El Socialismo Utopico:Origen, Fundamentos e Ideas Saint Simon
El Socialismo Utopico:Origen, Fundamentos e Ideas Saint Simon
Desde el incio del siglo XIX se designa socialismo a las teorías y acciones políticas que persiguen una economía basada en la democratización de los sistemas de producción (máquinas, materias primas, etc.) bajo el control estatal, que puede ser total o parcial.
Nació como respuesta a las injusticias vividas por los obreros en los inicios de la era capitalista cuando los patrones eran los dueños absolutos de los elementos de producción y explotaban laboralmente a familias enteras en pos de sustanciosas ganancias.
El objetivo final de los socialistas era establecer una sociedad comunista o sin clases, pero con el tiempo se han centrado cada vez más en reformas sociales realizadas en el seno del capitalismo.
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Sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales, y la distribución de los bienes.
Karl Marx fue, junto a Friedrich Engels, el fundador del socialismo científico. Autor del Manifiesto Comunista y de El capital, ambas obras se convirtieron en el sustrato ideológico de dicho movimiento, que pronto pasaría a ser conocido por el nombre de comunismo.
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DESTINO TRÁGICO DE LOS CAMPESINOS MODESTOS Y DE LOS OBREROS
Ya fuera en calidad de siervos, de asalariados, de aparceros o de jornaleros, la condición de los pequeños campesinos era miserable en toda Europa.
En los países más ricos, como Francia, Inglaterra y los Países Bajos, debían trabajar en el campo, mientras que sus mujeres hilaban o tejían, el día entero, por algunos centavos, para asegurarse sus pobres comidas, compuestas de pan, queso y legumbres.
En Inglaterra, el movimiento de los «acotados» redujo a muchos de ellos al estado de indigentes.
En Irlanda, el hambre fue tan terrible, que los campesinos se sublevaron, en varias ocasiones, incendiando y saqueando las tierras de los «landlords».
En Rusia, donde, además de su miseria, los siervos, sufrían el yugo de su señor, estallaron centenares de sublevaciones populares; en 1848, los campesinos del sur de Alemania, oprimidos por los usureros, se sublevaron.
La lenta emigración hacia las ciudades comenzaba para todos aquellos que la tierra no podía alimentar.
Pero allí les esperaba una suerte igualmente difícil.
La clase obrera, que nacía en esta primera mitad del siglo XIX, sufrió, efectivamente, las peores condiciones de su existencia: en todas partes, los salarios nominales registraban una baja, mientras que el coste de vida, en particular los el trabajo de los niños se votó igualmente en Francia, pero no fue jamás aplicada.
Las condiciones de trabajo continuaban siendo, en 1850, igualmente desastrosas: el frío o el calor intensos, la falta de luz, la estrechez de los locales, la vida colectiva en los dormitorios y la presencia continua de los tiránicos vigilantes, que no lograban acabar con la indisciplina, explicaban las enfermedades (raquitismo, tuberculosis), el alcoholismo, la prostitución, las alta natalidad que oprimía a la clase obrera europea.
Numerosos obreros se rebelaban contra su situación: en Inglaterra, en Francia, en Bélgica, los obreros rompían las máquinas, como terribles competidores.
Las huelgas esporádicas estallaban en las minas y en los talleres, siendo frecuentemente sofocadas por la fuerza; la de los empleados de las fábricas de seda de Lyon («canuts»), que lucharon «por el pan y el trabajo», con sus seis mil muertos, ha pasado a la historia como la más sangrienta.
Pero la falta de asociaciones obreras llevaba estas sublevaciones al fracaso.
Las corporaciones y las mutualidades no agrupaban entonces más que a la aristocracia obrera (artesanos especializados, trabajadores cualificados) cuyas cotizaciones permitían ayudar a los acciden tadados, enfermos v los parados deprofesión.
PRIMEROS REFORMADORES Y UTOPISTAS
En 1830, fueron muchos los que, ante la situación miserable de las clases populares y el enriquecimiento escandaloso de una minoría privilegiada, pusieron en tela de juicio los fundamentos de la sociedad y, en nombre de la caridad cristiana o de la justicia social, propusieron reformas o construyeron nuevos sistemas políticos.
En Francia apareció, en 1829, el movimiento católico liberal en torno a los sacerdotes Lammenais y Lacordaire, y del joven par de Francia, el conde de Montalembert.
Hostiles a las ideas del Antiguo Régimen y a la enfeudación de la Iglesia al estado monárquico, se pronunciaron en su periódico «L'Avenir» por la separación de la Iglesia y el Estado, por la libertad de conciencia, de prensa, de asociación, de enseñanza, por la soberanía del pueblo y por el sufragio universal.
Condenados por el Papa en la Encíclica «Mirari vos» (1832), sospechosos al gobierno francés, el movimiento fue frenado y «L'Avenir» dejó de publicarse.
Pero la doctrina se mantuvo y fue el origen de la iniciativa tomada en 1833 por un joven estudiante, Federico Ozanam, que creó la sociedad de San Vicente de Paul, de ayuda mutua y de caridad.
