Concepto de Populismo Politico Características
Concepto de Populismo Político-Sus Características
Concepto de Populismo
Movimiento político heterogéneo caracterizado por su aversión a las élites económicas e intelectuales, por la denuncia de la corrupción política que supuestamente afecta al resto de actores políticos y por su constante apelación al pueblo entendido como un amplio sector interclasista al que castiga el Estado.
Bajo esta denominación pueden aparecer englobadas diversas ideologías políticas de carácter normalmente autoritario pues, al reclamar para sí la encarnación de los deseos mayoritarios, rechazan la necesidad de más intermediarios y deslegitimar por obstaculizador el pluralismo que representa el resto de la oposición.
Su aparición se liga a rápidos procesos de modernización que generan distinto grado de desarrollo entre diferentes núcleos, normalmente zonas urbanas frente a las rurales más atrasadas.
Aunque una de sus más famosas manifestaciones, el peronismo argentino, tuvo un carácter industrial y urbano, es más usual que arraigue en el medio agrario, tal y como sucedió en el sur de Estados Unidos durante la génesis del Partido Demócrata.
El populismo puede generar tanto reacciones conservadoras como, lo que es propio de numerosos movimientos nacionalistas del Tercer Mundo, desarrollismos transformadores.
Existe incluso una derivación marxista del populismo, según la cual se sustituye la contradicción clasista por la dialéctica entre bloques de dominadores y dominados.
También se usa el concepto peyorativamente para denominar un determinado estilo o un tipo de acción que apela directamente a los miedos y aspiraciones instintivas de las masas, en general, y de los agricultores o pequeños burgueses, en particular.
Los políticos populista que suelen apoyarse en el nacionalismo y un personalismo carismático, utilizan un discurso ambiguo o demagógico, y si las circunstancias institucionales lo permiten, tratan de legitimarse a través de métodos de consulta plebiscitaria.
► Los Populismos Latinoamericanos
Desde la crisis de 1930 y luego de la Segunda Guerra Mundial, América Latina sufrió profundas transformaciones en los planos económico, social y político.
Hacia mediados de los años '30, en la mayoría de los países latinoamericanos se produjo un incremento generalizado de las exportaciones.
En algunos el ritmo fue intenso y creciente, como en Brasil, México, Chile y Venezuela, y en otros hubo períodos de rápido crecimiento seguidos de agudas crisis, como en Argentina, Uruguay y Bolivia.
Hacia los años '40, en un grupo de estos países —como resultado de la retracción mundial de las importaciones de bienes de consumo— se desarrolló un intenso proceso de sustitución de importaciones.
El crecimiento industrial más importante tuvo lugar en la Argentina, México y Brasil.
En los casos de Bolivia y Perú, por ejemplo, sus alcances fueron más limitados.
El desarrollo industrial de este período se caracterizó por una destacada presencia del Estado, que actuó como impulsor de las actividades económicas.
Las políticas estatales encararon planes de nacionalizaciones —en particular de los recursos naturales considerados claves para el desarrollo de cada país—.
Estos cambios fueron acompañados por transformaciones en la estructura social.
Se consolidaron los sectores de la burguesía industrial y se amplió la masa de trabajadores urbanos.
En México, Brasil y Argentina se desarrollaron procesos políticos de carácter populista, aunque en cada uno de estos países este proceso adquirió modalidades diferentes.
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El presidente del Brasil Getulio Vargas—inició su primer mandato en 1930— fue el líder de un movimiento de tipo populista.
Encabezó una revolución que puso fin al predominio de la oligarquía —los grandes plantadores y comerciantes— e intentó ampliar la base de participación política.
En 1937 proclamó la constitución del Estado Novo.
Impulsó un proceso de transformación económica de tipo industrialista y nacionalista —creó la empresa petrolera estatal PETROBRAS— y organizó desde el Estado estructuras sindicales oficialistas.
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Lázaro Cárdenas, líder populista mexicano. Asumió la presidencia de México en 1934. Llevó a cabo un programa nacionalista que buscaba establecer un fuerte control sobre la economía del país.
Las claves de su política fueron la nacionalización del petróleo —se creó el monopolio estatal PEMEX—y la reforma agraria, consistente en repartir tierras entre la gran masa de campesinos pobres —de origen mayoritariamente indígena—.
El movimiento cardenista contó con el apoyo del campesinado y de amplios sectores de la clase obrera, ya que durante el gobierno de Cárdenas aumentó de manera notable el número de trabajadores sindicalizados.
► Características:
Estos movimientos populistas se caracterizaron por crear una fuerte organización obrera, con el fin de que en alianza con la Burguesía Nacional industrialista, instalaran las bases de un desarrollo a través de la sustitución de importaciones.
Los ingredientes fundamentales de los populistas son la transferencia del ingreso en desmedro de los sectores rurales y en favor de los sectores urbanos, políticas nacionalizantes, una fuerte dosis de estatismo como apoyo a la Burguesía Industrial y al aglutinamiento en torno a un líder carismático.
Es innegable que estos movimientos lograron una transformación de la sociedad en los países donde se desarrollaron, pero en última instancia por factores diversos no lograron llegar a sus fines últimos.
