Pueblos Aislados y Atrasados:Vida de Bosquimanos y Pigmeos
PUEBLOS AISLADOS: BOSQUIMANOS, PIGMEOS
Hay actualmente una serie de éstas en partes aisladas del mundo, que continúan utilizando herramientas semejantes a las fabricadas por los pobladores del mundo prehistórico.
Podemos suponer, por lo tanto, que su manera de vivir debe asemejarse bastante a la de nuestros antepasados prehistóricos, si excluimos algunas ligeras interferencias del hombre civilizado.
El hecho de que estas costumbres y tipos de "industria" sigan conservándose, se explica frecuentemente por razones geográficas; la existencia de barreras (el mar, grandes extensiones desérticas), que han dejado a estas comunidades aisladas de los núcleos en que la marcha de la civilización ha sido más rápida, y los ha mantenido privados durante muchos siglos de la comunicación de los hallazgos científicos y técnicos.
Así ha ocurrido, por ejemplo, en la parte del continente africano situada al sur del desierto de Sahara, donde el hombre civilizado no penetró de manera profunda hasta época muy reciente.
Dentro de estas mismas comunidades ocurren, a veces, casos de super-aislamiento por otras razones.
Tal es el caso de los pigmeos de África Central.
Esta raza de pequeña talla y desfavorecida físicamente, ha buscado en el aislamiento, y en la subsistencia de bosques difícilmente accesibles, el modo de sobrevivir.
Por esto, su cultura y forma de vida han quedado muy atrasadas, incluso en comparación con las de las tribus vecinas.
Las culturas actuales, más simples están representadas por los aborígenes australianos, los bosquimanos de Sudáfrica, y diversas tribus asiáticas y americanas.
Su cultura es de tipo paleolítico y todos ellos viven de la caza de animales y de la recolección de frutas y vegetales silvestres.
Sus propias vidas dependen de su pericia en la caza y de su habilidad en la recolección de alimentos, ya que no hay medio de "comprarlos".
Las únicas necesidades de estos hombres son la alimentación y el equipo necesario para obtenerla, necesidades que han de satisfacer contando solamente con el medio que les rodea.
Este modo de vida se llama economía de subsistencia. La proporción en que la caza entra en sus actividades, depende mucho del área en que habitan.
Los pigmeos Sernung de las selvas malayas, viven en la zona tropical húmeda, encontrándose en un ambiente en el que abundan extraordinariamente los productos vegetales, como raíces comestibles, frutos, tubérculos, etc.
Su caza se limita a los animales pequeños, como los pájaros, ardillas y, ocasionalmente, cerdos salvajes.
Por el contrario, los bosquimanos que habitan el desierto africano de Kalahari, donde sólo crecen hierbas duras y plantas espinosas, y los productos vegetales son muy escasos, viven fundamentalmente de la caza (por ejemplo: del antílope).
Los antílopes y otros grandes mamíferos cazados por ellos son los que realizan el aprovechamiento de la vegetación, inadecuada para el hombre como alimento.
La caza y la recolección de alimentos silvestres imponen a estas gentes una forma de vida llamada nomadismo, caracterizada por el continuo traslado a través de grandes extensiones de terreno.
Si habitasen de forma permanente en el mismo lugar, pronto acabarían con los recursos naturales a su alcance.
La aparición de la agricultura en épocas prehistóricas fue un hecho importante, en cuanto impulsor de la civilización, ya que permitió el asentamiento estable de las tribus y con ello el perfeccionamiento de las viviendas y de las industrias que necesitan ciertas instalaciones permanentes.
No obstante, entre las tribus primitivas actuales se observa una cierta agricultura itinerante o nómada, caracterizada por el abandono de los cultivos en cuanto éstos dejan de ser rentables (lo que ocurre muy rápidamente en las condiciones tropicales) y el ir a establecerse a otro lugar después de haber aclarado la vegetación natural mediante el fuego.
Los incendios de la vegetación son también una norma en muchas tribus actuales africanas, que los usan como procedimiento de caza en gran escala.
Todas estas prácticas parecen explicar la presencia de semidesiertos y zonas de vegetación herbácea en regiones en las que el bosque tropical debería estar presente.
Las tribus nómadas cazadoras viven en pequeños grupos familiares (clanes), cada uno de los cuales parece tener un territorio de caza determinado. Los hombres de mayor edad son los guías, pero no hay jefes o caudillos.
Los aborígenes australianos cazan con lanzas y palos, ya que no disponen de arcos ni flechas.
Ésta es una de las razones que induce a creer que la suya es la más primitiva de todas las civilizaciones.
