El Error de Cristobal Colon en sus Viajes,La Distancia a America
El Error de Cristobal Colon en sus Viajes,La Distancia a America
Mientras los portugueses efectuaban su circunnavegación de Africa, otros consideraban que podía alcanzarse el mismo resultado por otra ruta.
Desde que se comprendió que la Tierra era esférica, a muchas personas se les ocurrió que podría navegarse en torno a ella, y que se llegaría a Extremo oriente avanzando hacia el oeste.
Encuentro de Colón con los aborígenes americanos
El concepto era sencillo y, de hecho, lo había formulado Roger Bacon dos siglos antes.
Lo que disuadió del esfuerzo fue la creencia de que entre la costa occidental de Europa y la oriental de Asia podía mediar una vasta extensión de océano que los barcos de la época no estaban en condiciones de afrontar.
Si Eratóstenes estaba en lo cierto y la Tierra tenía 40.225 Km. de circunferencia , entre Europa y Asia había casi 20000 Km. ininterrumpidos de mar.
Otras autoridades, sin embargo, como Ptolomeo , habían considerado el tamaño de la Tierra más reducido, y Marco Polo creyó que Asia se extendía más al Este que en la realidad.
La combinación de una Tierra más pequeña y una Asia más prolongada hacia Oriente, convencieron al navegante italiano Cristóbal Colón (1451-1506) de que en el viaje desde Europa» en dirección Oeste, hasta Asia habrían de recorrerse menos de 5000 km.
Consideró que era realizable, y recorrió varias naciones de Europa occidental en busca de ayuda económica para organizar una expedición.
Su meta natural era Portugal, claro está, pero los expertos portugueses creían que la Tierra era mayor de lo que las cifras de Colón reflejaban. (Y estaban en lo cierto.)
También se hallaban convencidos de que no transcurriría mucho tiempo antes de que circunnavegaran África y alcanzaran su objetivo.
Colón acudió a otros lugares, pero no tuvo suerte.
Casi estaba a punto de desistir, cuando los acontecimientos le fueron favorables en España.
Con Fernando e Isabel gobernando juntos una España unida, esta nación pudo lanzarse al asalto del último bastión musulmán, el reino de Granada.
Los monarcas emprendieron una vigorosa guerra contra Granada, que cayó el 2 de enero de 1492.
En el mismo año, Torquemada organizó la expulsión de los judíos de España.
No era éste un fenómeno nuevo, pues los judíos ya habían sido expulsados de Inglaterra y Francia. Hallaron refugio en Polonia, que precisaba una clase mercantil, y en el mundo musulmán, más tolerante que el cristiano, pues no en balde era por entonces más civilizado.)
Los monarcas españoles, considerando que el país debía estar unido y mantenerse fuerte, decidieron prestar a Cristóbal Colón un mínimo respaldo financiero.
• Los Cálculos de Cristóbal Colón Para Llega A La Indias
Suele creerse que Cristóbal Colón fue el explorador europeo con más éxito y el que descubrió lo que ahora es América del Norte.
En realidad, ninguna de las dos cosas es cierta.
No encontró ni oro ni plata en grandes cantidades, y lo único que vio del continente fue un tramo de América Central y del Sur en su cuarto y último viaje.
Pero bien, ahora hablaremos respecto a la idea que tenía este navegante sobre la forma y medidas del Planeta.
Colón murió sin saber que había descubierto América
La seguridad que mostraba Cristóbal Colón de que se podía encontrar fácilmente una ruta hacia la China de Marco Polo y las especias de la India navegando hacia el oeste a través del Atlántico se basaba en un error de cálculo elemental.
Tras estudiar las obras de antiguos exploradores fenicios y cartógrafos árabes, llegó a la errónea conclusión de que la distancia entre Asia y Europa era de sólo 3.600 kilómetros (la distancia real entre España y China navegando hacia el oeste es de unos 24.000 kilómetros).
Colón tenía buenas razones para dar a entender que la travesía sería corta, puesto que ningún patrocinador sufragaría un viaje con un tiempo de navegación tan largo que impidiera proporcionar suficiente comida y agua a la tripulación.
