Hillary Escala el Everest, la Montaña Mas Alta Mundo

Hillary Conquista el Everest, Escala la Montaña Mas Alta Mundo

Desde 1921, hombres valerosos intentaron la conquista del Everest, la cumbre más alta del mundo. En 1953, una expedición inglesa conducida por John Hunt recogió el guante de ese desafío. Hillary y Tensing formaban parte de la expedición, y el 29 de mayo de 1953, después de una escalada agotadora, podían considerarse vencedores de la naturaleza. El Everest ya no era una cumbre inviolable.

El monte Everest fue escalado por primera vez por Edmund Hillary, un curtido montañista de Nueva Zelanda. HilLary ascendió a su cima en 1953 con la ayuda del tibetano Tensinq Norgay, un veterano guía de la cordillera de los Himalayas.

La expedición de la que ambos formaban parte estaba dirigida por el escalador británico John Hunt. Y la llegada a la cumbre fue sólo la última etapa de una larga batalla para conquistar la montaña más alta de la Tierra.

La expedición empezó el ascenso del Everest en primavera abordando la cara sur del monte, situada en territorio de Nepal.

Los montañeros llevaban consigo ropa y calzado aislante bombonas de oxígeno y radios portátiles.

Al cabo de largas jornadas de marcha, fijaron su octavo y último campamento a 8.000 metros de altitud. Hunt envió a ascender el último tramo a Hillary y a Norgay.

El techo del mundo:

El 29 de mayo, a las once y media de la mañana, Hillary y Norgay plantaron en la cima las banderas de Inglaterra, Nepal y Naciones Unidas.

Se tomaron fotografías, comieron pastel de menta y, antes de descender, Hillary enterró un crucifijo y Norgay comida y dulces para los dioses de la montaña.

El ser humano había alcanzado el techo del mundo.

Biografia de Hillary y la Conquista el Everest

Desde siempre, los tíbetanos veneraron el Chomolunga, el monte más alto de los Himalayas. En el siglo XIX, el británico George Everest quedó deslumhrado al medir sus dimensiones. Hasta 1953, parecía imposible que un ser humano pudiera escalar sus 8 848 metros de altitud.

La conquista del Everest es, en efecto, una empresa extraordinariamente azarosa, no sólo debido al frío, sino también al terreno rocoso recubierto de nieve y de hielo.

También hay que contar con la falta de oxígeno (menos de un tercio del que contiene el aire al nivel del mar).

Una persona que no esté preparada para vivir en tales condiciones cae víctima de un síncope diez minutos después.

Los alpinistas como Hillary y Tensing están habituados a tan duras condiciones de vida y las soportan mucho mejor.

Ello no impide que su organismo se resienta y están sujetos también al «mal de montaña».

El itinerario seguido en 1953 por la expedición Hunt venía del sur.

Quince toneladas de material y de víveres habían sido transportadas desde Katmandú, capital de Nepal, hasta Thyangboche, unas docenas de kilómetros más allá: Participaron en la operación 450 porteadores.

La base o campo principal se había levantado en las proximidades de un monasterio budista.

A partir de allí la ruta que habían de seguir transcurría a lo largo de glaciares.

A medida que avanzaban fueron levantando nuevos campamentos.

El 24 de mayo de 1953 los más resistentes de la expedición establecieron el octavo campamento entre las cumbres del Everest y del Lhotse; este campamento se hallaba aproximadamente a una altura de 8.600 m.

Desde este campamento, John Hunt, ayudado por el sherpa Da Namgyal, llevó víveres más arriba, a fin de ayudar a los hombres que iban a emprender contra la montaña el asalto final.

Cinco días más tarde, el 29 de mayo a las 11.30 de la mañana, Hillary y Tensing llegaban finalmente a la cumbre.

Los dos hombres no se dieron cuenta inmediatamente de que habían triunfado; pero, después de asegurarse de que no había ningún punto más elevado que aquél, cayeron uno en brazos del otro.

Hillary se arriesgó incluso a quitarse la mascarilla de oxígeno para sacar algunas fotografías que atestiguaran la autenticidad de su hazaña y que constituirían el mejor de los recuerdos.

Sacó también una fotografía de Tensing, que tenía en las manos las banderas de las Naciones Unidas, de Gran Bretaña, de Nepal y de la India, y estaba presto a clavarlas en la cumbre conquistada. T

ensing enterró unas ofrendas para los dioses budistas y Hillary plantó un crucifijo. Ambos estaban extremadamente fatigados, pero se sentían muy felices.

Entonces hubieron de pensar en volver a descender al campamento número 8.

En el camino de regreso se encontraron con Lowe, un miembro del grupo que había ido a su encuentro llevándoles un potaje y nueva reserva de oxígeno.

Una vez que hubieron llegado al campamento 8 pudieron recuperarse.

El descenso no fue fácil, pero les ayudó a regresar al valle el sentimiento moral que representaba el que la expedición hubiera sido un éxito.

En el campamento número 4 el pequeño grupo se encontró con John Hunt, el jefe de la expedición, y le comunicó la conquista de aquel pico.

