Idus de Marzo:La Conjura de un Asesinato
Idus de Marzo La Conjura de un Asesinato
JULIO CÉSAR (-100 , -44)
Procedía de una rama poco conocida de la gens julia.
Por ser yerno de Cinna y sobrino de Mario, estaba vinculado a los populares.
Bajo Sila llamó poderosamente la atención, por su fuerza de carácter, al negarse a divorciarse de la hija de Cinna.
Más que por fidelidad a su esposa, adoptó esa actitud por arrogancia y por motivos políticos.
Porque César era un libertino y un seductor irresistible.
Preocupado por su aspecto, lo inquietaba su prematura calvicie, por lo que procuraba ocultarla peinándose hacia adelante y con una corona de laurel.
En el año 65 a. C., como edil, se captó la voluntad del pueblo al organizar unos magníficos juegos, después de haberse enriquecido sin escrúpulos en la repartición de España.
Julio César podía creer que había alcanzado todos los objetivos que le había inspirado su incontenible ambición.
Sus grandes rivales habían desaparecido, el Senado lo había nombrado dictador perpetuo y bajo sus poder estaba un Imperio que se extendía desde Hispania hasta Egipto.
El 15 de marzo del año 44 a.C., un grupo de conjurados, encabezado por Marco Bruto, acabó con la vida del conquistador de las Galias cuando éste llegaba al Senado.
En el año 63 a. C. se hizo elegir Pontifex Maximus, pero la "batalla electoral" lo dejó completamente endeudado.
Éste era, por lo demás, el estilo político que predominaba entre los nobiles romanos.
Al punto en que habían llegado las cosas, en el ámbito político de Roma existía el convencimiento de que César iba a proclamarse rey.
Hasta aquel momento no había osado asumir este título por comprender que ello ofendía a cuantos habían permanecido tenazmente fieles a los ideales republicanos.
Y fueron precisamente esta fidelidad ideal y los temores de lo que pudiera ocurrir en el porvenir los que hasta cierto punto determinaron la formación, entre algunos miembros de la nobleza, de una conjugan para asesinar al dictador.
Esta conjura tuvo como causa el hecho de que César hiciera centrar en la península balcánica dieciséis legiones, una fuerza enorme, para una gran expedición contra los partos.
Aunque el motivo oficial era vengar la derrota sufrida por los romanos diez años antes, pronto comenzó a circular la especie de que, según los oráculos, sólo un rey podría vencer a los partos.
No se puede excluir en modo alguno que César no aspirara a ser rey, aunque sólo fuera de nombre: además de haberse propuesto a Alejandro Magno como ejemplo, toda su acción política de los últimos tiempos parecía encuadrarse en la concepción de un imperio cosmopolita como el que había sido el ideal de Alejandro.
Pero como introducir en Roma el principio monárquico no era en absoluto fácil, cabe considerar que César quisiera obtener primero la investidura real en Oriente y hacerla aceptar después a Roma con la fuerza irresistible de un éxito militar grandioso como el que le hubiera podido proporcionar aquella campaña contra los partos.
Sea de ello lo que fuere, recientes actos del dictador permitían .: mentar fuertes sospechas sobre sus verdaderas intenciones.
Ya que no se ponía de pie para recibir a los senadores, sino que los acogía como cualquier patrono a sus clientes.
Además, había hecho colocar su estatua en el templo de Quirino, con la dedicatoria: "Al dios invicto".
En los juegos, su imagen tenía que ser llevada en procesión con las estatuas de los dioses.
También se le habían decretado ofrendas como a una divinidad.
Por otra parte, a su casa del Palatino se le había añadido un frontón, igual al de un templo, como si se quisiera indicar que allí vivía un dios.
Vestía siempre las ropas del triunfador.
En su vinculación a Venus Genitrix como origen de su familia alentaba el deseo de atribuirse ascendencia divina.
Todo esto hacía pensar que maduraba el propósito de circundar a su persona de un halo sagrado para elevarse después, por encima de los demás hombres, hasta el nivel de los dioses, como había hecho Alejandro.
No es que César fuese un místico (fue muy tolerante en religión, como lo fue en política, de acuerdo con su espírituuniversalístico), pero el aspecto religioso era una condición necesaria para alcanzar sus fines políticos, que consistían en identificarse con el estado.
Estas novedades exigían concesiones esenciales al espíritu romano, que rechazaba por completo cualquier forma de culto personal.
También hallaban oposición en las familias más tradicional listas, a las cuales era extraña la noción de la apoteosis y que sentían antigua aversión contra el poder personal exclusivo.
Incluso aquellos que, como Cicerón, habían admirado en César la generosidad y ecuanimidad hacia sus enemigos vencidos y esperado de él la restauración de los poderes republicanos, empezaban ahora a verle como el tirano que había que suprimir.
Y es sabido que entre griegos y romanos el tiranicidio no era un acto moralmente reprobable.
Así maduró la conjura.
Tomaron parte en ella unos sesenta inspiradores, todos pertenecientes a la nobleza, y se contaban entre ellos tantos amigos como adversarios de César.
Promotores y organizadores de la conjura fueron Marco Bruto (imagen), su cuñado Casio Longino y Décimo Bruto. Cicerón fue dejado aparte.
Pero el cerebro de todo fue Marco Bruto, último descendiente de una familia que según la tradición, había desempeñado el papel principal en el destronamiento de los Tarquines.
En cierto modo se creía un hombre providencial, pero en el fondo era un doctrinario, retrasado para su época.
El 15 de marzo, el día antes de partir para la guerra contra los partos, César acudió al Senado, a pesar de que se le había advertido del peligro que corría.
Mientras le presentaban una súplica, los conjurados se le acercaron como si ellos le rogaran también y le agredieron con los puñales que llevaban ocultos bajo la toga.
César se defendió hasta que, habiendo recibido ya varias heridas, vio que lo atacaba también Marco Bruto, uno de aquellos a quienes creía haber beneficiado más.
Entonces, cubierto de sangre, se dejó caer junto a la estatua de Pompeyo. Se contaron veintitrés heridas cu su cuerpo.
Con César desaparecía la personalidad más poderosa del mundo romano, el hombre que había querido identificarse con la grandeza del estado romano, creando de este modo una nueva noción política destinada a perdurar con su nombre a través de los siglos.
Fuente Consultada: Graciela Marker
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