Esparta:La Vida de los Espartanos, Caracteristicas
Grecia Antigua, Esparta: La Vida de los Espartanos
UBICACION GEOGRAFICA:
Entre dos largas cadenas de montañas de pronunciadas pendientes, de cimas cubiertas de nieve durante casi todo el año, el Taigeto al Oeste y el Parnón al Este, se extiende un valle hondo, estrechado entre colinas.
Es la Laconia, el país de la Lacedemonia, como le llama Homero.
En el centro de este valle, fue donde se establecieron los conquistadores dorios.
Ocuparon la antigua ciudad de Lacedemonia, que tomó el nombre de Esparta.
Los antiguos moradores del país siguieron durante más de un siglo formando un pueblo independiente.
Poco a poco los espartanos conquistaron toda la Laconia hasta el mar y obligaron a los antiguos habitantes a reconocerse sus subditos.
Hubo entonces tres clases de pueblos en el país: los espartanos descendientes de los invasores dorios, los periecos y los ilotas, que descendían de los antiguos moradores del país.
EL PUEBLO:
Los verdaderos ciudadanos de Laconia, los que mandaban a todos los demás habitantes, eran los espartanos.
Todos vivían juntos en Esparta, donde estaba su gobierno.
Esparta no estaba rodeada de murallas como las demás capitales de Grecia, ni era siquiera una verdadera ciudad, sino un grupo de cinco grandes poblados muy próximos, edificados sobre las colinas, entre el Eurotas y un arroyuelo.
Vivían allí los espartanos como guerreros acampados en país enemigo. Sus reyes les prohibían ejercer ningún oficio o cultivar la tierra y no debían ocuparse más que de los ejercicios corporales y de la caza.
Sus ilotas les servían de criados y les llevaban los productos de sus cosechas: trigo, cebada, aceite, vino.
Así vivieron los espartanos de padres ahijos durante seis siglos.
Decíase que, en un principio, había habido nueve mil familias de espartanos, que en el siglo V se redujeron a unas cinco mil, y en el IV quedaban mil.
Según la tradición, durante los primeros tiempos, los espartanos habían sido un pueblo indisciplinado y agitado por luchas civiles.
Luego uno de los suyos, el sabio Licurgo, les había dado leyes y desde entonces fueron el pueblo más poderoso y tranquilo de Grecia.
Pero acerca de la vida y los hechos de aquel héroe, no se contaba más que una leyenda.
Habían erigido los espartanos un pequeño templo a Licurgo y celebrábanle fiestas conmemorativas.
Le consideraban fundador del Estado y llamaban a todas sus leyes, instituciones y costumbres leyes de Licurgo.
Además de los espartanos, había en Laconia, sobre todo en las montañas y del lado del mar, poblaciones pequeñas (decíase que un centenar) y aldeas.
Habitábanlas hombres libres que no eran ciudadanos de Esparta.
Los espartanos no les consideraban iguales a ellos ni les admitían en sus asambleas. Se les llamaba periecos a los que habitaban alrededor.
Ellos fabricaban todos los objetos industriales, comericaban y navegaban.
Estaban los periecos sometidos al gobierno de Esparta. Le pagaban un impuesto y en tiempo de guerra servían en su ejército.
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VIDA DE LOS ESPARTANOS
INSTITUCIONES:
Todas las leyes y la Constitución características de Esparta se atribuyen a Licurgo, aunque de su persona se sabe bastante poco. Unos dicen que viajó por todo el mundo conoc
Otros afirman que se inspiró en la vida de las abejas para componer sus leyes. Lo que está claro es que llevó a cabo una revolución legislativa en su ciudad, dándole un régimen diferente de todos los demás.
Licurgo, fue un legendario legislador espartano al que se atribuía la redacción de la Constitución de la antigua Esparta.
Se lo empezó a nombrar en el s. VI a.J.C. Según la tradición, era el autor del código de costumbres que constituían las leyes tradicionales de los espartanos.
TIERRA Y POLÍTICA.