Los monjes del monasterio budista de Thyangloche no querían creer al principio en la realidad de aquella hazaña, pues ni Hillary ni Tensing pudieron hablarles de los dioses que, según ellos, debían de ocupar el techo del mundo.

Después de su regreso al mundo civilizado los miembros de la expedición fueron los héroes de las recepciones.

El rey de Nepal les invitó a su corte.

Algunos de los miembros de la expedición Hunt no se durmieron sobre los laureles y participaron en la exploración de la Antártida.

Otros regresaron de nuevo al Himalaya.

 • INTRODUCCIÓN:

A fines de mayo de 1953, los ciudadanos británicos, especialmente los que habitaban en Londres, sentían que en la medida que pasaban los días un cosquilleo cada vez más excitante se iba apoderando de ellos.

Se acercaba el 4 de junio, fecha en que se coronaría a la Reina Isabel II, en una ceremonia que sería la más fastuosa que hubiere presenciado el mundo.

Pero había un hombre en particular, que aunque se encontraba a una enorme distancia de la City, tenía un doble motivo para estar nervioso.

Se trataba del representante del gobierno de Su Majestad ante el Rey de Nepal, un gentleman habitualmente muy flemático, como corresponde a un Lord inglés, y diplomático por añadidura.

Hillary Tesing conquista el Everest

Además de la expectación que lo invadía ante una nueva soberana, le preocupaba el resultado de una misión en la que él tenía parte de responsabilidad: el décimo intento que realizaban los británicos para ascender al Everest, la montaña más alta de la Cordillera de los Himalaya.

Los criados lo veían pasearse inquieto por los jardines de la sede de la Embajada en Katmandú, la ciudad capital del reino asiático.

Más de una vez había llamado la atención a alguno de ellos, cosa que también era desusada en él.

La servidumbre atribuía esta irritación al acontecimiento que se viviría en la metrópoli, al cual, según habían advertido, no concurriría el amo de la casa.

La tensión de aquellas buenas gentes terminó el 30 de mayo, luego de que el diplomático recibiera un mensaje por radio desde el interior del país.

A partir de ese minuto todo fue sonrisas en la lujosa mansión.

El embajador estaba pletórico de alegría, y ninguno de ellos podía explicar el motivo de este cambio tan brusco, pero a la vez tan tranquilizador.

El secreto lo compartían solamente el diplomático y su familia.

La razón del vuelco en su conducta se debía precisamente a que el mensaje radial le había confirmado una noticia que sería el regalo más espectacular que pudiera recibir Su Alteza en el día inolvidable de su coronación.

El mensaje en cuestión decía:

"Malas condiciones de la nieve. Expedición abandonó el campamento base el 29 esperando mejor tiempo. Hillary y Tensing bien. John Hunt, Coronel del Cuerpo Real de Fusileros del Rey."

Dicho tenor no era consecuente con el júbilo del Embajador. ¿Cómo podía interpretarse esa aparente mala noticia, con un regalo "real"?

El misterio había que buscarlo en una conversación sostenida 75 días antes con el Coronel Hunt, Jefe de la expedición británica que se proponía conquistar el Everest.

A objeto de evitar que oídos indiscretos se enteraran antes que los de Su Majestad del resultado de la empresa, los hombres convinieron en que la clave de la comunicación sería si se citaban nombres.

Así, lo que en realidad se informaba era que el éxito había "coronado" la misión.

Edmund Hillary, un neozelandés de 34 años, y Tensing Norkay, un fiel y valeroso "sherpa" de 39, ¡habían conquistado por primera vez en la historia de la humanidad la cima del monte Everest, el monte más alto del mundo, el que se alza a 8.882 metros sobre el nivel del mar!

Como estaba previsto, la noticia se envió también en clave al Primer Ministro Anthony Edén, quien informó del magno triunfo a la Reina Isabel II, antes de que saliera en su carroza hacia la Abadía de Westminster.

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Descripción Detallada de la Hazaña

hillaryLos pares del reino aguardaban el momento de encaminarse a la abadía de Westminster para asistir a la coronación de la reina Isabel 11, mas al parecer prestaban mayor atención a un titular del diario The Times, de Londres, que a la pompa que los rodeaba.

Lo que tanto les cautivaba, esa mañana de junio de 1953, era la sensacional noticia de que el Everest, el monte inaccesible, acababa de ser conquistado, y por montañistas ingleses.

Tan gloriosa empresa, concluida precisamente la víspera de la coronación de la joven soberana, parecía el digno heraldo de una segunda edad isabelina.

El Everest, con sus 8848 m de altitud, es la montaña más alta del mundo.

En la región, este pico del Himalaya, al que los ingleses dieron el nombre de Everest en honor del topógrafo de la India del siglo XIX que midió por primera vez su altitud, es más conocido por Chomolungma, o "Diosa Madre del Mundo".

Chomolungma se alza entre el Tíbet y Nepal, y, fianqueado por otras cimas inmensas, aparece inconquistable e inaccesible.

"En primer lugar, sería necesario encontrar la montaña", decía el alpinista inglés George Mallory, antes de su precursora expedición de 1921.

