El Arte Negro Africano: Características y Ejemplos
El Arte Negro Africano
Actualmente el arte negro se presenta como consecuencia natural de los progresos que durante el siglo XX hicieran en Estados Unidos los negros en todas las actividades culturales: pintura, escultura, música, teatro, poesía, novela.
No sólo surgieron pintores y escultores negros de gran talento, sino que acertaron a crear obras genuinamente interpretativas de su raza.
Los artistas tratan de llevar a sus cuadros, y parcialmente lo consiguen, algo que sea característico del negro.
En este post se hablará del arte africano, en donde este arte nos parece extraño, y se debe a que no responde a los criterios artísticos que nos son familiares.
La escultura es el terreno en el que mejor se ha expresado el sentido artístico de los negros.
Es un arte religioso y estático que en la representación del cuerpo humano respeta muy poco las proporciones.
Este arte difiere según las regiones: no tiene edad.
Además, es anónimo.
Sin embargo, sus múltiples formas despiertan cada vez mayor interés.
Si decimos que en el negro el sentido de la belleza es innato, no caemos en la exageración.
Pensemos, por ejemplo, en las danzas en las que participa toda la tribu, en las vasijas de barro y en los tejidos realizados por las mujeres, en los objetos de uso y en los utensilios profusamente decorados.
Podemos afirmar que en los pueblos de África el arte es una manifestación colectiva y espontánea.
A pesar de que los pueblos negros conocen la escritura desde hace relativamente poco tiempo, poseen una insospechable abundancia de mitos, leyendas y relatos que han sido transmitidos por tradición oral y que, con frecuencia, tienen gran valor literario.
Sin embargo, las expresiones del arte negro nos desconciertan e incluso a veces nos chocan.
La música africana puede parecemos una cacofonía producida por instrumentos primitivos.
Pero si la escuchamos con atención, enseguida nos sentimos subyugados por la riqueza del ritmo.
Las danzas difieren bastante de nuestros ballets clásicos, pero esto no impide que pasos y figuras estén definidos con precisión.
Tenemos que despojarnos de nuestros hábitos estéticos para penetrar en otro mundo.
El sentido de la belleza de las poblaciones negras se manifiesta de modo especial en la escultura.
Un buril y un cuchillo han sido suficientes para que ciertos artistas produjeran obras notables.
Los artistas negros trabajan, especialmente, la madera.
Existen pocas obras de bronce, piedra o barro cocido.
Sus creaciones no responden a nuestros cánones de belleza.
Las esculturas africanas son monocromas o policromas, de tonos muy chillones.
Las cabezas son enormes, y los brazos y piernas, deformes.
No tienen movimiento.
Pero en vez de negarles a estas obras toda clase de valor, hemos de intentar comprenderlas.
Comprender la técnica del artista: parte de una masa cilindrica, el tronco de árbol, y la rebaja.
A esto se debe que el cuerpo sea recto, la cabeza siga la línea del tronco, los brazos raramente estén despegados del cuerpo y las partes derecha e izquierda sean simétricas.
Es sorprendente la fuerza que se desprende de una obra así realizada.
Seguidamente se advierte la predilección del escultor negro por la figura humana.
Por lo general, la obra representa a un antepasado, por lo tanto, un difunto, que ha entrado en la inmortalidad y que, por consiguiente, es idealizado.
Esta visión idealizada incita al artista a presentar una obra estática, de la que está excluido todo movimiento.
Le preocupan muy poco las proporciones; pretende, por el contrario, acentuar lo que le parece importante: la cabeza, por ejemplo, considerada como la sede de la inteligencia y los sentimientos.
Algunas veces también acentúa cierto ideal de belleza: cuerpo esbelto, frente alargada, tatuajes.
En el conjunto de la escultura negra se debe reservar un apartado para las máscaras, que tan pronto son de sorprendente realismo como totalmente abstractas.
En un continente tan extenso como África es lógico que las formas de expresión artística difieran de una región a otra.
Por otra parte, ésta es una de las características del arte negro.
