Historia de la Máquina de Coser: Inventores y Su Evolución Técnica
Historia de la Máquina de Coser
Nombre del Inventor y Evolución Tecnológica
Podemos decir que la historia de la máquina de coser no existiría sin el antiguo arte de coser a mano. La gente comenzó a coser a mano hace unos 20.000 años, cuando las primeras agujas se hicieron con huesos o cuernos de animales y el hilo hecho de tendones de animales.
Nuestro instinto inventivo explica la progresión natural para querer mejorar las técnicas de costura y hacerlo menos laborioso.
Fue durante la Revolución Industrial en el siglo XVIII, cuando el aumento de la demanda de prendas creció fabulosamente y la necesidad de disminuir la costura manual en las fábricas se convirtió en primordial, para abastecer las exigencias comerciales de esa ápoca.
►Primeras Ideas, Primeras Máquinas...
Se dice que este invento fue el primer producto de la Revolución industrial específicamente concebido para aligerar las tareas del ama de casa. La máquinas de coser sencillas se emplean para confeccionar o arreglar la ropa en casa.
Los modelos más avanzados se utilizan para la confección industrial.
En cuanto a su funcionamiento, para coser dos piezas de tela, lo primero que hay que hacer es enhebrar el hilo.
Desde el carrete situado arriba a la derecha, el hilo se pasa por varias guías que controlan su recorrido y tensión, antes de introducirse por un pequeño orificio situado en la parte inferior de la aguja.
Otro hilo que procede de un carrete (canilla) situado por debajo de la superficie de costura, y se entrelaza con el hilo superior para formar las puntadas.
Las piezas de tela previamente hilvanadas se colocan junto a la aguja, y se baja el prensatelas para mantener la tela contra dos hileras de dientes metálicos que hacen avanzar la tela a velocidad uniforme cuando se acciona el pedal de costura.
La historia del invento es muy poco conocida y mucho menos quién fue el inventor.La máquina de coser tardó en aparecer, y éste es uno de los misterios de la historia de los inventos.
No lo hizo hasta el primer tercio del siglo XIX en Francia, y se cree que la idea surgió del sastre llamado Bartolomé Thimonnier, que en 1830 construyó la primera máquinas de coser.
La idea de una máquina para coser telas era bastante natural, pues ya existían desde hacía tiempo ingenios que trazaban dibujos en el tejido sirviéndose de patrones.
De lo que se trataba era de fabricar una máquina lo bastante pequeña y cómoda para uso doméstico.
Para el divulgador científico Isaac Asimov, el invento nació a partir de una serie de prototipos malogrados, el primero que realmente prendió y que no tardó en ser usado fue el inventado por el norteamericano Elias Howe (1819-1867).
En 1846 obtuvo una patente de su invento, en el cual el ojo de la aguja estaba situado cerca de la punta.
Empleaba dos hilos, y las puntadas se efectuaban mediante una lanzadera.
Howe demostró la utilidad de su máquina compitiendo con cinco mujeres cosiendo a mano, a las que venció con facilidad.
Inventor de la Máquina de Coser Elias Howe (1819-1867)
Aunque la invención de la máquina de coser se atribuye a Elias Howe, cuyo aparato, patentado en 1846, contenía la mayor parte de los dispositivos de la máquina actual, no fue sino el resultado de numerosos ensayos realizados un siglo o más tiempo antes de dicha fecha.
► Primera Patente
La idea original fue de un inglés, Carlos F. Weisenthal, que obtuvo una patente en 1755 para un aparato que facilitaba el procedimiento de bordar, y para perfeccionarlo se hicieron muchas pruebas en Inglaterra, antes que los inventores americanos dirigiesen su atención a este objeto, ocurriendo en este caso lo mismo que en el de otras invenciones mecánicas, que son el resultado de los esfuerzos de muchos inventores, alcanzando el éxito los que se aprovechan de él, mientras que permanecen generalmente ignorados los que más eficazmente cooperaron al triunfo.
La invención de Weisenthal nunca llegó a aplicarse mucho, porque consistía en el empleo de una aguja de dos puntas con el ojo en el centro, moviéndose de atrás a delante, por medio de dientes colocados a los lados.
Es noble reconocer que un par de añoa antes en 1844, el inventor inglés John Fisher diseñó una máquina de coser que funcionaba de una manera muy semejante a las actuales, es decir, todas sus piezas trabajaban coordinadamente como un conjunto único de piezas móviles y fue un gran avance para las próximas creaciones.
Un verdadero ejemplo del ingenio humano.
Sin embargo, un trabajo de archivo fallido en la Oficina de Patentes resultó en la pérdida de su patente, por lo que nunca recibió ningún reconocimiento.
Para otros autores la máquina de coser fue inventada por el francés Barthólemy Thimonnier en 1830. Daba unas doscientas puntadas por minuto, bastantes más de las que podía dar un sastre a mano, por muy hábil que fuese.
Thimonnier empezó fabricando uniformes para el gobierno.
Pero su máquina era muy simple y la verdadera máquina de coser como la conocemos actualmente la inventa el bostoniano Isaac Singer en 1851, de quien hablaremos al final deeste post.
Singer era mecánico, tenía dos mujeres y ocho hijos y perseguía el dinero.
► Nace La "Singer"
Un juez decidió que había copiado el invento del también bostoniano Elias Howe y le obligó a pagarle royalties. Mientras se celebraba el juicio, fundó la Singer Company en 1853.
La máquina de Thimmonnier es notable por llevar sólo una aguja con punta para atravesar la tela, estando provista de una entalladura en la que se aloja el hilo.
