La Familia en Egipto Antiguo: El Matrimonio y Los Niños
La Familia en Egipto Antiguo: El Matrimonio y Los Niños
Al igual que en casi todas las sociedades organizadas, es la familia lo que constituye la base de la sociedad egipcia.
Pintores y escultores nos han dejado una apacible imagen de esta familia: el padre y la madre se dan la mano, y los niños, siempre de pequeña estatura, cualquiera que sea su edad, se agrupan al lado de los padres.
Y, en las losas mortuorias, marido y mujer se representan siempre uno al lado del otro, unidos para toda la eternidad, como lo estuvieron en vida.
Con muchísima frecuencia, al parecer, los padres o los superiores eran quienes acordaban el matrimonio de dos jóvenes.
No obstante, son numerosos los gritos de amor espontáneos y apasionados, en los papiros llegados hasta nosotros.
Un campesino egipcio se dirige al mercado con su señora, que viste un vestido recto y transparente, pues las mujeres egipcias nunca tuvieron reparo en mostrar su cuerpo esbelto.
Podría decirse que la familia era parecida a la nuestra occidental, aunque mas numerosa.
Normalmente casaban jóvenes y tenían muchos hijos, que muchos de ellos tenían una corta vida, pues la mortalidad infantil era alta.
El hombre podía tener varias esposa, pero al primera era la mas importante y la verdadera compañera en la vida.
La mujer se encargaba de dirigir los trabajos de la casa y tenía la ayuda de criadad que también la ayudaban en su aseo personal y presentación en sociedad, como el vertirse, peinarse y maquillarse.
Los matrimonios entre ricos solían ser de conveniencia; pero la mayoría de los matrimonios convencionales se basaban en el amor y el respeto.
Así, un enamorado canta, pensando en su amada:
"¡Quién fuera el esclavo negro que acompaña sus pasos, para ver por entero el color de su piel! ¡Si fuera yo su lavandero, siquiera por un mes, lavaría los ungüentos de su cofia! ¡Si fuera yo el anillo que lleva ella en su dedo, embellecería su vida!"
El amor de dos amantes separados por un agua profunda se halla en otra composición:
"El amor de mi hermana está en la otra ribera; un río se interpone entre nosotros, y he ahí al cocodrilo sobre un banco de arena. Pero me acerco al agua y me arrojo a la corriente.
¡Se siente valeroso mi corazón sobre las ondas! Como el suelo son las aguas bajo mis pies.
Su amor es lo que me hace tan fuerte". Y he aquí al enamorado, seducido por la belleza de su bienamada: "La boca de mi hermana es un botón de loto; su seno, una manzana de amor...
Su frente es la diadema de acacia; y yo soy el ánsar salvaje; mis miradas van a la cabellera, hacia el atractivo que hay bajo la diadema, en el que estoy preso".
Entonces, la enamorada dice a su amante: "Tiñes de púrpura mi corazón, y he de hacer por ti cuanto desees, cuando esté junto a tu pecho. El deseo anima mis ojos, y, al verte, mis ojos brillan.
Me estrecho contra ti, hombre fuerte, dueño de mi corazón, cuando veo tu amor. ¡Cuán bella, mi felicidad!" ¡Cómo nos aleja ya este lirismo de las representaciones de la estatuaria faraónica, tan rígidas las más de las veces!
¡Así sentían el amor los antiguos egipcios, y lo expresaban en términos tan tiernos como ardientes!.
Ciertamente, nada nos induce a pensar que estos apasionados acemas se refieran a un amor conyugal.
He aquí de nuevo, no obstante, la voz de un marido, que se dirige a su esposa difunta: "Te pedí por mujer cuando yo era joven. He vivido contigo. No hice sufrir tu corazón..."
EL MATRIMONIO EGIPCIO
Si a embargo, la literatura no muestra inclinación por la mujer egipcia, frivola, caprichosa y coqueta, que no sabe guardar un secreto y que, sin duda, es infiel.
Al hombre, en cambio, se le describe como paciente, afectuoso, leal, razonable.
Pero, al parecer, se trata de una convención, y muchísimas egipcias fueron, seguramente, esposas irreprochables, madres abnegadas.
¿No son las mujeres más emocionantes que hayan existido, con sus siluetas frágiles, apenas revestidas de un ligero velo, sus finos perfiles, bajo la masa de cabellos negros, y la gracia de sus lánguidas actitudes?.
Además, debían de pensarlo mecho, antes de cometer el adulterio, puesla mujer infiel era castigada con la muerte, en tanto que la traición del esposo no estaba, en modo alguno, sancionada, sino que al hombre se le autorizaba, incluso, a introducir concubinas en su casa.
No obstante, si bien el marido tenía derecho a apalear a la esposa, siempre se le recomendaba que no abusase; así que no parece que haya sido poco favorable la situación de la mujer egipcia en el mundo antiguo: sólo la cretense gozaba una situación más agradable.
LOS ESCOLARES FARAÓNICOS
En cuanto a los niños, eran numerosos y tiernamente amados. ¡No estaba poco orgulloso el propio Ramsés II de sus ciento sesenta y tantos hijos!.
Todos eran bien acogidos, aun entre las más pobres familias, y ninguno de ellos era jamás muerto al nacer, contrariamente al uso que se extendería después en Grecia y Roma.
El país es fértil, el clima favorable, y los niños apenas si cuestan nada: van desnudos, y se alimentan, con poco gasto, de tallos frescos de papiro y de raíces crudas o cocidas.
Los hijos del pastor acompañan a su padre a los campos, los del artesano van al taller, y aun los del mismo faraón participan a menudo en las tareas de éste. Los varones son los más esperados.
Tienen el cometido de prolongar el linaje y velar por la conservación de la tumba.
Entre las clases populares, el bebé permanece junto a la madre, que lo lleva sobre su pecho, en una alforja atada al cuello en tanto que los príncipes niños son, a menudo, confiados a grandes personajes envejecidos al servicio del rey. Y
llega el día en que el niño no puede ya contentarse con un simple collar por todo vestido.
Es importante la fecha en que al muchacho se le hace entrega de un taparrabos, o de un vestido a la joven.
Entre la gente pobre, el hijo permanecerá en la casa, aprendiendo a guardar los rebaños o a manejar las herramientas, mientras que el heredero de una familia noble, ingresa entonces en la escuela, la cual forma parte del temple.
Además de aprender gramática y escritura, el alumno se familiariza con los textos clásicos, con las historias divinas.
Aprende igualmente el dibujo, la geografía, y nociones más concretas: cómo transportar un obelisco, levantar una columna,' organizar una expedición militar.
Todos estos conocimientos se le inculcan al escolar a base de un sinnúmero de correctivos.
Pero la condición de los pequeños egipcios está lejos de ser inhumana, y, cuando vuelven a su casa por la tarde, encuentran una intimidad familiar que parece hecha de alegría e indulgencia.
Fuente Consultada:
HISTORAMA Tomo I La Vida Cotidiana en Egipto Antiguo Edit. CODEX
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