No obstante, disponen de un instrumento peculiar: el bumerang, que es un palo curvado que utilizan como arma arrojadiza.
Su forma, y el movimiento especial con que se lanza, hacen que sea un arma recuperable cuando, se yerra el tiro, ya que vuelve hacia el tirador, cambiando bruscamente de trayectoria.
El aborigen australiano maneja el bumerang con una destreza espectacular, pudiendo derribar aves en vuelo.
Otros instrumentos del indígena australiano son los "disparadores" de jabalinas o venablos que, por otra parte, se encuentran en todas las comunidades que se sirven de lanzas arrojadizas.
Estos disparadores son instrumentos sencillos, pero ingeniosos, que permiten alcanzar grandes distancias de disparo, aumentando la longitud de palanca del brazo.
Las jabalinas así lanzadas tienen la punta de pedernal, como las de los hallazgos arqueológicos europeos, o bien de madera endurecida por una semi-carbonización por acción del fuego.
Los bosquimanos, los semang y muchas tribus del Amazonas, entre otras, utilizan venenos para emponzoñar sus armas arrojadizas.
La composición de estos venenos varía grandemente, según las áreas geográficas, predominando los extraídos de plantas, como el curare (obtenido de lianas de la zona amazónica, y que produce una muerte por asfixia, por la parálisis de los músculos respiratorios), y el estrofanto, que ataca al corazón.
Este último veneno lo utilizan las tribus del golfo de Guinea en África.
Otras tribus emplean toxinas o venenos cadavéricos, obtenidos de cadáveres animales en putrefacción.
Excepto en el caso de los aborígenes australianos, el uso del arco y las flechas es casi universal, aunque la construcción de estas armas y su forma varía grandemente.
El tamaño del arco varía desde unos pocos centímetros, como el usado por los pigmeos del África Central (que cazan los animales por sorpresa, aproximándose cautelosamente entre la densa vegetación, después de muchas horas o incluso días de acecho), y el gran tamaño de los arcos de la Amazonia, que sobrepasan en altura a una persona y que permiten la caza de monos y de pájaros en las ramas altas de los árboles de la selva tropical.
La fabricación de un arco y de sus flechas es un trabajo largo y complicado, que emplea durante meses al cazador primitivo.
Es necesario ir secando la madera del arco y dándole la forma conveniente, evitando toda deformación que sería perjudicial para la precisión del arma.
El arco y las flechas, con sus estabilizadores emplumados, permiten la caza a distancia de grandes animales, como la del bisonte o "búfalo" por las antiguas tribus de Norteamérica, que empiezan no sólo las manos, sino también los pies para dar mayor tensión a sus arcos y conseguir una gran penetración de las flechas.
La caza del bisonte con arco ha intentado repetirse en Norteamérica con fines deportivos, usando arcos y flechas modernos, pero sin ningún resultado.
Muchas tribus son capaces de acertar con las flechas a pájaros al vuelo, empleando a veces puntas de piedra romas que atontan solamente a las aves, permitiendo una conservación posterior más fácil.
En todas las comunidades cazadoras y reunidoras de alimentos, son los hombres los que cazan, mientras que las mujeres se ocupan de la recolección de alimentos vegetales.
Para trasportarlos, usan sacos tejidos de fibras naturales de corteza o, incluso, de su propio pelo.
En Australia, se usan tiras de corteza enrolladas y atadas para llevar pedazos de pedernal y otros objetos.
El palo de cavar es una pieza importante del equipo australiano.
Es, simplemente, una especie de bastón de alrededor de un metro de largo, utilizado para desenterrar las raíces jugosas que, con frecuencia, son la única fuente disponible de agua.
Con el palo, se usa frecuentemente una piedra especial para conseguir un efecto de palanca más eficaz.
Las hachas y cuchillos de piedra se hacen fijando las piedras afiladas en mangos de madera, por medio de sustancias resinosas.
El trabajo de las piedras recuerda al de los tiempos paleolíticos.
Los pocos vestidos que llevan se hacen de fibras de plantas, cortezas y pieles.
Los albergues se hacen también a base de estos materiales.
En el caso de los bosquimanos, o de los australianos, unas cuantas ramas clavadas en el suelo y cubiertas de hojas o de pieles, proporcionan un abrigo temporal suficiente.
El agua es un elemento vital para el hombre.
Los bosquimanos y los aborígenes australianos, que viven en zonas desérticas, necesitan almacenar el agua y trasportarla. Para ello, se sirven de maderos ahuecados y de cásearas de huevo de avestruz, respectivamente.
