Biografia de Cesar Borgia: Historia de Ambicion y Poder del Renacimiento
Biografía de César Borgia Historia de Ambición y Poder en Italia
Príncipe italiano (Roma 1475-Viana, Navarra, 1507). Hijo de Rodrigo Borja o Borgia, después papa Alejandro VI, es un personaje típicamente renacentista por su ambición y por su talento, por sus virtudes y por sus debilidades.
A los dieciséis años fue nombrado obispo y a los dieciocho cardenal, pero pronto abandonó la carrera eclesiástica por la de las armas.
Protegido por su padre, recibió de Luis XII rey de Francia el título de duque de Valentinois.
Se casó con una hermana de Juan de Albret, rey de Navarra, y el Vaticano le nombró para un alto cargo militar (confalonero o abanderado) de los estados de la Iglesia.
Excelente militar y astuto político (Maquiavelo era uno de sus consejeros), se apoderó de casi toda la Romana (región de Italia) y participó en las campañas de Luis XII contra el reino de Napóles.
Pero la muerte de su padre, el papa Alejandro VI, en 1503, arruinó sus planes. El nuevo papa, Julio II, primero le encarceló y posteriormente lo expulsó de Italia.
Entonces pasó a Navarra, España, donde murió en el campo de batalla, en una escaramuza entre agramonteses y beaumonteses.
César Borgia fue el tercer hijo natural de Rodrigo Borgia (el Papa Alejandro VI) y de Juana Catanei (llamada Vanozza).
Nacido hacia 1457; no hay acuerdos respecto al año de su muerte, algunos estiman que murió en el castillo de Viana de 1507 y otros en 1513.
Gozó de la estima de su padre, compartiendo un vinculo mas o menos fraternal con otros cinco hermanos, producto del romance de su padre con Vanozza Catanei, mujer con la cual convivió el Pontífice durante un cuarto de siglo.
Por ser hijo de un pontífice, César no podía presumir provenir de una buena familia.
Como toda su familia era de origen español, al localizarse en Italia cambiaron la pronunciación del apellido Borja por Borgia.
Lamentablemente, César será recordado como el príncipe sin escrúpulos, aquella figura que inspiró a Maquiavelo para escribir su célebre tratado y por su pertenencia a una familia frívola y amoral para la cual no contaban los principios elementales.
Maquiavelo
En César se conjugan cómodamente la generosidad, la valentía y la inteligencia junto a la perfidia y el asesinato.
Años más tarde, el florentino Maquiavelo llamaría, precisamente, «sublime perfidia», a la fría y calculadora actitud política del hijo de Alejandro VI.
Sin embargo, César vivió poco pero intensamente, alternando su incansable actividad entre Marte y Eros, utilizando en ambas especialidades todas las armas a su alcance, incluidas —y sobre todo— las de la traición y el crimen.
César Borgia: Tercer hijo natural de Rodrigo Borgia (más conocido por el nombre de Alejandro VI, Papa) y de una dama romana llamada Rosa Vanozza. Nació hacia 1457; murió frente al castillo de Viana el 12 de marzo de 1507, o en 1513 según otros. Poco es lo que se sabe del primer período de su vida.
Cesar incursionó por el cardenalato, lugar reservado por su padre para él (durante muchos años sería conocido como el cardenal de Valencia), sin
embargo, abandono este cargo para casarse con Carlota, la hija de la reina de Navarra, Juana de Albret.
Tras pasar brevemente por el cardenalato para el que, en principio estaba destinado por su padre (durante muchos años sería conocido como el cardenal de Valencia), abandonó esta dignidad eclesiástica para casarse con Carlota, la hija de la reina de Navarra, Juana de Albret.
Por otra parte, el rey de Francia Luis XII lo beneficio con una pensión de 20.000 ducados, además de otorgarle el titulo de duque de Valentinois, por el cual sería conocido, desde entonces, como el Valentino.
César, coleccionista de dignidades, será vicario de las tierras que conquistaba por las armas, magistrado supremo y capitán general de la Iglesia Católica.
César era una mezcla ambigua de maldades y cualidades, sensible a todo tipo de idolatría, sobretodo la que provenía de su pueblo.