La presilla o puntada se formaba por el hilo envuelto alrededor de la aguja, que le llevaba a través del material.
Este se movía hacia adelante una cierta distancia, para permitir a la aguja descender nuevamente.
En esta disposición, las presillas formando la cadeneta de puntadas se hacían en la parte superior del material.
Tambien impresionados quedaron los amigos del inventor con esta máquina, que adelantaron el dinero preciso para establecer una fábrica, y la empresa tuvo tanto éxito que algunos años más tarde trabajaban ochenta máquinas.
Pero las costureras y los sastres no vieron el asunto con tanto entusiasmo.
Como ocurrió cuando Hargreave construyó sus telares, creyeron que las máquinas perjudicaban a sus medios de vivir y procuraron destruir al enemigo común; y fue en aquella ocasión, en Francia, donde una multitud descontenta de obreros manuales destruyó las máquinas de la fábrica de Thimmonnier.
Sin desmayar ante esta manifestación de antagonismo violento de la multitud, el inventor continuó sus esfuerzos y construyó máquinas perfeccionadas, pero no encontró apoyo financiero entre sus amigos, que, evidentemente, temían otro motín entre los obreros, si se trataba de restablecer los mecanismos para coser.
El inventor desalentado, abandonó sus trabajos.
La máquina de coser fue inventada por el francés Barthólemy Thimonnier en 1830
Y aún quedan dudas, debemos remontarnos al siglo anterior, pues la enciclopedia ENCARTA nos informa que la primera máquina de coser fue patentada en 1790 por el inventor británico Thomas Saint y hoy es la mas aceptada en cuanto al origen del invento doméstico.
"La máquina de Saint, que estaba diseñada para coser piel y tela, usaba un único hilo y formaba una puntada en cadena.
No se usaba aguja sino una lezna para perforar el material que se estaba cosiendo.
Otro mecanismo colocaba el hilo a través del agujero, tras lo cual una vara parecida a una aguja con un punto hendido llevaba el hilo a través de la parte inferior, donde un gancho recogía el hilo y lo llevaba a la parte delantera para la siguiente puntada.
Cuando el ciclo se repetía se formaba un segundo bucle con el primero en la parte inferior de la prenda, creando así una cadena y el cierre de la puntada. Sin embargo, la máquina de Saint nunca pasó del prototipo."
Asi que podemos asegurar que la verdadera historia de la máquina de coser esencialmente comienza aquí.
El inglés Thomas Saint diseñó la primera máquina de coser de este tipo.
La patente describe una máquina accionada con una manivela para ser usada en cuero y lona.
Nadie sabe si Saint construyó un prototipo, pero en 1874, William Newton Wilson encontró los dibujos de la patente.
Fueron tan detallados que construyó una réplica, lo que demuestra que funcionó.
Este prototipo era de madera en su mayor parte, con un brazo saliente, en el cual se colocaba una aguja vertical y una lezna, que hacía los agujeros antes.
En la parte superior del brazo tenía una canilla o carrete que suministraba el hilo continuamente.
La puntada era igual a la del aparato de Weisenthal, llamándosela de «tambor» o de «cadeneta».
Se formaba una presilla, empujando la aguja a través de la tela o cuero; un segundo empuje pasaba los hilos por esta presilla, formando otra segunda, a través de la cual se empujaba nuevamente la aguja para formar una tercera, apretando la primera en el tercer impulso.
Esta clase de puntada se empleó durante muchos años para facilitar el trabajo de costuras fuertes.
Parece ser que Saint no consideró práctico su sistema para sustituir en general la costura a mano.
A ésta siguieron, en este sentido, otras invenciones de menor importancia, pero ninguna máquina llamó la atención.
A pesar de la importancia de este invento, este no fue muy bien recibido por las mujeres.
Por aquella todo se hacía a manos y miles de mujeres cuidaban con esmero la precisión y calidad de su trabajo.
Ellas aducían que la máquina no pudiera ejecutar el trabajo con la limpieza, seguridad y perfección con que lo realizaban los dedos femeninos.
Tantos años de práctica con el uso de la aguja, no podía ser reemplazado por una máquina rara , que muchas veces se rompía por el exceso de trabajo.
Con el paso del tiempo el uso industrial, en la fabricación de adornos, tejidos y demás artículo demostró que la producción manual ya no podía competir con el desarrollo de estas máquinas de coser, que hay aumentar considerablemente la producción bajaban consecuentemente los costos de elaboración.
Utilizando así esta nueva invención, se extendieron los innumerables grandes almacenes especializados en la fabricación de ropas hechas para ambos sexos, que hoy permiten a todos vestir mejor y a un coste mucho menor del que pagaban nuestros menos afortunados antecesores.
LAS CONSECUENCIAS EN LA COSTURA A PARTIR DE LA MÁQUINA DE COSER
La introducción de la máquina de coser necesitó una modificación radical en el arte de la costura.
Muchas de las primeras tentativas hechas para coser a máquina siguieron la idea de imitar la costura a mano, valiéndose de una aguja que hacía entrar y salir en la tela por "dedos mecánicos o dientes", pero todas estas invenciones fracasaron.
Se consideró preciso abandonar por completo el método convencional de asegurar las telas, ideando otros medios de unirlas más adecuados al empleo de máquinas.
En los primeros aparatos construidos se empleaban hilos sueltos, no pudiéndose conseguir una longitud uniforme en la puntada.
Pero pronto se idearon mecanismos donde el hilo podía utilizarse continuamente, devanándole en un carrete o bobina.
Se idearon dispositivos para que a cada puntada se presentase una nueva e idéntica cantidad de hilo, y así se consiguió una costura del todo uniforme.