Mallory encontró el Everest, pero en 1924 perdió la vida en su intento de escalarlo.

En el curso de los tres decenios siguientes, no menos de otras nueve expediciones debieron declararse vencidas por las aterradoras dificulta des que presenta: abruptas paredes de roca, gruesas capas de nieve en polvo, furiosas ventiscas, un frío cruel y penetrante, y una altitud tal que los pulmones no pueden soportarla.

A pesar de ello, cuando la Roya] Geographical Society y el Club Alpino designaron al coronel Johíi Hunt, de 42 años, para que capitanease la expedición británica de 1953 al monte Everest, centenares de niontañistas le ofrecieron sus servicios.

Everest

De ellos, diez fueron aceptados: Charles Evans, cirujano del cerebro, hombre pelirrojo de 33 años de edad; Charles Wylie, de 32, silencioso militar; Alfred Gregory, de 39, agente viajero, hombre atildado y de corta estatura; Wilfrid Noycc, de 34, tímido maestro de escuela; Tom Bourdillon, de 28, físico corpulento pero ágil; Michacl Westmacott, de 27, especialista en estadísticas y dueño de una insuperable técnica montañista; y George Band, de 23, que fue presidente del Club de Alpinismo de la Universidad de Cambridge y a quien Hunt consideraba "el montanista más brillante de Inglaterra".

Hunt, que necesitaba hombres con experiencia en la nieve y el hielo, tuvo que buscar a los tres últimos expedicionarios fuera de las Islas Británicas.

Dos neozelandeses satisfacían los requisitos: George Lowe, de 28 años de edad, hombre larguirucho y de vigor casi sobrehumano; y Edmund Hillary, de 33, soltero, apicultor en Auckland, de casi dos metros de estatura, que calzaba enormes botas y que, según decía, practicaba el montañismo "por mera diversión".

Luego se les agregó un veterano de cinco expediciones anteriores al Everest: Tensing Norkay, de 39 años, individuo de la tribu sherpa del Himalaya; aunque no sabía leer ni escribir, mostraba el aire inconfundible del hombre que sabe lo que vale.

Mientras los demás componentes del equipo se ejercitaban en Gales y en Nueva Zelanda, Tensing subía y bajaba los cerros cercanos a su casa de la India, cargado con una mochila llena de piedras.

"Esta vez lo voy a lograr", se juraba en silencio.

"O lo hago o me muero."

Durante la primera semana de marzo de 1953, los expedicionarios del Everest se reunieron en Katmandú, ciudad de templos y palacios situada en el boscoso valle de Nepal.

Allí, se les agregaron Tensing y un médico, un fisiólogo, un camarógrafo y un corresponsal del Times de Londres, diario que había adquirido derechos exclusivos para publicar la crónica de la ascensión.

Llegado el 10 de marzo, la expedición había emprendido la marcha de 270 km hacia el este, hacia el primer campamento base, establecido en el monasterio de Thyangboche.

Engrosaban ya sus filas un grupo de sherpas experimentados, hechos a trabajar a grandes altitudes, y 350 porteadores entre los que se contaban algunas mujeres, que constituían un bullicioso complemento.

Los montañistas de Hunt cruzaron el valle cubierto por las rojas flores del rododendro.

Luego iniciaron el sinuoso ascenso de las montañas, doblaron hacia el norte y atravesaron Namcha Barwa, la pequeña capital de los sherpas.

Un poco más arriba, a 4100 m, se alzaba el santuario budista de Thyangboche.

En este punto, Hunt y sus compañeros armaron 20 tiendas de campaña.

El monasterio, vasto edificio coronado por una perilla de oro, se levantaba entre campos de azules primaveras y bosques de enebro.

Alrededor vagaban faisanes, perdices y almizcleros.

Los monjes dedicaban el tiempo a destilar un licor de arroz con aroma de clavo, conocido como leche del lama, y a adorar a los dioses que habitan el Chomolungma.

La cima del Everest se avistaba desde una eminencia y de su silueta triangular se levantaba una nube de nieve en polvo como un penacho de plumas.Dio comienzo entonces un periodo de riguroso entrenamiento y aclimatación que duraría tres semanas.

A medida que los expedicionarios se aventuraban a alturas cada vez mayores, sus pulmones se expandían, se les tensaban los músculos, preparándose al asalto de la pared meridional de la montaña gigantesca.

Los siete rasgos topográficos de esta pared les eran bien conocidos: el glaciar de Khumbu, ondulado y cubierto de morenas; la escarpada Cascada de Hielo; el Circo Occidental, valle de hielo entre el Everest y el Lhotse; la pared de éste, aterradora, casi vertical; el ventoso Collado del Sur, de 8000 m; el Pico del Sur, que se eleva a 8748; y, por último, la inmaculada cresta que lleva hasta la cumbre y que sólo se conocía por algunas fotografías aéreas.

La aclimatación a alturas de 6000 m debía lograrse gradualmente.

Los montañistas requerían tiempo para que su médula ósea formara más glóbulos rojos portadores de oxígeno.