Las técnicas seguidas y la elección de temas y estilos aparecen como constantes propias de una tribu o grupo determinados.
En África meridional existen millares de pinturas y grabados rupestres que tienen muchas semejanzas con los de Lascaux.
Pero esta tradición artística se perpetuó hasta el siglo XIX y es imposible establecer la fecha de estas representaciones de antílopes o leones, todas de gran perfección.
En la selva ecuatorial, que se extiende desde Senegal hasta los Grandes Lagos y ocupa, especialmente, la cuenca central, encontramos bellos ejemplares de la estatuaria negra.
En cambio, los artesanos de la sabana (bakongos o balubas, por ejemplo) demuestran preferencia por los objetos profusamente adornados, por lo general símbolos del poder: bastones y utensilios de ostentación, sillas con cariátides, copas.
Asimismo, en los pueblos de sabana (entre los dongos, mosis...) es donde se encuentran las máscaras más impresionantes.
Mientras que el arte europeo se subdivide más bien en épocas o períodos, en el arte africano se pueden distinguir regiones que poseen un arte particular.
Por lo general, el arte negro no tiene edad.
En efecto, su estudio ha demostrado que una tradición secular ha dejado inmutable el estilo.
Sólo en algunos casos excepcionales se ha podido observar cierta evolución y en circunstancias todavía más raras se ha logrado fechar algunas obras.
Entre estas excepciones citaremos el arte de Ifé y el del antiguo reino de Benin.
Ambos se hallan situados en la actual Nigeria.
Ifé ha producido cabezas de barro cocido y de bronce que se distinguen por su realismo y serenidad. Este arte verdaderamente clásico alcanzó su apogeo en los siglos XII y XIII.
Los artistas de Benin siguieron la escuela de los de Ifé para afirmar su originalidad a fines del siglo XV.
Nos han dejado cabezas de marfil y bajorrelieves de bronce finamente trabajados que representan guerreros.
Una de las características del arte negro es ser anónimo.
El artista, como individuo, permanece en segundo plano.
La función de su arte es servir: el objeto de arte es un objeto religioso.
Estas pocas explicaciones nos ayudarán a sentirnos en comunión de ideas con los artistas africanos.
Por otra parte, desde principios de siglo el arte negro ha influido e incluso modificado ciertas tendencias del arte europeo tanto en el terreno de la pintura como en el de la escultura.
Lo ha apoyado en su lucha contra el idealismo académico.
Por lo que respecta al jazz, forma de expresión musical en su origen auténticamente negra, puede decirse que se ha convertido en un lenguaje musical completamente internacional.
La misma África descubre la riqueza e impresionante diversidad de su arte en todos los terrenos: artes plásticas, teatro, poesía, música, etc.
En 1966 se celebró en Dakar el primero y gigantesco festival de arte negro, en el que participaron millares de artistas negros que, con este motivo, llegaron de todo el mundo.
A fines del siglo XIX, la expansión colonialista de las grandes potencias europeas, produjo un verdadero aluvión de "objetos" africanos que pasaron a engrosar los fondos de los Museos de Etnología de las grandes capitales del mundo occidental.
Esos objetos eran comprados en África por sumas insignificantes, o simplemente requisados a mansalva; no importaba la calidad, sino la cantidad. Entre ellos destacaban las máscaras y las figuras antropomorfas de madera tallada.
Las piezas se almacenaban sin referencia alguna a su lugar de origen, etnia a la que pertenecían, ni a su significado o utilización. Generalmente las figuras eran agrupadas bajo la denominación genérica de "fetiches", y se las consideraba como utensilios para prácticas de hechicería.
Pero además de las piezas que se acumulaban en los museos, sin despertar mayor interés entre investigadores, antropólogos y museólogos, llegaron también a Europa una gran cantidad de esos objetos por una vía más popular; los traían los soldados y oficiales de los ejércitos coloniales como "souvenirs", y como prueba de sus hazañas bélicas contra «los salvajes africanos»
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