En la máquina de costura, la marcha del hilo es continua del carrete a la tela, pasando por el ojo de la aguja, mientras que en la costura a mano el hilo va fijo a la aguja.
Es evidente, por consecuencia, que el hilo sólo puede pasarse a través de la tela, en forma de presilla u hojal, siendo el medio más conveniente para realizarlo emplear una aguja con el ojo cerca de su punta.
La aguja es empujada justamente lo preciso para atravesar la tela y arrastrar al propio tiempo una longitud de hilo que forme al otro lado una presilla, levantándose la aguja inmediatamente.
Pero, en lugar de llevar consigo el trozo de hilo que introdujo, éste se retiene por el revés de la tela, asegurándole con el mismo o con un segundo hilo, que se va desarrollando de una bobina y que se llama «hilo de relleno».
Otra disposición que distingue la costura a máquina es la manera de regular la longitud de la puntada.
En la costura a mano, naturalmente, la obra no se mueve, determinándose a ojo la longitud de la puntada, cuyo tamaño es más o menos variable; en tanto que, en la máquina, la tela es la que se mueve debajo de la aguja, avanzando a impulsos absolutamente regulares, de tal manera que, tanto la longitud de la puntada como la tensión del hilo, son uniformes.
Por la misma época muchos otros grandes inventores americanos habían comenzado por aquella época a tratar de resolver los problemas de la máquina de coser.
Las ideas de la aguja con el agujero en la punta y el empleo del doble hilo son completamente americanas de origen, y esta combinación fue concebida primeramente por Gualterio Hunt, de Nueva-York, hacia el año 1835.
Los defectos de la puntada de cadeneta y ésta constituyó la característica más saliente de las máquinas anteriores, fueron reconocidos bien pronto.
La rotura de las presillas, en uno y otro punto, hacía que el hilo se soltase, deshaciéndose la costura con gran facilidad, buscándose la forma de combinar otra puntada libre de este defecto.
Esto sólo podía conseguirse haciendo que cada puntada quedase firme por un nudo.
En otras palabras, era necesario cerrar la puntada, y la mejora a que se debió esta solución creó la costura «a pespunte».
En la máquina de Hunt una aguja curva, con ojo en la punta, colocada en un brazo movible, se enhebraba en hilo de un carrete, y penetrando en la tela, formaba una presilla por el revés de ésta.
Entonces, una lanzadera, llevando un pequeño carrete de hilo, pasaba por en medio de la presilla, dejando cogido el hilo, que se atirantaba cuando la aguja subía.
De esta manera se aseguraba la puntada.
No obstante, debido al prejuicio que aún existía contra la máquina de coser, esta invención no se perfeccionó ni se estudió debidamente.
Hunt renunció a patentar sus ideas, y más tarde perdió la oportunidad de hacer una fortuna.
Entonces comenzó la época en que más dispositivos y mejoras se introdujeron en la máquina de coser.
Independientemente de Hunt y sus predecesores, Elias Howe, nacido en Massachusetts, dedicó su atención a las máquinas de coser en el año 1843.
En 1844 terminó un modelo hecho de madera y alambres, y, aunque primitivo en extremo, contenía la mayor parte de los dispositivos esenciales de la máquina moderna, patentándola en 1846.
Howe fue el primero en patentar una máquina de pespuntear, pero su invención tenía dos detalles esenciales, la aguja curva, con el ojo cerca de la punta, y la lanzadera, que había sido ideada por Gualterio Hunt doce años antes.
Aunque tenía muchas de las invenciones de Hunt y de otros que estudiaron el asunto antes que él, la máquina de Howe era tan nueva en sus combinaciones y forma en que había sido dispuesta, que se consideró como una nueva invención.
Además de otros detalles, tenía una placa para comprimir la tela y un dispositivo para dar la tensión al hilo superior.
Comprendía los detalles de nuestra máquina moderna, pero no tuvo éxito.
Howe construyó algunos modelos, pero no los vendió al principio, y cuando lo consiguió los compradores no podían hacerla trabajar.
La tensión no era uniforme, y esto era causa de que el hilo formase presillas muy flojas en ciertas partes de la costura, mientras que otras quedaban muy tirantes.
El movimiento del hilo era defectuoso por la falta de continuidad; la pieza que apretaba la tela tenía que llevarse hacia atrás cuando llegaba a su límite de avance, apretaba de nuevo la tela y volvía a avanzar.
Howe era un mecánico que tenía poco dinero, y por sí mismo no disponía de capital suficiente para la fabricación.
Sin poder conseguir interesar a los capitalistas de los Estados Unidos, vendió los derechos de su patente a una casa inglesa, pero su invención era tan poco apreciada que durante algún tiempo fue ofrecida, sin éxito, a muchos fabricantes e ingenieros importantes.
Pero Howe era un hombre de una perseverancia notable y no abandonó su querida idea de suministrar a los Estados Unidos máquinas de coser.
La teoría de su máquina era buena, pero fracasó al aplicarla, por no encontrar la solución mecánica propia para asegurar el éxito comercial.
El, sin embargo, debía a muchos otros inventores la iniciativa de determinados mecanismos que completaron esta máquina bienhechora de la Humanidad.
Debe recordarse que, no obstante, los inconvenientes que entonces se señalaban, la máquina de Howe cose actualmente.
Expuso su primer modelo en una fábrica de Boston durante algún tiempo, y los ensayos demostraron que podía hacer 300 puntadas por minuto, y se ofreció a hacer cualquier clase de costura que se le exigiese, realizándolo así en una séptima parte del tiempo empleado para hacerla a mano, por la mejor y más rápida costurera, resultando el trabajo perfecto y sumamente fuerte.