Las primeras obras socialistas que intentaban reorganizar la sociedad sobre nuevas bases, en provecho de las clases explotadas, eran, en gran parte, utópicas; tenían, sin embargo, el mérito de dar a conocer una serie de nociones de las que se derivaría el socialismo posterior.
Uno de los primeros socialistas fue el conde de Saint-Simón; este noble arruinado fue el autor de doctrinas económicas y sociales poco seguidas mientras él vivió.
Llevaban consigo una violenta crítica del régimen social fundado en la competencia y en la explotación de la clase más numerosa por una minoría de poseedor res casi siempre inactivos, y llegaban a la conclusión de la necesidad de suprimir a esta clase privilegiada.
Sus bienes y sus capitales pasarían al Estado, único propietario legítimo; la sociedad sería reorganizada y jerarquizada, según la capacidad de cada uno; el poder del rey y de la Iglesia sería sustituido por el de los trabajadores, sabios, banqueros, industriales, obreros..., animados por una misma fe en la ciencia y en el progreso.
Fueron los discípulos de Saint-Simón (Enfantin y Bazard) los que dieron a conocer su doctrina; intentaron organizar una vida comunitaria, de acuerdo con los principios del maestro: «a cada uno según sus capacidades, a cada capacidad según sus obras»; pero desavenencias internas y un proceso intentado por el Estado dieron fin a este proyecto.
El «saint-simonismo», por el lugar que otorgaba a la economía, tuvo una cierta influencia sobre los industriales y los hombres de negocios del Segundo Imperio.
El inglés Robert Owen, contemporáneo de Saint-Simón, preconizaba un socialismo anti-estatal, donde el poder de decisión pertenecería a los trabajadores reagrupados en cooperativas propietarias del capital y de la maquinaria.
La reunión de estas cooperativas en una federación central permitiría canjes armoniosos. Owen quiso poner en práctica sus ideas y fundó una colonia modelo en los Estados Unidos, con el nombre de «New Harmony».
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El socialismo utópico:
Una corriente ideológica precursora de los movimientos socialistas fue el socialismo utópico, que tuvo especial importancia en las primeras décadas del siglo XIX.
De forma global, se caracterizaba por su crítica a la situación social creada por el capitalismo, europeo, y por el carácter predominantemente moral de sus teorías, en el que se aunaban influencias románticas y cristianas, hasta desembocar en una concepción casi mística de la vida y de las relaciones labo-rales.
Así.Saint-Simon (1760-1825) abogaba en sus escritos por un tipo de sociedad basado en un fuerte desarrollo industrial y gobernada por un conjunto de sabios, banqueros y empresarios que debería respetar determinadas normas morales y favorecer a las clases más humildes.
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Esta fracasó, pero Owen había puesto las bases de un sindicalismo que alcanzaría gran difusión en Inglaterra, poco después.
Se encuentran preocupaciones similares en el francés Fourier: el Estado debía desaparecer, en provecho de los falansterios, asociaciones libres y autónomas de trabajo, donde cada uno podría dedicarse a las ocupaciones que eligiera; la vida comunitaria, que permitía a cada cual desarrollarse, era obligatoria.
Fourier pensaba que estas unidades, que agruparían alrededor de 2.000 individuos de ocupaciones complementarias, permitirían llegar al enriquecimiento general.
Si bien los falansterios constituidos por sus discípulos no pudieron desarrollarse, sus conceptos sobre las asociaciones de trabajadores fueron aceptados igualmente por el movimiento socialista.
En los años que precedieron a 1848, la multiplicación de los sistemas socialistas demostró la atención cada vez mayor que se prestaba a aquellos problemas.
Algunos reformadores, como Louis Blanc, se propusieron hacer del Estado su único patrono; todas las industrias privadas se incorporarían a los talleres sociales, donde los trabajadores elegirían sus jefes y repartirían sus beneficios.
Otros, como Cabet (autor del «Viaje a Icaria»), iban más lejos aún, haciendo del Estado el único propietario, que distribuiría a cada uno el trabajo y los productos que necesitara. Proudhon combatió la idea misma de la propiedad: «la propiedad es un robo»; el autor de «Filosofía de la miseria» (1846) predicaba la supresión del Estado y de las leyes, y los sustituía por contratos individuales, única garantía de una libertad total.
Excluyendo toda soberanía, incluso la del pueblo («el sufragio universal es una lotería»), y todo sistema de gobierno, Proudhon anunciaba el anarquismo.
La diversidad de los sistemas indicaba claramente que el socialismo no era un partido político provisto de un programa bien definido.
Sin embargo, al final de este período, algunos reformadores intentaron organizar las masas obreras, a fin de que influyeran más eficazmente en la escena política.
En París se fundó, en 1836, la Federación de los Justos por los emigrados revolucionarios alemanes, de los que el sastre Weitling era la figura más notable; en 1847, en el Congreso de Londres tomó el nombre de «Liga de los comunistas».
En esta ocasión, Carlos Marx y Federico Engels redactaron el «Manifiesto del partido comunista».
Esta llamada a una agrupación internacional de las fuerzas socialistas, lanzada en 1848, no sería escuchada hasta años después.