En este sentido, en ocasión de su regreso a Roma como triunfador de una trifulca política y bélica, la ciudad festejó sus triunfos durante varios días con fiestas y espectáculos en los que el propio César participó activamente.
Además, sentía auténtica pasión por los toros.
Y este apartado de los festejos eran los más cuidados y mejor organizados por el hijo de Rodrigo Borja, que podía dedicarse a torear y matar hasta siete toros para él sólo en la plaza de San Pedro César convertida en un circo romano.
Su hermano Juan, el primogénito de Alejandro VI, apareció flotando en las aguas del río Tíber, se estima que su muerte se debió a que su mayorazgo representaba un obstáculo para los planes de César.
Por otro lado, algunos interpretan la muerte de Juan como fruto de riñas amoroso-familiares entre el occiso y César, que se disputaban el amor de su hermana Lucrecia.
César volvió a rozar el incesto con sus amores dirigidos hacia Sancha de Aragón, hermana de Alfonso, esposo de su hermana Lucrecia, y esposa a su vez de Jofré, hermano de él mismo y de Lucrecia.
Sin embargo, estos pedidos eran practicas comunes para el Cardenal de Valencia: a él se debieron las muertes de un navarro llamado Juan de Armenteros (para otros historiadores, Juan Petit), debido a que, hasta sus oídos habían llegado ridículos chismes sobre el desgraciado, cotilleos de cortesanos y poco más, aunque suficientes para que sus sicarios lo apuñalaran.
Otra víctima sería un camarero del Papa llamado Troche, quien huyó hacia España al conocer su condena, César envió gente a su servicio que le aseguraron al fugitivo que si regresaba a Roma no le ocurriría nada.
Troche confiado, cuando entraba en Roma, fue empujado por los soldados de César hasta las celdas de San Ángelo, donde permaneció preso durante un tiempo hasta que, condenado en firme, recibió la muerte por garrote.
Cesar Borgia combinaba dos pasiones, el hedor de los campos de batalla con las intrigas dentro de su red de allegados.
Asi, una de las audacias de César Borgia fue cuando, lujosamente ataviado y a lomos de un fogoso corcel, ordenó a la guardia que sacaran a la plaza a un número determinado de prisioneros de guerra y delincuentes comunes, sin distinción de sexo ni edad.
Una vez atados a unos postes, el caballero arremetió contra ellos, disparando su arcabuz sobre unos, atravesando con la espada a otros o, a los que aún no habían muerto, los aplastó con los cascos de su cabalgadura. En realidad, sin negarle el ser un gran capitán utilizaba la guerra en su propio beneficio.
Con respecto al campo de las intrigas, César colaboró con su hermana Lucrecia, no se sabe si de buen grado o forzadamente, a la que casó y descasó según sus intereses de cada momento.
Por último, era tan avaro y ambicioso de las riquezas ajenas que no dudó en tender una emboscada en Sinigaglia a sus colaboradores, haciendo ahorcar a todos sus generales, de manera que quedó como beneficiario único del botín que poseían los defenestrados.
Con un ritmo de vida tan intenso como el que tenía Cesar, no podía dedicarse a tantas cuestiones él solo, por eso siempre tuvo un colaborador a su lado, Miguel Comella, que funcionará durante toda su vida como el brazo ejecutor de todos los crímenes atribuidos a su señor.
Comella era valenciano, César lo había traído de tierras levantinas españolas y rápidamente se había puesto a su disposición.
De esta manera, además de conjuntas correrías por mancebías y palacios, el criado y su señor no tuvieron escrúpulos en mancharse las manos de sangre cuantas veces fueran necesarias.
Cesar Borgia era un capitán, que cuando no estaba en guerra se transformaba en un príncipe totalmente entregado al lujo y lo fastuoso, de tal manera que tenia un gran sentido estético para las puestas en escena.
En este sentido, le gustaba organizar grandes espectáculos para su propia exaltación, haciendo dispendios inimaginables como los efectuados con la excusa de su viaje a Francia.
