Historia del Matrimonio:Resumen de sus Tradiciones y Costumbres
RESUMEN LA HISTORIA DEL MATRIMONIO
Tradicion:Arrojar Arroz y Uso del Anillo
TEMAS TRATADOS:
1- Matrimonio-Patrimonio
2- Amores de Fin de Siglo
3- Un Anillo Para La Eternidad
4- Por que Lanzamos Arroz Sobre Los Novios?
5- Para Vivir Otras Lunas
6- El Matrimonio Como Institución
Cuando un hombre y una mujer se aman. Cuando una pareja piensa su vida en función de dos piensa también, casi naturalmente, en el matrimonio.
Pero esto no siempre fue así, en la prehistoria un señor bastante poco caballeroso raptaba por fuerza a la mujer de sus sueños.
Más tarde, el rapto no era en absoluto rentable, porque ya mil años antes de cristo, la gente se casaba para enriquecerse mediante el sistema de las dotes.
Realizaba asi fuertes alianzas familiares, ampliaba sus dominios territoriales y tenía legítimos vástagos que los heredaban.
Hoy, la mentalidad ha cambiado y la institución matrimonial también. Nos acercamos, parece a la época del "matrimonio a la carta". Arreglado y proyectado estrictamente por quienes lo intentaran: la pareja y aquello que los une.
"La historia del matrimonio humano— como dice el doctor Westermarck, quizá la mejor autoridad sobre la materia—es la historia de una relación en la cual la mujer ha triunfado gradualmente sobre las pasiones, los prejuicios y los intereses egoístas del hombre."
Es la historia del desenvolvimiento en fuerza, pureza y constancia del divino espíritu de amor.
Algunos parecen dudar de que hayamos alcanzado la más alta etapa en el desenvolvimiento del matrimonio.
El instinto natural del hombre rompe a veces la corteza de la civilización.
Nuestro corazón necesita limpiarse y purificarse nuestra imaginación antes de llevar completamente a la práctica nuestra idea de la monogamia.
Todavía tenemos que aprender de muchos de los pueblos primitivos del mundo donde los hombres permanecen fieles siempre a una mujer.
No hay progreso en el matrimonio más allá de la monogamia.
Todo lo que se ofrece hacia adelante, como un pretendido substitutivo, por los escritores de la escuela revolucionaria, es la degradación de una norma de perfección que todavía hemos de alcanzar plenamente.
Las razas salvajes y bárbaras de varias partes del mundo han realizado ya todas las llamadas «ideas avanzadas» sobre el matrimonio que se encuentran en nuestra reciente literatura de rebeldía, y en todo caso es claro que estas ideas son una degradación.
El matrimonio para toda la vida entre un hombre y una mujer es una institución sagrada; está amasada de lágrimas y de sangre de muchos mártires, y ha brotado de los sufrimientos de muchas mujeres que existieron muchos años antes de que se estableciera.
Breve Historia del Matrimonio
Paradójico y vacío de amor, arreglado por los padres de los novios o negociado por casamenteras profesionales, con todas la variantes que ha tenido en cada época y lugar, el matrimonio ha resistido hasta hoy por marcar la entrada en cierto orden social que aseguraba también la correspondencia con el orden del Universo.
Motivos muy precisos y deberes muy claros tuvo la gente durante siglos para casarse: hacerse rico por medio de una dote (era el modo más honorable), realizar alianzas entre las distintas familias, ampliar dominios territoriales y tener hijos legítimos que, como tales, perpetuarían de forma civilizada el núcleo de la tribu o sociedad.
Pero sucede que la unión entre una mujer y un hombre ha sido siempre el símbolo de la vida; el matrimonio, por tanto, ha tenido también un significado ritual y sacro, entendiendo por sacro aquello que no muta en el tiempo y cuyas motivaciones son presentes pero también futuras.
• De amor ni hablar.