En 1492 Colón consiguió finalmente el apoyo financiero que necesitaba.
Ese mismo año los reyes españoles, Isabel y Fernando, que con su matrimonio habían unido las coronas de Castilla y Aragón, y este gobierno español deseaba encontrar una nueva ruta hacia las riquezas de Oriente, no sólo para arrebatar a los mercaderes musulmanes su dominio comercial, sino para competir con la exploración portuguesa de la Costa Dorada de África.
Ahora dos de las principales potencias europeas, Portugal y España, compartían los mismos objetivos estratégicos: basar su crecimiento económico en la exploración marítima y destruir así el control que ejercían los otomanos sobre el mar Mediterráneo.
Respecto a este tema, el divulgador científico Leonardo Moledo, dice:
"....Colón jamás sostuvo que la Tierra era redonda.
O mejor dicho, jamás discutió tal cosa: la polémica que enfrentó a Colón con los geógrafos de la corte de Portugal primero y de Castilla después no tuvo nada que ver con la redondez de la Tierra.
Más aún, en esas polémicas —y también en contra de la leyenda popular— lo que los geógrafos argüían contra Colón era perfectamente atinado y la postura de Colón era un disparate.
Ocurre que en la época de Colón la esfericidad de la Tierra ya era un hecho perfectamente establecido (en el mismo año 1492 ya se hizo un globo terráqueo).
Es más: no sólo todo el mundo (o por lo menos todo el mundo ilustrado) sabía perfectamente que la Tierra era esférica, sino que los geógrafos tenían una idea aproximada de sus dimensiones.
Y eso, desde hacía dieciséis siglos, ni más ni menos: ya Aristóteles había establecido la redondez de la Tierra y 230 años a. de C. Eratóstenes de Cirene había calculado su circunferencia en unos cuarenta mil kilómetros (cifra muy aproximada a la verdadera).
Por otra parte, el sistema astronómico de Tolomeo (siglo II), que reinó omnipotentemente hasta el siglo XVI, daba por supuesta esa redondez; Tolomeo mismo estimó la circunferencia terrestre en 30.000 km (cifra ligeramente menor a la verdadera).
Hasta tal punto se confiaba en la redondez de la Tierra, que en el año 1487 el rey Juan II de Portugal —y de acuerdo con una comisión de expertos— autorizó a dos navegantes, Fernando Dulmo y Joáo Estreito, para que navegaran hacia el oeste intentando descubrir la isla de la Antilla.
Aunque la expedición de Dulmo y Estreito jamás regresó, sobre la redondez de la Tierra todo el mundo estaba de acuerdo: el punto de conflicto entre Colón y los “sabios de la época” era muy otro.
Colón basaba su idea en una estimación completamente falsa —o por lo menos totalmente especulativa— sobre la distancia a cubrir entre Europa y las Indias navegando hacia el oeste: el Gran Almirante sostenía que se trataba, a lo sumo, de 4.300 kilómetros, y los geógrafos le contestaban que esa cifra era un disparate, en lo cual estaban mucho más cerca de la verdad que Colón: la verdadera distancia es de diecinueve mil quinientos kilómetros.
En realidad, Cristóbal Colón había llegado a esa cifra (4.300 km) por métodos un tanto tortuosos.
Por empezar, había un viejo argumento teológico: la cartografía medieval aceptaba sin mayores discusiones una afirmación del profeta Esdras:
“El secó seis partes de la Tierra”, y en consecuencia, entre los ultraortodoxos era un axioma que la Tierra estaba compuesta por seis partes de tierra firme y sólo una séptima parte de agua, de donde los océanos no podían ser tan grandes y las distancias marítimas tampoco.
Por otra parte, es verdad que las estimaciones de la circunferencia de la Tierra variaban entre las del Atlas Catalán de 1375 —treinta y dos mil kilómetros— y las de Fra Mauro (1459), treinta y ocho mil kilómetros, en todos los casos menores que el tamaño real.
También variaban las estimaciones de la extensión del Asia hacia el este, medida desde Portugal:desde un mínimo cte 116 grados (según Tolomeo) hasta 225 grados según otros cartógrafos (la verdadera es 131 grados).
