Ciudad de Mohenjo Daro:Historia Primer Ciudad Planificada del Mundo

Ciudad de Mohenjo Daro:Historia de la Primera Ciudad Planificada del Mundo

Hacia mediados del siglo XIX se descubrieron en el valle del Indo los vestigios de dos ciudades muy antiguas: Mohenjo-Daro y Harappa.

De ello se deduce que mucho antes de la llegada de los arios, la India poseía un alto grado de civilización.

En las dos ciudades las calles eran anchas y rectilíneas.

Las casas de ladrillo rojo eran confortables.

Además de esculturas trabajadas con gran sentido artístico, se han encontrado objetos de uso, sellos y juguetes.

En los mitos y leyendas de la India hay inquietantes alusiones a una civilización olvidada que desapareció con el paso del tiempo.

Según el Rigveda sánscrito, escrito en el segundo milenio a.C, los invasores arios que ocuparon la India hacia 1500 a. C habían sido enviados por el dios hindú Indra, llamado El Destructor de Fuertes porque había arrasado «noventa fuertes y cien castillos antiguos».

Hasta el siglo XX se creyó que dichas fortalezas eran puramente míticas, pero la arqueología ha demostrado lo contrario.

Ciudad de Mohenjo Daro:Historia Primer Ciudad Planificada del Mundo

Las excavaciones realizadas durante las décadas de 1920 y 1930 sacaron a la luz una civilización contemporánea de la egipcia y la mesopotámica.

De igual forma que la mayoría de las civilizaciones antiguas, floreció en el valle de un río —el del Indo, en el moderno Pakistán— pero se extendió por una zona más amplia.

Actualmente se cree que la civilización del valle del Indo constituyó el imperio preclásico más importante del mundo.

Se han encontrado casi cien pueblos y ciudades en un triángulo cuyo vértice está a 800 Km. río arriba y cuya base se extiende 960 Km. a lo largo de la costa.

Los primeros planificadores urbanos del mundo

mapa de mohenjo daroCon el nombramiento del director general de arqueología de la India en 1944, en la persona de sir Mortimer Wheeler, fueron reemprendidas las excavaciones en los grandes montículos que cubrían las dos mayores ciudades de la civilización del valle del indo: Harappa, en el norte, y Mohenjo-Daro, «el montículo de los muertos», 560 kilómetros al suroeste de aquélla.

Las dos ciudades que Wheeler desenterró fueron construidas entre el 2500 y el 2100 a.C, con ladrillos cocidos en horno, y debieron ser las capitales gemelas de lo que hoy llamamos el Imperio de Harappa.

Asombrosamente bien organizadas y con enormes similitudes, ambas ciudades fueron en su tiempo las emplazamientos urbanos más extensos del mundo.

Cada una tenía un perímetro de más de 5 Km., y sólo Uruk, en Mesopotamia, podía competir con ellas.

Mohenjo-Daro presentaba un contorno cuadrado y estaba trazada según una planta rectangular. Doce calles principales de tierra batida, de 9 a 14 m. de anchura, dividían la ciudad en doce bloques.

Once eran residenciales, y estaban formados por numerosas casas de ladrillo, apretadas y similares, que incluían viviendas de artesanos, tiendas y talleres.

El duodécimo bloque, separado del resto de la ciudad, dominaba las viviendas urbanas; en él,, un montículo artificial de forma rectangular y unos 6 m de altura, constituía la ciudadela, a cuyos principales edificios se les llama el Gran Baño, el Granero Urbano y la Sala de Reuniones.

En la actualidad, la ciudadela está coronada por el imponente stupa de un monasterio budista del siglo II d.C.

Múltiples casas se ajustan a un modelo básico y espacioso, con un patio central rodeado de varias habitaciones, y un pozo y unas escaleras que llevaban al piso superior; muy pocas tenían puertas o ventanas que dieran a las calles principales, quizá por razones de intimidad y seguridad, o simplemente para evitar el ruido y el polvo del tráfico urbano.

