El Civismo y la Participación Ciudadana en las Cuestiones Políticas

El Civismo: Participación Ciudadana

Definición:

El civismo, como característica de un país, es el ejercicio generalizado de las virtudes sociales, la preocupación permanente por todo lo que toca a los deberes y derechos del ciudadano.

Ello se tiene que reflejar en la vida pública y privada de los habitantes.

Es una actitud que debe estar presente en la esfera del estado y también tener vigencia en todos los planos de las relaciones sociales y comunitarias.

Este sentido de responsabilidad social es el secreto engranaje que explica el buen funcionamiento de un país y, desde luego, la felicidad de los habitantes.

¿Puede sentirse feliz el jubilado de un país, que para conseguir su beneficio previsional debe padecer numerosas esperas, colas, citaciones, humillaciones...?.

¿Qué convicción sobre la bondad de un servicio público puede abrigar el usuario si, a pesar de que el teléfono no ha funcionado durante semanas enteras tiene que abonar la factura como si se le hubiera prestado el servicio en forma normal?.

Si la persona afirma sus derechos frente al estado, frente a la administración pública, por su parte, las autoridades deben tener una conducta política y social, una burocracia eficiente que hagan realidad día a día el bienestar y la prosperidad generales.

Podemos decir que el civismo es un conjunto de ideas, actitudes y hábitos propios del buen ciudadano, elemento consciente y activo de la sociedad.

El espíritu cívico está formado por el respeto hacia el bien común, por la conciencia de que nuestros actos repercuten sobre toda la sociedad, por el respeto sin servilismo hacia las autoridades legítimas, y por el amor a las instituciones, sintetizadas en la Constitución.

Nutrido con las virtudes del espíritu democrático, el buen ciudadano respeta las libertades ajenas y mantiene una actitud crítica y vigilante frente a los hombres y grupos que actúan en la vida política.

Obedece las leyes justas y se preocupa por los asuntos públicos, entregando sus conocimientos, su tiempo o su experiencia y aceptando todas las responsabilidades, sin que el deseo del lucro o el incentivo del poder predominen en su acción.

El civismo, formado por esta compleja serie de hábitos y actitudes, emana de varias virtudes sociales; la justicia, la magnanimidad y la fraternidad le dan un tono peculiar, que permite ver al hombre tras las instituciones y evitar 'los riesgos de la idolatría del Estado.

Deja intacto el espíritu crítico, vital para la democracia; conoce los límites de la autoridad y no permite que sean violados, al tiempo que exige que los gobernantes respeten las libertades legítimas de las personas y de las asociaciones

Manifestaciones del Civismo

Los ciudadanos no pueden vivir indiferentes en relación con la política, ya sea nacional, provincial o municipal; ello no significa necesariamente militar en un partido político, sino tener espíritu de colaboración y no descargar el peso de todos los problemas y de sus soluciones en las autoridades.

El sentido de responsabilidad cívica se ve en numerosas manifestaciones de la vida cotidiana y permite de ese modo que el mecanismo social funcione de una forma que satisfaga a todos.

Cada uno asume sus deberes frente al resto de la sociedad con auténtico sentido cívico; en consecuencia, se abstiene de todo aquello que pueda dañar a la comunidad y reconoce sin ninguna clase de restricciones las obligaciones que ha asumido.

Volviendo al ejemplo del servicio telefónico, el usuario pagará fielmente su factura a una empresa que prestará el servicio con eficiencia y en condiciones de ventaja económica.

Si trasladamos el ejemplo a los demás servicios públicos la consecuencia es que se obtiene un panorama de eficiencia y de comodidad en todos ellos en beneficio del usuario, de la comunidad.

La afirmación y práctica del civismo no sólo es reflejo de un estado espiritual sino que también tiene que ver con el desarrollo material de un país.

Debatir y Confrontar

Respetar otras opiniones implica entender que debatir no es lo mismo que confrontar.

Debatir es buscar acuerdos, ser honesto en procura de la verdad.

Al confrontar, dos personas dicen lo suyo sin escuchar al otro ni considerar su punto de vista.

En los medios de comunicación asistimos generalmente a confrontaciones, aun cuando se las presente como debates.

Respetar las opiniones ajenas no significa compartirlas.

El ciudadano responsable puede y debe manifestar su posición, sin despreciar a quien piense distinto ni pretender la unanimidad.

Disentir con una postura es legítimo y nadie puede sentirse ofendido, siempre y cuando la crítica apunte a la opinión y no a la persona que la emite.

El cuidado mutuo.

La convivencia democrática debe servir para el bienestar de los habitantes de un país.

Hay aspectos políticos y económicos que sustentan ese bienestar.

Entre los primeros, la vigencia de las instituciones, el respeto por la ley y las garantías personales.

Entre los segundos, la elevación del nivel y la calidad de vida, el pleno empleo, el salario justo y las oportunidades para el desarrollo integral.

Pero hay otro aspecto del bienestar social entre los ciudadanos que es el cuidado mutuo, el compromiso con el bienestar del otro.

Esto se manifiesta en la cortesía hacia el semejante, en la atención hacia el necesitado o el débil (niños, ancianos, personas sin hogar), en el respeto por normas de urbanidad (por ejemplo, del conductor hacia el peatón), el buen trato en una oficina o negocio.

Estas son actitudes que surgen de ver a la otra persona como a un semejante.

Estos detalles dejan de ser accesorios cuando contribuyen a construir una sociedad solidaria.

La construcción del bien común.

La democracia supone participar en la búsqueda de una sociedad mejor.

La felicidad personal y social no se alcanza por acciones mágicas ni es responsabilidad exclusiva de los gobiernos.

Lo primero es irracional, lo segundo sería un peligro para la democracia: en nombre de la "felicidad del pueblo", los gobiernos podrían tomar atribuciones que no les corresponden.

El nivel moral de una sociedad guarda una estrecha relación con la participación y el compromiso de los ciudadanos con el bien común.

Cada persona tiene proyectos personales.

En general, las personas forman parte de un grupo o sector que tiene como meta un bien sectorial.

La clave está en hacer confluir esos bienes personales y sectoriales hacia el bien común de la sociedad.

Es sencillo cuando lo personal se inscribe dentro de un sector, cuyos objetivos son compartidos por la mayoría de la sociedad.

Pero en otras circunstancias, lo personal y lo sectorial pueden atentar contra el bien común.

Entonces es necesaria la intervención del Estado como garante del bien social y como promotor del acuerdo entre sectores.

Estos mecanismos permiten que los diversos grupos sociales pongan en consideración sus legítimos intereses, que pueden estar circunstancialmente confrontados.

Si se toma la costumbre de no eludir la disparidad de intereses, reconocerlos y buscar alternativas de acuerdo, el bien común deja de ser un concepto teórico para convertirse en el faro que guía el desarrollo social.

Fuente Consultada:
Gran Atlas de la Historia Universal Tomo I
Filosofía Formación Ética y Ciudadana Activa Polimodal -

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