El Cinturon de Fuego Zona de Mayor Actividad Volcánica del Planeta
El Cinturón de Fuego La Mayor Actividad Volcánica del Planeta
Los volcanes en actividad se encuentran principalmente en las zonas de ruptura, donde la corteza terrestre ofrece menos resistencia. Hay cuatro de estas zonas en la superficie de la tierra. Los terremotos son también manifestaciones del vulcanismo. Se manifiestan principalmente a lo largo de los ejes sísmicos. También ellos provocan inmensos desastres.
Gracias a las audaces observaciones de Harún Tazieff ha nacido, durante estos últimos años, una nueva ciencia: la vulcanología. Por medio de observaciones directas en los propios volcanes, el interior de la tierra nos descubre poco a poco sus secretos. También los terremotos han sido objeto de estudio. Éstos deben de ser provocados por el enorme calor del núcleo central de la tierra, que libera fuerzas que ejercen una potente presión sobre las capas geológicas cuyo desplazamiento provocan.
Es un error imaginar que los volcanes están repartidos por la superficie del globo de una manera arbitraria; al contrario, están repartidos en cuatro zonas que corresponden a las grandes zonas de ruptura que se produjeron en el transcurso de la era terciaria. En estas zonas de ruptura, en efecto, la corteza terrestre ofrece al empuje del magma una resistencia mucho menor.
La principal zona volcánica es el llamado «cinturón de fuego» del océano Pacífico. Comprende los macizos americanos con el monte San Elias, el Popocatépetl, el Chimborazo y el Aconcagua, entre otros. El rosario de las islas de Asia oriental, que se extiende desde la península de Kamchatka, en el norte, a las islas de la Sonda, las Nuevas Hébridas y Nueva Zelanda, en el sur, forman parte de él, junto con el volcán Erebus en el Antartico.
Al lado de este eje tenemos la dorsal del Atlántico, que va del Hecla, en Islandia, al pico del Teide en la isla de Tenerife.
La tercera zona volcánica está formada por el eje de África oriental, del que forman parte el Kenia, el Kilimanjaro y el Mufumbira. Finalmente tenemos el eje mediterráneo, que se extiende de las Antillas a las islas de la Sonda, atravesando Italia (Vesubio y Etna), Armenia (monte Ararat) y Persia (Damavend).
En el lugar en donde el eje mediterráneo corta el «cinturón de fuego» la actividad volcánica es particularmente intensa. En 1884, el volcán Krakatoa, que se alzaba en una isla del estrecho de la Sonda, estalló literalmente y los dos tercios de la isla desaparecieron en la violenta erupción.
Una erupción volcánica es un espectáculo inolvidable al que acompañan siempre, por desgracia, irreparables catástrofes. El Vesubio, la Montaña Pelada, el Krakatoa y muchos otros volcanes sembraron por doquier la ruina y la muerte.
Una de las erupciones más célebres es la que sacudió al Vesubio allá por el año 79 de nuestra era, que destruyó por completo la ciudad de Pompeya y la enterró bajo sus cenizas. Hacia siglos que el Vesubio permanecía inactivo cuando empezó a estremecerse de repente. Durante varios días las cenizas y los lapilli no cesaron de caer sobre la ciudad, que quedó sepultada bajo una capa de casi seis metros de espesor.
La ciudad de St.Pierre, en la isla de la Martinica, corrió una suerte parecida. En 1902 surgió de un cráter desgarrado en la Montaña Pelada una inmensa nube de gases, cenizas, lavas sólidas y vapores incandescentes. Esta nube rodó a una velocidad de vértigo hacia la ciudad, calcinando y destruyendo cuanto encontraba, a su paso. Varios días después de la erupción el suelo estaba todavía tan caliente que era imposible desembarcar.
MAPA INDICANDO EL ANILLO DE FUEGO
(Puede amplia este mapa)
Los volcanes de las islas Hawai constituyen igualmente un impresionante espectáculo cuando están en plena actividad. Parecen fuentes incandescentes en las que burbujea la lava en fusión. Especialmente por la noche, estas erupciones ofrecen un espectáculo fantástico, aunque aterrador. Único, asimismo, es el espectáculo del magma burbujeando sin interrupción en la boca del cráter luego que la erupción ha llegado a su fin.
A despecho de la amenaza permanente de erupción y de cataclismo, el hombre continúa fijando sus lares en las regiones volcánicas, ya que en ellas el suelo es particularmente fértil.
Las erupciones no son la única manifestación del volcanismo.
Hay también otros fenómenos como los movimientos sísmicos que prueban claramente que la tierra dista de haber alcanzado su estado estático.
El proceso de estabilización está ya muy avanzado en ciertos sectores de la corteza terrestre y los movimientos sísmicos son en ellos muy raros. Tomemos por ejemplo Bélgica y los Países Bajos, en donde el último temblor de tierra fue registrado en 1938, afortunadamente sin provocar estropicios.
Se define generalmente a los movimientos sísmicos o a los terremotos como «una perturbación brusca de la corteza terrestre cuyo origen natural se sitúa bajo la superficie de la tierra». El lugar de la superficie de la tierra situado justamente encima del origen del movimiento sísmico se llama epicentro.
No siempre es el propio seísmo el que provoca los mayores desastres, al menos directamente. Por ejemplo, en 1906 un tremendo terremoto sacudió San Francisco. Pero la destrucción de la ciudad se debió, más que al propio terremoto, al terrible incendio que se declaró por su causa.