Lo cierto es que tan sólo se podía tener acceso a las casas a través de numerosas callejuelas que conformaban una malla entre las calles principales.

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Se han encontrado numerosas poblaciones de la civilización del Indo, desde Harappa, en el norte, hasta Mohenjo-Daro, unos 560 Km. al suroeste de aquélla. Había otras más al sudeste, zona donde Lothal era el principal puerto comercial.

mohejo daro ruinas

El Gran Baño es un tanque de ladrillo de 12 x 7 m de lado y 2,5 de profundidad, hundido en la plataforma de ladrillo que sostenía la ciudadela e impermeabilizado con yeso. A cada extremo tenía escaleras con peldaños de madera, y a su alrededor había vestuarios del mismo material. Algunos arqueólogos lo consideran una especie de «piscina municipal», y otros, un centro de baños rituales.

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¿Quién gobernaba en Mohenjo-Daro?

Uno de los abundantes misterios sin descifrar de la civilización indostánica es el correspondiente a la ausencia de templos reconocibles como tales.

Otras civilizaciones antiguas eran gobernadas por reyes sacerdotes o dioses vivientes, habitantes de lujosos templos o palacios, pero se carece de alguna noticia veraz de los gobernantes de Mohenjo-Daro.

Es factible que la religión de esta civilización del Indo fuese precursora del hinduismo, y probablemente contara con diversos dioses, entre ellos una diosa madre, representada en numerosas figurillas, y un dios tricéfalo y con cornamenta, que debió ser el precursor del dios hindú Siva.

El Gran Baño de la ciudadela de Mohenjo-Daro parece denotar que estos pobladores del Indo poseían una religión organizada, con una pléyade de sacerdotes ministrados.

Los baños rituales continúan jugando papel importante en el hinduismo actual, y muchos arqueólogos creen que el Gran Baño era el escenario de un ceremonial colectivo de limpieza espiritual, dirigido por un conjunto de sacerdotes.

Mohenjo-Daro es reflejo de una actitud vital disciplinada y eficiente, quizá con diferencias de clase entre pueblo llano y mercaderes detentadores de riquezas, muy semejante al sistema de castas de la India actual.

Otro notorio edificio de la ciudadela es el Granero Urbano: numerosas plataformas para la molienda, almacenes para el arroz y el trigo, y un entramado de conductos subterráneos para el secado del grano componen lo queWheeler citó como «el foco económico de la ciudad».

Las diversas huellas que indican el perfecto control de la ciudad han sido interpretadas como reveladoras de un primitivo estado totalitario.

La falta de evidencias de una clase gobernante de índole mesopotámica, que actuase como mecenas, podría explicar la escasa calidad en las manifestaciones artísticas del pueblo de Harappá.

Unas cuantas estatuillas, entre ellas una danzarina erotizante, algunos sellos de piedra con imágenes de animales y dioses, varias figuras de arcilla con representaciones taurinas y unas cuantas vasijas decoradas constituyen el pobre reflejo de lo que en otro tiempo fue una sociedad organizada y ciertamente opulenta.

En su mayor parte, los utensilios de Mohenjo-Daro son tan comunes y útiles como el diseño mismo de la ciudad.

Quizá se encuentren respuestas a las interrogantes que plantean las ciudades del Indo cuando se haya logrado descifrar las inscripciones de los sellos de piedra, la única escritura descubierta en la zona.

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En Mohenjo-Daro se han encontrado numerosos sellos de piedra muy bien tallados, que demuestran el elevado nivel de su artesanía y economía. Se los empleaba en el comercio de cerámica, marfil, madera y telas de algodón con Mesopotamia y el golfo Pérsico, pasando por el emporio mercantil de Dilmun, la actual Bahrain.

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El ocaso de una civilización

La llanura aluvial del valle del Indo ha sufrido inundaciones en numerosas ocasiones.

