Historia de la Defensa Personal:Evolución de las Artes Marciales
ARTES MARCIALES: HISTORIA Y EVOLUCIÓN
La defensa personal nació junto con el hombre. La dictó un impulso epidérmico y, a la vez, vital: el instinto de conservación.
Nadie, al fin, desprecia lo más valioso que tiene y que cuando se pierde, inexorablemente ya, no se puede recuperar: la vida.
El hombre aprendió a defenderse porque siempre hubo otro hombre dispuesto a atacar.
Es el juego más viejo y menos inteligente del mundo, porque toda agresión supone un acto no razonado y toda defensa admite la necesidad de evitar el castigo y de seguir viviendo.
Y, si se puede, además, devolver golpe por golpe.
Es, sin duda, una de las fórmulas más descarnadas de la irritación y el rencor.
Todos, o muchos, aspiran a ser protagonistas del legendario combate entre David y Goliath, porque siempre palpitará entre los más débiles el orgullo de haber vencido a los más fuertes.
Se supone que ese es el triunfo de la habilidad sobre la torpeza, olvidándose, sin embargo, que esa es la victoria de un mejor ataque físico y no el éxito de una más sutil reflexión.
No habrá que confundir nunca, aunque frecuentemente se mezclen y se parezcan, la defensa personal con las artes marciales. Aquélla es un sistema; éstas son una filosofía. Según un conocido humorista, es como confundir al té en saquitos con la ceremonia del té.
La primera arma fue la piedra.
Le sucedieron el garrote y, ya en la edad de hierro, el cuchillo, la lanza y la espada.
Muchas veces se planteó un interrogante: ¿Qué hacer cuando el rival lleva un arma y el que se defiende no la tiene?.
La solución, o la tentativa, es única, porque no se puede elegir otra: la de usar con ingenio los puños o los brazos.
En la antigüedad, la defensa con los puños se conoció como pugilato (luego boxeo), con partida de nacimiento en Grecia; la defensa con los brazos fue la lucha, con alumbramiento en Egipto.
La lucha es un ejercicio en el que dos personas procuran derribarse mutuamente y ponerse de espaldas.
Es uno de los más primitivos y universales. Su antigüedad la certifican los relieves de los sepulcros muralesde Beni-Hassán, cerca del Nilo, esculpidos con centenares de escenas de esa actividad ruda.
En consecuencia, la lucha se conoció 3.000 años antes de C. En el libro XXIII de La Miada, al hablar del combate entre Ayax y Ulises se observan las reglas del campeonato moderno.
Las luchas griegas, introducidas de Egipto o de Asia, tomaron carta de ciudadanía hacia la 18a. Olimpíada de los Juegos Antiguos, 708 años antes de C..
Los griegos atribuían la invención de la lucha a Apolo. Heracles (Hércules) llegó a ser un maestro en ese ejercicio y fue, además, el vencedor de Anteo y Eris, el gigante siciliano.
En los pueblos teutónicos la lucha era uno delos instrumentos de guerra.
En la edad media adquirió tal importancia que dio origen a una frondosa literatura.
La obra más importante fue el "Ringeskunst", de Juliano de Anerwald (1535), y de Alberto Durero se conservan aún 119 dibujos.
La afición por la lucna sobrevivió en muchos países asiáticos, como en el Japón, donde existe desde 23 a.C.
En el año 858, convertida en un signo de fortaleza, hombría y nobleza, decidió la sucesión al trono entre los hijos del emperador Bumtoku y allí el vencedor, Koresbito, sucedió a su padre.
El inventor del pugilato fue Teseo y se afirma que Hércules lo aprendió de Harpálice, hijo de Hermes.
Con el tiempo se convirtió en boxeo y, pulido en Inglaterra, se permitió en él sólo el uso de las manos.
La lucha y el pugilato se transformaron con el tiempo en deportes.
Hasta 1900, por ejemplo, casi todos los cuerpos policiales del mundo usaban para defenderse un machete o un revólver.
No eran, por supuesto, elementos con los que se pudiera aguzar el ingenio ni la habilidad.
Se necesitaba algo más, pese a la rotunda contundencia de un machetazo precisamente asestado o de una bala certeramente disparada.
Entonces, distintas agrupaciones del orden público comenzaron a practicar un sistema de defensa personal incorporado por occidentales, quienes durante su permanencia en el Japón habían aprendido las variadísimas técnicas del jiu-jitsu o el yudo.
Un slogan que se hizo muy popular aseguraba su infalible utilidad: "El jiu-jitsu y el yudo son las dos únicas armas que no se caen de las manos".
Esos occidentales, sin la formación ritual y meditativa de los orientales, tomaron de esas antiguas artes marciales llaves y golpes para defenderse de un hombre armado de un cuchillo. de un palo o de cualquier otro instrumento agresivo.
Poco a poco fue perfeccionándose el aprendizaje, hasta que esos primeros rudimentos quedaron de lado al difundirse en Occidente las artes marciales japonesas, chinas o coreanas.
Fueron adoptadas por cuerpos policiales o del ejército (por ejemplo, los Estados Unidos cuando declaró la guerra al Japón), pero olvidando los principios de esas severas disciplinas marciales, disciplinas que en sus países de origen no son combativas y no representan sistemas de defensa, sino una filosofía para modelar el carácter, la moral y el espíritu humanos.
Todas las artes marciales tienden a que el hombre sea tolerante con sus semejantes por el camino de una vida armónica, de sacrificios, de actos nobles, de comprensión y de tolerancia, y que toda actitud que adopte sea la irradiación de un mensaje de paz y no un desafío de guerra.
Fuente Consultada:
Enciclopedia Ciencia Joven Fasc. N°1 - Editorial Cuántica - Historia de la Defensa Personal
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