Pero la oposición de los obreros y otras consideraciones impidieron que las comprasen los sastres.
Pronto se hicieron imitaciones de esta máquina de coser, que se vendieron con buenos beneficios, apreciándose las posibilidades de introducir innovaciones.
Se discutieron los derechos de Howe, pero los pleitos que se siguieron no dejaron respecto a aquéllos ninguna duda.
Por eso comenzó a cobrarlos, incluso durante el pleito seguido contra Singer, cuya sentencia se dio en 1854; pero el valor en dinero de esta invención fue completamente aparente.
En 1863 sus derechos llegaban a 4.000 dólares por día, y se calcula que alcanzaron en total la cifra de 2.000.000 de dólares.
En la serie de la enorme cantidad de pleitos a que dio lugar el negocio comercial de máquinas de coser, las sentencias afirmaban, una y otra vez, que no se había construido máquina de esta clase que no tuviera alguno de los dispositivos esenciales de la patentada por Howe.
►La Máquina de Howe
Había quedado demostrada la utilidad práctica de la máquina de coser, y a la primitiva se le fueron introduciendo mejoras, algunas muy originales y de éxito.
Uno de los más ingeniosos inventores, y el segundo únicamente después de Howe en esta especialidad, fue Alien B. Wilson.
En 1849 ideó el sistema de enganche rotativo, combinado con la bobina (sistema de bobina central), que constituyó la especial característica de la máquina Wheeler y Wilson.
Su patente de 1850 incluía la invención de una barra movible, provista de unos dientes que, saliendo por una ranura de la placa sobre que se coloca la tela, combinaba con otra barra de presión situada encima, marchando la tela interpuesta entre las dos, merced a los movimientos sucesivos de avance que imprimía la primera.
En 1851 y 1852 solicitó patentes para una mejora en este dispositivo, conocido por «avance en cuatro tiempos» para mover la tela, así como para el enganchador rotativo, haciendo pasar el hilo superior alrededor de una bobina que contiene el inferior.
Con ello señaló el mayor progreso en la costura a máquina, que desde entonces puede hacerse en líneas curvas, siendo también notable por su maravillosa sencillez y perfección mecánica, su sistema de bobina central.
Los principios esendales de sus invenciones se emplean en todas las máquinas actuales de enganche rotatorio.
El avance a cuatro tiempos constituye una de las principales mejoras introducidas en las máquinas de coser, desde que Saint demostró que la costura a máquina era posible, siendo un dispositivo que figura hoy en toda máquina de coser.
Bajo la placa de presión o prensa telas y a los lados del orificio por donde la aguja atraviesa la placa, encima de la que corre la tela, hay una o dos pequeñas superficies con dientes inclinados oblicuamente.
Cuando se ha formado la puntada, esos dientes se levantan uno o dos milímetros y, enganchando la tela, avanzan apoyando ésta sobre la superficie inferior y lisa del prensatelas, haciendo avanzar también a ésta en una longitud conveniente.
Esto constituye el segundo tiempo, dando lugar al tercero el movimiento de descenso de los dientes, que sueltan la tela y retroceden en un cuarto tiempo para volver a su posición primitiva, repitiéndose el mismo ciclo a cada puntada.
Introduciendo Wilson este dispositivo, hizo que el movimiento del material no sólo fuese automático, sino también que la longitud de la puntada fuese rigurosamente exacta.
►Otras Maquinas Primitivas
El trabajo necesario para coser se facilitó muchísimo, no precisando otro cuidado que el de guiar la labor.
De aquí, el que ganase pronto popularidad la máquina en que Wilson introdujo esta mejora.
En 1851, Guillermo O. Grover, sastre en Boston, patentó una disposición para coser con doble cadeneta, que sirvió de base para la construcción de máquinas conocidas con el nombre de Grover y Baker.
También en 1865, Jaime A. E. Gibbs, labrador en Virginia, ideó un mecanismo para coser en cadeneta con un solo hilo, lo que caracteriza a las máquinas Gibbs y Baker, mejoradas después por Willcox y conocidas por Willcox y Gibbs.
Todavía, y, apesar de la actividad de todos estos inventores, entre los años 1830 y 1851, la máquina de coser no había alcanzado el favor completo del público.
Siendo esto debido a la cantidad de invenciones imperfectas que aparecieron en el mercado, y que dieron tan mal resultado que levantaron una arraigada sospecha contra los aparatos mecánicos de coser.
Este prejuicio, tan largo tiempo extendido, no podía desaparecer fácilmente, necesitándose muchos años de esfuerzos constantes de los fabricantes para convencer al público escéptico, cada vez que pretendían demostrar que cada modelo perfeccionado, no era otra nueva máquina lanzada al fracaso, y que no existía ninguna intención de engañar.
Pero la máquina de coser llega a un estado en que, inventados sus mecanismos esenciales y perfeccionados, demuestran su utilidad práctica.
Sólo queda por poner en juego, por los hombres de energía y de negocios, la habilidad necesaria para conti.iuar la fabricación, buscando después los medios de introducir el producto en el mercado.
Aquellos que, en un principio, apreciaron la importancia de la máquina de coser, como un factor en el avance comercial del mundo, se aplicaron con ardor a promover la industria.
Se establecieron factorías en Bridgeport, Cambridge, Boston y Nueva York, así como en otras ciudades, pa ra la exclusiva fabricación de estas máquinas.
Ea importancia de Nueva York como centro comercial, fue pronto reconocida por los fabricantes, y allí se establecieron los principales depósitos y centros de distribución para toda New England.