Para llevar el fuego —que el hombre viene haciendo desde hace, por lo menos, medio millón de años— usan vasijas también de madera, que van renovando periódicamente.
Para encender nuevos fuegos, utilizan al antiquísimo método de frotar palos.
Las culturas mesolíticas —o de la Edad de Piedra Media— se encuentran entre los esquimales y distintos tipos de indios de la costa noroeste de América.
Los esquimales habitan las tierras heladas del Norte del Canadá y de Groenlandia, viviendo casi únicamente de la caza y la pesca. Sus prendas de vestir están hechas de pieles cosidas con fibras.
El hombre no podría habitar estas regiones frías sin haber inventado antes una aguja para coser los vestidos. Los esquimales usan agujas o punzones de hueso para este fin.
Pasan el invierno cazando focas o pescando en el mar.
Durante el corto invierno cazan el reno americano, o caribú, y recogen todo el alimento vegetal que pueden de la escasa vegetación.
No desperdician nada de los animales que cazan.
La madera no existe, o es rarísima, y el hueso sirve para hacer canoas, arcos, flechas, y la mayor parte de sus utensilios.
El cobre metálico se encuentra con frecuencia en esta región en forma pura.
Los esquimales no tienen ningún conocimiento de la fundición, limitándose a golpear el cobre en frío hasta darle la forma de raspadores para rascar las pieles y cuchillos para desollar y cortar.
El combustible utilizado es, fundamentalmente, grasa de animales marinos, y se utiliza para la iluminación y para la calefacción durante los largos inviernos.
En la alimentación entran también grandes cantidades de grasa que, por su alto contenido energético, contribuyen a adaptar al hombre a la vida en las bajas temperaturas.
Los esquimales utilizan en gran escala los arpones de hueso o de asta, de varias puntas, para la pesca y la caza de mamíferos marinos, de los que dependen esencialmente para su alimentación, vestido, calefacción, etc.
Aparte de la aplicación de las pieles como vestido, se usan para cubrir las tiendas y forrar las canoas.
Estas últimas son de un tipo ingenioso especial, poseyendo también una cubierta de piel que se adapta alrededor de la cintura del remero, haciendo que toda la embarcación forme un conjunto con él.
Los bloques de hielo y la nieve se usan, con frecuencia, para la construcción de las habitaciones de invierno, época en que las tribus permanecen estacionarias.
Los esquimales forman grupos mayores que los de los cazadores-recogedores ya descritos, y su organización excede a la familiar, pudiéndose ver en ellos el comienzo de la vida social.
No obstante, su falta de conocimientos técnicos, fundamentalmente la ignorancia de la fundición, permite clasificar su cultura como perteneciente a la Edad de Piedra.
Los indios de la costa Noroeste de América viven en regiones muy abundantes en peces y han renunciado a la vida nómada. Tienen pueblos con casas de madera y su organización social es ya bastante complicada.
Sin embargo, la agricultura no existe entre ellos y dependen de la recolección de bayas y otros productos vegetales espontáneos que pueden encontrar en los alrededores de sus poblados.
Existen en Siberia tribus que se dedican al pastoreo de caballos y de renos, que representan probablemente las primeras etapas de la formación de granjas.
Sin embargo, dada la especial naturaleza de los pastos de la zona donde viven, están obligados a un cierto nomadismo, yendo a buscar los campos no agotados.
Los nuer y otras tribus de África practican la cría de vacas y cultivan el mijo (un grano).
El ganado y el grano satisfacen todas sus necesidades, y pueden considerarse como un ejemplo de los primeros agricultores y ganaderos estables.
No obstante, los cambios de estaciones y la pérdida de fertilidad del suelo, inducen a estas tribus africanas de cultivadores y ganaderos a una cierta actividad itinerante en pequeña escala.
Las tribus agrícolas africanas tienen conocimientos de la fundición de minerales, y aunque sus métodos son muy primitivos, están ya técnicamente en la Edad del Hierro.
Estudiando la vida de estos pueblos y comparando sus utensilios con los de tipo prehistórico, podemos hacernos una idea de la evolución cultural del hombre desde los clanes de cazadores hasta su actual estado de civilización.
A medida que las técnicas mejoraban, necesitaba menos tiempo para buscar los alimentos y, por lo tanto, disponía de mayores intervalos para dedicarse a otras actividades.
La alfarería, el grabado y el tallado de la madera, y el tejido para la indumentaria, se originaron probablemente en este tiempo, y, con los objetos manufacturados, se desarrolló el trueque o comercio.
El hombre no vivía ya en una economía cerrada de subsistencia, sino que podía cambiar artículos manufacturados para alimentos.
