Los Amotinados del Bounty:Historia de los Marineros Sublevados

Los Amotinados del Bounty Historia de los Marineros Sublevados

Durante casi dos siglos los amotinados del famoso Bounty han estado trabajando por su existencia en una pequeña isla volcánica en el sur del océano Pacífico, la isla de Pitcairn.

Fletcher Christian seleccionó este momento , inaccesible sitio, como un lugar seguro y oculto a los grupos de búsqueda británico que, estaba seguro, serían enviados cuando la noticia del motín llegara a Inglaterra.

motin en un barco

El 28 de abril de 1789, el día del motín, el Bounty estaba retornando a casa después de haber permanecido durante casi 6 meses en Tahití.

Su misión había sido obtener la difusión del árbol del pan entre los dueños de las plantaciones de las Indias Orientales, para procurar el aprovisionamiento de comida barata para los trabajadores nativos.

Alguien dijo que la tripulación se había puesto nostálgica por la buena vida que había gozado en Tahití y encontró la disciplina del capitán Bligh (imagen)  cada vez más intolerable.

Cualquiera que haya sido su causa, Christian y sus compañeros amotinados echaron en un pequeño bote a la deriva al capitán y a 18 tripulantes que le eran leales.

El viaje en ese bote repleto y su regreso final a Inglaterra es una historia bien conocida de supervivencia.

En cuanto a los rebeldes, Christian navegó hacia Tahití, donde 16 de los hombres decidieron quedarse.

Pero él y otros 8, junto con 6 tahitianos y 12 mujeres, se dirigieron a Pitcairn.

Arrojaron el barco entre las rocas, sacaron todos los elementos que podían servir y, finalmente, el 23 de enero de 1790 lo quemaron.

El pequeño grupo comenzó lo que Christian imaginó como una idílica, pacífica existencia en una isla utópica.

Sin embargo, los problemas los acuciaron casi inmediatamente debido, en parte, a la proporción desigual de hombres y mujeres.

En 4 años murieron 5 amotinados, incluyendo a Fletcher, como también todos los hombres tahitianos.

El primero en morir por causa natural fue Edward Young, de asma, en 1800.

Sólo 10 años después del motín, John Adams (alias Alexander Smith) era el único sobreviviente masculino, con 11 mujeres y 23 niños.

«Tuve un sueño», relató Adams, «que cambió toda mi vida. Un ángel que parecía estar parado a mi lado me habló, amonestándome por mi vida pasada, y después me llamó a arrepentirme e ir y enseñar a los niños el camino de la Biblia de Christian.

Luego de esto, Adams, con el mayor de los hijos de Fletcher, buscó en el arcón de marinero de Christian y encontró su Biblia y el libro de rezos, que su madre le había dado años antes.

Éstos fueron los libros de texto usados en la escuela que se organizó.

Desde este momento, bajo la benevolente guía de un amotinado penitente, el poblado comenzó a desarrollarse como una sociedad pacífica.

El mundo exterior conoció por primera vez su existencia en 1808, cuando el capitán Mayhew Folger, a bordo del barco americano Topaig, avistó la isla y se detuvo para buscar focas.

Para su asombro, un pequeño bote remó suavemente desde la costa y 3 jóvenes lo saludaron en «un perfecto inglés», solicitándole que atracara allí porque , tenían un hombre blanco en tierra.

El capitán informó su hallazgo, pero el descubrimiento de este escondite no causó impresión en Inglaterra porque estaban preocupados con las guerras napoleónicas.

Fue 7 años más tarde que dos barcos ingleses volvieron a encontrar la isla, casi por accidente, y nueva; mente los capitanes pasmados encontraron jóvenes de habla inglesa.

El amotinado John Adams asumió las responsabilidades para ser llevado a Inglaterra bajo arresto y, de esta manera, demostró su anhelo por retornar a la tierra natal a despecho de los cargos pendientes sobre él. Su mujer, su hija y otros miembros de la comunidad le rogaron que no partiera.