HISTORIA DE LAS MAQUINAS "SINGER"
El más importante, no ya de los inventores, sino de los fabricantes, aparece en Isaac M. Singer, cuyo nombre comienza a conocerse en 1850.
Su primera máquina, patentada en 1857, tenía una aguja vertical, movida por un eje suspendido, movido por una rueda colocada en una entalladura de la mesa.
Un compresor elástico situado a un lado de la aguja, sujetaba la tela, dándose movimiento al brazo que llevaba la aguja, y a la lanzadera, mediante una transmisión.
Se empleaban en ella dos hilos, y hacía el pespunte cerrado; la presilla del hilo de la aguja se aseguraba en cada movimiento de avance por el de la lanzadera.
Singer también introdujo el movimiento a pedal, para sustituir el trabajo a mano; pero, aunque parezca es-traño, siendo hoy el movimiento a pedal una característica umversalmente adoptada, él despreció al principio este invento y renunció a patentarlo.
Se ve que los dispositivos patentados en su máquina no presentaban grandes diferencias con respecto a las de otros inventores.
Era muy parecida a la de Howe, pero muy superior bajo el punto de vista de la fabricación.
Eas máquinas Singer son notables poi el hecho de que, desde que aparecieron, siempre dieron buen resultado, cosiendo perfectamente.
Como hemos visto, las bases fundamentales mecánicas de la máquina de coser eran ya conocidas antes de que Singer se ocupase del problema a resolver.
Entonces era ya demasiado tarde para conseguir patentes originales; pero su clara percepción del trabajo realizado por sus antecesores, y su capacidad para adaptar a la práctica y utilizar, no sólo sus propias iniciativas, sino las de los demás, le colocó a la cabeza de los fabricantes en esta rama de la industria.
Tan pronto como se vio que la máquina Singer tenía éxito, los propietarios tuvieron que defenderse contií las reclamaciones de Elias Howe.
Singer figuró como el defensor más obstinado, apoyándose en las invenciones primitivas de Hunt; pero últimamente Singer, y con él todos los demás fabricantes, tuvieron que ser tributarios de Elias Howe, solicitando, en 1855, una autorización de éste para utilizar sus patentes.
Singer sufrió un rudo golpe cuando el tribunal sentenció contra él. Su ideal hubiera sido construir una máquina a precio económico, accesible para las pobres costureras, pero el coste de las patentes de Howe hicieron esto imposible.
No obstante, el auxilio que necesitaba Singer, llegó de una manera inesperada.
Su principal consejero, mister Clark, le propuso ayudarle financieramente y convertir el negocio en empresa beneficiosa, si le cedía la mitad de los beneficios posibles.
Clark era un hombre de energía, imaginación y entusiasmo sin límites.
Aprobó la gran idea de Singer de introducir la máquina de coser en todos los hogares, y fue tan sólo cuestión de organización y recursos financieros el realizarlo. Formada la sociedad I. M. Singer y Co, el futuro de la máquina de su nombre quedó asegurado.
Las primeras máquinas Singer, se construyeron, principalmente, para emplearlas en los trabajos de las fábricas; pero cuando se vio, claramente, que podía ser también uno de tantos accesorios domésticos, se hicieron modificaciones para que, conservando sus cualidades características, tuvieran la ligereza y elegancia propias para adaptarse a los usos domésticos.
►Una Moderna Maquina de Coser Singer
La llegada de Singer al campo de la fabricación marcó una nueva era para los aparatos de coser.
Con una maravillosa organización y la aplicación de principios científicos, la Compañía Singer ha tomado siempre la iniciativa en los perfeccionamientos, introduciendo constantemente nuevos modelos para toda clase de trabajo, aunque en la forma y estructura general son semejantes a los tipos originales.
La fabricación y venta de estas máquinas, no se ha interrumpido desde que se presentaron en el mercado, y aunque en él hay muchos competidores, pues los derechos de patente expiraron hacia el año 1877, la Singer es aún la más extendida.
Tanto ésta, como las demás máquinas de coser modernas, llevan tres combinaciones de mecanismos; uno, para formar la puntada, combinado con aplicaciones para regular y mantener el grado de tensión de los hilos; dispositivos dispuestos para sujetar el material a la entrada y salida de la aguja, en la parte en que se forma la puntada, y un mecanismo regulable y automático para hacer avanzar longitudinalmente la tela, a impulsos iguales, una vez formadas las puntadas. Se hacen tres clases de costuras; de simple cadeneta o de tambor, de doble cadeneta y de pespunte cerrado.
En la primera de estas tres formas de coser se emplea un solo hilo; las otras necesitan dos, uno en la aguja y otro debajo de ésta.
Cada clase tiene sus partidarias entre las costureras.
El pespunte cerrado se asemeja, en su formación, al tejido, mientras que la cadeneta, que se deshace fácilmente, se parece más al punto de media.
Se calcula que el 90% de las máquinas domésticas hacen el pespunte cerrado.
Se ha visto que, para hacer el pespunte, el hilo inferior tiene que pasar por la presilla formada por el superior.
Esto se consigue de dos maneras: la primera consiste en hacer pasar una lanzadera que contiene en su interior una bobina con hilo, a través de la lazada o presilla formada por el hilo superior, combinando los movimientos alternativos de la lanzadera con los de subida y bajada de la aguja.
El segundo medio de hacer el pespunte se funda en enganchar la presilla formada por el hilo de la aguja, por medio de un gancho rotativo, que, ensanchando dicha presilla, la hace pasar por una bobina central, que lleva devanado el hilo y que está alojada en el centro del sistema de enganche.
