Como se formaron las Montañas?:Plegamientos y Subducción

Explicación:Formación de las Montañas-Plegamientos y Subducción-Efectos de la Erosión

Para cualquier observador de este planeta , las montañas son símbolos de inmensidad e inmutabilidad.

Sin embargo, las montañas no son sino simples arrugas de la faz de la Tierra, arrugas que son socavadas y pulidas por las fuerzas erosivas del aire y del agua corriente.

Sobre un globo de 90 metros de diámetro, modelado a escala, el Mont Blanc sería representado por una eminencia menor de 13 milímetros, y el Monte Everest, por otra de menos de 25 milímetros, y haciendo la proporción en un globo terráqueo, de los que se emplean en las escuelas, que no suelen tener más de 60 centímetros de diámetro, «todo el relieve de nuestro sistema orográfico podría ser grabado en el grueso de un naipe».

Cuando queremos calcular su longevidad probable, hallamos también que las montañas no son perdurables, sino que, proporcionalmente, cuentan muy pocos años de existencia.

Algunos calculan que el gran macizo montañoso de los Andes tendrá una vida aproximada de 9.000.000 de años, lo cual en la vida del mundo equivale a un tiempo menor que la duración de una de nuestras noches.

Reconociendo su relativa pequeñez, y su mutabilidad ante los embates del tiempo, la ciencia geológica todavía considera reverentemente a las montañas como documentos rocosos de admirables fuerzas constructivas y destructivas, que han modelado y que continúan modelando la Tierra, y encuentra en la construcción y destrucción de las montañas la clave del mecanismo general de la transformación terrestre.

Una cuestión de las más interesantes y fascinadoras para la ciencia es el estudio del origen de las montañas.

Aun siendo pequeñas como son, en comparación con el volumen de la Tierra, y efímeras si se las compara con el largo espacio de tiempo que hace que la Tierra existe, son, así y todo, hechos estructurales definidos que requieren explicación, dentro de algunas de las teorías del origen y formación de la Tierra.

Consideremos, en primer lugar, el carácter general geológico de las montañas y de las cordilleras. Tres clases de montañas es necesario distinguir.

Primeramente, aquellas que, como la de Roraima (Venezuela), parece que han sido formadas por la acción de las lluvias, socavando el suelo y denudándole a su alrededor.

Estas pueden ser llamadas montañas de «denudación».

Segundo, las montañas, tales como el Vesubio, que están formadas principalmente por las lavas.

Estas deben llamarse montañas de «acumulación».

Tercero, las que, como el Himalaya, están formadas por la agrupación de rocas sedimentarias. Estas deberán llamarse de «elevación».

De las tres clases enumeradas, la tercera es la más importante de todas, ya que pertenecen a ella todas las grandes cadenas de montañas de la Tierra.

Nuestra tierra presenta lugares muy diferentes cuyo conjunto determina el relieve.

Llanuras, mesetas y macizos montañosos forman parte de éste.

Hay viejos macizos que han sido desgastados por la erosión durante un sinnúmero de siglos, y macizos jóvenes.

El origen de los cambios en el relieve hay que atribuirlo a los movimientos de la corteza terrestre, que da lugar a pliegues y fallas.

La orogenia, es decir, el proceso de formación de una cordillera, está directamente relacionada con la tectónica de placas.

Los movimientos que se producen en la corteza como consecuencia de las colisiones entre placas, y que son formadores de montañas, se llaman movimientos orogénicos.

En ellos se pueden originar plegamientos, fallas y abundantes terremotos, debido a que el desplazamiento preferente de las masas rocosas se produce de forma horizontal a causa de la fricción o del choque entre las placas.

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¿POR QUE SE FORMARON LAS MONTAÑAS?

SOBRE EL RELIEVE:

Cuando se atraviesa un país de un extremo a otro se advierte con facilidad que la superficie de la tierra cambia constantemente: el terreno bajo de los llanos alterna con el accidentado de las regiones montañosas.

Esta alternancia en los niveles constituye el relieve.

El relieve es uno de los elementos fundamentales de la geografía.

Define la configuración de un país e influye en el clima, en la flora, en el régimen de sus ríos, en la distribución de la población e incluso en el modo de vivir de ésta.