La agricultura, con sus necesidades de organización y de seguridad, hizo que las comunidades agrícolas se caracterizasen por una complicación social mucho mayor que la de las primitivas agrupaciones de cazadores.
La mayoría de las actuales tienen jefes que asumen complicadas funciones en ceremonias que sirven para mantener al pueblo unido.
Incluso las tribus vivientes más primitivas tienen una especie de lenguaje y arte pictóricos, y es probable que los cazadores paleolíticos se comunicasen de este medo.
El lenguaje escrito, sin embargo, no empezó hasta mucho después, y, probablemente, a continuación de una larga etapa de símbolos o jeroglíficos, simplificación progresiva de las representaciones figuradas realistas.
Aunque las culturas primitivas han sobrevivido en regiones aisladas (desierto, selva, regiones árticas), las influencias externas las están destruyendo actualmente a un ritmo cada vez más acelerado.
A medida que la población y las posibilidades de comunicación aumentan, es inevitable que sólo sobrevivan las culturas más eficientes, uniformándose progresivamente las culturas y los modos de vida.
Hoy día se piensa más en la falta de comunicación y en el aislamiento como causa de la existencia de estas culturas primitivas, que en factores de tipo intelectual congénitos que fuesen motivo del atraso técnico y cultural de estos pueblos.
ALGO MAS SOBRE LOS BOSQUIMANOS...
Se afirma que los bosquimanos fueron los primeros habitantes del continente africano y que antaño ocuparon territorios mucho más extensos.
El hecho de que el África negra pueda ser la cuna de la humanidad es uno de los descubrimientos más sorprendentes de nuestro siglo. Fuera como fuese, el bosquimán tiene gran parecido con el hombre prehistórico, así como con los negritos de Filipinas.
Es de pequeña estatura (hombres, 1,55 m; mujeres, 1,45 m), pero más alto que los pigmeos a quienes algunos lo comparan. El bosquimán no pertenece al tronco negro principal.
Además, su piel es más bien amarillenta y sus grandes ojos rasgados le dan cierta semejanza con la raza mongola. Una de sus características físicas es su piel arrugada, que le permite engullir de una sola vez grandes cantidades de alimentos. Después de una comida copiosa sus formas se redondean...
Las reservas así acumuladas le permiten cazar durante varios días y subsistir, como el camello.
Como muchos pueblos primitivos, el bosquimán es bueno por naturaleza, alegre, valeroso y fiel. No obstante, al tratarlo por primera vez, es conveniente no herir su susceptibilidad.
No le gusta que le observen que es bajo, y si se quiere ganar su aprecio se le abordará diciendo: «¡Te he visto desde muy lejos...!» No se sabe con exactitud cuántos bosquimanos viven actualmente en África.
Su número variaría entre 10.000 y 30.000. Están repartidos en tres o cuatro grupos y se les considera uno de los pueblos más primitivos del globo.
Nómadas, viven exclusivamente de la caza y las frutas que encuentran al azar durante sus peregrinaciones.
El bosquimán es un cazador perseverante y valeroso. Su arma principal es el arco, y utiliza flechas envenenadas.
Si la pieza sólo está herida, es perseguida por el cazador, que de este modo puede llegar a recorrer distancias de unos 50 km.
El bosquimán se procura agua potable excavando el suelo hasta una profundidad de unos 50 cm. Hunde un palo hueco en el agujero y succiona hasta que el agua le llega a la boca.
Luego escupe el agua en una cáscara de huevo de avestruz.
A pesar de que sus antepasados vivieron indudablemente en grutas y hendiduras, los bosquimanos prefieren la vida al aire libre. Incluso duermen en el suelo con temperaturas próximas a los cero grados.
Se acomodan lo más cerca posible de sus fogatas hasta que el cuerpo se les cubre de ceniza gris. Cuando se sienten amenazados por los leones o leopardos, son capaces de dormir en un árbol o entre las zarzas.
Construyen chozas por medio de ramas, pero desconocen los lechos.
Nos subleva la actitud de los bosquimanos cuando matan al recién nacido cuya madre todavía da el pecho a otro hijo, pero debemos reconocer que su pasado demuestra que poseyeron cierta cultura.
Ejecutaron notables pinturas sobre rocas y algunos son excelentes músicos.
La música y la danza les son indispensables para expresar sus sentimientos y aspiraciones.
Fuente Consultada:
Enciclopedia Juvenil A Zeta Tomo I Edit. Credsa Entrada: Los Bosquimanos
Fuente Consultada:
Revista TECNIRAMA N°44
Revista Conocer Nuestro Tiempo
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