A más de 6000 metros se necesitaba respirar con tanques de oxígeno.

La falta de este elemento causa náuseas, aceleración del pulso, visión nublada y peligroso aturdimiento.

Hunt experimentaba con dos sistemas diferentes: el de circuito abierto, en el cual el aire exhalado se pierde definitivamente, y el de circuito cerrado, en el cual pasa por un filtro de cal y sosa cáustica que elimina el anhídrido carbónico para poder aspirar otra vez el aire, mezclado con oxígeno puro.

En la tercera semana de abril el campamento base se había trasladado ya al glaciar de Khumbu, a una altitud de 5450 m.

La cabecera del Khumbu, al pie mismo del Everest, es la formidable y cambiante Cascada de Hielo, de 600 m de longitud.

Allí, Hillary, Lowe, Band y Westmacott se dedicaron a abrir una "escalinata" lo bastante firme para los sherpas cargados con pesados fardos.

Era obra dificultosa y traicionera, complicada aún más por las ventiscas, los aludes y el lento avance de todo glaciar.

Había moles de hielo del tamaño de una casa, y agujas como campanarios que sólo se podían salvar con escalas de cuerda.

Era preciso valerse de pértigas y escaleras de aluminio para cruzar profundas grietas, demasiado anchas para franquearlas de un salto.

El campamento 11, consistente en dos tiendas de un metro cada una, se estableció a mitad de la Cascada de Hielo, a 5900 m.

A éste seguía el campamento 111, a 6150, y en breve se hicieron sentir los efectos de tales altitudes: confusión mental, entusiasmo decreciente. Fue allí donde James Morris, el corresponsal del Times, advirtió por primera vez que Hillary "tenía una vena de grandeza".

Morris, que vio a aquel hombre vigoroso tallando gradas en el hielo sin descanso, pintaba su energía como "casi demoniaca".

Hillary "exhalaba una vitalidad desbordante, elemental, contagiosa ... bajo esa energía y compañerismo mostraba una sutil gravedad".

En el Circo Occidental establecieron el campamento IV o base avanzada; el V, al pie de la imponente pared del Lhotse; y el VI y VII, a 7000 y 7300 m respectivamente, en la pared misma del Lhotse.

Mientras se ejecutaban todas aquellas tareas, entre Hillary y Tensing se fue estableciendo una asociación sumamente prometedora. Hacían una curiosa pareja: el uno, esbelto y anguloso; el segundo, bajo de estatura y vigoroso aunque flaco.

El 26 de abril, cuando ambos hacían su primera ascensión juntos, Hillary saltó temerariamente sobre una grieta de la Cascada de Hielo; atado a él venía su compañero.

Hillary describe así el incidente:

"Fue demasiado para el borde voladizo, que se desprendió con un ruido seco y se precipitó hendidura adentro conmigo encima.

No tuve mucho tiempo para pensar.

Sólo supe que debía evitar el verme aplastado contra el hielo por el bloque que caía girando, y violentamente apoyé los pies, provistos de crampones, contra una de las paredes y los hombros contra la otra.

Un instante después sentí que la cuerda se tensaba y vi que el bloque rodaba lejos de mí.

Tensing había reaccionado con rapidez ...

Manipulaba la cuerda con superior habilidad, como lo demostró en esa ocasión en que tan cerca estuve de una catástrofe. Aunque tal vez no fuese técnicamente notable en el hielo, era hombre muy vigoroso y resuelto, y se aclimataba a la perfección.

Su principal virtud, en lo que a mí toca, consistía en que estaba preparado para proceder con firmeza y celeridad."

Ya de regreso en el campamento base, Hillary confesó: "Sin Tensing, yo no habría pasado de hoy."

Seis días después, durante otra ascensión de prueba, Hillary y Tensing hicieron el recorrido de ida y vuelta entre el campamento base y la base avanzada usando oxígeno en circuito abierto.

El viaje se consideraba empresa de tres días, pero Hillary y Tensing regresaron al anochecer del mismo día, a pesar de una fuerte ventisca.

Tan extraordinaria acción los consagró como la pareja de escaladores más vigorosa de la expedición.

El 2 de mayo Hunt dispuso un descanso de varios días a más baja altitud, que deberían tomar todos excepto Lowe y Band, quienes seguían en el Lhotse abriendo una ruta hacia el Collado del Sur.

Los montañistas se congregaron en una meseta que se extendía diez kilómetros más abajo del campamento base, y allí gozaron de aquel paisaje de flores y hierba como de un tónico necesario antes de acometer la ascensión en firme.

Regresaron al campamento base el 7 de mayo para recibir instrucciones de su capitán.

Encaramados en alguna caja o tendidos sobre un saco de dormir, los montañistas aguardaban, reprimiendo el aliento, a que se les asignara el papel que cada uno desempeñaría en el acto final del drama.

Primeramente, Lowe, Band y Westmacott, anunció Hunt, terminarían, el 15 de mayo, de abrir la ruta para escalar la pared del Lhotse, tras de lo cual Noyce y Wylie establecerían el campamento VIII a cerca de 8000 m de a,ltitud en el Collado del Sur, inhospitalaria depresión en una gran crestería de hielo y roca, barrida por los vientos. Evans y Bourdillon, partiendo de allí, efectuarían la primera tentativa de alcanzar la cima.