Dividió la tierra en lotes iguales, capaces de producir mucho más de lo necesario para sustentar a una persona, y los repartió equitativamente entre los ciudadanos.
Luego instauró un sistema político profundamente demócrata cuya norma fundamental, la llamada Gran Retra, era: “Que el pueblo tome las decisiones. Pero si se equivoca, rechácenlas los ancianos y los reyes”.
Se hablaba de “los reyes”, en plural, porque una de las peculiaridades espartanas era que reinaban dos reyes simultáneamente, con lo que ninguno de ellos era monarca.
Además, había un Senado o Consejo de Ancianos, compuesto por individuos respetados que formaban una especie de aristocracia popular.
La manera de elegirlos tenía el encanto de los usos democráticos primitivos.
Un grupo de jueces se encerraba en una especie de caseta sin ventanas, y el pueblo se congregaba a su alrededor.
Los candidatos se iban presentando de a uno ante la asamblea popular.
El pueblo los aclamaba sin mencionar sus nombres. Los jueces, desde su encierro, debían decidir cuál había sido el más aclamado, y ése era el elegido.
DINERO
Una de los mejores aportes de Licurgo fue la invalidación fáctica del dinero.
Las monedas espartanas eran de hierro, pero ni siquiera valían su peso en hierro, porque se las templaba con vinagre para que el metal no pudiera reutilizarse.
Además, eran tan grandes y pesadas que para transportar mil dracmas hacía falta una yunta de bueyes.
Con eso se perseguían varios fines a la vez: anular la codicia —o, al menos, ponerla en evidencia, ya que un hombre rico necesitaba un granero para guardar su fortuna— dificultar los robos y mantener un sistema autárquico sin contacto con el mercado exterior.
Además, era una forma de impedir el asentamiento en Esparta de extranjeros codiciosos, a quienes se veía con enorme recelo.
FIDICIA
Otra de las instituciones de Licurgo fue la comida en público. Todos los hombres estaban obligados a pertenecer a un especie de sociedad gastronòmica formada por 15 miembros, a la que a aportaban en especie lo necesario cada mes: harina, vino, queso, higos y algo de dinero para carne.
El plato imprescindible era su célebre “sopa negra” hecha de sangre, vino y vísceras dedo.
Estos clubes tenían u nombre —fidicia— que significa ahorro, aunque la palabra también evocaba el concepto de amistad.
Eran una vía para mantener la cohesión y la convivencia, así como una escuela para los más jóvenes. Además servían de control para mantener alejada la gula, un vicio detestado en Esparta, y la obesidad, también mal vista.
A pesar de la rigidez de sus leyes, Licurgo no debió ser un hombres severo. Fue él quien introdujo la estatua de La Risa, que presidía las fidicia.
MORAL SEXUAL.
LOS espartanos practicaban una moral sexual tan asombrosa para sus contemporáneos como lo sigue siendo para nosotros hoy en día. Allí no había prejuicios ni escándalos.
Las jóvenes se exhibían desnudas ante los varones. La mayorìa de los ciudadanos eran bisexuales porque, si bien la homosexualidad era normal el matrimonio era obligatorio.
A los que no se casaba se los humillaba públicamente haciéndolos dar vueltas a la plaza por no dar hijos a la patria.
Las nociones de celos o adulterio eran extrañas a una sociedad en la que no estaba mal visto que ambos cónyuges mantuvieran otras relaciones, e incluso convivieran con sus maridos y sus amantes en el mismo hogar.
Leyes severas y arbitrarias Licurgo —arriba, su retrato—, implantó leyes severas. Un consejo de ancianos examinaba la salud de los bebés a nacer. Si no estaban sanos eran asesinados.
MILICIA o EL EJÉRCITO:
A los veinte anos, el espartano recibe las armas de guerrero y y los primeros derechos políticos de ciudadano. Hasta los treinta años puede decirse que no es más que soldado.
Aunque tenga la obligación moral de casarse antes de esa edad, tiene que vivir en el cuartel.