Los accidentes del terreno pueden ser casi imperceptibles y alcanzar sólo unos metros, como sucede con las colinas de las regiones llanas, o bien elevarse varios miles de metros sobre el nivel del mar.

Y lo mismo sucede con la profundidad de éste.

A menudo el fondo del mar es poco accidentado, pero en determinados lugares presenta abismos muy profundos que pueden alcanzar los 10.000 m.

Así, las elevaciones, las diferencias de altitud y el declive constituyen el relieve.

Para determinar la altitud de cualquier lugar hay que medir la diferencia entre el nivel del mar, a partir de cero, y la situación de tal lugar.

También podemos calcular la diferencia de altitud entre dos o más lugares, para lo cual basta establecer la diferencia aritmética entre las respectivas alturas.

Cuando la vertiente de un valle se eleva apreciablemente entre dos puntos decimos que la pendiente es empinada.

Si, por el contrario, la subida es lenta decimos que es suave.

El grado de inclinación de las pendientes va indicado en tantos por ciento en los mapas de carreteras.

Si leemos, por ejemplo, en un punto de determinada ruta: 7 %, esto nos indica que tal carretera sube siete metros por cada ciento de recorrido.

Las principales formas que configuran el relieve son la llanura, la meseta y la montaña. La llanura es una región baja y unida en la que las diferencias de nivel resultan poco apreciables.

Los ríos son anchos y lentos; apenas han excavado un lecho. Sin embargo, una región nunca es completamente llana; siempre tiene, aquí o allá, un pequeño desnivel, una colina.

Las mesetas son igualmente extensiones llanas o débilmente onduladas, aunque situadas a mayor altura que las llanuras; algunas incluso a miles de metros, como la meseta de Tíbet, a unos cuatro mil metros de altura.

En las mesetas los ríos están siempre profundamente incrustados en el terreno, confiriendo a la región un aspecto pintoresco.

Las grandes cordilleras se forman por el choque de dos placas continentales. Pero, ¿cómo se produce la elevación de materiales? ¿Cambia la altitud de las montañas aunque cese el empuje de las placas?.

MONTAÑAS:

Los geólogos dividen generalmente las montañas en dos grupos : las jóvenes y las viejas. Las montañas jóvenes son las más accidentadas y más elevadas; a menudo superan los 4.000 m.

Basta mencionar los Andes, en América del Sur; las montañas Rocosas, en América del Norte; el Himalaya, en Asia, o los Alpes, en nuestro propio continente.

Estas montañas, altísimas y escarpadas, forman por lo general largas filas que se unen y constituyen cordilleras; reciben el calificativo de jóvenes porque no hace todavía mucho tiempo que están sometidas a la acción destructiva de la erosión.

Tales montañas jóvenes están muy divididas, pues ciertas rocas se hallan ya profundamente señaladas por la erosión, mientras que otras, más duras, ofrecen mayor resistencia.

Las montañas llamadas viejas, por el contrario, hace ya de 200 a 400 millones de años que soportan la mordedura del sol, de la nieve, del agua y del viento y han quedado como si les hubiesen pasado un papel de lija:

los picos agudos han sido transformados en cumbres redondeadas como cúpulas; por lo general sólo son el zócalo acampanado de una montaña antaño muy elevada.

Por ello, estos viejos relieves reciben a veces la denominación de macizos.

Al llegar aquí es posible que te preguntes cómo ha podido formarse el relieve actual de la tierra.

La respuesta es bastante complicada.

Cuando examinamos el flanco de una montaña nos damos cuenta con facilidad de que está constituida por diferentes capas de piedras, a menudo deformadas y transformadas.

Al pie de las pendientes  vemos  montones  de cascotes o rocas acumulados allí en el transcurso de los siglos.

Asimismo nos damos cuenta con claridad de que en ello han intervenido fuerzas contrarias, constructivas y destructivas.

Las fuerzas constructivas

se hallan en el seno de la corteza terrestre y son las que transforman la superficie de la tierra y provocan la constitución del relieve.

Las fuerzas destructivas,

por el contrario, son exteriores y modelan y esculpen el relieve y acumulan los escombros.De todas formas, la acción de estas fuerzas es muy lenta; tanto, que apenas es apreciable. Lo que nosotros notamos es el resultado de un trabajo constante que ha durado millones de años.

