Historia de la Mision Espacial Soyuz-Apolo y Los Experimentos
Historia de la Mision Espacial Soyuz-Apolo y Los Experimentosl
Un apretón de manos en los cielos:
Estamos en 17 de julio de 1975.
A más de 200 kilómetros sobre el suelo europeo, astronautas norteamericanos y cosmonautas soviéticos —en un épico momento— se saludaron efusivamente ante la mayor audiencia de la historia que miraba alucinada la imagen capturada para la posteridad por las cámaras de televisión.
La misión tenía como objetivo unir el módulo de comando del Apolo con la nave espacial en órbita de la nave espacial rusa Soviet Soyuz.
La operación estaba concebida para posibilitar que sendos cosmonautas soviéticos y tres astronautas estadounidenses compartieron el hábitat orbital multinacional construido a partir de las naves espaciales más legendarias de ambas administraciones.
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La misión Apolo-Soyuz en julio de 1975 fue la última del Programa Apolo.Logró el primer proyecto conjunto entre dos naciones en el espacio. Por Estados Unidos, los astronautas de esta misión fueron: Thomas Stafford, un veterano de tres vuelos , Vance Brand, quien nunca había volado al espacio, y el astronauta del Proyecto Mercury Deke Slayton.. Los cosmonautas eran Alexei Leonov, quien era una leyenda por haber sido el primer hombre en realizar un paseo espacial en 1965, y Valeri Kubasov.
Imagen de izquierda a derecha: Slayton, Stafford, Brand, Leonov y Kubasov
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El encuentro fue la culminación de más de dos años de intensa preparación técnica por parte de ambos equipos, y de no menos vigorosa actividad diplomática, iniciada en conversaciones informales entre el Presidente John F. Kennedy y el Premier Nikita Kruschev en Viena, en 1962, y concluidas con el acuerdo firmado en Moscú, diez años más tarde, por el Presidente Richard Nixon y el Secretario General del PC de la URSS Leonid Brezhnev.
En realidad la significación del proyecto Apolo-Soyuz fue mucho más política que científica.
La misión no supuso ningún ejercicio nuevo, ni la realización de maniobras no efectuadas va rutinariamente por los vehículos espaciales de los dos países.
Mas, el acoplamiento sideral sí representó, en cambio, el aproximamiento de las dos potencias de nuestros días, rivales no sólo en la “guerra fría”, sino también en la carrera espacial.
El saludo en ruso del comandante americano, respondido en inglés por el capitán soviético, fue símbolo dramático de la política de “détente” suscrita por la Casa Blanca y el Kremlin.
La misión se inició el 15 de julio con el despegue perfecto de la cosmonave soviética de la base Baikonur, en la zona asiática.
El Soyuz iba tripulado por Aleksei Leonov (imagen), 41 años, quizás el más conocido de los cosmonautas soviéticos —después de Gagarin— por su caminata espacial de 1965, la primera en la historia, y por Valerv Kubasov, 40 años, ingeniero de vuelo.
Al cabo de dos días de maniobras el Soyuz entró en la órbita circular en que se llevaría a cabo el encuentro.
Siete horas y media después del lanzamiento soviético, un cohete de la serie Saturno se elevó ruidosamente desde la plataforma de lanzamiento de Cabo Cañaveral —en Florida—, llevando en su extremo la cápsula Apolo.
En esta oportunidad la cápsula contaba con tres tripulantes: Thomas Stafford (imagen derecha), 44 años, comandante del equipo norteamericano, y que tenía un largo historial en la astronáutica, habiendo participado en las misiones Géminis 6, Géminis 9 y Apolo 10; Vance B. Brand, 44 años, era el lingüista del grupo.
Su dominio bastante aceptable del idioma ruso hizo de él el narrador idóneo para las transmisiones a la URSS; y Donald K. Slayton, 51 años, el más viejo de los astronautas americanos y que durante largo tiempo había estado excluido de los programas por problemas derivados de los rigurosos exámenes físicos.
El vehículo americano de más posibilidades de maniobra, jugó el papel activo en el acoplamiento sideral.
El Apolo estableció contacto visual con el Soyuz y dirigió las maniobras de amarre que culminaron en el apretón de manos de Stafford y Leonov.
Parte indispensable de estas operaciones de enlace fue el llamado módulo de amarre, un cilindro de tres metros de largo y casi metro y medio de diámetro construido por Estados Unidos a un costo de más de cien millones de dólares.