«Obligarlo a marcharse», escribió el capitán del Tangas, «en oposición a ellos y a sus ruegos, hubiera sido un ultraje a la humanidad».

Adams entonces se quedó en Pitcairn, muriendo allí en 1829 a la edad de 62 años.

Ya más en contacto con el mundo, los habitantes hicieron dos tentativas en la década de 1800 para asegurar su futuro, en contra de las amenazas de sequía y el terror a la sobrepoblación.

Algunos emigraron una vez a Tahití, más tarde a la isla Norfolk.

Un grupo retornó, organizó un sistema de gobierno y la colonia entera abrazó la fe Adventista del Séptimo Día.

Hoy esta iglesia es la única de Pitcairn.

Algunas personas que visitaron la isla informaron que la comunidad era devota, hospitalaria, alegre y vivía en economía cerrada.

Las casas y los muebles eran simples, aunque adecuados, a la manera de la antigua Polinesia.

Para cubrirse, las mujeres hacían tapas, una especie de vestido de papel.

Era un trabajo lento y laborioso, pero las prendas producidas eran confortables y a la vez modestas.

Las mujeres también sabían cómo preparar abundantes comidas a partir de los alimentos existentes en la isla.

La dieta era predominantemente vegetal y frutal e incluía carne y pescado, una o dos veces a la semana.

La comunidad vivía como una gran familia y aumentaba su población por medio del casamiento entre primos.

Debemos notar que desde varias generaciones atrás, no hubo en apariencia degeneración de las condiciones genéticas ni enfermos endémicos.

Por el contrario, los últimos visitantes los describen como individuos básicamente sanos, fuertes y listos.

Su población declinó de más de 200 en 1937 a menos de 70 en 1974. Sólo 6 familias están ahora representadas, 3 de las cuales perpetúan los apellidos de los amotinados: Christian, Young y McCoy.

En contra de muchas conveniencias modernas, la gente vive a la manera como lo hacían sus antepasados.

Sus vestidos tapa han sido reemplazados por el vestuario estilo western, en su gran mayoría abandonado por los barcos que han pasado.

Tienen unas cuantas motocicletas, unos pequeños autos para moverse y hay también motores para lanchas.

Pero todavía se requiere gran habilidad de parte de los marineros para evitar los peligros de las botaduras y de los atraques.

Las lanchas han sido siempre y son todavía el único medio por el cual cualquier persona o cosa llega o sale de allí.

Aún hay días en los que no saben cuándo llegará el próximo barco.

No es fácil organizar una visita a Pitcairn.

Los turistas que optan por permanecer más de 24 horas son los que tienen la aprobación del consejo de la isla y del gobierno inglés de Auckland, en Nueva Zelandia.

Aun cuando el permiso es generalmente concedido, el procedimiento lleva meses.

lan M. Ball, un corresponsal austríaco, tuvo éxito en este trámite.

En su libro Pitcairn: hijos del motín, hace algunas observaciones sobre el estilo de vida de la que «es probablemente la más remota isla habitada de nuestro planeta».

Escribe: «La vida social gira alrededor de una cosa: comida».

Contó 42 platos diferentes en la mesa de una fiesta de nacimiento, a la que asistió inmediatamente después de su arribo.

Fue la primera de cerca de una docena de fiestas a la que los Ball y sus tres chicos fueron invitados, a lo largo de una estadía de un mes.

Había carne de cabra y pollo; carne de vaca en conserva y lengua importada de Nueva Zelandia.

Espaguettisconservados en frío se mostraban en la mesa del buffet, con etiqueta y todo.

Los pescados de la isla aparecían al lado de latas de sardinas de Portugal.

Otros platos tenían papas irlandesas, remolachas, judías, guisantes, coles, cebollas encurtidas, puré de tomates, zanahorias hervidas, bananas, calabaza cocida al horno y habas.

Variedad de ensaladas con la misma presentación, estaban acompañadas por pan y bizcocho caseros cocidos en hornos de piedra.