La consecuencia más marcada de la actuación populista es la desaparición de los sectores políticos dominantes, que configuraban la expresión de la burguesía terrateniente.
Para sintentizar lo anteriormente expuesto, diremos que Populismo, es un movimiento político basado en los sectores obreros urbanos e industriales nacionales, que por medio de la redistribución del ingreso, se propone lograr la transformación de las estructuras sociales y económicas de un país.
Las soluciones son a corto plazo, porque esta política no es eterna, sus límites son los de la distribución de ingresos que le da origen.
Mientras haya un sector próspero del que pueda sacarse, con destino a un sector industrial urbano —generalmente ineficiente— esto es posible.
Cuando las vacas flacas suceden a las vacas gordas, el populismo suele morir, aunque su recuerdo indisolublemente unido a épocas de prosperidad, perdura largamente y alimenta a quienes pretenden ser sus herederos.
EL POPULISMO EN ARGENTINA:
En la Argentina —y en toda Latinoamérica— desde mediados de la década de 1940 las masas emergen de un modo inequívoco, en la sociedad y en la política.
Esto se relaciona en parte con procesos de industrialización pero, sobre todo, con el acelerado crecimiento de algunas grandes ciudades, a las que se vuelcan sectores expulsados por la crisis rural y atraídos por la posibilidad, más o menos real, de obtener en las ciudades mejores empleos, mejores condiciones de vida.
Excluídas y marginadas del consumo, del prestigio y del poder, en un momento esas masas irrumpieron en forma brusca reclamando un lugar en la sociedad.
En ese sentido, el 17 de octubre de 1945 fue un episodio de un simbolismo extremo.
¿Qué hacer con esas masas?.
Hay una política posible para ellas —en la Argentina y en todo el mundo— que es la de lo que genéricamente podría denominarse el socialismo: colaborar con ellas, para que ellas mismas encuentren su propio destino, realicen su propia reivindicación.
Se plantean aquí varios problemas tácticos y estratégicos: cuáles van a ser los medios, con velocidad se van a producir esos cambios, que sacrificios debe imponerse una generación en aras de las siguientes.
En cualquier caso, es un camino difícil.
Naturalmente es posible la política inversa: excluir y marginar a las masas, explotarlas, reprimir los riesgos también son evidentes y consiten en una explosión incontenible.
El siglo XX elaboró una tercera opción desarrollada por el fascismo italiano y adecuada —modificándola sensiblemente— Latinoamérica: una política de masas descarte su autonomía y las utilice para tentar poderes ajenos.
Esto es lo que se denominarse populismo.
Se apoya en primer lugar en el const de masas.
Estos vastos contingentes, cientemente urbanizados, desean consumir, y ese consumo puede ser adecuado para el desarrollo de ciertos sectores imdustriales locales.
Fomentarlo, mediante una política redistributiva de ingresos que sólo beneficia a las masas —las tranquiliza quizá— sino también a quienes producen para ellas.
¿Quién paga esto?.
Generalmente los sectores productores tradicionalmente volcados a la exportación —nuestra oligarquía terrateniente, por ejemplo— cuyos ingresos son trasladados al sector industrial por intermedio del Estado, a través de retenciones a las exportaciones, cambio diferencial, etc.
Sobre todo, se apoya en una política de masas.
Estas son movilizadas y politizadas intensamente, pero cuidando de tronchar todo amago de acción autónoma.
La politización es encuadrada por el Estado, junto con un partido —o un movimiento— que se desarrolla adosado a él y que está indisolublemente unido a la figura de un líder ca-rismático, su surgimiento no es un mero azar: esa figura es cuidadosamente construida por los medios de comunicación de masas —la radio, la televisión— cuyo desarrollo es esencial para esta política populista.
Ni Mussolini ni Perón habrían existido sin la radio.
También es construida mediante la práctica de una beneficencia directa.
El Estado providente y benefactor —el clásico Welfare State de los capitalismos avanzados— se concentra en una persona, de cuya bondad y caridad parece depender esa beneficencia que, según es bien sabido, es hoy una función casi ineludible del Estado moderno.
Falta, finalmente, un buen enemigo, para aglutinar fuerzas.
Tratándose de movimientos policlasistas, que procuran armonizar los intereses de sectores de propietarios y de trabajadores, este enemigo no puede ser, sin más, el patrón.
Se recurre a figuras más ambiguas en cuanto a contenido real, pero de gran fuerza emocional: la oligarquía, la maléfica, proteica y omnipresente oligarquía, cien veces derrotada y cien veces renacida.
¿Es eterna esta política?
Sus límites son los de la distribución de ingresos que le da origen.
Mientras haya un sector próspero del que pueda sacarse, con destino a un sector industrial urbano —generalmente ineficiente— esto es posible.
Cuando las vacas flacas suceden a las vacas gordas, el populismo suele morir, aunque su recuerdo indisolublemente unido a épocas de prosperidad, perdura largamente y alimenta a quienes pretenden ser sus herederos.
Fuente Consultada:
Formación Política Para La Democracia Editorial Biblioteca de Redacción Tomo II - El Populismo -
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