Los movimientos que se han producido en la corteza terrestre han determinado, en el transcurso de los años, la estructura del suelo. Es decir, la disposición de las capas geológicas. No se sabe con exactitud cómo se producen tales movimientos, aunque son ellos los que han originado los pliegues y fallas, las erupciones volcánicas, los movimientos sísmicos y los terremotos.

En geología  considera que la mayor parte de las montañas se formaron por movimientos de la corteza terrestre.

El término ‘orogénesis’ significa origen o formación de las montañas (etimológicamente proviene de las palabras griegas oro, ‘montaña’, y génesis, ‘origen’), y hace alusión realmente a la formación de las cordilleras debido a las fuerzas internas o endógenas, es decir, tectónicas, tanto tangenciales como horizontales, bien sean de plegamiento, de fractura, etc.

1-POR SUBDUCCIÓN:

Esta teoría fue estudiada por Tuzzo Wilson en 1964 y propuso un modelo que explicaba la apertura y cierra de una cuenca oceánica, en proceso cíclico.

En las cuencas oceánicas donde la sedimentación traía aparejada la acumulación de grandes cantidades de escombros, se han producido plegamientos.

Esto tiene la siguiente explicación: todos los escombros producidos por la erosión terminan por ir a parar al fondo del mar.

Allí se acumulan también otros materiales, principalmente esqueletos y escamas de los animales marinos. De este modo se forman en el fondo de los océanos varias capas.

Estas capas, de varios miles de metros de espesor, han sumergido el fondo del mar más profundamente en el magma líquido situado bajo la corteza terrestre.

A consecuencia de esta inmersión de los fondos marinos las masas continentales se han acercado unas a otras provocando tremendas presiones laterales, y los escombros, los sedimentos, han sido comprimidos y plegados y luego inyectados en macizos montañosos. (Fenómeno de Subducción)

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Un ciclo orogénico completo se origina con el cierre de una cuenca oceánica por la aproximación entre masas continentales.

La compresión provoca el plegamiento de los sedimentos acumulados  en el fondo oceánico y los incorpora a la cordillera.

Cuando cesa la subducción, se produce una sutura y la cordillera queda expuesta
a la erosión. Los agentes geológicos acaban por suavizar el relieve.

La historia geológica de la tierra es una sucesión de períodos sedimentarios y períodos de plegamientos.

2-POR PLEGAMIENTOS: 

La transformación de la corteza terrestre se prosigue sin prisa pero sin pausa.

Por su origen distinguimos los varios períodos de plegamientos, algunos en la era precámbrica y otros en la primaria, las fuerzas destructivas ejercieron su acción sobre ellos durante un período de doscientos a cuatrocientos millones de años.

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Una falla es la fractura de la corteza terrestre en dos o más bloques que origina el desplazamiento horizontal o vertical de éstos.

Las fallas se originan debido a las presiones que ejercen los materiales incandescentes del interior de la Tierra. El plano de falla es la superficie casi llana a largo de la cual se produce la fractura y el desplazamiento de los bloques rocosos.

Un proceso común producido por la compresión horizontal es la deformación de la corteza en pliegues de diversa profundidad, o su fractura al originarse fallas.

Las fallas están producidas también por movimientos verticales, suponen desplazamiento y dan lugar a enormes bloques levantados, llamados horsts, que aparecen como montañas, y bloques hundidos, que se presentan como graben (fosa tectónica) o valle. Una de las fallas más conocidas del planeta es la falla de San Andrés.

Estos plegamientos se han transformado en macizos como los de los Vosgos (Francia) , las Ardenas (Francia) , el macizo central francés, los Apalaches en América del Norte, las montañas del sur de Australia y otros.

Ahora podemos ir más lejos y preguntarnos cómo eran las cosas al principio, cuando la corteza terrestre acababa de formarse con el magma incandescente progresivamente enfriado.

Aquí abordamos ya el terreno de la suposición pura y simple.

De lo único que estamos seguros es de que la corteza terrestre flota sobre una masa de magma incandescente. En este dato se basa precisamente la teoría de Wegener referente a la deriva de los continentes.

Al principio, todos los continentes se hallaban soldados en un solo bloque.

