Historia y Origen de Rusia: Primeros Pueblos Fundadores Pobladores
Historia del Origen de Rusia
Primeros Pueblos del Territorio
Poblaron Rusia, al principio, especialmente su región meridional, diversos pueblos de los que pocos recuerdos han llegado hasta nosotros.
El primer Estado ruso, el reino de Kiev, lo fundaron vikingos procedentes de Suecia: los varegos.
El poderío de Kiev llegó a su apogeo con Iaroslav, pero la ciudad fue destruida por los tártaros.
Éstos fundaron el imperio de la Horda de Oro, destruido a su vez por el reino de Moscú.
El principio de la historia de Rusia está envuelto en el misterio.
Sin embargo, desde muy antiguo habitó el país gente de quien los griegos y los romanos tenían ya conocimiento. Herodoto cuenta que, en el siglo VII antes de Jesucristo, los escitas habían fundado un poderoso imperio nómada en el sur de Rusia y mantenían relaciones comerciales con las colonias griegas establecidas a lo largo de la costa septentrional del mar Negro.
Eran hábiles comerciantes y orfebres notables.
Antes del comienzo de la era cristiana, los escitas se vieron obligados a retroceder, rechazados por los sármatas.
Éstos hubieron de retirarse a su vez presionados por los godos, cuando vinieron a instalarse en las estepas situadas al norte del mar Negro, a las mismas puertas del imperio romano de Oriente, en los siglos II y III de nuestra era.
Hacia el año 375 se produjo una nueva invasión: la de los hunos, que, procedentes de Asia, habían emprendido una verdadera marcha hacia Occidente y echaron a los godos de Rusia meridional, preparando de este modo el camino a otros pueblos.
En efecto, unos después de otros, los avaros y los jázaros fueron a instalarse en el sur de Rusia.
Los jázaros formaban una horda compuesta por gente de origen diverso entre la que se contaban los hunos, los búlgaros y los magiares.
Aparecieron en Ucrania hacia la mitad del siglo VII, y es probable que allí se pusieran en contacto con los eslavos, que también se habían establecido en la región.
Como ya hemos dicho, los eslavos procedían de un vasto territorio situado al este del Weser y hablaban al principio una misma lengua indoeuropea.
Tanto desde el punto de vista político como militar los eslavos cayeron bajo la férula de los jázaros, aunque demostraron ser hábiles comerciantes, especializados principalmente en el comercio de pieles, miel, cera y esclavos, estos últimos en el sentido de siervos.
Sin embargo, los pueblos que ocupaban la parte meridional de Rusia pronto hubieron de contar con nuevos invasores.
Los vikingos, llegados de Suecia y cuyo centro comercial más importante estaba en la isla de Gotland, atravesaron el sur de Rusia en el siglo VIII para dirigirse a los mercados de Bagdad.
Utilizaron las vías navegables que confluían con el Volga y el mar Caspio.
Sus actividades comerciales se desplazaron pronto de Bagdad a Constantinopla, de más fácil acceso.
De nuevo utilizaron una vía fluvial: el Dniéper, atravesando de este modo, como estaban acostumbrados, la Rusia meridional.
Estos vikingos eran conocidos también con los nombres de varegos y rus.
Según viejas crónicas rusas, fueron los primeros en crear un Estado ruso.
El mérito le corresponde a un tal Rurik (o Riurik), que según parece se estableció en Novgorod en 863. Sus sucesores se apoderaron de Kiev, que fue la principal ciudad de su imperio.
Los varegos se mezclaron rápidamente con la población local, por la que acabaron siendo absorbidos sin casi dejar rastro.
Descendiente lejano del legendario Rurik fue Vladimiro I, o san Vladimiro (978-1015).
Auténtico fundador del Estado, fue el primer soberano ruso que se convirtió al cristianismo, llegado a aquel país procedente del imperio romano de Oriente.
Su hijo Iaroslav (1019-1054) puede ser considerado uno de los monarcas más poderosos de su tiempo.
La Rusia de Kiev —que así es como se designa su reino— mantenía estrechas relaciones comerciales con Occidente.
Lazos familiares estrechaban aún más esta verdadera alianza con los países occidentales.
La hermana de Iaroslav contrajo matrimonio con el rey de Polonia; su hija Isabel, con el de Noruega; su segunda hija, Anastasia, con el de Hungría, y Ana, la menor, con Enrique I de Francia.
Finalmente, su hijo había desposado a la princesa de Constantinopla.
San Jorge Patrono de Rusia
Tales matrimonios contribuyeron grandemente a la importancia del reino de Iaroslav.
A la muerte del soberano disminuyó, sin embargo, el poderío de Kiev, pues las tierras del sur sufrían, cada vez con más frecuencia, las destructoras incursiones de algunas tribus nómadas.
Estas invasiones llegaron a su punto culminante con la entrada en escena, en el siglo XIII, de los mongoles, a los que la historia rusa suele llamar tártaros.
Estos últimos ejercieron sobre el país una influencia decisiva. Los generales de Gengis Kan llegaron a entrar en Rusia meridional, pero sólo se trataba de una expedición de pillaje.
Contrariamente, sus sucesores atravesaron Rusia de punta a punta hasta llegar a Siberia.
Después de la batalla de Wahlstatt, cerca de Legnica (Liegnitz), se replegaron a Rusia y fundaron, en el curso inferior del Volga, la ciudad de Sarai, que fue la capital de la Horda de Oro, el poderoso imperio mongol que se extendía desde los montes Urales y el mar Caspio hasta el Bajo Danubio.
El imperio de la Horda de Oro sobrevivió hasta el siglo XV y ejerció gran influencia.
La lengua rusa hizo suyas numerosas palabras de origen asiático.
En el plano político los tártaros instauraron la fórmula oriental de la autocracia del soberano.
También dieron brillante ejemplo en el terreno militar e influyeron en las costumbres y en el vestido.
El poderío mongol acabó por desmoronarse.
La resistencia vino de Moscú, ciudad a la que la destrucción de Kiev había dotado de una importancia política de la que careciera hasta entonces.
Por otra parte, Moscú era el centro de la vida religiosa del país desde que el arzobispo (metropolitano) se trasladó a vivir allí.
Ver: Historia de los Zares Rusos Desde Ivan El Grande
Enlace Externo: • Los últimos tres Zares