Los sentimientos que podrían haber sentido ciertos cónyuges no quedaron registrados en ningún texto laico o religioso anterior al siglo XV, tiempo de Cristóbal Colón.
Matrimonio-patrimonio fue la rima predominante desde la prehistoria: armonizaba con lo humano y también con lo divino.
Aquella mujer que fuera comprada por el cazador-jefe de una tribu prehistórica, tenía alimentación asegurada (eran tiempos de escasez y pocos recursos) y el respeto absoluto de sus congéneres.
El cazador, por su parte, como todos los hombres del mundo hasta la modernidad, tenía pleno dominio sobre su esposa.
Desde siempre -aunque algunos historiadores sostienen que hace 10.000 años atrás la gente vivía en la más libre promiscuidad sexual y se producían matrimonios por rapto- las familias negociaron para obtener del matrimonio réditos económicos.
En algunas sociedades primitivas, los padres de la novia cambiaban objetos con los padres del novio y de este intercambio nació el sistema de matrimonio por dote que prevaleció en Babilonia, Grecia y Roma.
Si tuvieramos que poner un punto de partida simbólico a la historia del matrimonio, deberíamos pensar en Adán y Eva. Desde la mítica manzana, mucha agua corrió bajo los puentes de la relación hombre - mujer.
Breve Historia del Matrimonio
Con una fuerte moral impuesta más tarde por la Iglesia Católica, el matrimonio atravesó la historia erigido como un deber cívico que había que cumplir a rajatablas.
A nadie se le ocurrió, antes del siglo XVIII en pleno auge del romanticismo, el tiempo en que Goethe escribió Werther, el joven enamorado de la casada Carlota, pensar que la felicidad se hallaba en el matrimonio.
Ni el amor, ni siquiera los buenos tratos formaban parte de la realidad matrimonial.
Esa realidad ha cambiado, está a la vista. Ahora, existe en las parejas el doble deseo de la felicidad, una búsqueda de una libre expresión amorosa y también personal, todo sin perturbar la autonomía individual del otro.
Este cambio de mentalidad operado desde tiempo atrás produjo que el matrimonio como institución esté, al menos en Europa, "totalmente obsoleto de aquí al año 2000", según un reporte de la asociación británica One plus One y un estudio del Instituto Nacional de Estudios Demográficos de París (INED).
La pareja, es claro, no desaparecerá sino que al estar establecidas otras formas de unión la institución fundamental de la sociedad pasará a ser la familia, no el matrimonio.
Ya no se trata de un intercambio de obligaciones ni de una relación semiamistosa entre los esposos que tienen el deber de procrear.
Por eso, el modelo matrimonial que dominó casi 2.000 años de historia, tal parece que tendería a desaparecer.
La nueva fórmula parece difícil de practicar en este final de siglo, pero ya está impuesta en todo el mundo. El matrimonio acaso sea "a la carta", de acuerdo con el gusto del consumidor, y sus ingredientes serían entonces mucho amor y responsabilidades compartidas, todo mezclado con la justa medida de libertad individual.
MATRIMONIO - PATRIMONIO
El divorcio existe desde que existe el matrimonio; fue su sustento.
Hablamos de tribus primitivas, de egipcios, griegos y romanos que vivieron cientos de años antes de Cristo.
No se trataba, es claro, de un divorcio legal entendido en 1993 sino de la separación de los cónyuges.
Pero tratándose de pactos, alianzas, deberes y obligaciones era de esperar que hombres y mujeres se unieran para un día romper el contrato e intentar otro negocio.
Tampoco existían pruritos respecto de segundas nupcias e incluso terceras.
Cupido podía errar su flechazo, pero la posibilidad de hacer un buen arreglo para pasar el resto de los días en una buena posición seguía vigente tanto para los señores como para las damas.
Breve Historia del Matrimonio
Hasta el siglo III en la Italia romana y pagana, el matrimonio era una institución privada: no había que presentarse ante un juez o un sacerdote, no era un acto escrito (sólo se establecía la dote por anticipado) ni había nada considerado de rigor.