Después de treinta años, es un ciudadano con pleno goce de sus derechos y dispone de un poco más de independencia, pero como puede ser movilizado hasta los sesenta años necesita autorización para viajar al extranjero o alejarse de la ciudad, pues cada noche debe participar de la comida común.
En mesas de quince personas, los espartanos cenan frugalmente, al lado de sus compañeros de combate.
Cada uno debe pagar la cuota que le corresponda, bajo pena de ser relevado de su título de ciudadano tan duramente adquirido, y degradado a la categoría inferior.
Libre de sus obligaciones militares a los sesenta años, puede vivir como le plazca.
Es la edad de los honores, y para algunos, de los grandes cargos públicos.
Sometido toda su vida a una disciplina que ha aprendido a querer, cuando llega a ocupar una función en el gobierno de la ciudad, ¿cómo no hacer todo lo posible para perpetuar el mismo régimen, el mismo rigor implacable?
La moral espartana que significaba el amor absoluto a la patria y el olvido a sí mismo, tenía indiscutiblemente su grandeza, pero también representaba un freno a todo impulso civilizador y al desenvolvimiento armonioso de la personalidad.
Esparta sólo ambicionaba sobrevivir y perpetuarse, y por eso vivió sin industrias y sin arte.
A fines del siglo VI disponía de un ejército, el mejor de Grecia, que le permitió durante mucho tiempo desempeñar un papel importante.
No obstante, esta ciudad inmóvil quedará perdida para la civilización griega, que la dejará atrás y proseguirá su marcha.
La manera de luchar de los espartanos era legendaria. Los reinos extranjeros que querían invadir
Grecia buscaban antes una alianza militar con Esparta y colmaban a los espartanos de regalos. En cambio, el mejor presente que Esparta podía hacer a las otras ciudades griegas era un general.
LOS HOPLITAS.
Espartanos eran los 300 hombres que contuvieron al formidable ejército persa en el desfiladero de las Termópilas y también los que, junto a los atenienses, los volvieron a derrotaren Platea.
Entrenados desde la infancia para soportar el dolor, agitados por un impulso patriótico ferviente y ávidos estudiosos de la estrategia, los espartanos mantuvieron la preponderancia en Grecia durante el siglo V a. de C.
Ello fue consecuencia del desarrollo de su técnica militar, yen especial de una nueva forma de ataque que consistía en el empuje frontal de una masa de guerreros dotados de armaduras pesadas, los hoplitas.
Pero estos éxitos ahogaron a su sociedad en un militarismo ciego que anuló todas sus otras capacidades, hasta el punto de que la actividad cultural cesó.
TOTALITARIOS
En este militarismo yen otros aspectos —su xenofobia y su obediencia ciega a la autoridad, por ejemplo—, los fundamentos de la vieja ciudad helena concuerdan con las bases políticas de los totalitarismos del siglo pasado.
Aunque Esparta nunca soportó tiranos, tanto Hitler como Mussolini y Stalin hablaban con admiración de ella, a pesar de que ninguno de los tres hubiera hecho allí una carrera muy brillante.
LACONISMO.
Les habría faltado una conducta meritoria que exhibir y les habrían sobrado todos sus recursos oratorios, porque los espartanos odiaban los discursos.
De hecho fue para referirse a ellos para lo que nació el concepto de laconismo.
LA MUJER
No tiene nada de extraño que lo que más llamara la atención de los otros helenos que con frecuencia visitaban Esparta fuera la conducta de las mujeres y su estatus de igualdad con los varones.
DEPORTISTAS.
Ellas ttambién se ejercitaban en los juegos de deportivos, y era famosa a esbeltez y fortaleza de sus cuerpos, que facilitaba además su papel de madres.
Peleaban completamente desnudas y hubo en Esparta muchas atletas famosas que se lamentaban de no poder participar en los Juegos Olímpicos con los hombres.
ADMINISTRADORAS.
Como el Estado se hacía cargo de los hijos, y los maridos pasaban largas temporadas participando de las guerras, disfrutaban de mucho tiempo libre para entretener se y organizarse.