Su objetivo principal sería reconocer el Pico del Sur, sólo 100 metros más bajo que la cumbre del mundo, pero separada de ella por una arista que ningún escalador había visto jamás.

Sólo si eran suficientes sus reservas de oxígeno y que continuara el buen tiempo deberian proseguir ascendiendo hacia la cúspide.

Si no lograban llegar, Hillary y Tensing habrían de partir del Collado del Sur antes de 24 horas, recogiendo en su camino una tiendecilla y provisiones que Gregory y Hunt descargaríana 8500 m.

La pareja debería establecer a continuación el campamento IX lo más cerca posible de la cima, para iniciar el asalto decisivo tras una noche de sueño reparador.

El médico del equipo, Michael Ward, de 27 años de edad, fue el único que objetó el plan de Hunt.

Se oponía a que el capitán ascendiera a aquella altura.

Mejor que nadie, Ward apreciaba los reveladores surcos del rostro de Hunt.

"Ya ha hecho usted más de la cuenta", le advertía a Hunt. r-ste le agradeció su interés, pero el plan original no sufrió alteración.

A las 5 de la tarde siguiente Lowe comunicó por radio, desde la pared del Lhotse, que Band se encontraba enfermo y tendría que descender.

Entre tanto, ayudado intermitentemente por Ward, Noyce y el sherpa Ang Nyima, Lowe continuaba metiendo clavijas en la pared del Lhotse, decidido a mantener una ruta abierta contra los fuertes vientos y las densas nevadas.

Al concluir su obra, Lowe había pasado diez noches consecutivas a más de 7000 metros de altitud. Griffith Pugh, el fisiólogo, estaba inquieto por los posibles efectos que ello tuviera en el cerebro de Lowe.

u hazaña, declaró Hunt, "ha pasado a la historia del montañismo como un épico triunfo de la tenacidad y la destreza".

Ya para terminar, contaría Noyce, Lowe se encontraba tan agotado que cayó dormido durante una de las comidas, con una sardina colgándole de la boca.

El 21 de mayo, Noyce y el sherpa Annulla efectuaron la primera ascensión de la pared del Lhotse hasta el campamento Vlll, en el Collado.

"En el curso de mi vida he estado en muchos sitios desiertos y salvajes", decía Tensing refiriéndose al lugar, "pero jamás en ninguno como el Collado del Sur.

Es un llano abierto ... una desolación de roca y hielo castigada sin cesar por el rugido del viento."

El primer intento para alcanzar la cima del Everest se hizo el 26 de mayo, partiendo del campamento VIII.

El día previsto amaneció despejado y brillante.

Evans y Bourdillon, equipados con oxígeno de circuito cerrado, emprendieron el ascenso de la enorme garganta nevada de más de 300 m de altura que conduce al Pico Sur del Everest.

Ya entrada la mañana, los que estaban en el Collado vieron dos lejanas siluetas que trepaban con paso firme hacia el pico.

En el campamento reinaba enorme agitación. George Lowe informó que sólo Tensing, por lo general inclinado a dar voces y a cantar en falsete cuando se sentía feliz, "había dejado de sonreír ... La idea de que cualquiera que no fuera Tensing llegase a la cúspide no le complacía."

A la una de la tarde Evans y Bourdillon alcanzaron el Pico del Sur.

Con sus 8748 m era el punto más alto jamás escalado por el hombre.

Los dos montañistas anhelaban seguir adelante por la última crestería, que descendía precipitadamente antes de subir hasta la cima.

Pero el día estaba muy avanzado, y Evans calculaba que tardarían cinco horas en llegar hasta allá y volver, aparte de las que necesitarían para regresar al Collado del Sur.

Por añadidura, su provisión de oxígeno se agotaba, y se hallaban más rendidos de lo que se figuraban.

Completamente exhaustos, descendieron parte de la garganta a trompicones y llegaron al campamento Vlll a las 4:30 de la tarde, "con el rostro cubierto de escarcha", escribía Hunt, "como seres de otro planeta".

Esa noche la temperatura descendió a 253 ºC bajo cero. Apretujados en tres tiendas, sin suficientes aparatos de "oxígeno nocturno" para que pudieran dormir, todos pasaron una mala noche.

"El viento azotaba el Collado", comentaría Lowe, "sacudiendo las tiendas, gimiendo, rugiendo y restallando incesantemente."

Evans y Bourdillon amanecieron en malas condiciones, y Hunt tuvo que conducirlos hasta una altura inferior.

Los fortísimos vientos continuaban machacando las tiendas, lo que obligó al segundo grupo de escaladores a postergar su intento hasta el siguiente día. E

l 28 amainó el viento y, a las 8:45 de la mañana, Lowe, Gregory y Ang Nyima se pusieron en marcha a fin de preparar la ruta garganta arriba.