Este método fue inventado por A. B. Wilson, y es conocido por principio de Wheeler y Wilson o de bobina central.
Una combinación intermedia entre la lanzadera alternativa y el enganche rotativo es la de las máquinas de bobina oscilante, introducidas por la Compañía Singer.
La lanzadera tiene forma de gancho, no muy diferente al del sistema Wilson, llevando en el interior una bobina con gran capacidad de hilo. Las máquinas, tanto de enganche oscilante como rotativo trabajan con gran delicadeza y rapidez.
En todos los casos, para hacer el pespunte cerrado, uno de los mecanismos esenciales está constituido por una barra, en la que se fija una aguja con el ojo cerca de la punta, por donde pasa el hilo superior, lo mismo cuando se trata de lanzadera alternativa que cuando se emplea el enganche oscilante o rotativo con la bobina para el hilo inferior.
Este conjunto de invenciones americanas, forma los tipos de las máquinas hoy en uso. Millares de patentes han sido concedidos en los Estados Unidos y en Europa por mejoras en las máquinas de coser; y aunque su eficacia y utilidad han sido notablemente aumentadas, por numerosos accesorios y detalles, el principio fundamental no ha sido variado todavía.
Aun en su presente estado de alta perfección, las invenciones son, sin embargo, numerosas, y continuamente se conceden patentes.
Lo mismo puede decirse de la maquinaria para producir las distintas piezas intercambiables de las máquinas de coser; el principio americano de facilitar el recambio de piezas excesivamente usadas o rotas se realiza con toda extensión en esta industria.
Las máquinas especiales para producir las partes más complicadas de las máquinas de coser, son tan perfectas, que ejecutan el trabajo con la más notable exactitud y velocidad, y, a menudo, necesitan más talento inventivo en su construcción que la misma máquina de coser a cuyo trabajo se destinan.
En las fábricas importantes, el departamento de ensayos es el más interesante Allí el inventor tiene toda clase de facilidades para desarrollar sus ideas y estudiar los resultados de sus ensayos preliminares.
Con frecuencia, se emplea mucho tiempo y mano de obra en la invención y estudio de una nueva pieza o accesorio, que, después, se ensaya cuidadosamente en el departamento de fabricación, correspondiente a la clase de trabajo para la que se ha ideado, y, si da resultados satisfactorios, se instala la maquinaria especial para su construcción que, a veces, tiene que abandonarse, seguidamente, por haberse descubierto algo nuevo que lo mejora.
Aunque el inventor desplegue gran originalidad e ingenio para mejorar un dispositivo, la invención puede no tener valor, si no se encuentra otro cerebro de talento que encuentre la manera de que sea comercialmente práctico.
La fabricación de máquinas especiales, construidas para producir, repetidas, cada una de las diferentes partes componentes de un determinado organismo, de suerte que, reunidas, forman el producto terminado, fue primeramente llevado a efecto en gran escala en los Estados Unidos; por eso se conoce generalmente en el mundo por sistema americano.
Con los progresos realizados en el arte de la mecánica y el empleo general de aparatos y máquinas herramientas, se hizo posible llegar a una, casi, absoluta precisión.
Pero el sistema que permitiese poder construir las distintas piezas de manera que, en el conjunto de un mecanismo, pudiera remplazarse una de ellas por otra, casi absolutamente idéntica, exigía una perfecta y uniforme exactitud.
Para alcanzarla, en la forma y dimensiones de cada pieza, es necesario emplear normas con qué poder comprobar la medida, dentro de tolerancias reducidísimas, con un modelo que sirva como tipo de comparación.
A ninguna máquina se aplica, tan rígidamente como a la máquina de coser, este sistema. Y tan perfecto es, que las diversas piezas pueden adquirirse del comercio en cualquier ciudad del mundo.
Se han hecho muchas aplicaciones de la máquina de coser para diversas clases de trabajo, y se suministran numerosos accesorios con este fin, extendiéndose el uso de aquélla de un modo extraordinario, siendo ahora posible bordar, coser botones, hacer festón, ribetear, preparar y hacer dobladillos zurcir, fruncir y hacer otros diversos trabajos con gran facilidad en una misma máquina, mientras en las fábricas y almacenes de confección se emplean máquinas especiales para cada operación.
Su esfera de aplicación ha aumentado persistentemente, extendiéndose, puede decirse, a todos los oficios en que se precise unir un trozo de material con otro.
Las máquinas son capaces de coser dos trozos de cuero con 50 milímetros de grueso tan rápidamente como si fuere muselina. No se limitan a lo que pudiera llamarse, exclusivamente, coser.
Aseguran los botones a razón de 10 a 15 por minuto, cosiendo siempre, aunque, naturalmente, el dibujo y detalles de la máquina varía de acuerdo con el carácter de la obra que ha de ejecutar.
Es posible equipar las máquinas con más de una aguja, siendo el máximo número de ellas el de doce, colocadas unas al lado de otras para hacer una serie de costuras paralelas, tomando cada una el hilo de su correspondiente carrete, pudiéndose emplear así, al mismo tiempo, hilosde diferentes colores.
La capacidad total de estas máquinas es de 1.ooo puntadas por minuto, o sean, 150 pespuntes dobles por segundo.
Con las máquinas especiales, cualquier operador inexperto puede aprender, en uno o dos días, a coser una determinada clase de obra, y, en pocos meses, estará más práctico que cualquier obrero manual con años de experiencia.