Era como entre nosotros el compromiso. Y el divorcio en ese entonces se estipulaba del mismo modo: bastaba con que el hombre o la mujer se separase y quisiera romper el acuerdo.
Como además las divorciadas recobraban su dote, los divorcios eran muy frecuentes en la clase alta romana. César, Ovidio, Claudio y Cicerón, se casaron tres veces.
Se cuenta que Nerón, le "prometió" su esposa Livia al futuro emperador Augusto.
Después de la consolidación de la Iglesia, las condiciones se agrávarón para los futuros esposos.
Había que ser consecuente con las exigencias morales referidas a los deberes matrimoniales pues la institución debía ser mantenida a cualquier precio.
Así fue como el matrimonio hizo su entrada en Occidente en los primeros siglos de nuestra era.
Ambos cónyuges debían ser agentes de la moral y permanecer unidos pero la ley romana, a pesar de la Iglesia, autorizaba el divorcio.
Tras la caída del Imperio Romano, a partir del siglo V, la pareja bien avenida era la réplica en miniatura de la armonía social y orden cívico.
La separación, por tanto, empezó a ser mal vista.
Eran tiempos violentos en los que había que preservar la vida y todas las medidas tendían a evitar la ruptura del matrimonio.
"Un hombre que se divorcia de su mujer admite que ni siquiera es capaz de gobernar a una mujer", se decía.
Unos setecientos años después de Cristo, tanto en los hogares cristianos como en los pueblos de Oriente Próximo un joven "entraba al mundo" cuando se casaba.
El matrimonio era arreglado por sus padres desde su adolescencia; elegían una futura esposa oficial para su hijo que estuviera socialmente a su altura y, para asegurar la alianza familiar, la parentela tenía en cuenta los bienes y recursos de ambos adolescentes.
Y a partir de entonces, lo que era unido por Dios, nada lo podía separar. Entre los años 814 y 840, la Iglesia prohibió totalmente el divorcio.
Algunas costumbres se arraigaron fuertemente en el rito matrimonial como la fiesta (hubo tiempos de banquetes que duraban tres días) y los regalos de bodas. Aun hoy es impensable una fiesta sin regalos; su valor indica la clase económica de los recién casados y la de los invitados.
Además, la Iglesia fue introduciendo paulatinamente estrictos procedimientos a partir del siglo XII, en la época de los señores feudales: había que separar el compromiso de la boda, hacer la promesa de matrimonio frente a testigos, publicar bandos y por último realizar una solemne ceremonia nupcial en la Iglesia.
El matrimonio cristiano fue bendecido como sacramento en el Concilio de Letón de 1215.
EL MATRIMONIO POR COMPRA:
El mejoramiento de la condición de las esposas que se casan por compra:
Esta forma de matrimonio subsiste todavía entre muchos pueblos salvajes y parece estar en su plena eficacia entre las tribus y las naciones que se encuentran en la etapa agrícola de la cultura.
La mujer interviene más en los trabajos del cultivo y es, por consiguiente, tan útil para sus padres como para sus maridos.
La práctica de esclavizar a la mujer subsiste entre los rudos salvajes, tales como los bosquimanos y los fueginos, que poseen poca o ninguna propiedad, y, sin embargo, los hombres de estas dos razas inferiores se distinguen por su amor a sus esposas y sus lazos familiares son muy vigorosos.
Estos hechos muestran, seguramente, que cuando las mujeres en las sociedades salvajes o bárbaras tienen que sei adquiridas por trabajo o por bienes, su posición mejora generalmente.
Se hacen demasiado costosas y también demasiado útiles para ser cambiadas caprichosamente.
Los jóvenes zulús, que no tienen ganados, han de esperar muchos años para casarse. Así en el grupo de islas de la Nueva Bretaña el precio de una novia es, con frecuencia, tan elevado que el pretendiente a marido es ya un hombre de mediana edad cuando llega a tener mujer.
