La Educacion en el Virreinato del Rio de la Plata, El Fray San Alberto

LA EDUCACIÓN EN EL SIGLO XVIII EN EL TERRITORIO QUE FORMA ACTUALMENTE LA REPÚBLICA ARGENTINA:

La cultura en el Río de la Plata:

El despertar social de Europa, como consecuencia de las teorías proclamadas por los filósofos del siglo XVIII, tuvo eco en nuestro territorio sólo a través de influencias aisladas.

Las doctrinas en boga en el viejo continente fueron conocidas aquí en forma fragmentaria, pero las pocas ideas de libertad y autonomía que consiguieron burlar la censura española pronto prendieron en el espíritu libre de prejuicios de los hombres de la nueva generación, preparando el clima social y político para el estallido revolucionario.

Poca o ninguna fue la gravitación que tuvieron en este cambio los miembros de la Compañía de Jesús, contrariamente a lo que había ocurrido en otros lugares de América.

En nuestro país si bien desarrollaron una acción ininterrumpida en favor de la educación, desde su establecimiento a fines del siglo XVI hasta su expulsión, no fueron en cambio portadores de las corrientes filosóficas que agitaban a Europa.

Por el contrario, ellos permanecieron constreñidos dentro de los viejos moldes escolásticos, de los que tampoco conseguían zafarse las universidades de España y América.

Historia de la Educacion Argentina:Resumen de las Ideas Pedagogicas

A fines del siglo XVIII dos acontecimientos de trascendencia actualizaron la inquietud innovadora:

el extrañamiento de los jesuitas y la creación del Virreinato, que ofreció amplio campo de acción a la política liberal de Vértiz.

La desaparición de los jesuitas en la enseñanza redujo el predominio de la filosofía aristotélico-tomística, permitiendo que nuevas escuelas lograsen abrirse paso a través de la España de Carlos III, llegando a penetrar en nuestro medio social y aún, aunque en menor proporción, en las casas de estudio de creación oficial.

De esta manera se conocieron, por medio de discursos, publicaciones, libros o por la transmisión verbal de los viajeros, la filosofía cartesiana, las teorías de los fisiócratas, las corrientes iluministas, y otras concepciones foráneas que por uno u otro conducto influyeron en los hombres dirigentes en la época del Virreinato.

"Lo que salvó a América más tarde ha dicho Ramos fue su gran ideal de cultura.

Sus hijos no llegaron a creer que aquellos conocimientos sabiamente adosados, fueran toda la ciencia y toda la filosofía, sino que, a costa de un esfuerzo inmenso, excedieron el horizonte impuesto y miraron más allá.

El contrabando de libros fue de entonces en adelante su picaresco preceptor, y el criollo llegó a realizar en su cerebro un lento trabajo de disociación de las ideas.

Su fondo intelectual se remozaba así, al contacto del pensamiento que le venía de más allá del mar que lo separaba del mundo civilizado."

Fray José Antonio de San Alberto (1727-1804)

Nació en el Fresno, Tarazona.

Estudió en el Instituto del Carmen de Calatayud y tomó los hábitos en el Convento de San José de Zaragoza, ingresando en la orden Carmelitana.

Desempeñó honrosos e importantes cargos en su patria, antes de venir a América.

Fray José Antonio de San Alberto (1727-1804)

Ver: Reformas Educativas en el Virreinato

Fue Consejero y Predicador del Rey Carlos III, Procurador General de la Orden en la Corte de Madrid, General de su Congregación en España, etc.

En 1778 fue nombrado Obispo de la diócesis de Córdoba del Tucumán, de la que se hizo cargo por apoderado, pues recién en 1780 pudo desembarcar en el Río de la Plata y entrar en posesión de sus funciones.

Realizó el viaje desde España en compañía del doctor Gregorio Funes, designado canónigo de Merced en Córdoba, dignidad que desempeñó a partir de la misma fecha. Ideal educativo.

San Alberto llegó a Buenos Aires en pleno esplendor del gobierno liberal y progresista del Virrey Vértiz. La floreciente situación de la capital del Virreinato lo impresionó gratamente y le hizo concebir esperanzas con respecto a su destino.

Apenas llegado a Córdoba sufrió una gran desilusión al ver el lamentable estado de atraso e ignorancia de los habitantes de la zona y, en sus Pastorales, expuso los urgentes problemas que era necesario resolver.

Comenzó por tratar de elevar el nivel cultural del clero afirmando que, antes de conferir las sagradas órdenes exigiría, sobre todo, ilustración.

"No es bastante -decía- la santidad sola para entrar en el Ministerio; son menester también la ciencia y la doctrina.

¿Qué sacaremos con que el ordenado sea un santito, si es un ignorante? Este santito será muy bueno para cualquier otro estado o empleo secular, mas no para sacerdote."