Gran parte de Mohenjo-Daro está bajo el nivel de las riadas, y muchos de sus secretos pueden estar enterrados en la arena.

Hacia el 1900 a.C, estas ciudades iniciaban su decadencia, quizá por las constantes inundaciones, o tal vez porque se habían agotado las reservas de madera del bosque, imprescindibles para cocer las enormes cantidades de ladrillos necesarias para la reparación y reconstrucción del entorno.

La llegada de los arios al Indo debió enfrentarlos con un pueblo en plena decadencia, de raza mestiza, que malvivía en las grandes ciudades de sus antepasados.

«Arrasa las fortalezas como el tiempo consume las ropas», dice de Indra el Rigveda; y si verdaderamente fue él quien dirigía a los invasores arios, demostró poca compasión, pues en el último nivel de ocupación de Mohenjo-Daro se han encontrado numerosos esqueletos con marcas de cortes de espada en el cráneo.

Se pasó a cuchillo a hombres, mujeres y niños, a algunos en sus casas, a otros en las calles; junto a un pozo público yacen cuatro hombres y mujeres, a modo de siniestro epitafio de los últimos descendientes de una próspera nación con muchos rasgos únicos.

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• AMPLIACIÓN DEL TEMA:

En 1856, unos ingenieros ingleses que estaban instalando en el este de la India la vía férrea que enlaza Karachi con Lahore, descubrieron las ruinas de dos ciudades antiguas: Mohenjo-Daro y Harappa.

Este descubrimiento probaba que el valle del Indo ya había estado habitado mucho antes de la llegada de los arios.

Durante la época preindia, hacia el año 2500 antes de Jesucristo, en este lugar se desarrolló una civilización que muy bien podría compararse con la de Mesopotamia y Egipto.

Esta cultura fue destruida por los arios, pueblo de pastores que al principio sólo conocían la población como organización social.

La ciudad de Mohenjo-Daro fue construida hacia 2500 antes de Jesucristo, según un trazado en forma de damero, con calles principales rectilíneas y vías laterales que desembocaban en ellas en ángulo recto.

Estas calles tenían de tres a diez metros de ancho. La calle principal era una línea recta de 800 m de longitud. No había esos callejones sin salida, callejuelas y calles sinuosas tan típicas de las ciudades de Oriente.

Las viviendas de Mohenjo-Daro estaban sólidamente construidas: ladrillos rojos y, como cemento, barro seco.

La base de los muros casi tenía un metro de grueso.

Las fachadas estaban poco decoradas y había escasas ventanas, a fin de conservar fresco el interior de las casas, continuamente expuestas a los ardores de un sol de justicia.

Además, estaban ideadas de modo práctico y algunos interiores no carecían de elegancia.

La parte más importante y al mismo tiempo más característica de la casa era el patio interior, adornado con plantas lujuriantes.

La vivienda tenía incluso cuarto de baño, dormitorios muy amplios, un salón de recepción, una habitación para el portero y un comedor.

El suelo estaba cubierto de losas rojas y lisas en ligera pendiente hacia un ángulo, del que salía un conducto que vertía las aguas residuales a un colector que corría bajo las aceras.

El edificio más importante de Mohenjo-Daro era el establecimiento de baños, que, probablemente, tenía significado religioso.

Esta imponente construcción, de 56 m de largo por 31 de ancho, produce una impresión inolvidable.

En la parte central había una piscina rectangular de 13 por 7,5 m.

El agua era renovada regularmente por medio de un depósito que siempre contenía agua fresca.

Los habitantes de Mohenjo-Daro eran de pequeña estatura.

Tenían la frente estrecha, nariz recta y corta, barbilla ligeramente huidiza y labios gruesos.

La mayoría de hombres llevaba una barba en forma de collar y cabellos muy cortos.

Cuando los llevaban largos, los peinaban en tirabuzones.

Las mujeres vestían trajes que les llegaban hasta la rodilla y se ajustaban el talle con un cinturón.

Es probable que llevaran mantos.