Este estado de cosas lleva, naturalmente, a variedades muy curiosas del matrimonio a crédito.
Cuando tienen lugar los matrimonios de esta clase, la esposa y los hijos no pueden, por regla general, abandonar el hogar paterno hasta que todos los plazos están pagados.
En Unyoro, para citar el caso de Emin Bajá , si un hombre pobre es incapaz de pagar su esposa con ganado, puede pagar lentamente; los niños nacidos entre tanto pertenecen al padre de la esposa y cada niño debe ser redimido con una vaca.
La novela del matrimonio por captura se apoya en un cimiento poco sólido:
Las costumbres salvajes son muy complejas, especialmente con respecto a la unión de los sexos; y, junto a esto, de ningún modo se ha probado que el matrimonio por captura fuese nunca una práctica general.
Pocas teorías acerca de la sociedad primitiva han estado nunca tan en boga como el matrimonio por captura y pocas se habrán edificado sobre tan débiles cimientos.
Desde luego que habrá habido siempre muchas fugas y que habrán sido arrebaladas algunas mujeres, venciendo a los padres y a los hermanos, pero fueron accidentes que no afectaron a la evolución de la institución del matrimonio.
El matrimonio por compra es en su origen muy oscuro. La oscuridad surge del hecho de que el precio de la novia parece haber sido habitual mucho antes de que la idea de comprar y vender se conexionase con el matrimonio y la entrega en matrimonio.
Por este camino retrocedemos a la obscura región de la superstición primitiva.
Ahora bien, los donativos entre los salvajes están ligados con las ideas, salvajes también, acerca de la magia.
Dando algo que nos pertenece, nos ponemos bajo el poder de la persona a quien lo entregamos, porque si tiene mala intención puede lanzarnos un hechizo por encantamiento de algo que nos pertenece.
Un donativo, por consiguiente, se convierte en la prueba más sincera de amistad.
El principio aquí implicado es personal y religioso; es una fianza más que un precio.
Los donativos a la novia tienen, por tanto, originariamente, mucha importancia.
Pero conforme maduran los instintos comerciales de los padres y las hijas llegan a tener su precio, las ideas antiguas se borran a la luz de los nuevos días y el matrimonio se convierte, en parte, en una transacción comercial.
Aun en los pueblos en que el matrimonio por compra triunfa en su forma más grosera, la novia no siempre pierde todos sus derechos a los donativos recibidos.
El matrimonio entre los cafres, por ejemplo, no es asunto de mero tráfico
Los ganados pagados por el novio se dividen entre los parientes masculinos, pero en parte los conservan en depósito para la esposa y los hijos.
Porque si ella queda viuda puede pedir socorro a todos aquellos que han tenido una participación en su dote.
Además, el padre proporciona un buey al matrimonio, donativo que es puramente religioso.
Es conocido como «el buey de la novia», y es comido en una fiesta matrimonial.
Este buey representa el valor de la joven; es también una garantía para el novio y para la novia de que cuando el padre muera su espíritu no rondará su hogar y es también, al mismo tiempo, una señal supersticiosa de que el matrimonio será bendecido por muchos hijos.
El matrimonio por compra tiene un interés especial para los anglo sajones.
Las leyes antiguas de Inglaterra hablan toscamente de la «compra de una hembra»; y en Alemania, duirante la Edad Media, la «compra de una esposa» era la frase común para designar el matrimonio.
Floreció en la Inglaterra del rey Alfredo; y Canuto encontró necesario dictar una ley prohibiendo a los guardianes de una joven venderla en matrimonio contra su voluntad.
Pero quizás fué éste un recrudecimiento de la barbarie debido a la invasión danesa.
Porque, a despecho de la apariencia comercial del matrimonio teutónico, la posición de una mujer casada era muy feliz.