El módulo de amarre sirvió no sólo para comunicarlas dos naves, sino también para igualar sus medios ambientes, ya que el Apolo tenía una atmósfera de oxígeno puro a una presión dos veces menos que la de la atmósfera de aire del Soyuz.
Apenas se concluyeron los saludos entre los navegantes espaciales y el canje de banderas y placas conmemorativas, los jefes de sus respectivos gobiernos enviaron sus felicitaciones.
Brezhnev radió un mensaje por medio del centro de control de Moscú, en tanto que el Presidente Gerald Ford —que reemplazaba a Nixon después del affaire de Watergate— charló informalmente con ambas tripulaciones.
Ambos jefes de Estado pusieron de realce el carácter simbólico de la apertura de la compuerta en el módulo de amarre, que sentaba un precedente para la cooperación técnica ruso-americana.
Terminadas las formalidades oficiales, las tripulaciones del Apolo y el Soyuz iniciaron un período de 44 horas de visitas mutuas y experimentos conjuntos encaminados a fomentar una cooperación aun más estrecha en el futuro, todo ello bajo el inquisitivo ojo electrónico de las cámaras de televisión.
La camaradería de astronautas y cosmonautas incluyó actividades gastronómicas que fueron objeto de algunos comentarios agudos con la prensa.
En respuesta a una pregunta formulada por el cuerpo de periodistas desde la Tierra, Leonov muy diplomáticamente dijo que lo más importante de un banquete no era tanto lo que se comía, sino con quién se comía.
El 19 de julio, casi dos días después del amarre de las dos naves.
El Apolo se separó del Soyuz, tras un último canje de recuerdos simbólicos, entre ellos, semillas de árboles típicos de los respectivos países.
Uno de los experimentos más interesantes realizados por la misión conjunta fue el estudio del eclipse anular de Sol, provocado artificialmente por el Apolo al separarse del Soyuz e interponerse entre éste y el Sol.
Los cosmonautas tomaron fotografías de la corona solar, en la que ocurren importantes fenómenos de difícil observación desde la Tierra.
Un último acoplamiento tuvo lugar después de este eclipse artificial, a fin de probar nuevamente el mecanismo de amarre del Soyuz, pero en esta oportunidad las compuertas de ambos vehículos permanecieron cerradas.
Dos días después de la separación, la cosmonave soviética descendió, pendiente de un gigantesco paracaídas, en el desierto de Kaza Khastan, al E. de la base de Baikonur.
El Apolo permaneció en órbita otros tres días, efectuando observaciones y experimentos. Su descenso en el Océano Pacífico, a tinos 500 kilómetros de Honolulú, fue el último de esta clase.
Los próximos vuelos tripulados de los Estados Unidos se realizaron en un Transbordador espacial, vehículo reusable de aterrizaje horizontal en pistas de aeropuerto.
El regreso del Apolo se produjo sin complicaciones.
MISIÓN APOLO-SOYUZ (1975)
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• PARA SABER MAS...
EL MÓDULO DE ACOPLAMIENTO:
Seguramente, la parte más compleja de la misión fue la construcción del módulo de acoplamiento, que debía permitir a las dos cápsulas, muy diferentes entre sí, unirse para que los astronautas pudieran pasar de una a otra.
Después de varias investigaciones se dio al módulo de acoplamiento una forma cilíndrica, con un diámetro de casi 1,5 m y una longitud aproximada de 3 m.
Debía hacer las funciones de cámara estanca para el paso interior de las tripulaciones entre las diferentes atmósferas de las cápsulas Apollo y Soyuz.
Una vez en órbita, la atmósfera de la Apollo era oxígeno puro a una presión de 0,351 kg/cm2. En cambio, la Soyuz utilizaba una mezcla de nitrógeno y oxígeno a una presión equivalente a la terrestre a nivel del mar: 1,33 kg/cm2.
Durante la fase de acoplamiento do las cápsulas, la presión de la Soyuz se redujo desde su valor normal hasta cerca de 0,7 kg/cm2. Esto permitió a los miembros de la tripulación el paso de la Soyuz a la Apollo en condiciones estancas para respirar oxígeno puro y eliminar oí nitrógeno contenido en la sangre.
El módulo de acoplamiento también disponía de comunicaciones por radio y televisión autónomas, antenas, gas do reserva y calefacción, como si se tratara de una pequeña astronave.
Podía alojar simultáneamente a dos miembros de la tripulación. Las aberturas, provistas de controles desde ambos lados, fueron instaladas en los dos extremos del módulo.