Más tarde este bloque se fracturó en diversos lugares, dando vida independiente a cuatro masas continentales en el hemisferio norte y a un vasto zócalo continental en el hemisferio sur.

Estas masas derivaron y entre ellas surgieron los océanos, o sea, los geosinclinales colmados de sedimentos que más tarde provocaron los plegamientos.

Pero las fracturas desempeñan también su papel en la constitución del relieve.

A causa de ellas algunas masas rocosas se han visto elevadas formando prominencias como las de los Vosgos y la de la Selva Negra, en tanto que otras partes se hundieron formando cárcavas como la del valle del Rin, entre estos mismos Vosgos y la Selva Negra.

Una falla es una solución de continuidad de las capas geológicas. Según que las rocas se desplacen en altitud o profundidad, se forman elevaciones o depresiones del terreno.

Ver: Una Animación Explicada

Las montañas formadas por la actividad volcánica son reconocibles porque suelen estar aisladas y presentar periódicamente un aspecto amenazador.

Los más espectaculares y probablemente más característicos son los picos cónicos, o conos volcánicos, formados por lava y materiales volcánicos, como el monte Rainier y el monte Saint Helens en Estados Unidos; el monte Erebus en la Antártida; el Vesubio en Italia, el Licancábur en Sudamérica y el monte Fuji en Japón.

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Monte Saint Helens en Estados Unidos

LA EROSIÓN: Apenas la montaña se acaba de formar queda sometida a la acción de fuerzas destructivas.

La erosión puede transformar un macizo entero en una penillanura, que será elevada a su vez y transformada en meseta o en montaña antigua.

También pueden formarse las mesetas por acumulación de los materiales de disgregación. De esta manera se forman los llanos volcánicos.

Los sedimentos se depositan en el fondo del mar en capas horizontales.

Bajo el peso de estas capas el fondo del océano se desploma en el magma incandescente.

Es preciso no olvidar que la temperatura aumenta en relación a la profundidad.

En general, 1° por cada 30 m.

Debido a la elevada temperatura que reina en el fondo del mar las rocas depositadas se han vuelto plásticas y han sufrido transformaciones radicales. Se produce lo que llamamos un fenómeno de metamorfismo.

El fondo del mar es, evidentemente, la prolongación del continente terrestre.

Debido al hundimiento del fondo marino las masas continentales se acercaron y las capas geológicas situadas entre esas masas fueron comprimidas y sometidas a fuertes presiones laterales que han terminado por provocar su plegamiento.

Cada pliegue se compone de dos flancos y un eje. El eje es la línea según la cual las capas geológicas se han plegado.

Cuando los flancos del pliegue convergen hacia el eje, el pliegue adopta una forma convexa y entonces se habla de un anticlinal.

Si, por el contrario, los flancos se alejan del eje, el pliegue es cóncavo y se le llama sinclinal.

Según que el plano de separación de los dos flancos sea recto, inclinado o extendido, se habla de pliegues rectos, inclinados o tendidos.

En determinados casos las presiones han sido tan fuertes que los flancos se han dislocado y han formado incluso fallas y zonas de ruptura.

En realidad, todos estos fenómenos se producen de manera harto más complicada de lo que nosotros hemos expuesto.

De un examen realizado en la de los Alpes se deduce lo complejas que pueden llegar a ser semejantes formaciones.

Las presiones que provocaron la formación del sistema alpino fueron más fuertes en el sur que en el norte.

Como consecuencia de ello, los pliegues se inclinaron en la dirección norte y hubo gigantescos desplazamientos en el curso de los cuales los plegamientos se superpusieron.

De esta manera se constituyó la maravillosa cordillera alpina.

Cuanto más se aleja uno de la zona de presión tanto más regulares parecen los pliegues.

En el Jura, por ejemplo, son muy regulares y adoptan la forma clásica. Allí, las cúspides de los pliegues forman «montes» separados unos de otros por «valles».

El «monte» coincide con los plegamientos anticlinales, y el «valle», con las depresiones, es decir, con los sinclinales.

Normalmente, los ríos fluyen por un valle.

Los afluentes que puedan surgir en los flancos de los anticlinales pueden, a la larga, abrirse paso a través de una montaña gracias a la erosión regresiva.

De esta manera se forma una estrecha garganta, un corte transversal de la corteza terrestre.