Eran ellas las que manejaban la hacienda, la administraban y llevaban las riendas del hogar. Estaban tan poco supeditadas al varón que una extranjera llegó a preguntar a la mujer del famoso Leónidas de las Termópilas por qué, entre todas las mujeres, sólo las espartanas dominaban a sus hombres.
A lo que la otra mujer respondió:
“Será porque sólo nosotras parimos verdaderos hombres”.
AMANTES.
Ellas no se casaban de acuerdo con la voluntad de sus padres, sino con la suya propia y no lo hacían, como se acostumbraba en otras partes, a los 14 6 15 años, sino a los 20.
Se dejaban raptar por el hombre que elegían y, después de eso, las relaciones entre ellos se alargaban una temporada durante la cual cada uno vivía en su casa.
Los encuentros eran secretos, breves y en completa oscuridad, sin mediar tiempo de convivencia, para mantener sus cuerpos “recientes en el amor, por dejar siempre en ambos la llama del deseo y de la complacencia”, como escribió Plutarco.
A veces, esa relación duraba tanto que había hombres que eran padres sin haber visto jamás a su mujer a la luz del sol. No se les exigía dote y la ley reconocía su igualdad hasta el punto de que les estaba permitida legal mente tener amantes.
Una mujer joven casada con un hombre mayor podía llevar a su casa a un amante joven si lo deseaba.
Un hombre mayor enamorado de una mujer casada podía obtener, si ella lo aceptaba, el permiso de su marido para visitarla con una asiduidad convenida.
VOZ Y VOTO.
LaS mujeres tenían voz en las asambleas políticas y podían recibir la herencia de sus padres cuando ellos morían, de modo que había en Esparta muchas damas acomodadas que vivían su vida con plena libertad.
SOCIEDAD
Aunque todos los ciudadanos de Esparta eran iguales ante la ley, no todos los habitantes eran ciudadanos. La mayor parte eran periecos —hombres libres, pero sin derechos— o ilotas —esclavos—.
Ambos vivían para garantizar la subsistencia y libre disponibilidad de los espartanos, que jamás se manchaban las manos con otra cosa que no fuera sangre, vino o la resma de las palestras.
Vivían para atender las necesidades del Estado en lo relativo a la milicia, la administración y sobre todo la educación.
EDUCACIÓN.
La base de Esparta residía en la educación. En realidad, toda la filosofía de Licurgo descansaba en la idea de que, cuanto mejor fuera cada ciudadano, mejor y más fuerte seria el Estado.
Y el concepto de ser mejor se confundía para Licurgo con el de ser más fuerte y necesitar menos.
Se cuenta que una vez le preguntaron cómo podía Esparta librarse para siempre de sus enemigos y contestó:”siendo pobres y no deseando tener más poder que el otro.”
INFANCIA DURA.
Licurgo pedía mucho de sus conciudadanos, así que no resultaba fácil se un buen espartano.
Se examinaba con cuidado a los recién nacidos, y si las criaturas no eran normales se las abandonaba o despeñaba desde el monte Taigeto.
Los niños declarados sanos vivían hasta los siete años con los padres. Luego, el Estado se hacía cargo de los varones.
Ponían especial esfuerzo en liberarlos de los miedos infantiles, la oscuridad, la soledad y las supersticiones, así que las amas de crianza espartanas eran muy valoradas en toda Grecia.
PRUEBAS CONSTANTES.
A los varones les hacían pasar progresivamente por una serie de pruebas y sufrimientos que tenían el propósito de endurecerlos.
A veces, los educadores promovían peleas entre ellos con el fin de estudiar sus cualidades y su valor individual.
Les hacían pasar hambre y frío, correr descalzos por lugares pedregosos y dormir sobre cañas que ellos mismos cortaban con las manos.
Aprendían a hablar poco y a decir las cosas de la manera más exacta y con el menor número de palabras posible.
Se les exigía obediencia ciega. Los castigos iban desde morderles el pulgar hasta darles latigazos.
Les estaba permitido robar comida, pero si los descubrían eran castigados. No por haber robado, sino por haber sido sorprendidos.