Durante muchos años subsistieron las viejas y duras formas, pero el espíritu de las ceremonias parece haber cambiado y mejorado mucho antes de la expansión del Cristianismo.
Al principio se daba a la novia parte del precio de compra, pero más tarde se le atribuía todo como una dote.
Indudablemente, las fuerzas que transformaron el matrimonio por compra en dote matrimonial fueron de un género moral y espiritual.
El matrimonio por compra había cumplido su objeto haciendo estable y duradera la unión de los sexos; y de la estabilidad y permanencia se desenvolvió un sentimiento más fuerte y más puro, de amor entre el hombre y la mujer, que ayudó a atribuir a ésta una mayor importancia en la vida nacional.
El matrimonio por dote se desenvolvió, a su vez, debido al hecho de que aun oponía más dificultades en el camino de un marido que quisiera divorciarse.
Entre los teutones de los primeros tiempos el precio de la novia, que era atribuido a la mujer como su porción matrimonial, llegó a ser de su propiedad exclusiva, sin que su marido pudiera disponer de ello.
Y además de estas riquezas, que generalmente consistían en ganados, recibía de sus padres una dote—como la dote moderna de los franceses—, que era una especie de compensación por su herencia, o un anticipo de ella.
Esta era también propiedad privada suya y su marido tenía que devolvérsela si se disolvía alguna vez el matrimonio.
Así, un hombre cualquiera que despedía a su esposa, perdía una gran parte de su propiedad y tenía al mismo tiempo, como en los antiguos días del matrimonio por compra, que entregar otro «precio de la novia» si quería casarse con otra mujer.
Durante algunos centenares de años después de Cristo el matrimonio continuó siendo un contrato civil en el que no intervenía ningún sacerdote.
Fue un asunto familiar privado, como la venta de una casa.
En Inglaterra constaba de dos tratados separados: los esponsales, en los que se daba a la novia un anillo o una moneda como arras, y el matrimonio real o entrega de la mujer y la niña era ya esposa.
El actual anillo de boda representa las antiguas arras entregadas a la novia y los testigos del novio representan los amigos que garantizaban el pago del precio de la novia.
El moderno matrimonio civil es considerado, generalmente, como una innovación extraordinaria.
Pero, en realidad, no es así.
Hasta el siglo X, por lo menos, el matrimonio no se convirtió en una institución eclesiástica y no tomó parte un sacerdote en la ceremonia matrimonial.
Aun entonces los ritos matrimoniales se celebraban solamente ante las puertas de una iglesia y el sacerdote los terminaba con una bendición.
Durante toda la Edad Media el acto principal dé la celebración del matrimonio—el consentimiento de las partes—se realizaba en el porche de la iglesia, en Inglaterra, en Francia y en Alemania.
Y los matrimonios ingleses continuaron celebrándose a la puerta de la iglesia hasta el siglo xvi, cuando las liturgias de Eduardo VI y de Isabel exigieron por primera vez que la ceremonia se realizase dentro del lugar sagrado.
►AMORES DE FIN DE SIGLO
De golpe, hacia el final del siglo XVIII el control del matrimonio pasa de la Iglesia al Estado: había que casarse primero ante la ley y después religiosamente.
Esto marcó un hecho importante porque la Iglesia perdió el control de uno de sus privilegios más preciados: llevar registro del nacimiento, matrimonio y muerte de las personas, responsabilidad adjudicada a los municipios hasta la actualidad.
Finales del siglo XX. Cambios profundos en la mentalidad humana y en la sociedad.
La vida, sin embargo, sigue igual, regulada por el hilo conductor del nacimiento, la adolescencia, el matrimonio y la muerte.
Este hilo conductor, de acuerdo con el investigador del comportamiento humano Vittorino Andreoli, pone en evidencia tres modelos matrimoniales elaborados por la humanidad: el primitivo modelo matrimonio-patrimonio, el matrimonio religioso y el de la sociedad actual donde las motivaciones se encuentran en el vivir al día, donde el valor de los afectos se mide según la cultura de las decisiones provisorias y reversibles, donde la lógica, en suma, es la del control remoto: cambiar el programa que nos aburrió o no nos gusta más por otro mejor.