Obviamente, cuanto más se extendiera el Asia hacia el este, más cerca estaría por el oeste.
Ahora bien: es posible que durante sus viajes anteriores Colón hubiera oído hablar de las tierras encontradas al oeste por los vikingos, pero lo cierto es que acomodó los juegos de cifras para que se ajustaran a lo que más le convenía.
Usó un mapa dibujado por el cosmólogo florentino Toscanelli y basado en afirmaciones un tanto arbitrarias de Marco Polo según las cuales Japón estaba a dos mil quinientos kilómetros de la costa de China, modificó los cálculos de Tolomeo hasta obtener una estimación de 4.780 kilómetros para la distancia marítima entre Europa y Asia.
Pero no conforme con esto, Colón, para decirlo suavemente, “afinó el lápiz” y tomando cálculos y mapas de Alfrageno, científico musulmán del siglo IX, logró autoconvencerse de que Japón se encontraba sólo a 4.300 kilómetros al oeste de las Islas Canarias, cifra completamente ridícula, porque según ella Japón estaba ubicado más o menos donde está Cuba.
Esto era forzar demasiado la geografía de la época, y no es de sorprender que los cosmógrafos consultados por los reyes de Portugal y Castilla consideraran irrazonable la empresa.
Naturalmente, ellos no podían adivinar que en el medio se iba a interponer la elegante figura de América.
Pero tampoco lo adivinó Colón que, además, cuando la tuvo delante, fue incapaz de dar-se cuenta de que estaba en un nuevo continente y no en el Japón, como sostuvo hasta el final de su vida.
Así, pues, Colón no fue un visionario sino solamente un mal geógrafo —y buen navegante— al que ayudó la suerte. Basándose en un conjunto de datos falsos —y manipulados— llegó a un lugar que no era el que buscaba y ni siquiera fue capaz de darse cuenta."
• Así fue su Primer Viaje
Una suave brisa hinchaba las velas de los pequeños barcos de madera, y los impulsaba suavemente fuera del bullicioso puerto de Palos, al sur de la costa española.
Era el viernes 3 de agosto de 1492.
Algo más que una pequeña aprensión reinaba entre los 87 hombres embarcados.
Este era un viaje nunca hecho, hacia más allá del mundo conocido.
Por delante se extendía el océano Atlántico, potente y misterioso.
Pero para un hombre que, a bordo de la Santa María —una carabela de 70 pies de largo—, observaba cómo se iba alejando poco a poco la costa, la idea de navegar hacia lo desconocido no lo aterraba.
El capitán Cristóbal Colón —nacido Cristoforo Columbo, hacia 1445, hijo de un sastre genovés— era un marino altivo, terco y ambicioso, que soñaba con abrir una nueva ruta desde España hacia las ricas islas de las especies, en las Indias Orientales.
Durante muchos años, mientras navegaba alrededor de España y Portugal, y por la costa africana hasta Canarias, había estado planeando cruzar el océano Atlántico Colón estaba convencido de que la Tierra era redonda, una teoría impopular en esa época, pero que estaba ya adquiriendo adeptos.
Creía que la costa este de Asia y las tierras ricas en oro del Oriente estaban al oeste de Europa, a una distancia fácilmente navegable.
Ahora, por fin, estaba cumpliendo su propósito, bajo el patrocinio de los reyes de España, Fernando e Isabel.
Su primer intento se había frustrado ocho años antes, ante la negativa del rey de Portugal, Juan II.
Quizá estaba a punto de cometer el mayor disparate de que es capaz un explorador, pero cometiéndolo iba a lograr el mayor de los descubrimientos.
Colón dirigió sus barcos hacia San Sebastián, en Canarias; luego el 6 de septiembre, impaciente por no perder los vientos constantes del este, viró su pequeña flota hacia el oeste, hacia el Atlántico abierto.
Pero a mitad del mes, todavía sin tierra a la vista, sus hombres comenzaron a asustarse.
Temían no poder regresar jamás a España.
El propio Colón, seguramente, habrá empezado a dudar de su cálculo de la distancia de las Indias.