Este avance y desarrollo en costuras especiales, aplicado a la industria, ha producido un enorme beneficio, reduciendo el coste para el comprador y facilitando el éxito comercial al fabricante, que no hubiera podido alcanzar los resultados actuales sin la máqmna de coser.
Los industriales solicitan constantemente máquinas especiales para determinados trabajosy esto ha dado lugar a la creación de cientos de distintos tipos y clases de aparatos y millares de variedades o modificaciones de éstos para adaptarse a las demandas.
Algunas son capaces, por ejemplo, para ajecutar las más complicadas labores de costura de adorno; otras se construyen para utilizarlas en las grandes fábricas de guantes, zapatos, guarnicionería, sombrillas y numerosas variedades de trabajo semejantes.
Una mejora reciente consiste en un dispositivo automático para unir alfombras con la máquina de coser; diminuto y compacto mecanismo que cose a lo largo las alfombras, a razón de cuatro metros por minuto, suprimiendo, por completo, este pesado y fatigoso trabajo manual, con material tan grueso y duro.
Para la mayoría de las personas que en el transcurso de su trabajo hacen unos pocos ojales, no parecerá de importancia esta operación, pero si se tiene en cuenta los que son preciso abrir y terminar en un gran taller de confecciones, en las ropas, en millones de cuellos, puños, camisas y zapatos, se comprenderá la enorme reducción de tiempo, y economía de mano de obra que representa una máquina especial para hacer este trabajo.
Hay muchos tipos en uso de máquinas de hacer ojales; la primera de éstas, un aparato primitivo, la patentó Humphrey en 1862; pero la de Reece, patentada en 1881, llevó el arte de hacer ojales a su presente estado de perfección.
Una de las aplicaciones de la máquina de coser que ha hecho verdadera revolución, ha sido la relacionada con la industria de la zapatería, ha máquina McKay se inventó en 1858 por Lyman R. Blake, y sus numerosos perfeccionamientos han sido notables, según reconoce su propio inventor.
Fue construida por McKay después de varios años de paciente labor y de gastar más de dólares 130.000, hasta alcanzar resultados prácticos.
Esta máquina se empleó extensamente en los Estados Unidos y en Europa, pero tenía el inconveniente de que a los zapatos cosidos con ella no podían coserles nuevas suelas, teniendo que ser éstas clavadas o pegadas, lo que les hacía perder flexibilidad.
En la máquina ribeteadora Goodyear, que fue patentada por primera vez en 1871, se hacía un ribete en el material, que luego se sujetaba a la suela por una costura exterior.
Los zapatos hechos de esta manera eran mucho más flexibles y podían ser reformados por el zapatero, poniéndoles suelas nuevas por el procedimiento manual ordinario.
Esta notable máquina, fué, desde un principio, aplicada a la fabricación de botas y zapatos, y, al presente, se aplica a la confección de las clases más finas.
En 1842, J. J. Greenough, patentó una máquina para coser cueros y otros materiales daros, pero no se generalizó.
Al siguiente año, Jorge H. Corliss, el inventor de la máquina de vapor Corliss, patentó una máquina semejante, que tenía dos agujas con el ojo cerca de la punta, y trabajaba horizontalmente, aunque los agujeros se hacían previamente con leznas.
Los movimientos se producían por una excéntrica y el avance era automático.
Las máquinas para coser pieles y cueros se emplean ahora en todas las ramas de esta industria, en la confección de la parte superior de los zapatos, y las diferentes costuras que se precisan en la confección de guantes, en guarnicionería y en talabartería.
Las máquinas de coser, anteriores a la Singer, no disponían de otro medio de ponerlas en movimiento que la ordinaria manivela.
Esto obligaba a ocupar la mano derecha, no dejando libre más que la izquierda para arreglar y guiar el material que se cosía.
Singer introdujo el mecanismo para moverlas con los pies, y esta fue una gran mejora para utilizar la máquina; pero como algunos predecesores en esta industria, no creyó haber hecho un gran descubrimiento, y no pidió por él patente especial.
Aunque Singer adoptó ya el pedal en su primera máquina, y, consecuentemente, quedaban libres las manos para atender a la labor, se han hecho esfuerzos ingeniosos para evitar también el trabajo de los pies.
Naturalmente, en las grandes fábricas, las máquinas se mueven por fuerza motriz, pero se ha desplegado mucho ingenio para adoptar un motor a las necesidades domésticas.
Durante los primeros veinte años de la máquina de coser, después de su introducción en el comercio, se concedieron numerosas patentes para conseguirlo, ha mayoría de ellas se basaba en la acción de un resorte de acero arrollado, que necesitaba envolverse de la misma manera que en un reloj.
Sin embargo, estas fantásticas ideas, no dieron el menor resultado práctico a sus ingeniosos inventores.
Pero al llegar a ser la electricidad de aplicación universal, se produjo un cambio completo.
Hoy puede funcionar la máquina de coser, independientemente de los pies y de las manos, si hay corriente eléctrica en la casa.
Un pequeño motor, con la fuerza aproximada de un octavo de caballo, se coloca en la parte superior o debajo de la mesilla, y alimentado por un enchufe instalado en el muro o en cualquier portalámpara con su interruptor correspondiente, siendo el gasto del trabajo casi el mismo que el del alumbrado de una lámpara de mediana intensidad.
Con esto se consigue una mayor velocidad media, que llega a 800 puntadas por minuto, en lugar de las 200 a 400 que se alcanzan con el uso del pedal.
La velocidad de la costura se regula de una manera muy ingeniosa, actuando, sencillamente, por presión sobre el mismo pedal.
No hay mejor demostración de la superioridad de la máquina de coser americana que su enorme venta en el extranjero.