Sin embargo, la convivencia resulta el modo de vida más protector.
Las personas casadas tienen una mejor alimentación, mantienen mejor su salud y tienen una mejor inserción social y la encuesta ha revelado además que las tasas de mortalidad fluctúan de acuerdo con el estado civil de la gente: quienes viven en pareja presentan más esperanzas de vida que los divorciados/as, solteros/as o viudos/as.
Y la mortalidad aumenta, por diversas causas, en un 80% para los hombres y un 50% para las mujeres.
Hoy no existe hostilidad hacia el matrimonio y las parejas siguen unidas, sólo la institución matrimonial tiende a desaparecer como tal. Hombres y mujeres eligen la mejor forma de relacionarse casándose civil y religiosamente, si lo prefieren.
Demógrafos y sociólogos ya no hablan de concubinato sino de cohabitación cuando se menciona a la convivencia y señalan que existe, incluso, un reflote en el matrimonio, aunque no es significativo.
Aquella puesta desplegada en escenarios antiguos donde el matrimonio era una imagen familiar -alianza de dos linajes y dos patrimonios- se traduce ahora en una puesta en escena de la pareja.
Es allí y no en los progenitores donde se encuentra el poder de la unión entre un hombre y una mujer.
En los sentimientos, en el establecimiento de un vínculo afectivo, un matrimonio acordado por ambos, con responsabilidades compartidas y proyectos comunes.
Un matrimonio de amor y deberes. Una unión "a la carta".
►UN ANILLO PARA LA ETERNIDAD:
En las primitivas sociedades guerreras donde la conquista era primordial, si un joven deseaba a una chica, debía literalmente conquistarla.
No hablamos de galanteos sino de posesión, como la territorial.
El joven en cuestión, entonces, debía diseñar un gran círculo en la tierra, una especie de ring (que quiere decir anillo) y meter dentro a la chica.
Después, invitaba a cualquiera a batirse con él, a pelear por ella, rito y ceremonia realizada delante de toda la comunidad. La lucha se desenvolvía en aquel ring y, quien era echado fuera del círculo, perdía todo derecho sobre la mujer.
El conquistador, ni bien terminaba la peiea, adquiría el dominio sobre la mujer y se celebraba la unión.
El círculo, aquel simbólico anillo no era otra cosa que la representación de una conquista.
Pero el concepto de lucha está presente aun cuando la conquista sea actual y de carácter puramente psicológico. La literatura es rica en ejemplos de conquistadores de corazones femeninos.
El anulo de oro, característico de la unión matrimonial, es un objeto que se encuentra.en muchos ritos cristianos y, sin embargo, el significado de eternidad que posee -por carecer de principio y de fin- proviene de las conquistas, de aquellas sociedades en que la posesión también era eterna.
El anillo de oro adquiere entonces poderes mágicos mantenidos en el tiempo: en la Roma Antigua se llevaba en el dedo anular de la mano izquierda porque, según una antigua concepción médica de los egipcios, había un nervio que se dirigía directamente al corazón.
►PARA VIVIR OTRAS LUNAS
Amor que destruye, amor maléfico, amor influenciado por la Luna. Tales eran las creencias del siglo VIII en pleno auge de la brujería femenina.
Las mujeres -se pensaba- pertenecían al Cosmos y estaban, por tanto, poseídas por fuerzas del Infierno y de la noche. Su ciclo, ¿no es acaso de 28 días como el de la Luna?.
Cuando un eclipse de Luna se producía, el terror se apoderaba de todos: las mujeres dejarían de tener hijos y la especie humana estaría pronta a desaparecer.
