Historia de los Buscadores de Oro en California y San Francisco

Historia de los Buscadores de Oro en el Oeste Americano - Vida de los Aventureros

En poco más de un siglo, California ha pasado por todas las etapas que transformaron una tierra prácticamente desconocida en un Estado moderno.

Esta rápida evolución se debe principalmente al descubrimiento de filones auríferos que atrajeron a incontables buscadores de oro. En 1875 San Francisco contaba con 200.000 habitantes.

El 24 de enero de 1848, exactamente nueve días antes del Tratado de Guadalupe Hidalgo que cedía California a Estados Unidos, se produjo un acontecimiento de capital importancia para el desarrollo de California y Estados Unidos: el descubrimiento de un yacimiento de oro en el río Americano, en las tierras de Sutter.

Un emigrante de origen suizo, Johann August Sutter, se había instalado hacía algunos años cerca del río Americano.

Activo y emprendedor, no tardó en ser propietario de un extenso territorio que transformó parcialmente en campamento atrincherado.

Era muy conocido en la región costera de California, y su propiedad recibía el nombre de fuerte Sutter.

En los primeros días del año 1848, decidió hacer construir un aserradero a lo largo del río Americano, que cruzaba sus tierras, y para este trabajo contrató a un carpintero llamado James Marshall.

En la mañana del 24 de enero descubrió en el río una pepita de oro.

En seguida dio parte de su hallazgo a los que estaban trabajando con él y después a John Sutter,  y la noticia se propagó rápidamente por toda California.

En otoño y en la primavera siguiente se supo en la costa oriental de Estados Unidos, y se pusieron en camino millares de buscadores de oro, entre los cuales había muchos aventureros e individuos sin fe ni ley.

buscadores de oro en el oeste de estados unidos

Ver También La Fiebre del Oro

Los primeros en llegar fueron los norteamericanos, pero no tardaron en desembarcar europeos, especialmente franceses: en Francia se había hecho una hábil propaganda en favor de California, propaganda tanto más fructífera cuanto que algunos insurrectos de 1848 tenían vivos deseos de abandonar el país.

Si de los hombres que en esta época se dirigieron en masa hacia California, algunos partían movidos por la aventura, debemos reconocer que la mayoría se sintieron atraídos por el incentivo del oro.

Esta desbandada hacia el oro puso crudamente de manifiesto la sed de riqueza del hombre.

Para lanzarse a la búsqueda de oro no se necesitaba capital alguno, sino que bastaba con tener sólidas cualidades físicas y, sobre todo, valor y perseverancia.

Estas cualidades podían ser insuficientes, pues en el éxito de los buscadores también intervenía la suerte.

Era muy penoso ver cómo millares de desgraciados, que no estaban preparados en absoluto para una tarea tan agotadora, se lanzaban frenéticamente a esta búsqueda de bienes materiales.

Apenas poseían lo que llevaban puesto, y atravesaban Estados Unidos en carros tirados por bueyes, para ser, muchas veces, atacados por los pieles rojas.

Otros llegaban por el istmo de Panamá.

Los europeos e incluso algunos norteamericanos iban a California en barco, doblando el cabo de Hornos: viaje largo y difícil, pero menos costoso que cruzar Estados Unidos.

Si miles de hombres llegaron sanos y salvos, ¿cuántos fueron asesinados, se ahogaron o murieron de cualquier otra forma en el trayecto?.

Durante el primer año de la fiebre del oro, en la bahía de San Francisco entraron varios centenares de barcos.

Abandonados a menudo por sus tripulantes que partían en busca de oro, los buques eran llevados a tierra, donde rápidamente se transformaban en hotel o vivienda.

En efecto, el problema del alojamiento era difícil: en pocos meses, más de diez mil personas se instalaron en San Francisco, que entonces era una aldea de ochocientos habitantes.

Esta afluencia de población representó un recrudecimiento de la criminalidad.

En 1854 se daba en Los Ángeles el promedio de un asesinato diario, mientras que San Francisco fue arrasado varias veces por criminales incendios.

Durante un corto período, la ciudad de San Francisco estuvo verdaderamente dominada por una asociación de bandidos y malhechores, algunos de cuyos miembros figuraban en la policía oficial.

Es, ciertamente, digno de alabanza el espíritu de iniciativa y la energía de los norteamericanos que en estas difíciles circunstancias consiguieron sobreponerse y restablecieron la autoridad y la justicia.

En California no tardó en volver a reinar el orden, y si pensamos que había unos ochenta mil buscadores de oro, comprenderemos fácilmente la complejidad de los problemas que había que resolver.

En un abrir y cerrar de ojos, la existencia apacible y romántica de los campesinos hispanoamericanos se vio señalada por un ritmo jadeante, tal como vemos en la actualidad la vida norteamericana.

Prácticamente no existían carreteras, y con frecuencia los emigrantes eran víctimas de los ataques de los bandidos o de los pieles rojas.

En 1863 se estableció el primer enlace transcontinental que todavía no llegaba más allá de Sacramento.

En 1877, el Southern Pacific Railway llegó por fin a San Francisco, después de haber cruzado Tejas.

Pero mientras tanto, ¿qué había sido de Sutter?.

Cuando los primeros buscadores de oro hubieron caído sobre sus propiedades como una nube de langostas, destruyéndolo todo a su paso, encausó al estado reclamándole daños y perjuicios.

En 1855 ganó el pleito.

Pero los vecinos, celosos de su fortuna, le ocasionaron toda clase de problemas y en 1880 murió en la pobreza.

San Francisco y sus alrededores están situados en terrenos que pertenecieron a Sutter.

Añadamos de pasada que ninguno de los primeros hombres que descubrieron oro en California hizo fortuna.

Después de la fiebre del oro, que llegó al paroxismo entre 1849 y 1856, California todavía vivió por dos veces períodos agitados. La primera, hacia 1860, cuando se descubrieron yacimientos de plata en Nevada.

Prácticamente todos los terrenos en cuestión pertenecían a habitantes de San Francisco, y esta situación dio origen a las más fantásticas especulaciones.

En 1875, en San Francisco, de cada dos mil habitantes uno por lo menos era millonario.

En 1887, el país se vio nuevamente asolado por una ola de especulaciones provocadas por la venta de terrenos por los que debían pasar las futuras grandes vías de comunicación.

Desde la época de la fiebre del oro, la ciudad de San Francisco no ha dejado de atraer a numerosos extranjeros, principalmente chinos y japoneses.

El barrio chino de San Francisco es famoso en todo el mundo.

Ver: Descubrimiento de Petróleo en EE.UU.

Fuente Consultada: Enciclopedia Juvenil AZETA Editorial Credsa  Tomo 2 - Los Buscadores de Oro

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