Una hora después Hillary y Tensing los siguieron. Iban provistos de oxígeno en circuito abierto, que Tensing prefería porque "no causaba tan mal efecto cuando se cerraba la llave de paso".

Al mediodía, los escaladores y su grupo de apoyo se reunieron en una elevada cordillera. Continuaron adelante hasta una altitud de 8340 m donde recogieron la tienda y las provisiones allí descargadas por Hunt y Gregory dos días antes.

Su cargamento les resultaba ya agobiante, pues pesaba entre 20 y 30 kilos.

A las 2:30 de la tarde llegaron a una altitud de 8500 m aproximadamente.

En este punto, las dos parejas se separaron.

Hillary y Tensing ocuparon las horas siguientes en disponer una plataforma de dos metros (el campamento IX) bajo una escarpa rocosa para armar allí su tienda.

El sitio resultaba incómodo por tener dos niveles, uno 30 cm más alto que el otro.

No obstante los fuertes vientos que soplaban, los montañistas consiguieron asegurarlas sogas a unos tanques de oxígeno hundidos en la nieve circundante.

Tensing preparó una cena de sopa caliente, sardinas, frutas en conserva descongeladas, dátiles, bizcochos, jalea, miel y enormes cantidades de té, asícomo una bebida compuesta de jugo de limón y azúcar en polvo, disueltos en agua tibia.

A las 6 de la tarde se metieron en sus sacos de dormir: Tensing en el nivel inferior, y el larguirucho Hillary en el superior, donde se acomodó semitendido, semisentado.

Tensing no olvidaría nunca las incomodidades de esa noche.

"A oscuras", relató después, "charlamos de nuestros planes para el día siguiente. Luego, nos colocamos las mascarillas de oxígeno y tratamos de dormir.

Dentro de nuestros sacos acolchados, llevábamos puesta toda la ropa. Pasaban las horas. Yo dormitaba y despertaba, dormitaba y despertaba. Y cada vez que despertaba, me ponía a escuchar. A medianoche el viento había dejado de soplar. Dios es muy bueno con nosotros, me dije."

A las 3:30 de la madrugada Tensing se asomó a mirar fuera de la tienda.

A la luz del alba se distinguía el monasterio de Thyangboche, a unos 4250 m más abajo del campamento IX.

El sherpa abrigaba la esperanza de que los monjes estuviesen rezando por él y su compañero.

Tras de hacer un rápido desayuno, los dos montañistas se encontraban listos para acometer la prueba más importante -de su vida.

Pero cuando Hillary fue a coger sus botas, lo único que se había quitado, las halló completamente congeladas.

Tardaron una hora en deshelarlas.

Por fin, a las 6:30 de la mañana, los escaladores cubiertos con tanta ropa que sus extremidades parecían de hidrópico, conectaron el oxígeno y emprendieron el ascenso hacia el Pico del Sur.

Tensing iría delante hasta que Hillary se sintiera seguro de sus botas.

La cuesta estaba nevada y resbaladiza.

En determinado momento Hillary cayó al suelo tan pesadamente que lanzó una exclamación, preguntándose en alta voz si no sería peligroso seguir adelante, a lo que Tensing contestó:

"Como usted quiera." Sin que mediase otra palabra, ambos continuaron ascendiendo.

No tardaron en encontrarse trepando por un filo cada vez más angosto hacia el punto donde Evans y Bourdilloti les habían depositado valiosos tanques de oxígeno.

"Aquel estrecho filo conducía hasta una grandiosa y empinada ladera de nieve que llegaba al Pico del Sur", contaba Hillary.

"Evans y Bourdillon habían subido por los peñascos de la izquierda, y descendieron por la cuesta nevada. Sus huellas apenas se veían, y ni una ni otra ruta nos agradaba.

Analizamos la cuestión y optamos por la nieve.

Comenzamos a ascender por escalones de unos 30 cm de fondo, cubiertos de una delgada costra de nieve formada por el viento y con muy poco espacio para valerse del piolet.

La situación era deplorable, y, cuando me asaltaba el miedo, yo mismo me decía: ¡No hagas caso!.

Se trata del Everest, y tienes que correr riesgos.' Tensing parecía muy contrariado, pero no decía nada de regresar.

Turnándonos en la delantera, avanzábamos lentamente.

Un centenar de metros más arriba la subida se hizo menos pendiente, entre la nieve asomaban más rocas y nuestra tensión disminuyó."

A las. 9 de la mañana Hillary y Tensing pisaron el Pico del Sur y vieron cómo se extendía frente a ellos la crestería final que llega a la cúspide.

"Contemplábamos la cresta con cierta ansiedad, pues allí estaba el meollo de la ascensión ...

Tanto Tom como Charles (Bourdillon y Evans) habían comentado las dificultades que presentaba, y no abrigaba yo grandes esperanzas."

Ofrecía una vista "impresionante y aun aterradora", decía Hillary.

"A la derecha, grandes y contorsionadas cornisas, y moles voladizas de nieve y hielo, se extendían cual dedos retorcidos sobre la caída vertical de 3000 m que mide el paredón del Kangshung.