El vestido de los hombres consistía en una a modo de túnica enrollada a la cintura, que cubría el hombro izquierdo, y quedaba sujeta bajo el hombro derecho.

A la hora de las comidas, en, las que, sin duda, figuraba la carne, se sentaban sobre esteras colocadas alrededor de la mesa.

La población de las ciudades estaba dividida en clases.

Los sacerdotes y los comerciantes eran los ciudadanos más importantes.

La población laboral llevaba una vida muy sencilla y se dedicaba especialmente a la agricultura.

Estas ciudades preindias fueron destruidas por los arios.

En cambio, su religión fue respetada.

Por otra parte, resulta notable el hecho de que esta religión, prácticamente, no haya sufrido modificaciones después de cuatro mil años, mientras que los dioses de Egipto, Babilonia y Grecia fueron reemplazados por el cristianismo o la fe musulmana y sólo sobreviven en la literatura y el arte.

En la civilización preindia se adoraba a una diosa-madre y a una divinidad que en el actual hinduismo lleva el nombre de Siva.

Las ruinas de Mohenjo-Daro, que por primera vez fueron estudiadas científicamente por el arqueólogo Banerji en 1922, han puesto en nuestras manos un caudal de valiosos documentos artísticos.

Lo que más sorprendió a los arqueólogos durante las excavaciones de Mohenjo-Daro fueron unas esculturas, pequeñas pero admirablemente trabajadas.

La más famosa, que representa una bailarina, es de bronce. Lo más notable en ella es la naturalidad de la actitud.

Esta estatua viene a ser como el símbolo de la avanzada civilización del Indo.

Dos estilos se distinguen en estas esculturas: uno de carácter popular y otro que parece haber sido creado para minorías muy selectas.

La aportación artística de esta civilización parece haberse limitado casi exclusivamente a los objetos de uso: alfarería, armas, joyas y objetos de culto.

Merecen mención especial los numerosos sellos grabados en los que, por lo general, aparece representado un buey, un toro, un elefante o un tigre.

La mayoría de estos sellos son cuadrados, salvo alguno redondo o cilindrico, y llevan una inscripción en una lengua que hasta ahora no ha podido ser descifrada.

Algunas veces, los animales fueron reemplazados por dioses o héroes míticos.

La representación de los animales es naturalista y llena de movimiento; en cambio, la de los humanos es tosca y hierática.

Mohenjo-Daro también nos ha dejado numerosos juguetes: bueyezuelos que tiran de carretas, caballos de silla ricamente decorados con piedras, animales y pájaros.

Aunque no se han encontrado muñecas, sí se han descubierto sus neceseres con huellas de niños.

Su juguete preferido era un buey que meneaba la cabeza.

También se desenterraron magníficos dados.

Harappa, la otra antigua ciudad del valle del Indo, fue construida según el modelo de Mohenjo-Daro.

Tenía una ciudadela edificada sobre una colina artificial, probablemente para resguardarla de las inundaciones.

Estaba protegida por importantes construcciones de defensa.

Desde sus terrazas se presenciaban las procesiones, cortejos y festividades.

Con una aproximación relativa se cree que el desarrollo de esta ciudad, levantada en el Punyab, a orillas del Indo, tuvo efecto entre los años 2500 a 1500 antes de Jesucristo.

Por los restos encontrados en sus ruinas y sobre todo en los dos cementerios cercanos a ella, sabemos que sus habitantes poseyeron una cultura muy avanzada en relación con la época.

La cerámica, por ejemplo, nos revela que los artesanos de Harappa conocían el torno de alfarero, y que en el arte de la escultura esta civilización tuvo artistas excepcionales.

En Harappa se han hallado numerosas estatuillas que representan personajes femeninos. Esto nos hace suponer que se adoraba a una diosa-madre.

Pero hasta que no se haya logrado descifrar los textos antiguos nada definitivo se podrá concluir sobre la religión de la civilización del Indo.

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