En ocasiones se forman incluso valles encima de un pliegue o monte: es un valle anticlinal o vallejo.

Semejante  fenómeno  es conocido en geología con el nombre de inversión de relieve.

Al igual que los Alpes, el Himalaya, las montañas Rocosas y los Andes tienen una estructura más complicada que el Jura.

En ellos encontramos todas las formaciones posibles, todos los pliegues, todas las clases de rocas y todas las capas, entremezcladas y superpuestas.

Estas gigantescas cordilleras se componen principalmente de macizos cristalinos o metamórficos completamente englobados en pliegues sedimentarios.

Estos zócalos cristalinos son precisamente los que han provocado la inclinación y el acarreo de los pliegues, de tal forma que las capas sucesivas se hallan superpuestas.

Apenas se acaba de formar un macizo montañoso, se encuentra ya sometido a la acción destructiva de toda clase de fuerzas.

El conjunto adquiere a causa de ello una configuración festoneada.

El material rocoso es de composición muy diversa. Algunas rocas ofrecen gran resistencia a la erosión y otras una resistencia casi nula.

De este modo podemos explicarnos la formación de picos y cumbres puntiagudas que se elevan hacia el cielo.

En estos casos, evidentemente, se trata de montañas jóvenes.

La erosión prosigue incansablemente, y lenta e inexorablemente acaba por desintegrar todo el macizo.

A causa de los gigantescos valles que excavan los ríos y los glaciares, las cordilleras se ven divididas muy pronto en macizos independientes.

Así, por ejemplo, en los Alpes podemos distinguir el macizo del Mont-Blanc, el del Pelvoux y muchos otros.

Los valles que han dado lugar a la creación de estos macizos pertenecen a dos grupos: los valles transversales que se elevan hacia los pasos y unen entre ellos los valles longitudinales.

Las fuerzas erosivas no se limitan a desgastar la montaña, sino que acumulan los materiales de destrucción en la parte inferior.

De este modo se produce una nivelación.

Ejemplo típico de este proceso es la meseta suiza o subalpina, constituida por materiales de disgregación procedentes de los Alpes y del Jura.

Cuando la erosión ejerce su acción destructiva sin interrupción, lo que queda finalmente de un imponente sistema montañoso es una penillanura, palabra que significa «país casi llano», pues aún subsisten, acá y acullá, puntos que ofrecieron mayor resistencia y que emergen del resto: son las colinas.

La penillanura se eleva lentamente desde el mar hacia el interior del país.

Los ríos que riegan semejantes regiones han alcanzado su perfil de equilibrio y dejan de ahondar en su lecho.

Sin embargo, bajo la corteza terrestre subsisten presiones y tensiones que continúan ejerciendo su acción.

De modo que la mayor parte de las penillanuras han sido elevadas de nuevo.

Así se formaron las mesetas y las montañas antiguas.

Las Ardenas francesas y el macizo escandinavo, por ejemplo, tienen penillanuras elevadas.

Las mesetas y los macizos pueden ser de diferente tipo: «mesas», altiplanicies sedimentarias, mesetas de erosión, penillanuras levantadas y elevaciones del terreno.

Un ejemplo típico de «mesa» es la del Colorado, que muestra en los flancos de los valles diversas capas rocosas horizontales.

La cuenca parisiense es una altiplanicie sedimentaria ; es un zócalo antiguo que ha ido quedando cubierto por capas sedimentarias.

Al elevarse el zócalo la cuenca se transformó en meseta.

Pero una meseta puede formarse de  otras maneras.

Principalmente por la acumulación de materiales de disgregación al pie de la montaña.

A veces los materiales son de origen volcánico.

Las mesetas que se originan en esta forma reciben la denominación de llanuras volcánicas.

De esta exposición sumaria se desprende que el relieve es una cosa complicada que se transforma y renueva constantemente bajo la acción de fuerzas aplicadas a la corteza terrestre.

Como el de los continentes, el relieve del fondo marino está sujeto a transformaciones, aunque éstas se producen en el transcurso de períodos extraordinariamente largos.

Sin embargo, estos cambios no se deben precisamente a la erosión, sino a movimientos del terreno provocados por las fuerzas internas de la corteza terrestre.

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