Los Estados Unidos son los que exportan en mayor cantidad en el mundo; siendo el mayor país importador Gran Bretaña, al que sigue Alemania.
Todas las grandes fábricas norteamericanas tienen sucursales en el extranjero, donde la mano de obra puede conseguirse más económicamente que en aquel país, estando dichas sucursales equipadas con maquinaría americana y con todos los útiles necesarios para producir máquinas iguales, acornódándolas a las necesidades de los mercados extranjeros.
Algunas de estas sucursales tienen inmensas proporciones, y su producción es superior a la de las tábricas norteamericanas.
Se ha calculado que el número de máquinas americanas vendidas al extranjero, más el de las producidas en éste, es igual al número de las que se fabrican en los Estados Unidos para el consumo nacional.
Las ventas exceden hoy de 2.000.000 de máquinas al año, y se calcula que el valor de la exportación tota) de los Estados Unidos, desde que se concedió la patente de Howe, suma cerca de cien millones de dólares.
El número mayor de máquinas vendidas corresponde a las fabricadas para uso doméstico, y la mayoría de ellas las adquieren gentes sin capital, que no pueden pagar al contado; pero con objeto de facilitar la colocación de estas máquinas, la Compañía Singer ideó, en 1856, el sistema de venderlas a plazos, y esta forma se extendió por el mundo con gran éxito.
Por este medio, el comprador paga su máquina por pequeñas cantidades semanales o mensuales y, con frecuencia, gana con ellas lo suficiente para costear el importe de la compra eventual.
Desde el principio fue muy bien acogida la idea por el público. Se establecieron oficinas y depósitos en todas las ciudades importantes de los Estados Unidos, y las poblaciones de su proximidad, de tal suerte, que hasta las aldeas entraron en la organización.
Fue un nuevo método de hacer los negocios, encontrando en él los consumidores las ventajas de la compra directa, además de poder hacerla a plazos, y la comodidad de poder surtirse fácilmente de accesorios y piezas de recambio, y cuando cualquier mejora importante se introducía en el sistema de las máquinas, se establecían condiciones ventajosas para adquirir los nuevos modelos, cambiándolos por los antiguos.
El sistema dio resultados tan satisfactorios, que hacia el año 1863, siete años después de establecerse, las ventas habían subido, de 21.000 máquinas al año, a 42.000 en 1867, mientras que en los siguientes cuatro años la producción aumentó tan rápidamente que en 1871 alcanzó la cifra de 181.600 máquinas.
Después de retirarse con grandes fortunas, los dos principales socios de la primitiva compañía, se constituyó otra nueva, que extendió sus operaciones a todos los países del mundo.
Lo mismo los chinos que residen en los límites del Tibet, que los labradores del Cáusaso, como los solitarios pastores que viven en el círculo polar ártico, pueden adquirir la máquina de coser a plazos, con la misma facilidad que las mujeres que residen en Nueva York, Londres o París.
La factoría primitiva está en ELizabeth, Nueva Jersey, pero ha sido superada en importancia por otra de la misma compañía en Clydebank, Escocia, que es la mayor del mundo dedicada a máquinas de coser.
En tiempos normales da empleo a más de 14.000 personas.
La compañía es, también, propietaria de grandes bosques en América, donde corta la madera necesaria para las cajas y ebanistería de las máquinas Singer, siendo enorme su consumo anual de hierro, acero y otros metales.
Pero esta explotación persistente no ha sido sola la causa de que se haya extendido tanto la máquina de coser.
Esto ha obedecido a la perfecta, rápida y fácil manera de ejecutar el trabajo.
Ha sido simplificada y pefeccionada en grado extraordinario, y sus varias aplicaciones se van ampliando constantemente, gracias a los distintos accesorios y dispositivos que se idean con éxito.
Como medio productor industrial casero, no se ha inventado jamás mecanismo tan útil y práctico como esta máquina.
Con el objeto de realzar el valor comercial y estético del buen gusto en el diseño industrial, en lo referente a los artefactos para el hogar, se van mejorando los productos, dotándoles de buenas líneas y decorándoles sin demasiada exageración.
Con respecto a ello, las máquinas de coser eléctricas que se han desarrollado dejan de tener la apariencia de su función, y aparecen como bellísimos gabinetes de sala, dignos de incorporarse entre los demás muebles, sin que se sospeche su verdadera función.
La máquina de coser moderna es también más fácil de manejar, y mas versátil en sus funciones, pues forman parte de la máquina varias piezas que anteriormente debían de ser adquiridas.
Incluidos en la máquina eléctrica está el motor, y además dos medios para poner la máquina en marcha, uno que funciona con el muslo y otro con el pie, también una lamparilla eléctrica enfocada hacia el trabajo que se hace.
Finalmente, para que una ciega pueda usar la máquina sin el peligro de que la aguja le lastime la mano, hay un método especial que emplea las células fotoeléctricas para detener el motor en seguida que la mano interrumpa el circuito al acercarse demasiado a la aguja.
Ver Las Primeras Máquina de Coser "SINGER"
Fuente Consultada:
Colección Moderna de Conocimientos Universales Tomo IV - La Industria - Editores W.M. Jackson, Inc. - La Maquina de Coser
Temas Relacionados
Historia de la Máquina de Escribir
Primera Máquina de Calcular de Pascal
Biografia James Watt y la Historia de la Maquina a Vapor
Primeras Máquinas Automáticas
Historia de la Sembradora
Maquina de Alan Turing:La Maquina Enigma
Historia del Ferrocarril a Vapor
Enlace Externo: Mas Historia de la Máquina de Coser