ser fiel a sí misma sin temor a la desobediencia.

Fue la excepción, merced a su inquebrantable y apasionada determinación. La historia la inscribió como Mariquita Sánchez de Thompson."

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El medio habitual en que se desenvolvían las jóvenes era el hogar y a iglesia y se observaba que las mujeres convivieran conforme a las normas y costumbres establecidas.

Se desalentaba cualquier posibilidad de que estudiaran.

Les estaba vedado ingresar al Colegio San Carlos y escasamente sabían escribir, además de sus firmas, algunas palabras generalmente con caligrafía infantil.

Ocurría que con el correr de los años hasta les era dificultoso usar la pluma.

Petrona Vera, esposa de Juan José Lezica, en 1776 sabía escribir su nombre, pero treinta y ocho años después alegó que no podía firmar un documento por "no saber".

Lo había olvidado.

Dos sobrinas de José de Andujar, deán de la Catedral de Buenos Aires, eran analfabetas, pero no constituían la excepción, dado que la alfabetización entre las mujeres no era exigida ni impuesta.

Las niñas eran educadas en el hogar, y recién en 1772, en el Colegio de Huérfanas, se habilitó una escuela.

Fuente Consultada Para El Contenido:
100 Historias de la Historia Argentina - Norberto Chab

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