El Rey Craso y la codicia por el Oro Leyenda Historia

El Rey Craso y Su Codicia por el Oro

historia sobre el oro

LA MUERTE DEL REY CRASO:

A diferencia de todas las monarquías que habían gobernado las naciones desde el comienzo de los tiempos, lo que en Roma definía la influencia de un individuo en los asuntos del Estado era más la cantidad de oro que poseía que su linaje.

Tal influencia determinaba a su vez cuánto le llegaba bajo la forma de sobornos de otros que también perseguían el poder y las riquezas.

Por ejemplo, cuando Julio César regresó de su servicio en España como cuestor (funcionario encargado de los asuntos económicos de una provincia), había obtenido en ese territorio bastante oro para distinguirle como líder, pero no lo suficiente pata llevarle hasta donde aspiraba.

Por ese motivo combinó sus intereses con los de otros dos ambiciosos ciudadanos romanos, un hombre fabulosamente rico denominado Craso y un jefe militar de nombre Pompeyo.

Craso comenzó a acumular su fortuna organizando un servicio de bomba que sólo apagaba un fuego si recibía la renumeración de antemano.

Si el propio amo no pagaba y el edificio quedaba destruido por el incendio, Craso adquirió las ruinas por una fracción del valor del edificio destruido.

De este modo consiguió gran numero de propiedades que restauró y alquiló por cifras elevadas.

Además, Craso prestaba dinero a interés y consiguió ser dueño de minas de plata y,  explotaciones agrícolas y gran número de esclavos.

Instruyó incluso a al para convertirlos en lectores, camareros y cocineros.

Los grandes beneficios proporcionaba a Craso toda esta riqueza le permitían sobornar a funcionarios para adquirir a precios muy bajos propiedades confiscadas.

Aunque Pompeyo acabó decapitado, muy probablemente por orden César,

Craso estaba destinado a un final más horrible. Se hallaba dispuesto a demostrar que era algo más que un acaparador de riquezas y que, como Pompeyo y César, podía llevar a la victoria a sus soldados.

En consecuencia, provocó en Mesopotamia una guerra contra los partos e inició su campaña al de 44.000 hombres, en su mayoría infantes.

En la batalla de Carre (53 a.C. los partos atacaron a los romanos con 10.000 arqueros montados y un cuerpo de  1.000 camellos árabes.

Obtuvieron con rapidez el triunfo.

Craso trató de negociar una rendición, pero el ataque de los partos fue tan feroz que sólo consiguieron escapar 10.000 de los 40.000 romanos iniciales.

Los partos reservaron a Craso un destino especial que expresaba su desdén ante la en romana obsesionada por el dinero a la que él representaba: lo mataron derramando oro fundido en su garganta.

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