Cumpliendo con las recomendaciones del Concilio de Trento, a los seis meses de instalado, San Alberto se propone visitar su obispado para constatar personalmente las necesidades más urgentes de les fieles.

La diócesis de Córdoba abarcaba entonces las actuales provincias de Córdoba, La Rioja, Catamarca, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy.

Para recorrerla empleó dieciséis meses, pudiendo comprobar que los habitantes vivían en casas pobres y distantes unas de otras varias leguas.

"Puede decirse -decía en su descripción- que cada vecino forma un pueblo aparte, donde él solo es Padre, es Señor, es Juez, es Abogado, es Médico, es Maestro; ya la verdad que tendría que serlo todo, si la miseria, la soledad y la falta de trabajo o de instrucción, no lo tuvieran reducido a ser nada o poco lo que puede, lo que hace y lo que sabe".

Pocos eran los que sabían leer y escribir y, aun cuando lo supieran no se podía contar con ellos para enseñar a los demás pues no se avenían a abandonar sus hogares y ocupaciones habituales para dedicarse a la educación.

Surgió así el problema de la falta de maestros para establecer escuelas en los distintos curatos, teniendo que instalarlas sólo en los centros poblados.

Para remediar estos males, San Alberto traza un plan de acción que consta de cuatro puntos:

l) Fundación de pueblos con el objeto de reunir a los habitantes dispersos;

2) División de los curatos existentes para facilitar la enseñanza;

3) Creación de escuelas a fin de preparar a los niños para ingresar a los colegios y Universidades;

4) Creación de internados para la educación cristiana de los jóvenes de ambos sexos.

En la imposibilidad de llevar a cabo tan amplia tarea, optó por realizar lo que estaba a su alcance.

Solicitó de su amigo  Vértiz autorización para trasladar el Colegio Montserrat, estrecho para el número de alumnos que a él concurrían, al Colegio Máximo, a fin de instalar en ese local un Colegio de Niñas Huérfanas.

Concedido el permiso, el Colegio fue abierto en 1782, nombrándose director a Miguel del Moral.

El fin que persiguió San Alberto en su obra educativa fue, más que fundar escuelas de primeras letras, crear colegios y seminarios.

En su Pastoral de 1784, una de las pocas que se conservan, dice:

"Aunque las escuelas de niños son tan útiles como dexamos dicho, al fin vemos que toda su instrucción se reduce a enseñarles las letras menores, y los primeros rudimentos de la religión, y no es corta ventaja lograr esto en unos discípulos, que sólo están a la vista del Preceptor algunas pocas horas del día, y no todos los tiempos del año ... ".

Pero en otro lugar agrega:

"En los colegios o casas de enseñanza pública hay más proporciones para que la instrucción sea mayor, y mejor por lo mismo que los niños y niñas viven en ella de continuo, y siempre a la frente de Maestros o Maestras hábiles, que no dexan pasar ni la partícula de un día sin consagrarla a la enseñanza y educación".

En las Constituciones que redactó para su Colegio de Niñas Huérfanas, San Alberto fija el carácter profesional de la enseñanza: costura, bordados, tejidos y todo género de labores de mano, a fin de capacitar a las alumnas para ser buenas amas de casa o para ganarse la vida con una ocupación honesta.

Estas enseñanzas, unidas a las de religión y urbanidad, completaban el plan de estudios del cual, como se ve, estaban excluidas las primeras letras.

Proyectó también la creación de una escuela de varones la que no llegó a establecerse por falta de recursos y por la incomprensión de la gente de la época, pero en cuyo Reglamento han quedado consignadas interesantes iniciativas en materia educacional.

En efecto, se proponía dar una enseñanza práctica, con miras a la formación de labradores, artesanos y comerciantes que con su trabajo contribuyeran al adelanto de la "Patria".

Pero según consta en el prólogo de las Constituciones, debido a los "estilos del país donde todo oficio mecánico se tiene por poco honroso y propio solamente de gente natural y de servicio", no fue posible instruir a los niños en oficios que sus padres no les dejarían practicar después que saliesen del colegio.

San Alberto publicó un catecismo civil, destinado a servir de texto en las escuelas en reemplazo de los de Fleury y Astete, que fue el primer libro de este género escrito en el país.

En esta obra pone en evidencia su fidelidad al monarca, ya que se propone instruir a los niños sobre los deberes del vasallo y el origen, naturaleza y potestad de los reyes, porque:

"raro o ninguno es el que haga alto en explicar el amor, el respeto y la fidelidad que deben los vasallos a su Rey, la obligación que tienen de rogar a Dios por su vida, de obedecer sus leyes, de pagarle sus tributos, de temer su espada, y la de sus Ministros, quienes hacen sus veces y representan la de Dios".

Fuente Consultada: Historia de la educación de Manganiello - Bregazzi.

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