Biografía de Papa Gregorio I y la Conversion Religiosa en Inglaterra

Biografía de Papa Gregorio I y la conversión religiosa en Inglaterra

Biografía de Gregorio I, llamado el Magno (Roma 540-604). Santo, papa y doctor de la Iglesia.

Pertenecía a una antigua familia el patricios romanos; era bisnieto del Papa Félix III y fue destinado por la familia a la Magistratura durante dos años y poi nombramiento imperial de Justino II fue Prefecto de la urbe de Roma.

Atraído por la vida monástica vendió todos sus bienes y convirtió su palacio del monte Celio en un monasterio, llamado de San Andrés, donde abrazó la vida religiosa bajo la regla benedictina.

Fue nombrado Apocrisario de Constantinopla y allí estuvo tiempo sobrado para iniciarse en las sutilezas del bizantinismo.

Volvió de nuevo a su monasterio, aunque no por mucho tiempo, pues después de lu trágica muerte de Pelayo II —la peste, tenía aterrorizados al pueblo y clero romanos—, fue elegido papa por aclamación.

Papa Gregorio I

Papa Gregorio I

Los lombardos amenazaban constantemente a los estados pontificios y la burocracia de Constantinopla humillaba al Papado.

Gregorio lo revitalizó; supliendo al exarca de Rávena, firmó una tregua con los lombardos y negó al Patriarca de Constantinopla el derecho de autoproclamarse Patriarca Ecuménico, adoptando para sí mismo el título de siervo de los siervos de Dios (servus servorum Dei).

Reafirmó la primacía de la Sede de Roma, enviando misioneros a las provincias de occidente y reemprendiendo la evangelización de Inglaterra.

Aunque escribió numerosas obras, no es un teólogo especulativo, ni siquiera original.

Fue ante todo un pastor que velaba por la unidad de su rebaño.

Su firme voluntad acabó por reabsorber el Cisma provocado en el norte de Italia por la condenación de los tres capítulos.

En los albores de las grandes invasiones, se consideró a sí mismo como el pedagogo del nuevo Occidente que nacía, y particularmente de Italia.

Su caridad le llevó a intentar aliviar todos los males y a combatir la esclavitud.

Su epitafio, compuesto por un autor anónimo, resume perfectamente su actitud al llamarle el Cónsul de Dios.

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LA CONVERSIÓN DE INGLATERRA:

Mientras los monjes irlandeses se ocupaban de ofrecer su versión del cristianismo a los anglosajones de Bretaña, el papa Gregorio el Grande también puso en movimiento su propio esfuerzo para convertir a Inglaterra al cristianismo romano.

Su agente más importante fue Agustín, un monje del monasterio de San Andrés de Roma, el cual llegó a Inglaterra en el año 597.

Para esa época, Inglaterra estaba conformada por un número de reinos germanos. Agustín se dirigió primero a Kent, donde convirtió al rey  Etelberto.

En consecuencia, los súbditos del rey siguieron su ejemplo.

Las técnicas de conversión del papa Gregorio hacían hincapié más en la persuasión que en la fuerza y, como se puede colegir de este fragmento de una de sus cartas, estaba dispuesto a asimilar antiguas prácticas paganas, con el fin de inducir a los paganos a la nueva fe:

Desearía que tú [abad Melicio] le informes [a Agustín] que hemos dado mucha atención a los asuntos concernientes a los ingleses, y hemos llegado a la conclusión de que los templos de los ídolos de entre esa gente bajo ningún motivo deben derribarse.

Los ídolos deben destruirse, pero los templos mismos deben asperjarse Con agua bendita, y en ellos se colocarán altares y se depositarán reliquias.

Si esos templos están bien construidos, deben ser purificados del culto a los demonios y consagrarse al servicio del verdadero Dios.

De esta forma, esperamos que esa gente, al ver que no se destruyeron sus templos, pueda enmendar su error y, congregándose con más presteza en sus lugares habituales pueda llegar a conocer y adorar al verdadero Dios.

Liberados de su pasado pagano, los templos se convirtieron en iglesias, como hizo notar con júbilo un comentarista cristiano: “La morada de los demonios se convirtió en la casa de Dios.

Llegó el brillo de la luz salvadora a donde las sombras lo cubrían todo.

Donde los sacrificios tenían lugar y se erigían ídolos, ahora danzan coros angelicales.

Donde Dios estuvo encolerizado, ahora está contento

Del mismo modo, a todas las festividades paganas se les dio un nuevo nombre y se incorporaron al calendario cristiano.

Sin lugar a dudas, Gregorio era consciente de que los primeros cristianos procedieron de manera similar.

La festividad cristiana de la Navidad, por ejemplo, se siguió celebrando el 25 de diciembre, día de la celebración pagana del solsticio de invierno.

A medida que se extendía el cristianismo romano hacia el norte de Bretaña, se encontró con el cristianismo irlandés, que se expandía hacia el sur.

Muy pronto hicieron su aparición disputas sobre las diferencias entre el cristianismo romano y el céltico, sobre todo rulo que respecta a los asuntos de disciplina.

En el Sínodo de Whitby can sede en el reino de Northumbria, en el año 664 el rey de esa región aceptó los argumentos de los representantes del cristianismo romano y decidió la cuestión a favor de las prácticas romanas.

A parir de ese momento se dio una fusión gradual del cristianismo remano y el celta.

Pese a su recién alcanzada unidad y su lealtad a Roma, la iglesia inglesa retuvo ciertas características irlandesas.

La roas importante fue su compromiso con la cultura monástica, y especialmente con el aprendizaje y el trabajo misionero.

Hacia el año 700, la clerecía inglesa se convirtió en la mejor entrenada y en la más instruida de Europa occidental.

Siguiendo el ejemplo irlandés, misioneros ingleses viajaron al continente europeo para realizar el trabajo de conversión.

El monje más importante fue Bonifacio (675-754), quien emprendió la conversión de los germanos paganos de Frisia, Bayana y Sajonia.

Cerca del año 740, san Leonifacio, “apóstol de los germanos" se convirtió en el sacerdote más famoso de Europa.

Murió asesinado catorce años después, mientras trataba de convertir a los frisios paganos.

Bonifacio fue un brillante ejemplo de los numerosos monjes irlandeses e ingleses cuyos incansables esfuerzos hicieron que Europa fuera un bastión de la fe católica romana.

Fuente Consultada: Civilizaciones de Occidente Volumen A

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