Cualquier intento de poner pie en tales cornisas sólo podría llevar al desastre.

Desde las cornisas, la cordillera descendía bruscamente hacia la izquierda, hasta donde la nieve termina en la inmensa pared de roca que se eleva del Circo Occidental.

Sólo parecía haber algo a nuestro favor: la fuerte cuesta nevada que se extendía entre las cornisas y los rocosos precipicios estaba cubierta de nieve probablemente helada y firme.

Con nieve blanda tendríamos pocas esperanzas de avanzar por la crestería. Pero si lográbamos tallar escalones en aquella pendiente, conseguiríamos adelantar un poco."

Por fortuna, la nieve estaba firme.

Mientras Tensing le iba soltando cuerda, Hillary se aventuraba a lo largo de la cresta, abriendo pacientemente un escalón tras otro.

Los escaladores llegaron, cerca de las 10 de la mañana, a un obstáculo formidable que Hillary temía desde que lo observó por primera vez, con unos prismáticos, cuando estaban en Thyangboche.

Era un gran peñasco, de unos 12 m de altura que de pronto juzgó "imposible de salvar para nuestras débiles fuerzas".

No podrían escalarlo directamente por ser de paredes demasiado lisas, resultaba insalvable por la izquierda, y al lado derecho sólo había una profunda y angosta grieta entre la roca y una cornisa de nieve congelada.

Comprimiéndose dentro de esta chimenea, Hillary fue clavando sus crampones hacia atrás en la nieve y asiéndose a todo intersticio que lograba encontrar, para ascender poco a poco a lo alto del peñasco y alcanzar un resalto seguro.

Tensing lo siguió, y Hillary sintió "la vehemente seguridad de que ya nada podría impedirnos llegar a la cima".

Y continuaron adelante, cortando gradas pausadamente, siempre ascendiendo la escarpa interminable.

Hillary escribía: "Nuestro ardor del principio había desaparecido ya por completo, convertido en una torva brega.

En esto, advertí que la cordillera, en vez de seguir ascendiendo monótonamente delante de mí, descendía bruscamente, y divisé allá abajo, a lo lejos, el Collado del Norte y el Glaciar de Rongbuk.

Al levantar la vista vi un estrecho borde de nieve que subía hasta una cumbre nevada.

Unos golpes más del hacha contra la dura nieve, y nos hallamos en la cima."
Tensing lo describe así:

"Un poco antes de la cumbre, Hillary y yo nos detuvimos.

Los dos miramos hacia arriba.

Y seguimos adelante.

Seguimos subiendo despacio pero seguros.

Y de pronto nos vimos allí. Hillary pisó la cumbre el primero, y yo después que él."

Eran las 11:30 de la mañana del 29 de mayo de 1953.

La primera reacción de Hillary fue de profunda gratitud por no tener más peldaños que abrir.

Tensing sonreía bajo la mascarilla de oxígeno.

Ambos montañistas cambiaron un formal apretón de manos.

Esto, sin embargo, no fue bastante para el gozoso sherpa.

"Agité los brazos y luego se los eché al cuello a Hillary, y nos dimos palmadas en la espalda, hasta casi faltarnos el aliento a pesar del oxígeno." Tensing desplegó, atadas a su piolet, las banderas de las Naciones Unidas, del Reino Unido, la India y Nepal.

A continuación se irguió en la cumbre, y Hillary lo fotografió.

Cuando ambos tendían la mirada hacia abajo desde la cima del mundo, Hillary pensó en los. muchos montañistas que habían perdido la vida por querer encontrarse donde él estaba.

Incluso buscó alguna señal de Mallory y de su compañero, Andrew Irvine, que rnurieran en la empresa, pero nada encontró.

Tensing abrió un agujero en la nieve, y depositó una ofrenda de chocolate, caramelos y bizcochos para los dioses del Chomolungma.

Hillary, por su parte, enterró un pequeno crucifijo blanco que alguien había enviado a Hunt por correo.

Transcurrieron quince minutos, durante los cuales Hillary tomó algunas fotografías.

En seguida, recordando que su provisión de oxígeno era limitada y tendría que bastarles para bajar desde la cúspide hasta el Pico del Sur, emprendieron el descenso, hundiendo los crampones con cuidado en los escalones tan laboriosamente abiertos durante su ascensión.

Al cabo de una hora llegaban al Pico del Sur, donde recogieron los tanques de oxígeno guardados allí.

Después de beber unos tragos de jugo de frutas, continuaron la marcha. Para entonces ambos montañistas se sentían fatigados en extremo.

Un fuerte soplo de viento, un movimiento en falso podría precipitarlos de cabeza al glaciar de Kangshung, 3000 m más abajo.

Consciente de ello, Hillary apisonaba cada escalón para que estuviera seguro antes de bajar.

Pararon en el campamento IX para beber algo caliente, y allí cambiaron de tanques de oxígeno.

Al ir abriéndose camino en su descenso por la helada garganta, podían ver allá abajo, a sus pies, las tiendas del campamento VIII, sacudidas por el viento.