Varios seísmos jalonaron la primera mitad del siglo XX, principalmente en Japón, que todos los años registra varios centenares de temblores de tierra. El terremoto que sacudió Tokio y Yokohama en 1923 fue particularmente violento. Balance: 150.000 víctimas y 350.000 viviendas derruidas. En 1927 un nuevo seísmo provocó una fortísima marejada alta a lo largo de las costas de Japón, ocasionando nuevos daños. Pero no es únicamente este país; también otros han sido víctimas de cataclismos debidos a los movimientos continuos de la corteza terrestre.
Desde 1960 hemos tenido que deplorar cuatro importantes terremotos. El seísmo que asoló Chile se extendió sobre una superficie que representa diez veces la de Bélgica. También en Irán varias ciudades fueron sometidas a tan dura prueba.
Tanto más cuanto que al choque principal siguieron varias sacudidas secundarias o «réplicas». En Marruecos la gran víctima fue la ciudad de Agadir: 50.000 personas quedaron sepultadas bajo los escombros de las casas que se derrumbaron. La violencia del choque se debió a que la ciudad estaba situada exactamente sobre el epicentro del terremoto. Europa también tuvo su parte en esas catástrofes, pues un temblor de tierra destruyó Skoplie en 1963.
También se han producido terremotos a lo largo del litoral e incluso bajo la superficie del mar. Provocan violentos remolinos del agua de los que resultan olas inmensas: los terribles tsunamis, ondas solitarias que al llegar a la costa pueden tener todavía una altura de 20 m y causar incalculables destrozos, pues esta inmensa masa de agua se precipita sobre la costa a la velocidad de 300 km por hora.
Contrariamente a lo que sucede con las erupciones volcánicas, a menudo precedidas de un sordo rugido, los temblores de tierra se producen bruscamente y sin previo aviso. Los choques más violentos se manifiestan principalmente en la prolongación de los ejes sísmicos, zonas de dislocación en las que las fuerzas tectónicas internas pueden manifestarse incluso hasta en la superficie. Desde este punto de vista, el «cinturón de fuego» del océano Pacífico es por ello la región más peligrosa. En esa zona se señalan, por término medio, de cuatro a cinco terremotos anuales.
A menudo los temblores de tierra son precursores o consecuencia de erupciones volcánicas. Pero no siempre provocan destrucciones ; a veces uno de esos temblores o erupciones da lugar al nacimiento de una nueva isla volcánica. Una de las islas que vieron la luz por este procedimiento fue la. que surgió de las profundidades^ del océano Atlántico, a lo largo de las costas de Islandia, hace unos años.
VULCANISMO: El estudio de las erupciones volcánicas, de los gases y de las lavas ha dado lugar, desde hace poco tiempo, al nacimiento de una nueva ciencia: la vulcanología. El precursor de ésta es sin lugar a dudas Harún Taziev.
Las consecuencias catastróficas de las erupciones volcánicas habían suscitado la atención de organismos internacionales como la UNESCO, que decidieron iniciar la lucha contra las fuerzas destructivas y brutales de la naturaleza.
La UNESCO encargó a Taziev el examen de los volcanes. Este geólogo creó centros de observación, y con algunos científicos entrenados organizó varias expediciones. Sus estudios y experiencias nos permitirán prever las erupciones volcánicas eventuales en un punto cualquiera del globo.
Gracias a la intervención de la UNESCO y a la ayuda financiera de diversos países ha podido llevar a cabo, ayudado por sus compañeros de trabajo, un equipo especial que les permitió acercarse a los volcanes en actividad. Poseen también aparatos especiales para analizar los gases, los vapores y las lavas.
Cuando se produce una erupción, dondequiera que sea, el equipo vulcanológico se persona inmediatamente en aquel lugar para recoger gran cantidad de datos que contribuyen a descubrir los misteriosos secretos de los fenómenos que se producen en la corteza de la tierra y bajo ella.
Estos audaces sabios montaron sus laboratorios en el propio Estrómboli, en el Etna y en otros volcanes. Cuando, en 1957, surgió del mar a lo largo de las Azores el Capelinhos, un nuevo volcan, Taziev disfrutó de un nuevo e interesante objeto de estudio. Pasó dos meses reuniendo gran cantidad de observaciones. La catástrofe de Agadir y una nueva isla volcánica surgida en aguas de Islandia le proporcionaron un excelente material de observación.
Vulcanólogos y sismólogos estudiaron la formación de esta isla, que duró varios días. Gracias a las audaces investigaciones de Taziev y de sus colaboradores, los hombres de ciencia empiezan a estar informados de lo que ocurre bajo la corteza terrestre.
Los geólogos admiten comúnmente que ésta no es muy espesa. Se compone esencialmente de sílice y de aluminio. De esta composición deriva el nombre de sial que los hombres de ciencia dan a la parte consolidada y superficial de la tierra, a la que también llaman litosfera. La composición del magma es diferente. Sus elementos principales son sílice y magnesio, y por ello lo llaman sima.
El magma constituye una masa incandescente (pirosfera). Se supone que, debido a la alta presión que reina en el interior de la tierra, esta «pasta» es espesa y viscosa. Pero este magma se fluidifica cuando entra en contacto con la atmósfera en el cráter de los volcanes. Gracias a las ondas provo-cadas por los seísmos, podemos hacernos asimismo una idea de lo que es el núcleo terrestre.
Por medio de mediciones especiales se ha podido llegar a determinar que la densidad media del globo terráqueo es de 5,5. Como la densidad de cualquiera de las rocas conocidas no excede de 3, debemos deducir de ello que la del núcleo de la tierra es muy elevada, y se calcula que oscila entre 9 y 12. En la composición de este núcleo central (barisfera) entran metales pesados, principalmente níquel y hierro, y ésta es la razón de que lo llamen nife. El radio de este núcleo es de 3.500 km y se halla a una distancia de 2.900 kilómetros de la superficie de la tierra.