Para conseguir entonces que la Luna volviera a salir con su luz de las profundas tinieblas, se realizaban ceremonias con cánticos y ruidos tituladas vince luna (Luna, tuya es la victoria).
El concilio de Leptines condenó estas ceremonias en el año 744 y precisó al respecto que algunos sostenían que "las mujeres se entregan a la Luna para lograr apoderarse del corazón de los hombres igual que hacían los paganos". De hecho, la mujer seguía siendo todo un misterio maléfico y benéfico, puro y destructivo sí, pero misterio al fin.
Por eso, cuando los jóvenes se casaban, debían beber una copa de hidromiel -el alcohol procedente de la fermentación de la miel- a fin de apaciguar los miedos, las angustias y a los dioses.
Este filtro del amor tenía que darles el coraje suficiente para penetrar en otro gran misterio: el de la carne.
Así surge la reveladora expresión Luna de miel, ese primer acercamiento de los recién casados en el que sienten su coincidencia con el Universo al desaparecer el uno para aparecer en el otro.
Así, también, quedaba exorcizada la furia del amor para que juntos pudieran vivir muchas lunas más y para cooperar en la salvación del orden del mundo.
• ¿Por qué les lanzamos arroz a los novios?
Los romanos les lanzaban nueces, dulces o trigo a los novios que se dirigían a casa al finalizar la ceremonia, para augurarles fertilidad.
En algunas regiones de Alemania aún existe esta costumbre, pero los invitados le entregan las nueces a la novia en lugar de arrojárselas; en otras, se les coima de regalos de diversa índole, como dulces, pastelitos y puñados de arroz.
En la actualidad, el matrimonio puede celebrarse con una infinidad de rituales que combinan, incluso mas de una religión. En este caso, se mezclan símbolos orientales y cristianos.
Ceremonia matrimonial en Corea. Según la tradición de muchos países asiáticos, las distintas familias "decretan" el casamiento de sus hijos, incluso desde antes de su nacimiento.
A comienzos de siglo, el banquete era uno de los momentos esenciales en todo casamiento. El que vemos en la foto fue celebrado en 1909, en la Bretaña francesa.
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►EL MATRIMONIO COMO INSTITUCIÓN:
La responsabilidad compartida: Si los viejos valores que sostenían la institución matrimonial están en crisis, hay que aprender a buscar otros nuevos compartiendo responsabilidades.
Breve Historia del Matrimonio
"Yo estoy en completo desacuerdo con el feminismo. Creo que la mujer es más débil que el varón, y esto hay que aceptarlo como un hecho. Por eso, en mi matrimonio dejo que mi marido asuma todas las responsabilidades económicas.
Mi trabajo —que no es poco— se concentra en los cuidados del hogar, en las tareas domésticas, en la educación de los chicos. ¿Que no soy moderna? No me interesa ser moderna, si por tal se entiende trabajar en labores masculinas. Prefiero que me crean chapada a la antigua, y conservar así la serenidad de mi matrimonio."
SÍ, PERO...
Que cada uno puede elegir su estilo de vida es cierto. Pero a la mujer que opina como la del ejemplo precedente se le podría decir: "Sí, pero... ¿acaso su actitud conserva la serenidad del matrimonio?"
Sea cual fuere la actitud que se adopte frente a la responsabilidad de casarse, hay que tener en cuenta algo esencial: hoy la institución del matrimonio está en crisis. Se discuten sus fundamentos y los valores que la sostenían. Y aunque una pareja crea aferrarse a aquellos fundamentos y valores tradicionales, muchas veces éstos tambalean por la misma presión social.
Hasta hace pocos años los roles del hombre y la mujer en la sociedad estaban definidos claramente, casi podría decirse que separados en compartimientos estancos.
Entonces era bastante lógico que, desde el momento en que se casaba, el hombre se hacía completamente responsable de su mujer y de sus hijos, dado que era el sostén económico del hogar.
Por consiguiente, su deber era proteger y alimentar a toda la familia.