A unos 50 m del campamento esperaba George Lowe con sopa caliente para los escaladores, que ya sentían entumecidas las piernas. "¡Vaya! ¡Hemos vencido a ese endemoniado!", exclamó Hillary sonriendo.

Al día siguiente el grupo victorioso descendió la pared del Lhotse para llegar al Circo Occidental, donde Hunt aguardaba noticias con gran impaciencia. De repente, alguien avistó a los escaladores, y una ansiosa muchedumbre salió de las tiendas.

Cuando estaban a sólo 15 m del campamento, señaló Lowe hacia la cima agitando los brazos triunfalmente. Westmacott y Hunt se precipitaron al encuentro de los que volvían, y tras de ellos fueron Gregory con su gorro de borla, Bourdillon con los tirantes colgando, Evans con el sombrero vuelto hacia arriba.

Hillary alzó el piolet en alto; Tensing mostraba una luminosa sonrisa. Todos se abrazaron y se estrecharon las manos, riendo y llorando a la vez.

HILARY Y NORGAY y la conquista del everest

Edmund Hillary y Tensing Norgay durante la expedición

CRONOLOGÍA DE LAS EXPLORACIONES

1852 — En esta década se mide por primera vez la altura del pico XV y se cree que podría ser la cima más alta del mundo, pero los medios técnicos no dan para más.

1865 — El pico XV recibe el nombre de Everest en honor de Sir George Everest, geógrafo y topógrafo Gales, responsable de la topografía de la India entre 1830 y 1843.

1921 — Primera expedición británica sin éxito.

1922 — Segunda expedición y primera en la que se producen muertes a causa de la ascensión: siete sherpas perecen a causa de una avalancha.

1933 — Primer vuelo sobre el Everest.

1953 — Primer ascenso realizado por el neozeolandés Edmund Hillary y el sherpa Tensing Norgary el 29 de mayo a las 11:30 horas.

1960 — Un equipo chino realiza la primera ascensión por la arista norte el 25 de mayo.

1963 — James Whittaker se convierte en el primer americano en alcanzar la cima. • Los también americanos Willi Unsoeld y Tom Hornbein son los primeros en ascender por la arista oeste.

1965 — El sherpa Nawang Gombu se convierte en la primera persona en ascenderlo dos veces.

1975 — l-a japonesa Junko Tabei es la primera mujer en subir a la cima. • La china Phantog es la primera por la cara norte.

1978 — Peter Habeler y Reinhold Messner se convierten en los primeros en ascender la montana sin oxígeno por la vía normal. • La polaca Wanda Rutkiewicz es la primera mujer europea en ascender al Everest.

1979 — l-a alemana Hannelore Schmatz se convierte en la cuarta mujer en ascender al Everest y la primera en morir en la montaña durante el descenso; tenía 39 años.

1980 — Primer ascenso invernal por los polacos Leszek Cichy y Krzysztof Wielicki, y primer ascenso en solitario y sin oxígeno del alemán Reinhold Messner entre el 18 y el 21 de agosto.

1988— La australiana Lydia Bradey se convierte en la primera mujer en ascender sin oxígeno. • El sherpa Kagzi Sherpa establece un primer récord de velocidad en 20 horas y 24 minutos desde el campamento base y sin oxígeno.

1990 — El australiano Timothy John Macartney-Snape sí convierte en el primer hombre en ascender a pie al Everest después de recorrer 1.200 Km. desde el Golfo de Bengala en una expedición denominada Sea fo Summit.

1992 — El francés Pierre Tardivel realiza el primer descenso con esquís.

1995 — A. J. Hargreaves es la primera mujer en ascender en solitario y sin oxígeno.

1996 — Góran Kropp pedalea más de doce mil kilómetros desde su Suecia natal y asciende el Everest sin oxígeno y en solitario. • Araceli Segarra es la primera española en alcanzar la cima.

1998 — Tom Whittaker, americano de 49 años, se convierte en la primera persona en ascender con una pierna ortopédica y con la ayuda de cuatro sherpas.

2000 — Primer descenso de esquí verdadero por el esloveno Davo Karnicar. • Ese año asciende a la montaña Erik Weihenmayer, la primera persona ciega.

2001 — El americano Sherman Bull sube a la montaña con 64 años. • Stefan Gall es el primero en lanzarse en snowboard desde la cima y Marco Siffredi el primero en completar el descenso de esa forma. • El sherpa Temba Tsheri, de 16 años, es la persona más joven en ascender a la cima.

2003 — El 23 de mayo, el sherpa nepalíPemba Dorjie realiza la ascensión más rápida de la historia, en 12 horas 45 minutos. • Por primera vez, tres hermanos, los sherpas Da Nuru, Jangbu y Lhakpa Gelu, ascienden a la cima el mismo día. • El norteamericano Gary Guller se convierte en la primera persona en subir al Everest con una sola pierna por sí mismo. • Yuichiro Miura, de 70 años, se convierte en la persona más vieja en ascender a la cima.

2004 — El 21 de mayo, el sherpa Pemba Dorjie asciende la montaña en 8 horas y 10 minutos, una hazaña increíble que muchos consideran dudosa.

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