Nueva Política Económica en Rusia - La Formación de URSS (NEP)
FORMACIÓN DE UNIÓN DE PAÍSES SOCIALISTAS (URSS)
LA NUEVA POLÍTICA ECONÓMICA DE LENÍN
ANTECEDENTES:
Luego de la Revolución Rusa, una de las primeras decisiones de los soviets fue retirarse de la Primera Guerra Mundial, en 1918.
Rusia firmó con las potencias centrales de Europa el tratado de Paz de Brest-Litovsky para dedicar todos sus esfuerzos a la transformación revolucionaria del país, como fue la transformación del Partido Bolchevique en Partido Comunista.
La industria pasó a ser controlada por los soviets, los bancos se nacionalizaron y se suprimieron los latifundios.
El nuevo gobierno se enfrentó a los partidarios del antiguo régimen durante una guerra civil de tres años.
Por otro lado, la nacionalización de todos los medios de producción provocaron una crisis económica que llevó a Lenin a tomar conciencia de que la revolución llevaba un ritmo rápido y decidió detener su proceso con la Nueva Política Económica (NEP).
En la que se respeten ciertas formas de propiedad.
En Guerra Civil, de varios años de duración, los bolcheviques habían vencido, pero la nueva Rusia comenzaba mal: desde 1918 a 1920, siete millones de hombres habían sido víctimas del hambre, de las epidemias y de la guerra civil.
Además, las esperanzas de Lenin de que la revolución se extendería en el exterior resultaron vanas.
Lenin era un internacionalista y creía firmemente que, después de la gigantesca matanza de la guerra mundial, los obreros de Occidente se lanzarían también a la revolución comunista.
Por otra parte, muchos bolcheviques creían que Rusia estaba demasiado débil, demasiado atrasada, insuficientemente industrializada y cultivada para realizar el socialismo de una manera decisiva y que éste no triunfaría, si no se imponía en Occidente.
Según las teorías marxistas, eran, en efecto, los países occidentales, con su proletariado numeroso, concentrado, bien organizado y rico en tradiciones, los que darían la señal de la revolución contra un capitalismo llegado a su «última fase».
Lenin había exhortado a los socialistas de izquierda del mundo entero a que rompiesen con la vieja social-democracia reformista, denunciada a causa de su «traición» nacionalista y belicista de 1914, y en muchos países europeos —Francia, Alemania, Italia— había partidos comunistas en vías de formación o constituidos ya.
En marzo de 1919, se había creado la III Internacional Comunista (o Komintern), centro director revolucionario que debía educar, orientar y ayudar a los nuevos partidos comunistas (incluso financieramente), decidir la estrategia y la táctica de la revolución mundial.
(Con eso justificaban los gobiernos su intervención en la guerra civil contra los bolcheviques, que proclamaban su intención de destruir el mundo burgués).
En 1918, se creyó en Moscú que el contagio revolucionario se extendía. Trotsky declaraba: «O la revolución rusa origina un movimiento revolucionario en Europa, o las potencias europeas aplastarán a la revolución rusa».
El movimiento espartaquista en Alemania, la revolución húngara de Bela Kun, las formidables huelgas en Inglaterra, en Francia y en Italia septentrional parecían, en efecto, confirmar las esperanzas de Lenin, pero no tardó en producirse el reflujo.
El «Capitalismo en descomposición» estaba mucho más fuerte de lo que se pensaba: el espartaquismo fue aplastado en Berlín, la dictadura de Bela Kun no duró más de cinco meses, y las huelgas en Occidente no prosperaron.
Por el contrario, fue Rusia la que sufrió la más terrible crisis: oposición de los campesinos, pérdida de las cosechas, hambre y tifus en 1921, «el año negro», y disminución del 70% de la producción industrial.
La población moría por millones o se veía reducida a un estado esquelético, y bandas de muchachos abandonados saqueaban y mataban para no morir.
América envió socorros, y el explorador Nansen hizo colectas en toda Europa, con la bendición del Papa.