Fábrica de medias perteneciente a Manufacturas Owen y Unglow, en Inglaterra.
• SINTESIS:
Los socialistas utópicos partían del principio de que el ser humano era bueno por naturaleza y que si se le ofrecía una auténtica igualdad de oportunidades, sin injusticias ni egoísmos, dejarían de haber pobres y ricos, y todos ios hombres serían realmente iguales.
El socialismo utópico propugnaba por una sociedad donde no hubiera explotadores ni explotados, y reinara la felicidad y la armonía entre los hombres.
Para conseguirlo debían aprovecharse las ventajas de la industrialización y el trabajo colectivo, organizados ambos de modo igualitario, es decir, suprimir la propiedad privada de los medios de producción, como los campos de cultivo, fábricas, máquinas, etcétera, para que pasaran a ser rropiedades colectivas.
Entre los teóricos del socialismo utópico destacaron los franceses Sainat Simón y Fourier, así como el inglés Robert Owen, quien desde una tura filantrópica introdujo mejoras sociales en sus fábricas, se preocupó por la educación de los obreros y apoyó las asociaciones cooperativistas.
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Dimensión de futuro:
El «socialismo utópico» —representado por estos autores y muchos otros en toda Europa y América— preparó el camino al nacimiento y desarrollo del «socialismo científico» o «marxismo».
Algunas de las tesis de esta doctrina fueron iniciadas por los ilustrados pensadores de principios del siglo XIX.
El pensamiento de Marx y Engels se perfiló en parte al definirse en contraste con la ideología utópica.
Hemos visto en otros post cómo Owen y los demás autores defienden la propiedad colectiva de los bienes, cómo Fourier reniega de la civilización elaborada sólo en la defensa de los intereses de la clase empresarial, y cómo Saint-Simón anuncia —aunque tímidamente— la confusión creciente entre el mundo político y los intereses económicos.
Dar un paso más e interpretar toda la Historia como dependiente en parte del desarrollo de la lucha de clases, fue obra de Marx y Engels.
La aportación genuina de estos autores es precisamente enraizar la solución a la injusticia capitalista en la lucha del propio proletariado en defensa de sus intereses, y hacer ver que esta lucha surge de la situación relativa de las clases.
Los socialistas utópicos no desempeñan un papel relevante en el desarrollo de la historia de la organización social precisamente porque sus actuaciones no se fundamentaron en las fuerzas sociales existentes, sino que confiaron en la actuación de un Estado —que en principio defendía los valores contrarios— o bien en la actuación paternalista de gentes de buena voluntad.
Sin embargo, sí ocupan un lugar relevante en la historia del pensamiento al realizar los primeros análisis de las contradicciones que el sistema capitalista industrial llevaba consigo.
BIOGRAFIA DE SAINT SIMON:
Filósofo y sociólogo francés, inspirador de la Fisiopolítica, nace y muere en París. Hombre de negocios, participa en la guerra de independencia de los Estados Unidos; su verdadero nombre es Claude-Henri, conde de Rouvroy.
Propone la conformación de una confederación europea semejante a la unión de Estados proyectada en Estados Unidos, con un gobierno y un parlamento comunes, anticipándose a lo que hoy se conoce como la Comunidad Europea de Naciones.
Hace esta propuesta en una de sus primeras obras, La reorganización de la sociedad europea, publicada en 1814.
Estudioso de los Enciclopedistas, aplica por primera vez la ciencia a los problemas sociales, inaugurando una nueva ciencia que tiene como modelo la fisiología s y que denomina Fisiopolítica, a la que Comte dará más tarde el nombre de Sociología.
El ideal político de Saint-Simon dista de la democracia y centra el ejercicio del poder en las élites, las que considera necesarias.
Al frente de la nueva sociedad política que proyecta en sus obras coloca a los científicos y a los productores, reunidos estos últimos en un consejo industrial que reemplaza los parlamentos integrados por militares y funcionarios.
Dicha sociedad se funda en el trabajo como camino hacia el progreso y el papel del Estado se reduce al de asegurar el orden público.
Los planteamientos de Saint-Simon cambian, sin embargo, durante su vida.
Consciente de las insuficiencias de una organización racional, en su obra El nuevo cristianismo, publicada en 1825 plantea la necesidad de una identidad religiosa orientada a la práctica de una fraternidad humana, cuyo deseo sea el de preocuparse por las clases menos favorecidas.
Saint-Simon formula la teoría de la propiedad social de los medios de trabajo, que inspira varias revoluciones; la teoría del progreso como factor de la armonía universal; la función clave de la banca, y la restricción de la burocracia política en la administración de las fuerzas productivas.
Entre sus principales obras están Del sistema industrial (1821) y Opciones literarias, filosóficas e industriales, publicada en 1825, año de su muerte.
Fuente Consultadas:
Todo Sobre Nuestro Mundo Christopher LLoyd
HISTORAMA La Gran Aventura del Hombre Tomo X La Revolución Industrial
Historia Universal Ilustrada Tomo II John M. Roberts
Historia del Mundo Para Dummies Peter Haugen
La Revolución Industrial M.J. Mijailov
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