Así, ingresaron a Francia a través del puerto de Marsella, de la cual partió la comitiva de Borgia y como muestra del boato irresistible de que se hacía rodear el hijo del Papa, llegó a herrar todos los caballos de su cabalgata con herraduras de plata maciza, eso sí, apenas sujetas por un clavo que posibilitaba su pronto desprendimiento con el doble resultado de, por un lado, deslumbrar literalmente a todos con aquella extravagancia, y después, al desprenderse las argénteas herraduras, contentar a la plebe, que se empujaba para adueñarse de una de aquellas piezas.
Era, sin duda, una forma sibilina de ganarse a gran parte de la población.
Como repetidas veces se expresó a lo largo de este apartado, César Borgia no paró un instante, pasando de las batallas bélicas a las diplomáticas y, también, a las que tenían como campo de batalla las alcobas y como contrincantes, a las mujeres.
Efectivamente fue un hombre de guerra, sin embargo, se sentía a gusto entre artistas e intelectuales.
De hecho, en algunas de sus correrías fue acompañado por nombres tan preclaros como Miguel Ángel Buonarrotti, Leonardo da Vinci, Nicolás Maquiavelo o el gigante español García de Paredes. Vitalista e incansable, en sus raros ratos de ocio se ocupaba de su pasatiempo preferido: el alanceamiento de reses bravas.
Incluso, organizaba suntuosas y extraordinarias corridas de toros, como la que se produjo en ocasión del enlace de su hermana con Alfonso de Aragón.
Ese día, ante una masa vociferante (público de 10.000 personas reunidas en el parque romano de Monseñor Ascanio), Cesar alanceó a caballo, durante cinco horas a ocho toros.
Sin embargo, cuando su padre, el papa Alejandro VI, abandonó el mundo de los vivos, a César se le acabaron muchas de sus prebendas, siendo desterrado por el nuevo pontífice Julio II. Su vida peligró cuando su padre y él se envenenaron, situación de la cual Alejandro VI no pudo escapar.
El papa Alejandro fue envenenado con un vino letal servido en un banquete ofrecido al padre y al hijo juntos en el palacio del cardenal Adriano de Cometo.
Tras la comida, ambos se sintieron muy mal, y el Sumo Pontífice falleció tras dolorosa y larga agonía.
César logró sobrevivir, debido a que inmediatamente se metió en un barreño de agua helada, de tal forma que sufrió una extraordinaria reacción, tras la que mandó abrir en canal una mula viva en la que se introdujo hasta que se sintió mejor.
Antidotos bastante extraños pero que lo salvaron de la muerte.
No obstantes, otras versiones señalan que la malaria fue la causa de ambos fallecimientos. En el caso de César, puede que algo tuviera que ver también la sífilis.
Durante su febril existencia, César Borgia se lanzó a unas guerras caprichosas: cercando Florencia, conquistando la Romaña o amenazando con su presencia otros lugares estratégicos en la geopolítica del momento, hasta tal punto, que obligaron al Gran Capitán (Gonzalo de Córdoba) a apresarlo y librarse de tan engorroso enemigo.
Aunque capturado en varias batallas, por ejemplo, en España fue encerrado sucesivamente en los castillos de Chinchilla y de la Mota, de ambas situaciones logró escapar.
Sin embargo, sus enemigos lo encontraron y se procedió a ejecutarlo.
Ocurrió en el camino entre Viana y Pamplona, junto a las murallas de esta última ciudad. César recibió hasta 23 heridas en su cuerpo. Su muerte se produjo el 12 de julio del año 1507, a la temprana edad de 31 años.
Triste fue el destino de aquel guerrero que había deseado —y conseguido con creces— no pasar inadvertido en todos y cada uno de sus pasos por la vida. César Borgia murió oscuramente a manos de unos soldados que parecieron desconocer el valor del guerrero al que le arrebatan la existencia.
Así, Garcés, un soldado modesto perteneciente a las fuerzas del conde de Lerín, le dio muerte.
Contradiciendo toda su vida cargada de lujo y fastuosidad, sus funerales y su entierro fueron modestos.
Con cierta ironía su tumba en Viana de Navarra reza una inscripción, probablemente apócrifa para algunos: «Aquí yace en poca tierra el que toda le tenía, y el que la paz y la guerra, en la palma de su mano tenía».
Fuente Consultada: Crueles Siniestros de la Historia- La Vida de los Papas S. Fontana- Traidores de Cristo René Chandelle
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