Y estalló la crisis política: los marinos de Kronstadt, la base naval de Petrogrado, que habían sido la punta de lanza de la revolución y de la guerra civil, decepcionados por la inactividad y «olvidados» por el gobierno, que se había trasladado a Moscú, y en contacto con el sufrido campesino, se sublevaron, en febrero de 1921: «¡Vivan los soviets, mueran los bolcheviques!».
Anarquistas y antiguos guardias blancos se unieron a ellos.
Sobrevino el desastre: las tropas rojas leales, dirigidas por Tujachevsky, y los delegados del X Congreso del partido comunista aplastaron a los héroes de la revolución, después de atravesar el Golfo de Finlandia helado: los jefes de la revuelta fueron pasados por las armas.
Lenin se dio cuenta de que el paso inmediato al socialismo era un error, y decidió dar marcha atrás, proclamando una nueva política económica (NEP).
LA NEP Y LA REORGANIZACIÓN
Se suprimieron las requisas agrícolas, sustituidas por un impuesto en especie, se restableció la libertad de comercio, y los campesinos pudieron vender sus artículos en los mercados.
El derecho de herencia fue restablecido también.
Las pequeñas empresas industriales fueron desnacionalizadas y reaparecieron los artesanos.
El Estado conservó, ciertamente, la industria pesada, el monopolio del comercio exterior y la dirección general de la economía, pero se recurrió al capitalismo extranjero, por medio de sociedades mixtas en las que el Estado Soviético se reservaba el 50 96 del capital.
Se admitieron también especialistas extranjeros, los spets, ingenieros u obreros altamente cualificados.
Los resultados fueron favorables: los campesinos se dedicaron de nuevo a sus trabajos, en los mercados reaparecieron los productos, se estabilizó el nuevo rublo y la industria volvió a ponerse en marcha, aunque sus productos seguían siendo caros.
Los nepmans y los kulaks ganaban dinero y lo gastaban con ostentación, y el desorden y la miseria subsistían, pero el país salía lentamente del infierno y volvía a vivir.
Al mismo tiempo, el Estado se había reorganizado.
En 1922, Rusia, que, con la pérdida de Finlandia, de los Estados Bálticos y de la Besarabia, se había quedado reducida a 130 millones de habitantes, se rigió por una nueva organización territorial: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), basada en cuatro grandes Repúblicas, que eran la República Federativa de Rusia (las nueve décimas partes del país, incluyendo Siberia), Rusia Blanca en el Oeste, Ucrania al Sur, y Transcaucasia (Azerbayán, Armenia y Georgia, incorporada a la Unión, después de haber constituido, durante poco tiempo, una república independiente).
La unión quedaba abierta y podía ampliarse: a ella se unieron después las repúblicas del Turkestán musulmán, formadas por las poblaciones kazakas, turkmenas, uzbecas, tagikas y kirghises, todas parientes de los turcos.
Por último, hubo también numerosos territorios autónomos, correspondientes a diferentes grupos étnicos (carelios, moldavos, alemanes del Volga, etc. Y hubo, incluso, un estado judío, el Birobiyán).
Al año siguiente se elaboró la Constitución de la URSS: un Soviet de la Unión elegido delegaba sus poderes en un Comité ejecutivo central, Tsik, dividido en dos cámaras: Soviet Federal y Soviet de las Nacionalidades.
En los intervalos de unas sesiones a otras, un praesidium ejercía el poder y designaba el órgano ejecutivo permanente, el Consejo de los Comisarios del Pueblo.
En realidad, no había más que un jefe: el partido comunista.
Tenía en su poder todos los resortes, no había oposición, designaba los candidatos oficiales y las votaciones se hacían por el sistema de levantar la mano.
EL PARTIDO COMUNISTA-STALIN, SECRETARIO GENERAL
El Estado era el partido: todos los organismos administrativos y judiciales estaban controlados por sus células, y todas las decisiones importantes eran adoptadas por los dirigentes del partido.