La mujer, por su parte, debía posibilitar sin mayores muestras de placer la satisfacción sexual de su marido.
Al mismo tiempo debía organizar la vida doméstica —cuidar de la casa, de las comidas, de la ropa, etc.—. Y su responsabilidad con respecto a la crianza de los hijos era mayor.
Es decir que esta especificación de roles, apoyada por los esquemas de la sociedad burguesa, hacía que las personas se sintieran más seguras, tal como lo afirma la antropóloga Margaret Mead.
La razón es simple: el hombre conocía sus obligaciones: la mujer, las suyas. Y éstas eran aceptadas sin mayores discusiones.
Pero hoy las cosas son distintas.
Al cambiar el papel del hombre y de la mujer dentro de la sociedad, al aceptarse un sinnúmero de derechos femeninos que antes no se aceptaban, aparecen dos proyecciones diferentes:
1. La primera, positiva, se refiere a la evolución de los individuos de ambos sexos hacia mayores posibilidades de realización.
2. La segunda, negativa, se refiere justamente al derrumbe de valores tradicionales. A menudo se confunden las cosas, y la polémica se profundiza. Aparece la inseguridad. Y al mismo tiempo las crisis de las instituciones tradicionales: entre ellas el matrimonio.
De manera que adoptar hoy el rol de una mujer del siglo pasado constituye una especie de desincronización con la época en que vivimos.
El matrimonio no tendrá más o menos tranquilidad porque la esposa elija una actitud pasiva. Al contrario: su equilibrio profundo dependerá de que ambos cónyuges aprendan a compartir responsabilidades.
►UNA EMPRESA AFECTIVA
El matrimonio es, en cierto modo, una empresa. Y como tal necesita de la organización necesaria. Pero esto no quiere decir una disciplina rígida que defina derechos y obligaciones de manera absoluta.
La empresa conyugal tiene una connotación afectiva que no puede ni debe olvidarse.
En base a esta connotación afectiva podrán compartirse las responsabilidades de todo tipo.
Las dificultades pueden presentarse en la coordinación de las distintas actividades.
La mujer que trabaja fuera de la casa, por ejemplo, tendrá menos tiempo para atender su Rogar.
Y si el marido también trabaja fuera, no puede exigírsele que sea él quien se ocupe de este aspecto.
Aquí, si bien la paciencia y tolerancia de ambos puede obrar de modo efectivo, también hace falta una colaboración exterior.
La del Estado. Si éste crea guarderías gratuitas, escuelas primarias de doble turno, la industrialización del servicio doméstico, equipos de limpieza a domicilio, comedores comunes y otras comodidades que algunos países —sobre todo los escandinavos— ya disfrutan, muchos problemas del matrimonio quedarán solucionados.
LOS TRES CÍRCULOS DE LA CONDUCTA
Pero que los aspectos prácticos del problema no nos hagan olvidar los aspectos emocionales. La responsabilidad también se comparte en lo afectivo. Ambos, hombre y mujer, deben brindarse cariño, ternura, comprensión y apoyo.
Dentro del aspecto sexual hemos insistido con frecuencia en la necesidad de llegar a una adaptación que permita a ambos disfrutar de su unión.
Y también explicamos que si muchas veces esa adaptación fracasa es porque fracasan otros aspectos de la vida de relación.
Un marido cuya mujer no se interesa en su trabajo o en su actividad creativa puede muy bien sentirse desganado se-xualmente frente a ella. Y viceversa.
Breve Historia del Matrimonio
Dentro de la vida en general, y de la vida en pareja en particular, podemos considerar los problemas que surgen como tres grandes círculos que representan las conductas básicas del comportamiento.
Los tres círculos son interdependientes, se influyen entre sí.
Sólo teniendo en cuenta los tres círculos, sus constantes interferencias y sus mutuas influencias podremos compartir integralmente todas las responsabilidades del matrimonio y buscar nuevos valores que lo sustenten.
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