En cuanto a su instrucción como hoy la entendemos, aprendían a leer y escribir, pero no mucho más. Se los veía por todas partes desnutridos, pero ágiles y vivos como nadie.
A los 18 años mejoraban de estado, pero continuaban viviendo en régimen carcelario hasta los 30.
PATRIOTAS.
Para dar una imagen del sentimiento patriótico que se les inculcaba, sirva la anécdota de aquel espartano que, en lugar de sentirse humillado por no haber sido elegido entre los 300 mejores ciudadanos, como él pretendía, regresó de la elección muy contento de que hubiese en la ciudad 300 mejores que él.
En cuanto a su régimen de libertad, además de la obligación de casar se, a los ciudadanos les estaba prohibido viajar al extranjero, y debían obedecer una serie de leyes suntuarias que les impedían poseer oro o plata.
Pero si quedaban sin nada hasta el punto de no poder contribuir a las comidas en común, se les retiraba la ciudadanía.
FAMA Y MUERTE.
Los espartanos nunca fueron muchos. Cuando más, unos 20.000, así que se conocían todos entre sí y la fama era muy importante para ellos.
Los pocos que llegaban a los 60 años solían ser individuos famosos y respetados.
Vivían cómodamente el resto de sus vidas y cuando morían el Estado les hacía grandes funerales, el mismo Estado que había dirigido y forzado cada paso de su vida.
Pero los entierros de la gente corriente eran mucho más sencillos: los envolvían con un paño, agregaban unas ramas de olivo y los sepultaban discretamente. Por ley, los duelos sólo podían durar doce días.
En cuanto a la religión, la espartana era ritual, oficialista, y dedicada a reconocer a los dioses como aquellos que les dieron, a través del “profeta” Licurgo, sus preciosas leyes.
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De todas las instituciones establecidas por la constitución de Licurgo, ninguna fue tan importante para la perdurabilidad del sistema político y social espartano como la ogoge, o sistema educativo.
Según éste, los niños, para que no se volvieran débiles, debían ser separados de sus madres al cumplir los siete años de edad.
En los barracones de la escuela, donde eran luego internados, aprendía a leer y escribir, pero también a sobrevivir en un mundo hostil.
Para que comenzaran a experimentar el rigor y la dureza de la vida castrense, además, estaban obligados a andar descalzos y a vestir la misma ropa durante todo el año.
Entre los 18 y los 20 años -durante dos años- los jóvenes eran abandonados en el campo para que aprendieran a sobrevivir. Superar esta prueba de iniciación, llamada criptia, daba a los muchachos la ciudadanía y la posibilidad de incorporarse al ejército: fracasar, los condenaba a convertirse en periecos.
Las niñas, por su parte, también acudían a la escuela desde los siete años. Allí, además de educación, recibían el mismo entrenamiento físico que sus hermanos. Así se intentaba garantizar que, en el futuro, tuvieran hijos más sanos.
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Grandes Hombre de Grecia Antigua
Demóstenes
Su talento de orador y sus advertencias no pudieron impedir que Atenas cayese bajo dominio macedónico.
Pericles
Reelegido estratega de Atenas a lo largo de 30 años, perfecciona la democracia preparada por Solón y Clístenes, y desarrolla el imperialismo ateniense
Alcibíades
Rico ateniense y buen estratega, se convierte en consejero de Esparta, y, más tarde, de los persas. Después de un nuevo cambio de frente, regresa triunfal a Atenas en el 407
Epaminondas
Habilidos táctico, impone un período de hegemonía tebana, batiendo aEsparta en Leuctras en el 371
Leónidas
Rey de Esparta, se sacrifica junto a 300 hoplitas para defender el desfiladero de las Termópilas frentes a los persas.
Licurgo
Al igual que Demóstenes exhorta, sin éxito, a los atenienses contra Filipo de Macedonia
Tucidides
Separado de la política relata los enfrentamientos de los griegos en la Guerra del Peloponeso
Temístocle
Gran estratera de Atenas, dirige la resistencia contra los persas y consigue la victoria marítima de Salamina en el año 480
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