La poderosa personalidad de Lenin dominaba a hombres de tendencias y temperamentos muy diferentes, como Trotsky, Stalin, Rykov, Zinoviev, Kamenev, etc.
Si la NEP devolvió una cierta libertad a la economía, la sublevación de Kronstadt tuvo una influencia decisiva en los trabajos del X Congreso: no sólo fueron oficialmente suprimidos los partidos de la oposición (mencheviques y socialistas revolucionarios), sino que se prohibió la oposición organizada en el seno del partido, cuando antes había estado' admitida, del misrtro modo que se admiten diversas tendencias en los partidos democráticos.
En el Congreso se había manifestado la Oposición Obrera de Alejandra Kolontai, que quería dar el poder a los sindicatos y condenaba ya la dictadura del partido, el centralismo burocrático.
Por el contrario, Trotsky defendía la integración de los sindicatos en el Estado que representaba el interés general, comprendido el de los obreros, y Lenin, que recelaba del anarcosindicalismo, se unió a los centralizadores autoritarios.
Al votar contra el derecho a la oposición, Trotsky preparaba su propia derrota.
En vida de Lenin, se mantenía un cierto equilibrio, así como una cierta libertad de crítica y de opinión, pero, ante las dificultades, el partido tendía a endurecerse, a imponer una lisciplina de hierro, en nombre de la sagrada causa.
En abril de 1922, Stalin fue nombrado secretario general del Comité Central.
José Vissarionovich Dyugachvili (ver Biografía) era un georgiano, nacido en Gori, en 1879.
Hijo de un zapatero remendón, que se había convertido en obrero de una fábrica, y de una campesina cuyos padres habían sido siervos, se quedó huérfano muy pronto.
Gracias a los sacrificios de su madre y a una beca, el niño, voluntarioso, tenaz, inteligente, fue enviado al seminario ortodoxo de Tiflis.
Adolescente aún, simpatizó con las ideas revolucionarias marxistas y se unió a los círculos socialistas clandestinos.
Expulsado reí seminario, se convirtió, a partir de 1901, en un «permanente», en un «ilegal», en un propagandista del movimiento, tomando el seudónimo de Stalin, «el hombre de acero», así como Lenin era «el hombre de Lena».
Organizó huelgas, células, reuniones clandestinas.
Detenido en 1902, fue deportado a Siberia, se evadió y reunió su actividad militante; conoció a Lenin en 1905, y participó en el Congreso del partido socialdemócrata en Estocolmo.
Desde 1907 a 1910, trabajó en Bakú.
Detenido y deportado de nuevo, llegó a ser, después de su liberación, miembro del Comité Central y editó el primer número de «Pravda».
Desde 1913 a 1917, estuvo desterrado en Siberia, hasta que la revolución de febrero abrió las prisiones y los penales.
Durante la revolución de octubre, su actividad fue menos importante que la de Lenin y la de Trotsky.
Era metódico, paciente, prudente, más hombre de acción y organización que teórico; escribía con un estilo denso, estudiado, lleno de repeticiones, con palabras y giros de la lengua litúrgica aprendida en el seminario.
Un ensayo sobre el problema nacional visto a través del marxismo le valió el nombramiento de Comisario de las Nacionalidades. Lenin apreciaba su calma, su serenidad, su ardor en el trabajo.
Se distinguió en Tsaritsin, durante la guerra civil, donde ya, con su amigo Vorochilov, un incidente le enfrentó con Trotsky.
En 1919, fue nombrado Comisario de inspección obrera y campesina, encargado del control del aparato administrativo.
Su nombramiento de secretario general, tres años después, le situaba en una posición de privilegio y le daba vara alta en la «máquina» del partido, al nivel de los dirigentes del «buró» político: Lenin, Trotsky, Kamenev Bujarin, el teórico, Zinoviev y Tomsky, jefe de los sindicatos.
Ver: La Muerte de Lenín
Fuente Consultada:
HISTORAMA Tomo 12 La Gran Aventura del Hombre Editorial CODEX