El 19 de septiembre comenzó a llevar un cuaderno de bitácora falso, con el cual trataba, mediante la subestimación de las millas navegadas, de apaciguar los temores de la tripulación.
La Santa María, junto con sus buques de escolta —La Pinta y La Niña— superó los peligros del Mar de los Sargazos, a veces agitado por las mareas altas, otras en calma durante largos días.
Obsesionado por lograr el éxito de su empresa, y calculando las recompensas que acumularía debido a la gratitud del rey y de la reina, Colón se aferró a cualquier evidencia que mostrara que estaban cerca de tierra.
Las esperanzas tan pronto crecían como se desvanecían.
Entonces, a las dos de la mañana del 2 de octubre, exactamente 37 días después de haber abandonado Canarias, un marinero a bordo de La Pinta lanzó el grito: «Tierral”.
Ese mismo día, más tarde, la pequeña flota llegó a una isla, a la que Colón denominó San Salvador.
Colón escribió ese día en su cuaderno de bitácora:
«Enseguida vimos allí nativos desnudos... Apareció ante nuestros ojos un paisaje con verdes árboles exuberantes, muchos ríos y árboles frutales de varios tipos».
Al día siguiente, escribió: «Vi que algunos de los hombres se habían hecho un agujero en la nariz y habían puesto una pieza de oro a través de él... Por algunos indicios, pudimos entender que debíamos ir hacia el sur para encontrarnos con un rey que tenía grandes navíos de oro».
El 17 de octubre anotó: «En todos estos días que he estado en las Indias, siempre ha llovido, más o menos...». Aún creía firmemente que había recalado en las costas orientales de Asia.
Colón emprendió la exploración y navegó entre las islas del Caribe hacia el norte de la costa cubana y La Española.
Quedó muy impresionado por lo que había visto y el 28 de octubre, mientras estaba a la altura de la costa cubana, escribió en su diario: «Me atrevo a suponer que los poderosos barcos del Gran Khan vienen hasta aquí, y que de aquí al continente hay un viaje de sólo diez días».
Después de ocho meses en el mar, Colón volvió triunfante a España, donde fue nombrado «Almirante de la mar océano y gobernador de las islas recientemente descubiertas en las Indias». Hizo cuatro viajes de exploración a América Central en los siguientes diez años, y sólo al final de ellos comenzó a dudar sobre si realmente había encontrado la costa oriental de Asia.
Durante su tercer viaje al Nuevo Mundo, en 1498, comenzó a reflexionar sobre la posibilidad de que hubiera encontrado un nuevo continente.
Un rumbo más austral a través del Atlántico lo había conducido a la isla de Trinidad y, mientras exploraba el cercano golfo de Paria, llegó hasta el sitio donde el poderoso río Orinoco desemboca en el mar.
El 14 de agosto de 1498, escribió en su diario: «Creo que éste es un continente enorme que hasta ahora ha permanecido ignorado».
En los años siguientes, un aventurero italiano, Américo Vespucio, junto a otras personas, habría de confirmar sus sospechas. Vespucio exploró gran parte de la costa brasileña, y el relato de sus descubrimientos le valió el honor de que se concediera su nombre al nuevo y enorme continente.
Pero en 1502, cuando Colón partió en su cuarto viaje, creía aún que las islas que había descubierto estaban a la altura de la costa oriental de Asia.
Pensaba que el camino hacia Asia debía estar entre las islas y el nuevo gran territorio que se extendía al sur.
Por lo tanto, partió con el propósito de encontrar ese paso.
Y por segunda vez tropezó con América, sin reconocerla realmente.
Durante nueve meses, soportando el mal tiempo, exploró a lo largo de las costas de Honduras, Costa Rica y Panamá.
Luego, en mayo de 1503, con sus barcos azotados por las tormentas, carcomidos y en peligro de naufragar, se dirigió al norte en un intento desesperado de llegar al nuevo asentamiento español de Santo Domingo, en la isla La Española.
Fracasó, y debió pasar doce meses como náufrago en Jamaica, antes de ser rescatado con su tripulación y reintegrado a España. Colón murió el 20 de mayo de 1506.
Nunca habría de saber que la tierra que había descubierto era, en realidad, el vasto continente americano.
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