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LOS TRES FACTORES MÁS IMPORTANTES QUE HACEN DEL ESPACIO UN MEDIO DIFERENTE DE LA TIERRA
Aunque hay muchas características ambientales que hacen de la vida en el espacio algo muy diferente de la vida en la Tierra, hay tres que revisten especial importancia.
Se trata de la atmósfera, las radiaciones y la gravedad.
• LA ATMÓSFERA:
En la Tierra es necesaria una mezcla especial de gases para que la vida, tal como la conocemos hoy, sea posible.
Cuando respiramos, una cierta cantidad de oxígeno entra en nuestra garganta, es absorbida por nuestra sangre, viaja hasta las células y actúa como «combustible» para un sinnúmero de acciones.
Pero para que podamos respirar, el aire debe tener una cierta presión, densidad y temperatura.
Si tales valores cambiaran respecto a los hoy existentes, la respiración sería imposible.
Pero en el espacio no hay atmósfera y ésta debe crearse dentro de las cápsulas o los trajes espaciales.
Además, debe regularse la temperatura, que en el espacio está sujeta a variaciones extremas.
Pero el espacio es extremadamente frío.
Como se sabe, la temperatura es una medida de la energía y en el espacio abierto no hay virtualmente nada capaz de absorber calor del Sol e irradiar calor.
La energía del Sol, en efecto, pasa libremente a través del espacio. Sólo cuando hay una masa presente en el espacio, como por ejemplo la Tierra, los demás planetas o una astronave, la energía puede absorberse y transformarse en calor. Si una estación espacial o un astronauta que esté fuera de su vehículo (por ejemplo, realizando actividades extravehiculares) se encuentra en la dirección de los rayos solares, puede absorber energía y calentarse mucho.
Por ello, la astronave y el astronauta deberán protegerse con materiales apropiados para defenderse del sobrecalentamiento producido o del sobreenfriamiento que tendría lugar en ausencia de los rayos solares.
• RADIACIONES:
La atmósfera terrestre sirve al hombre, entre otras cosas, de protección contra los rayos ultravioletas del Sol, que pueden dañar profundamente nuestro organismo, y contra las todavía más peligrosas radiaciones de otros tipos procedentes del espacio.
Los científicos describen de distintas maneras la dosis de radiación de los rayos cósmicos.
Las dos más usuales consideran simplemente la acumulación de radiación (cuya unidad de referencia es el Roentgen) o también el medio que la recibe.
En general, se mide la cantidad de radiación que absorben los seres vivos en REM (Roentgen Equivalent Man). Por tanto, es posible comparar las distintas cantidades de variación absorbidas dando su valor en REM.
Como es evidente, los astronautas que permanecen largo tiempo en el espacio absorben dosis de radiación mucho más elevadas que los que viven normalmente en la Tierra.
¿Qué les ocurrirá a los que se embarquen para largos viajes a Marte?.
Las radiaciones cósmicas son muy peligrosas porque pueden matar las células vivas, destruyendo sus enlaces químicos y su metabolismo.
• LA GRAVEDAD:
Las dos primeras diferencias entre la vida terrestre y la vida en el espacio son poco advertidas por el hombre porque la temperatura adaptada a su supervivencia se reproduce dentro de las astronaves y de los trajes espaciales; asimismo, las dosis más o menos elevadas de radiación no son percibidas por los organismos vivos (a menos que se trate de dosis elevadísimas).
Pero existe una diferencia entre la vida terrestre y la vida en el espacio que se experimenta de un modo más exasperante que las otras dos: la casi total ausencia de gravedad.
Cuando un astronauta, dentro de una astronave o en el vacío del espacio, ciérralos ojos desaparece para él el sentido del «arriba» y el «abajo» tal como se vive, normalmente en la Tierra; es como si perdiese la orientación del propio cuerpo.
Muchos astronautas, cuando experimentan por primera vez esta sensación, sufren el mal del espacio, similar al mareo del mar o del automóvil.
Sucede esto porque el cerebro humano está habituado a definir las distintas posiciones del cuerpo en relación al mundo circundante.
A falta de estos parámetros, el astronauta puede sufrir también un profundo malestar, fuertes dolores de cabeza, náuseas -a veces acompañadas de vómitos-, unos síntomas que pueden dificultar mucho la realización del trabajo programado.
Pero en pocas horas o pocos días el cerebro se acostumbra a la falta de referencias: aprende a vivir con la microgravedad.
Los problemas, aunque de menor intensidad, se reproducen cuando los astronautas, después de un largo vuelo, vuelven a la Tierra, hasta el punto de temblar, por ejemplo, cuando dan sus primeros pasos sobre la superficie de nuestro planeta, sometida a la gravedad.
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