Y luego los postres: pasteles de calabaza en forma de panes cuadrados, hechos dentro de las latas que los hombres enderezaban; gelatinas de fruta y tortas surtidas; bollos y pastelitos.

La fruta fresca estaba olvidada, probablemente porque era un alimento muy común en la vida diaria como para ser usado en ocasiones festivas.

Y también los productos lecheros; ellos no teman paladar para el queso y la leche.

El agua era su bebida favorita.

Los invitados, bien limpios y pulcramente vestidos, se alineaban por edad de 11 meses a 80 años.

Charlaban excitadamente con sus parientes, con los que habían estado la mayor parte del día. El tema central era la comida.

El anfitrión imponía silencio y luego entonaba una bendición solemne. Después de un «Amén» espontáneo de cada uno de los presentes, gritaba: «¡Ahora tomen! ¡Hagan saber si es suficiente con un grito!».

El correo, la iglesia, el palacio de justicia y el pequeño dispensario estaban agrupados en la plaza.

También allí, dos piezas del recordado Bounty en exhibición pública: la Biblia y el ancla de 12 pies.

Actualmente no está la Biblia del barco, sólo existe la que la madre de Christian le dio y que John Adams sacó de su arcón.

Es la reliquia más reverenciada.

La campana del barco, ubicada también en ese lugar, ha sido siempre usada como el único medio de comunicación.

A través de los años su código ha permanecido igual:

5 campanadas: «¡Barco a la vista!».
4 campanadas: reparto público de las mercancías que traen los barcos.
3 campanadas: reunión de la aldea.
1 campanada: servicios religiosos.

A los chicos se les ha enseñado que nunca deben hacerla sonar jugando. Ian notó que «la campana tiene hoy una abolladura profunda en la parte de abajo, la solución que los isleños adoptaron cuando un hombre no pudo ser salvado de la horca: hicieron sonar la campana un número confuso de veces y pusieron a la comunidad en falsa alarma.

Cuando la campana suena 5 veces, se produce una gran excitación en la aldea.

Los hombres echan a correr hacia las lanchas, cogiendo su provisión de curiosidades talladas a mano, cestas tejidas por las mujeres, frutas frescas y sellos que son populares entre los comerciantes y coleccionistas de todo el mundo.

Quieren vender sus productos en los barcos que pasan.

Cinco campanadas también significan que habrá atención médica, siempre que el barco lleve un doctor.

Nunca hubo uno en la isla.

En el pasado, si los remedios caseros fallaban, el paciente moría. Ahora tienen un radioaficionado, Tom Fletcher, descendiente de la sexta generación de Fletcher, que puede solicitar una ayuda de emergencia si un barco está lo suficientemente cerca como para responder al llamado.

En años recientes, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha exigido al pastor tener una esposa que sea enfermera registrada.

Según Ball, el pastor actual siente que la mayor parte de los miembros de la congregación ve sus orígenes como una «historia deshonrosa». No hay cultura folklórica y se le da poca importancia al pasado.

Cuando se les pregunta la opinión de por qué sus antepasados se amotinaron, los hombres de alguna relevancia en la comunidad responden:

«Está todo en el film de Charles Laughton. Fue la crueldad de Bligh... No hubiera podido hacer nunca lo mismo que hizo Fletcher... Pero esto no quiere decir que tengamos algún rencor contra él. Nadie lo odia realmente.».

Los deseos de Fletcher de la isla utópica nunca se materializaron. Los isleños continúan enfrentando penalidades y un futuro incierto provocado por los recientes ensayos atómicos franceses, a 500 millas de distancia.

A pesar de las muchas y constantes amenazas contra la continuidad de su existencia, los viejos prefieren permanecer allí.

Sin embargo, los jóvenes parecen sucumbir cada día más a los encantos del mundo exterior y hablan con ardor de una tercera y quizás última evacuación.

Fuente Consultada: Diccionario Insólito Tomo 3 Wallace - Wallechinsky

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